Dr. Guillermo Ortiz: «(A Beatriz) la estábamos exponiendo a un riesgo innecesario, a una especie de tortura»

Metzi Rosales Martel | 17/04/2023

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El doctor Guillermo Ortiz trabajó el caso de Beatriz, quien en 2013 solicitó interrumpir su embarazo porque este ponía en riesgo su vida y salud. En esta entrevista, cuenta del impacto del caso sobre la vida de Beatriz y la suya propia.


Guillermo Ortiz es perinatólogo. Era el jefe de Servicio de Perinatología del Hospital Nacional de Maternidad en el 2013, cuando Beatriz solicitó interrumpir su embarazo porque este ponía en riesgo su vida y salud y porque la vida del feto era inviable al ser anencéfalo. 

El Dr. Ortiz se ha convertido en una de las voces científicas más críticas desde que el aborto está penalizado en todas sus formas, a raíz de la reforma al Código Penal, que entró en vigor en 1998. Fue perito ante Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) en el caso de Manuela y otros versus El Salvador por el cual el Estado salvadoreño fue condenado en noviembre de 2021. Para el 22 de marzo de 2023, fue testigo por parte de las organizaciones colitigantes en la demanda internacional de Beatriz y otros versus El Salvador.  

En esta entrevista*, recuerda cómo conoció a Beatriz, describe paso a paso la hoja de ruta que siguieron para intentar que El Salvador respetara su derecho a decidir, y cómo su historia impactó su vida profesional y personal, al grado de tener que buscar empleo en Estados Unidos y migrar con su núcleo familiar.


*Esta entrevista se realizó antes de la audiencia pública en la cual, la Corte IDH escuchó a la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, a la mamá de Beatriz, a las colitigantes y al Estado salvadoreño. El 24 de abril vence el plazo para que las demandantes y El Salvador presenten sus alegatos finales escritos y sus observaciones finales escritas en relación con el fondo y eventuales reparaciones y costas en la demanda internacional del Caso Beatriz y otros versus El Salvador.


¿Podría describir cómo conoció a Beatriz y lo que recuerda de su caso?


A finales del 2011, cuando tuvo su primer parto. Tenía 19 años y un padecimiento de lupus eritematoso, entre sistémico y discoide. 

Durante su primer embarazo tuvo complicaciones graves. Cuando llegó a los siete meses, sufrió un trastorno hipertensivo del embarazo, lo que llamamos una preeclampsia grave, y una crisis lúpica, acompañada de una afección de los pulmones grave, que la llevó a cuidados intensivos. Fue tan severo su problema que hubo necesidad de hacer una cesárea de emergencia para evacuar el producto prematuro. Ella quedó en cuidados intensivos varios días y su recién nacido estuvo ingresado como tres meses, también en cuidados intensivos del entonces Hospital Nacional de Maternidad. 

La vi 40 días después. Platicamos sobre los riesgos de un futuro embarazo. Era bien difícil hablarle en esos términos porque tenía a su hijo debatiéndose entre si sobrevivía o no, pero ella tenía muy claro que era un riesgo. Quedó de regresar por algún método definitivo, porque dentro de los métodos contraceptivos, para ella eran bien poquitos los que podían utilizarse por sus enfermedades. 

En esa espera, su pareja y ella se arriesgan a un nuevo embarazo y, pues, tenían el derecho. En este segundo embarazo, ella suspende los medicamentos. Cuando tenía como tres meses, presenta una crisis de lupus en la piel: unas ronchas que se infectan en la cara y en los brazos. La ingresan en el Hospital Nacional Rosales y es ahí donde me llaman. Ella les dice que soy su médico y me preguntan si la puedo ir a ver. 


¿En qué momento, Beatriz le pide interrumpir ese segundo embarazo?


Cuando voy al hospital, había superado su crisis, estaban por darle el alta. La evaluamos y realizamos unos exámenes. Confirmamos con un ultrasonido que su embarazo tenía 12 semanas, que su producto no había formado cerebro, lo que llamamos anencefalia. A ella ya le habían adelantado esta información. Le explico que es cierto, que el producto va a morir al nacer o incluso podría morir adentro. Ella me responde que sí de todas maneras va a morir cuando nazca, que mejor prefiere que se lo saquen ya porque no quiere seguir arriesgándose. Que quería regresar a cuidar a su niño, a su casa, con un razonamiento  muy lógico que cualquiera puede entender. 

Le pedí dejarme ver qué podíamos hacer. En el Rosales ya le habían comentado que eso no era posible por la ley. Me dio temor de que fuese a buscar un aborto inseguro, por eso la traslado al Hospital Nacional de Maternidad. La evaluamos, le hacemos otros estudios más especializados, confirmamos la malformación fetal incompatible con la vida extrauterina, y que definitivamente lo mejor era interrumpir el embarazo en ese momento porque se había estabilizado en su salud. 


En El Salvador, el aborto está prohibido. ¿Qué se podía hacer en el caso de Beatriz?


Hablé con el director del hospital y me respondió que es un caso donde médicamente no hay discusión, pero que necesitamos apoyo de más equipo. Nos reunimos con el Comité Médico, que es donde veíamos los casos difíciles. En este hay neonatólogo, anestesiólogos, cardiólogos, enfermeras. Pero también está el abogado del hospital para asegurarse de que todo el accionar esté dentro de la ley. Así que todo el grupo, 15 personas, estuvimos unánimemente de acuerdo de que era prudente terminar el embarazo en ese momento, considerando que cada día que pasaba, el riesgo para ella aumentaba, que el pronóstico de sobrevida del feto era nulo y que en ese momento no era necesario hacer una intervención quirúrgica mayor, sino que con pastillas incluso se podía resolver y ella, posiblemente, en un par de días estar en su casa ya acompañándose con su hijo. 

Escribimos una justificación o una nota, pero es ahí donde el abogado del hospital nos llama y nos dice: «Están pensando hacer algo que la ley no permite y mi deber es como abogado, cuidar y respaldarlos a ustedes, que estén dentro del accionar legal». 


¿Qué hicieron entonces?


Dirigidos por el director, en mi persona, se le pidió al abogado buscar los permisos o la manera de hacerlo posible. Envíamos notas a la Procuraduría de Derechos Humanos, al Juzgado de Familia, a la Fiscalía, al Ministerio de Salud, pidiendo opiniones, apoyo, que nos respaldarán. La mayoría respondió que no era de su competencia dar una opinión en el caso. Los únicos que nos apoyaron fueron el Ministerio de Salud, a través de su unidad jurídica, y la Procuraduría de los Derechos Humanos. En esa época estaba el Procurador (Oscar) Luna. Él hizo un escrito que decía que prevalecía en ese momento las acciones para salvaguardar la vida y la salud de Beatriz. Estábamos esperando una respuesta un poco más contundente cuando Beatriz y sus apoderados nos demandan en la Corte Suprema de Justicia porque no le ofrecíamos el tratamiento que le habíamos prometido. 


En su experiencia como gineco-obstetra, ¿era la primera vez que se veía ante un caso como este, en que se activaba este comité de especialistas en medicina y enfermería  y resolvían que debían practicar un aborto terapéutico? 


Era la primera vez. En otros casos lo que se hacía era esperar a que surgiera alguna complicación y entonces actuar. 


¿Es decir que en este caso se activó el Comité de Médicos porque Beatriz quería interrumpir el embarazo? 


Exacto, fue una solicitud expresa de ella y nosotros estábamos de acuerdo con su solicitud. 


¿Usted sabía que lo iban a demandar o fue una sorpresa? 


Sí, de alguna manera fue una sorpresa. Aunque lo habíamos pensado, no creímos que fuera necesario que se llegara a esto. Nosotros entendíamos que ella debía hacer lo posible para que se cumpliera su solicitud.


En ese ínterin de todo el proceso legal, ¿la salud de ella empezó a complicarse más? 


Conforme avanza el embarazo, demanda un mayor esfuerzo del organismo, aumenta el volumen de sangre, el corazón tiene que funcionar más, los riñones. El cuerpo humano debe estar en óptimas condiciones para tolerar esos cambios que da el poder soportar a alguien extra. Si el cuerpo no está preparado, comienza a resentirse. Ella comenzaba a sentir ya algunos cambios a pesar de que la teníamos controlada con los medicamentos. La presión era muy inestable, a veces subía. Tenía episodios de hipertensión que no era tan fácil controlar. Monitorearle la función de los riñones era una de las cuestiones más difíciles, porque día con día no sabíamos qué tanto iban a aguantar porque ya estaban enfermos. 

Lo más grave de la situación era su estado emocional, psicológico. De mucha ansiedad, de insomnio. Todos los días, me escribía, a veces me hablaba a media noche para decirme que sentía que no iba a amanecer: «Me siento cansada». Eran episodios de ansiedad, completamente comprensibles porque la estábamos exponiendo a un riesgo innecesario, a una especie de tortura, porque le decíamos: «Tal vez mañana». Y así pasó hasta que la Corte resolvió. Pasaron como 80 días. Fue un tiempo sumamente irracional que ella estuvo esperando para nada. Eso fue un tiempo que no lo recuperó nunca en su estado emocional. 


¿Científicamente se puede determinar qué implicó en la salud de Beatriz haber dilatado más de 80 días la interrupción de ese embarazo?


No. Lo que sí es claro que su estado de salud se precarizó por el lupus. Cuando tuvo el accidente de tránsito, no toleró un estrés tan ligero, digámoslo así, como una caída de una moto. Ni siquiera fue el traumatismo directo del accidente, sino que estar en un hospital y las defensas, al estar tan debilitadas, adquirió una neumonía y eso la lleva a la muerte. 

Nos queda la duda, ¿qué hubiese sucedido si se hubiese interrumpido en el momento que nosotros y ella lo solicitamos? Si ella hubiera podido tolerar con una mayor fortaleza ese evento traumático que tuvo del accidente, de la caída de la moto, no lo podremos saber.

Beatriz nunca fue la misma después de su evento. Tenía una actitud aplanada: no se reía ni lloraba. Su estado era plano, una característica de la anhedonia, no mostraba emociones y ese comportamiento definitivamente no lo tenía antes. Haber atravesado ese sufrimiento durante tres meses, le afectó tanto su mente, le dejó con esa cicatriz emocional que muchas veces no la vemos o nos conformamos con decir: así quedó después del parto. 

Como médicos, si no es daño a un órgano, si el riñón no quedó con secuelas, si no hay hipertensión, si no hay sangre, decimos: «Ven, todo salió bien, no pasó nada». Poco nos fijamos en la salud mental de las personas. 


¿Cuál es el término científico para la intervención médica que le practicaron a Beatriz?


Microcesárea o minicesárea. Técnicamente se llama histerotomía. La cesárea es un procedimiento que se hace con el objetivo de salvaguardar la vida de la madre y del feto. Pero en este caso, hiciéramos lo que hiciéramos, no podíamos salvaguardar la vida del feto, por eso practicamos una micro o minicesárea para que fuera menos traumático para ella.


¿Cuántos meses tenía el producto? 


Tenía como seis meses. Pesó un poquito más de una libra. Era muy pequeño. 


El hecho de ser demandado y de que se ventilara públicamente que usted estaba de acuerdo con interrumpir el embarazo seguramente tuvo costos para usted, ¿qué costos tuvo para usted?


Fueron momentos difíciles para mí. Incluso en mi vida familiar. Siempre estuve a favor de que las mujeres pudieran decidir cuando estuviera en riesgo su vida y su salud. Pero nunca había tomado este paso de hacerlo visible y exponerme públicamente. Me costó perder amigos, compañeros de años, incluso pacientes, por el estigma. Incluso problemas en el ambiente laboral. Era una cuestión de hielo, no se hablaba del tema conmigo, únicamente era yo quien podía ver a Beatriz por orden de la Corte (Suprema de Justicia). Ella estaba en un cuarto aislada, nadie más que yo la podía ver. De los compañeros de trabajo, nadie me preguntaba. Absolutamente nadie. Era como que no existía el caso. Hablaban de cualquier cosa menos de eso y muy pocos se atrevieron a preguntarme cómo estaba ella. Era una situación de hielo: dentro del hospital no existía y afuera era mediáticamente cubierto. 


¿Cómo recuerda que vivió esos tres meses?


Con una gran presión. Me hablaban por teléfono, no sé cómo conseguían mi número. No me molestaba que fueran periodistas, de hecho yo quería hablar, pero la Corte nos había pedido que no diéramos declaraciones, que mantuviéramos la reserva del caso. Quería hablar porque todo el mundo hablaba, iban a los medios. Decían mentiras, hablaban mal de los médicos tratantes, imagínese, y yo sin poder decir una palabra. 

Eso causaba cierto grado de incomodidad. Podrá imaginarse qué difícil era para mí llegar a trabajar, pero estaba convencido de que estaba haciendo lo correcto y eso me mantenía a mí en mi postura y en mi fortaleza. Poco a poco fueron llegando algunas personas que me apoyaron. Comenzaron a llegar algunas personas que querían hablar conmigo, de la Embajada de México, personas de Estados Unidos llegaban y me daban el apoyo, incluso me enviaban correos electrónicos dándome el apoyo. Pero no del país, excepto la Sociedad de Ginecología y Obstetricia de El Salvador, que sí dio su apoyo rotundo. Me hablaron para que les contara el caso. Fui, les expliqué de lo que trataba, lo entendieron perfectamente y sacaron un comunicado y dijeron que estaban completamente de acuerdo. Estábamos apegados a la ciencia y a lo que la academia mandaba hacer en estos casos; y, por lo tanto, estábamos haciendo bien en ofrecer y estar de acuerdo en el tratamiento que Beatriz estaba pidiendo. 



¿Tuvo temor de ser encarcelado?


Nos habían dicho que nos podían acusar de apología del delito, de que estábamos induciendo a alguien a cometer un delito y que nos podían procesar. Nos habían dicho tantas cosas que tenía cierto grado de inseguridad y, en algunos momentos, temor. Un día antes de la audiencia, el abogado del hospital me dijo que no podía defendernos, porque él también iba a llevar su abogado. Tuve que conseguir mi propio abogado. Le dejé un poder para mi esposa porque no sabía sí me podían procesar. 

Cuando llegamos (a la Corte Suprema de Justicia) hubo una situación bastante incómoda porque cuando nos dicen que somos los imputados, los policías nos toman de los brazos y nos hacen sentir como delincuentes. No sabía si nos estaban deteniendo o qué. El primer día fue bien difícil, pero el segundo día fue diferente. 


¿A usted le tocó pagar su abogado? 


Sí. Tuve que poner mi abogado privado. 


¿Podría describir lo que hizo el día que practicaron la histerotomía a Beatriz?


Muy pocos compañeros querían acompañarnos porque sabían que el caso estaba en un proceso judicial y eso podría significar que todo el que participara entraría en un proceso (legal). No es que tuvieran miedo, pero eso significaba pagar abogado y lo que todo eso implica. 

Afortunadamente se da una situación, cuando la llevo en la camilla a la sala de operaciones y digo: «Voy a hacer un procedimiento. Necesito que me le den anestesia y que personal de enfermería me instrumente el procedimiento», el jefe de anestesiología respondió: «Yo voy a dar la anestesia». Luego la jefa de enfermeras dijo: «yo voy a instrumentar». Las jefaturas comenzaron a dar el ejemplo y a decir «yo». Después se rompió el temor y todo el mundo quería entrar y apoyar. 

Al finalizar el procedimiento, como ya se había anunciado, se puede imaginar la cantidad de medios nacionales e internacionales que habían afuera. Alguien me comentó que también estaba la policía. Mi abogado me había dicho que si hacía el procedimiento, no sabíamos realmente qué podía suceder. Yo no estaba haciendo nada malo, pero como estaba la situación no se podía saber. Eso no dejo de generar en mí esta inseguridad que afuera estaba la policía porque no sabía si es que estaban esperándome o qué. Afortunadamente no fue así, pero sí fueron momentos para mí muy duros.

Después del procedimiento sí se comenzó a hablar un poco más del caso de Beatriz, incluso dentro del hospital. Creo que hay un antes y un después en cuanto a romper esa anestesia emocional y mental que había en los compañeros, ya sea para opinar a favor o en contra. Pero antes era como un tema tabú, vedado que ni siquiera se hablaba. 


Con su esposa e hijos, ¿cómo abordaron esta situación? 


Mi esposa también es médica y es muy religiosa. Ella no quería hablar del tema, pero le expliqué el caso y que no podíamos imponer nuestras creencias religiosas a otra persona y que el médico basa sus acciones en la ciencia. Difícilmente alguien que se dedique a la medicina puede estar en contra de esto. 

Cuando esto escaló a un proceso judicial y dejé el poder a mi esposa, esto provocó cierta ansiedad en mi familia, porque no sabíamos qué me podía suceder. Pero sí me sentía apoyado. Mis hijos estaban muy pequeños, se enteraban poco, pero no lograban entender lo que estaba pasando. Cuando me vine a trabajar a los Estados Unidos, sí lo tenían muy claro.


¿Estar a favor de la interrupción del embarazo de Beatriz le provocó problemas laborales?


En el Ministerio de Salud no me querían dar puestos más altos porque era decir: «Vamos a poner a este y todos saben que es el abortero». No me daban espacios, a pesar de que tenía para seguir creciendo. Siempre me mantuvieron de bajo perfil. Eso no me mantenía muy a gusto en el trabajo. Comencé a buscar opciones para poder trabajar afuera, abiertamente en lo que descubrí podía ser mi pasión y que estando en El Salvador no iba a ser posible hacerlo. 


En una ocasión, usted me comentó que una de sus hijas escribió un ensayo sobre el trabajo que usted realiza…


Fue mi hija menor. Estaba en 8.º grado, acá en los Estados Unidos. Comenzaron a hablar sobre a qué se dedicaban los padres. Cuando le preguntaron a qué me dedicada, respondió: «Mi papá trabaja de evitar que las mujeres se mueran por aborto». Eso es lo que ella decía y sigue diciendo. Desde pequeñita eso le quedó en su mente, sin que yo se lo dijera. Luego, recopiló artículos, leyó y escribió el ensayo sobre lo que su papá hacía. 

Un poco me preocupó porque me hablaron de la escuela, me enviaron un correo que querían hablar conmigo. Yo dije, «pobrecita, metimos la pata», pero fue al contrario. Me dijeron que si por favor les podía dar una charla sobre lo que hacía, sobre lo difícil que es la situación para las mujeres en los países de Latinoamérica y sobre salud sexual y reproductiva. 

Ese ensayo le sirvió a mi hija para que un maestro, la acompañara y la llevara a actividades sobre derechos humanos; y, comenzó a escribir otros ensayos sobre el derecho de las minorías. Creo que si hubiese hecho eso en El Salvador, porque ella estaba en un colegio católico, me hubieran hablado, pero para otra cosa. 


En esa misma ocasión, me comentó que seguía en contacto con Beatriz, ¿recuerda de qué conversaron antes de que ella falleciera? 


He guardado los mensajes de ella. El último fue una o dos semanas antes de que ella tuviera el accidente. Esa vez me escribió que si le podía ayudar para salir del país, para migrar. Nos pusimos en contacto con otras organizaciones porque estaba pidiendo un auxilio. Desafortunadamente, no pudimos hacer más nada. Cuando me entero del accidente, le escribo, pero ella no me responde, ya no me responde y a los días fallece. 


Para usted, ¿cuál es la importancia de haber llevado el caso de Beatriz hasta la Corte IDH?


Lo primero: ponerle cara a la retórica, visibilizar lo que aparece en los libros. Beatriz le puso cara a eso que se venía diciendo, se pudo visibilizar y exponer no sólo al gremio médico, sino a toda la sociedad. Con respecto al gremio médico, lo más importante es no tener temor a hacer lo que la ciencia nos dicta hacer y dejar a un lado nuestras creencias religiosas. 

El caso de Beatriz fue justamente ese: atender su necesidad y tratar de brindar todas las herramientas médicas científicas a su favor. Una ley no puede dictar lo que la ciencia tiene que hacer. Es al revés, la ley tiene que responder a lo que la ciencia va avanzando. No puede ir al revés, porque entonces el progreso científico se ve limitado y la capacidad de respuesta hacia la salud de las personas se va a ver reducida. 

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