El último Akelarre de las Amorales

Mónica Campos | 06/12/2022

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El festival Akelarre nació en 2014 como uno de los pocos con artistas feministas en El Salvador. Desde entonces, el Akelarre ha sido un concepto que ha posicionado a la Colectiva Amorales como un referente en la gestión cultural con enfoque feminista. Este 2022 se celebró por última vez.

Nueve años han pasado desde que se celebró por primera vez el festival artístico Akelarre, a iniciativa de la Colectiva Amorales. Este 2022, las y les integrantes de la organización anunciaron su fin. Las razones son muy específicas: un recorte de fondos que les impide continuar con la logística que implica un festival tan grande, y un replanteamiento de la colectiva, que en un inicio se posicionó como de la corriente del feminismo radical, sin excluir a las mujeres trans. Ahora, desde un enfoque interseccional, debaten entre ellas y elles sus identidades individuales y colectivas para transformar el trabajo de activismo y defensoría que realizan.  

La Colectiva Amorales ha tenido un papel destacado en las manifestaciones contra la violación de los derechos humanos, contra el deterioro de la democracia, contra el flagelo de las desapariciones. Y sus demostraciones han tenido impacto porque lo han hecho siempre desde el arte, desde la creatividad. 

En esta entrevista, Rocío Velasco, vocalista de Luna de Anatolia, e integrante de la Colectiva Amorales y de su espacio físico Casa Bruja, reflexiona sobre lo que les llevó a marcar el fin de un trabajo de casi diez años. El último Akelarre de las Amorales fue el sábado 5 de noviembre, en la Alianza Francesa.  


Foto cortesía.

¿Por qué decidieron que este sea el último Akelarre, después de 9 años?  


Decidimos que este fuera el último Akelarre porque este año tuvimos muchos cambios dentro de la Colectiva, y hubo una reestructuración en muchos aspectos. Entonces decidimos que este festival podía ser un cierre para nosotras también, sentir que ya estábamos cambiando hacia otros momentos de nosotras como colectiva, de nosotres como artistas también. Y no quiere decir que vamos a dejar de hacer festivales, sino que se va a transformar la forma en que vamos a crear estos espacios, porque nosotras hemos cambiado, nos hemos transformado este año un montón. 

También tuvimos un recorte del presupuesto que nos permitía hacer el festival. Eso nos hace replantearnos la forma en que vamos a crear este Akelarre, porque se necesitan bastante fondos, pero no nos preocupa tanto eso, sino cómo darle ese fin a este momento, que fueron casi diez años, y comenzar uno nuevo. 


¿En qué radican estos cambios? ¿Son cambios que tienen que ver con identidades de las personas que están dentro de la colectiva o son cambios que se podrían llamar ideológicos?  


Sí, ha sido algo bien crucial para nosotras, justamente ese tema de las identidades, porque a lo largo del tiempo el Akelarre fue el espacio para que las mujeres artistas tuvieran un lugar donde mostrar sus expresiones artísticas, donde mostrar su trabajo en un lugar seguro. Pero nosotres mismes y nosotras mismas, dentro de la colectiva, ahora nos hemos… Bueno, y también ha sido como un gran cuestionamiento desde hace algunos años para nosotras, el tema de cómo nos nombramos individualmente y colectivamente, porque ya no habemos solo mujeres dentro de la colectiva, habemos personas no binarias. 

Además, las personas que son nuestras aliadas, que son las artistas que se acercan a Casa Bruja. No solamente se nombran como mujeres, se nombran como mujeres trans, como personas no binarias, como personas queer. Entonces eso nos hizo replantearnos si el Akelarre o los festivales que nosotras hacíamos ya solamente iban a ser para las mujeres artistas y para crear espacios para mujeres artistas o también para las disidencias.  


Foto cortesía.

¿Y en estas discusiones que han tenido sobre el tema, se han planteado el tema del feminismo transexcluyente? ¿Cuál es la opinión suya al respecto? 


Sí. De hecho, hace poco estuvimos justamente hablando e investigando acerca de ese tema del feminismo radical, porque nosotras durante mucho tiempo también nos nombramos como feministas radicales, pero el feminismo radical en realidad no es trans excluyente. La base del feminismo radical no es la trans exclusión, es llegar al origen de las opresiones, a la raíz. Y la raíz está basada en la raíz de las opresiones que vivimos, está basada en el género. Está basada en la construcción binaria del género para la distribución sexual del trabajo. Entonces nosotras nos nombramos como feministas e interseccionales. Creemos que no puede haber una transformación del sistema, no se va a caer si nosotras mismas y nosotres mismes no nos cuestionamos qué tan adentro tenemos el sistema.  


A veces se ve como un tema nuevo, pero hay varios momentos de exclusión en feminismo.  


Y ocurrió esto en los años 60 con las mujeres lesbianas que no eran consideradas mujeres, que no eran consideradas que podían ser parte del feminismo porque ellas no vivían la opresión de la misma forma en que la vivían las mujeres heterosexuales, porque no tenían parejas, hombres, por ejemplo. Pero sí estaban supeditadas a las opresiones de su voz, de los hombres a su alrededor, de sus padres, de sus hermanos, del mismo sistema que ya ni siquiera solamente se representa por un cuerpo que consideramos masculino, sino que es va más allá, está en todos los aspectos y los ámbitos de los tejidos sociales. Entonces también ellas tuvieron esa lucha de apropiarse de su feminismo, de crear los lesbofeminismos. Entonces ahora es lo mismo, pero con las mujeres trans y creo que una identidad no borra la otra. La historia que se construye desde los feminismos de las mujeres ha sido crucial para que exista esta otra visibilidad, esta otras luchas. Entonces, lo que hace, lo que hace sentar bases es crear antecedentes, abrir caminos para que puedan existir estas otras luchas, y que así va a seguir ocurriendo a lo largo del tiempo. No podemos nosotras mismas regresar a apropiarnos de los discursos hegemónicos, de los discursos muchas veces misóginos, para abanderar una lucha solo porque pensamos que eso implica un borrado hacia las mujeres cuando eso no es verdad.  


Casa Bruja se ha visto desde hace mucho tiempo como un espacio separatista. ¿Consideras que esto va a seguir así o que va a cambiar? 


Era fácil cuando considerábamos nosotras a las mujeres y los hombres. Y es fácil decir los hombres no entran en el entendido del binario del hombre cisgénero, por ejemplo. Pero ahora, para nosotras ha sido muy complejo el saber cómo delimitar. Porque nosotras seguimos pensando que hay espacios que son necesarios para las mujeres. Pero, ¿qué pasa si una persona es no binaria? ¿Cómo delimitamos eso, o con los hombres gays o con las personas queer? Entonces creo que estamos aprendiendo a cómo delimitar ciertas cosas y hay espacios que sí hemos abierto, como nosotras le nombramos dentro del lenguaje de Casa Bruja, como todo el Bosque Mágico. Y lo que hemos hecho es tratar de delimitar con nombres específicos espacios que nosotras consideramos que tiene que ser como más privado, uno más para ciertas identidades. 

Y lo único que sí sabemos y que tenemos bien presente es que nuestro espacio nosotras lo construimos para que sea un espacio seguro, libre de acoso. Y nosotras eso lo dejamos bastante claro porque entendemos que el acoso al final cualquier persona, sin importar su identidad, lo puede replicar. Entonces estamos también transformando cómo entendemos la violencia, entender la violencia sistémica y la violencia estructural, de dónde viene, pero también entender que dentro de la violencia en general y la violencia machista y misógina hacia los cuerpos que son considerados como de mujeres también hay otras identidades que puede que puedan, que podemos, replicar violencia hacia otras.  


Foto por Kellys Portillo.

Y volviendo al Akelarre, ¿qué es lo que marca este festival en su edición final? 


Es el cierre de un proceso de casi diez años de artistas que recurrentemente participan. O sea que a lo largo de los años fuimos creciendo ahí. Cómo se percibe nuestro sonido desde la primera vez, por ejemplo, en las mujeres músicas, en comparación con este momento. Están las Musas Desconectadas también, que ellas desde el principio, cuando eran las Musas Batucada tocaron en el Akelarre. Y también otras participaciones de personas mucho más jóvenes. Hemos tenido niñas que se han presentado y que ahora ya están creciendo y participan en este Akelarre. Y ya después de varios años y ya siendo casi adolescentes, entonces creo que también es importante recordar eso. O sea que ese espacio fue el primer espacio en el que las niñas tuvieron acceso al arte. 

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