16.03 – Austin, la familia y el COVID-19

Karla Aguirre Teceno | 16/03/2020

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Nos lavamos las manos más seguido, hay un Lysol y un pequeño alcohol gel que permanecen visibles a la entrada de la casa. Ayer necesitábamos pan, fui al súper solo a encontrar los estantes vacíos. Hoy me levanté temprano solo para encontrar los estantes vacíos otra vez.

Ilustración por Natalia Franco

Austin, Texas, E.E.U.U.

Miércoles, 18 de marzo de 2020

Hola a todas:

Qué fácil es subestimar la rutina. Los últimos días me han mostrado lo mucho que dependemos de las rutinas familiares; para guardar la cordura, para disfrutar de la maternidad, para sentirnos realizadas profesionalmente, para permanecer enamoradas de nuestros maridos, de nuestros hijos y de nuestra realidad, sin cansarnos. Que todo esté bien cuadriculado pareciera aburrido y monótono, pero… ¿y cuando la rutina se va a la mierda? ¿Cuando nos llega el coronavirus y nos obliga 24/7 a la maternidad, a la casa, al matrimonio y la profesión con las videollamadas y plazos de entrega, todo al mismo tiempo y dentro de las mismas cuatro paredes?

Vivimos en una ciudad 25 Km al norte del centro de Austin, Texas, Estados Unidos. Hasta el 15 de marzo, se han reportado 68 casos en el estado de Texas y alrededor de 7,038 casos en todo Estados Unidos. En Austin se han confirmado 17 casos. Y así, la ciudad ha limitado las reuniones sociales de más de 10 personas, las escuelas, entidades de servicio público, bares y restaurantes están cerrados, los hospitales están restringiendo la entrada de los visitantes y nuevas regulaciones de emergencia se están poniendo en efecto.

En nuestra casa ha habido cambios. Nos lavamos las manos más seguido, hay un Lysol y un pequeño alcohol gel (el único que he logrado encontrar) que permanecen visibles a la entrada de la casa. Ayer necesitábamos pan, fui al súper solo a encontrar los estantes vacíos. Hoy me levanté temprano solo para encontrar los estantes vacíos otra vez. Con mi esposo hemos tratado de permanecer tranquilos. Hace unas horas, desempolvamos una máquina de hacer pan y, por suerte, teníamos un poco de harina. Hoy hicimos pan y, así, sin mucho, resolvimos. Ni siquiera nos acordábamos de que teníamos una máquina para hacer pan. ¿Por qué deberíamos acordarnos? Lo agradecimos, créanme.

Sí, soy afortunada. Mi esposo y yo tenemos trabajos que nos han permitido traernos las compus a la casa, con el alivio de que seguiremos recibiendo nuestro cheque a final de mes. Al menos por ahora. Y, por ende, mi hijo se ha podido quedar en casa. Sí, hoy más que nunca, entiendo lo afortunada que soy y lo mucho que tengo que enseñarle a mi hijo a agradecer a la vida por nuestros privilegios y oportunidades. 

Abrazos,
Karla

*Dato interesante sobre la maternidad y el coronavirus:

Hoy, mi hijo de 5 años sabe muy bien cómo lavarse las manos. ¿Le habré alguna vez enseñado cómo lavarse las manos apropiadamente? No, nunca.

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