Medio ambiente

Luis González: «Necesitamos un país más seguro frente al cambio climático y los riesgos de desastres» 

Luis González, director de incidencia de la Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES), destaca la crítica situación que enfrenta El Salvador durante el invierno. González subraya que la recurrencia de deslaves, inundaciones y otros desastres naturales es resultado de una combinación compleja de vulnerabilidades históricamente construidas y fenómenos climáticos extremos.

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El Salvador se encuentra en una ubicación geográfica estratégica que contribuye significativamente a su vulnerabilidad frente a desastres naturales. Situado en el istmo centroamericano y rodeado por dos océanos, está expuesto a fenómenos hidrometeorológicos intensos. Además, su posición sobre la convergencia de las placas tectónicas del Caribe y Cocos provoca una actividad sísmica y volcánica persistente. Esta combinación de factores geográficos subraya la importancia crítica de implementar medidas efectivas de mitigación y adaptación para proteger a la población y reducir los impactos de estos eventos naturales adversos, explica González. 

En esta entrevista, González enfatiza que el país enfrenta una creciente vulnerabilidad debido al desarrollo no planificado y a la falta de una gestión integral del riesgo. Afirma que, aunque las amenazas naturales como huracanes y sismos son inevitables, es esencial priorizar la reducción de vulnerabilidades a través de acciones preventivas y una adecuada gestión ecológica de riesgos. 

Durante las lluvias intensas ocurridas del 12 al 21 de junio, en El Salvador se registraron 19 fallecimientos y 4,200 personas albergadas. Además, se reportaron 666 vías obstruidas, la caída de 900 árboles, 361 deslizamientos de tierra, y 29 desbordamientos de ríos junto con inundaciones urbanas. 

González hizo hincapié en la importancia de una gobernanza participativa y efectiva, donde todas las partes interesadas, desde las comunidades locales hasta el gobierno y la cooperación internacional, trabajen en conjunto para mitigar los impactos de los desastres. Instó a que se fortalezcan los recursos destinados a la adaptación al cambio climático y se mejore la inversión en infraestructuras resilientes, enfatizando la necesidad urgente de medidas integrales para proteger a las comunidades vulnerables frente a futuros eventos climáticos extremos. 

Cada año vemos repetirse fenómenos como deslaves, inundaciones, desbordes de ríos e incluso muertes durante la temporada de lluvias. ¿Cuál cree que es la razón de esta recurrencia? 

El 89 % del territorio salvadoreño es vulnerable porque hemos construido condiciones de vulnerabilidad con los años, en la forma en que nos hemos desarrollado como país. A eso, le sumamos que estamos en una zona expuesta a fenómenos de origen natural que nos ponen en peligro. El istmo centroamericano tiene océanos a ambos lados, por lo que se pueden esperar fenómenos hidrometeorológicos. Además, estamos en una zona en la que hay unión entre dos placas tectónicas: la del Caribe con la de Cocos, y esto origina una actividad sísmica persistente y también una actividad volcánica.   

Ahora bien, toda la vulnerabilidad en sí misma no es un presupuesto para que haya un desastre. Pero si sumamos esta cantidad de amenazas de origen natural con las de origen humano y las mixtas, tenemos la fórmula de un desastre. Obviamente, muy poco se puede hacer para reducir las amenazas. No podemos hacer nada para evitar un huracán, una sequía, una erupción volcánica, pero sí podemos actuar para reducir las vulnerabilidades y esa parte no se ha trabajado.  

Cada vez tenemos más vulnerabilidades de varios tipos: culturales, educativas, de salud, de infraestructura, de acceso al agua, de acceso a vías de transporte adecuadas. Toda esta creciente vulnerabilidad nos hace débiles para enfrentar estas amenazas, por eso cada vez tenemos desastres. En los últimos años, las amenazas y las vulnerabilidades se exacerban por el cambio climático global, esto lo hemos señalado como UNES, así como la necesidad de hacer una gestión ecológica de riesgos.  

¿A qué se refieren con gestión ecológica de riesgos? 

A cómo manejamos los riesgos con estos elementos que lo conforman para que se vayan reduciendo y que tengamos emergencias, pero que no lleguen a desastres. La diferencia entre desastre y emergencia es que, en una emergencia, cuando nos golpea un fenómeno que nos puede causar peligro, las comunidades por sí solas regresan a la normalidad. Esta se convierte en desastre cuando las comunidades por sí solas no pueden sobrevivir o no pueden enfrentar la emergencia. Entonces ahí llegamos a un desastre, qué es lo que vemos cuando hay más de 3500 personas albergadas en más de 108 albergues activos, es decir, más de 1300 familias albergadas que no pueden estar en sus comunidades.  

Tenemos vulnerabilidades construidas a través de los años y también tenemos una gestión de riesgos que solo ve una parte que es la atención de la emergencia, lo cual no es malo, pero es insuficiente. Es necesario también tener una gestión prospectiva o preventiva que vea el futuro y una gestión correctiva que vaya, como su nombre lo indica, corrigiendo varios elementos del riesgo de las vulnerabilidades para poder ser cada día un país más resiliente a los riesgos de desastres. 

¿Qué falta para que los gobiernos implementen programas efectivos de prevención de desastres? 

Faltan varias cosas, pero para ser muy objetivo un tema importante es el de los recursos. Una gestión preventiva debería adaptarse al cambio climático global, con esto del aumento de las amenazas, al menos de origen hidrometeorológico. Pero esto implica recursos. Por ejemplo, trasladar a una comunidad que vive en una zona de inundación o en una zona de derrumbe. ¿Pero adónde la vamos a mover? ¿Adónde vamos a construir viviendas que sean seguras, dignas, accesibles? Debería de contarse con recursos necesarios para poder trasladarlas a otra zona donde conserven esta comunidad, porque las personas no son piedras que puedan mover de un lugar a otro sin conservar estas relaciones que ya tienen construidas.  

Con respecto al tema de la agricultura: todos los años perdemos el maíz y el frijol porque llueve mucho o porque no llovió. Implica recursos, apoyo técnico y financiero sembrar otro tipo de frijol o maíz o cosechar en otras zonas. Al hablar de infraestructura, necesitamos construcciones de puentes o carreteras blindadas climáticamente. Para esto se requieren nuevas tecnologías, nuevos recursos, y hoy por hoy no se tienen.  

Un segundo elemento es, obviamente, la voluntad política de tratar esos temas, de apostarle, de generar políticas públicas encaminadas a empezar a trabajarlos. Por último, es fundamental que haya una participación de la población, de la ciudadanía a todo nivel: nacional, departamental, municipal y local, y que se involucren todos los actores en la gestión del riesgo: empresa privada, comunidades, movimiento social, cooperación, gobierno, para hacer planes a largo plazo para enfrentar esta crisis que nos está golpeando.  

¿Considera que los controles y regulaciones actuales para la construcción son adecuados, y qué fallos ha identificado en el sistema de otorgamiento de permisos que podrían estar aumentando la vulnerabilidad del país frente a la temporada de lluvias debido a los megaproyectos de construcción? 

Si bien hay leyes que regulan, ordenanzas, decretos, reglamentos, en el tema de construcción, lo que falla es el monitoreo y seguimiento de todas las instancias vinculadas. Aunque somos un país pequeño, es difícil que se haga todo el monitoreo, no solo en construcción, también en otros proyectos. Por eso es importante que haya canales adecuados para la participación ciudadana y la denuncia, para que puedan ellos dar seguimiento si algo no se está haciendo según lo que se prometió.  

Cuando se autorizan proyectos con ciertas condiciones y precauciones necesarias para su funcionamiento, pero estas no se cumplen, obviamente se seguirán generando riesgos. Ante la falta de recursos, otra solución es que haya un acompañamiento de la gente, que las comunidades que viven cerca puedan monitorear y dar seguimiento, que lo que se autoriza sea lo que en realidad se hace.  

Cualquier actividad humana genera un impacto, entonces lo que hay que medir es qué tanto como sociedad podemos asumir ese impacto que se va a generar por lo que hacemos, sea que se corte un árbol, sea que se saca arena del río, eso va a generar un impacto. Se debe ser eficiente con la evaluación de riesgos o qué impacto se va a generar por una obra que se autorice. Y si el impacto es demasiado alto, pues no permitirlo. Ejemplo de esto fue con el tema de la minería metálica. Como país no nos podíamos permitir una industria tan lesiva al ambiente, al agua, a la biodiversidad, entonces se tomó una decisión de prohibir la minería.  

Con un proyecto constructivo o una urbanización, un proyecto que cambiará el uso del suelo, medir el nivel de impacto y si el impacto será demasiado alto, que afectará a las comunidades cercanas, no permitirlo. Esa debería ser la visión. Las comunidades también deben estar informadas u organizadas, participar y señalar si una construcción les afectará de forma negativa. Ese tipo de cosas tendrían que ser las que se contemplen desde las autoridades y, obviamente, desde las comunidades para permitir o no un proyecto que tenga características de poder causar un daño.  

Se ha señalado que a veces se priorizan intereses económicos sobre la seguridad, con gobiernos autorizando construcciones en áreas de riesgo y priorizando emergencias para recibir fondos. ¿Qué opina al respecto y qué medidas podrían contrarrestar esta tendencia? 

Históricamente todos los gobiernos han priorizado el tema económico al tema de seguridad en riesgos de desastres. Siempre se autoriza una obra en la medida que se puedan pagar impuestos por parte de la actividad que va a ser el cambio de uso del suelo, por ejemplo, en la caña de azúcar. El llamado sería que se cobre conciencia de la fragilidad del país, de la magnitud de la crisis, que obviamente esas decisiones pasen por una valoración que contemple que la ganancia en ese tipo de proyectos se privatiza, pero las pérdidas, el daño, la contaminación, se socializan y son pagadas por todas las comunidades o por todas las personas afectadas. Muchas veces hay un desconocimiento de la inversión que se hace en la reconstrucción o rehabilitación después de un desastre y como sale mucho más barato evitarla. A veces efectivamente, con no utilizar un permiso o con poner las medidas adecuadas de compensación o mitigación y darles un monitoreo y seguimiento para que se cumplan.  

Con esto quiero ser como muy enfático, a veces al sector ambiental nos tildan de que queremos que vivamos en las cavernas o que no haya desarrollo. No. Se puede buscar un progreso de la sociedad que tome en cuenta los límites ambientales. Hay límites que tenemos que respetar porque nos mantienen en una condición de seguridad. ¿Hasta qué punto podemos cambiar el suelo sin que eso implique que no venga el cerro encima? ¿Hasta qué punto podemos extraer arena y piedra de un río sin que el río se salga del cauce y nos inunde? Esto lo determinan estudios técnicos, información técnica hay, se puede seguir generando, pero es importante respetar estos límites y como sociedad seguir construyendo seguridad, no construyendo riesgos de desastres. En la medida que hagamos un país más sustentable, más seguro frente al cambio climático y también más seguro frente a los riesgos de desastres.  

¿Cómo está afectando el cambio climático la frecuencia y severidad de los desastres naturales en nuestra región? ¿Los gobiernos están tomando medidas adecuadas para enfrentarlo? 

El cambio climático es un fenómeno mixto o socionatural causado por los países ricos y desarrollados. Los que aparecen en el anexo b del Protocolo de Kyoto son los que generan grandes cantidades de gases de efecto invernadero que provocan un calentamiento global y causan el cambio climático. Eso no quiere decir que no podamos hacer desde El Salvador, acciones para tratar de enfrentar los impactos, pero es casi a la par.  

Algo importante es que nuestros gobiernos deben exigir, en la Conferencia de las Partes (COP), donde se discute el tema de cambio climático, a los países ricos y desarrollados que aumenten su ambición en mitigar los gases de efecto invernadero. Eso como un elemento. Lo otro es que acá se tiene que empezar a invertir más en adaptación al cambio climático, en el tema de cultivos, de infraestructura, de salud, vivienda, etcétera. Pero eso implica recursos.  

El Salvador trabajó en el 2021 una actualización de las Contribuciones Nacionalmente Determinadas para el cambio climático en el marco del Acuerdo de París de Cambio Climático. Las contribuciones tienen elementos de cambios que deben hacerse para poder enfrentar el cambio climático, pero estas contribuciones están vinculadas a que haya financiamiento por parte de los países responsables para los países afectados y realizar estas actividades. Este financiamiento no es suficiente o no ha llegado en la cantidad esperada, pero eso no significa que no se deba asumir la responsabilidad de buscar fondos nacionales para realizar algunos cambios. Pero sí tengo que señalar que se necesitan muchos fondos. El país no podría con todo sin que los países desarrollados asuman esta responsabilidad y brinden fondos para la adaptación. Hay que empezar a hacer cosas con recursos propios, pero es necesario que haya más apoyos económicos internacionales para que los países vulnerables podamos adaptarnos al cambio climático. 

El gobierno ha utilizado más fondos de emergencia de lo presupuestado, de acuerdo con una publicación periodística reciente. ¿Cómo evalúa la gestión de estos recursos? 

El fondo que está previsto en la ley para la mitigación de desastres es insuficiente para lo que hay que hacer. El fondo se crea con 4 millones [de dólares] y esto es insuficiente. Es necesario fortalecer el fondo para poder atender riesgos y enfrentar desastres. ¿En qué han utilizado el fondo, estos 1.300.000.000 [de dólares]? No lo sé. Creo que es parte de las cosas que hay que mejorar. Es necesario que haya acceso a la información pública respecto al uso de los fondos en emergencias. Sin embargo, creo que una forma de mejorar la ejecución de estos fondos es no invertir todo en la respuesta inmediata, sino también en la prevención. Por ejemplo, se podrían destinar fondos para la capacitación y equipamiento de los comités comunales, municipales y departamentales de Protección Civil. Además, los planes de Protección Civil a nivel municipal y departamental podrían incluir actividades de prevención, como la restauración de ecosistemas, la reforestación y la sensibilización de comunidades para proteger las cuencas hidrográficas. Sin duda, si se llevan a cabo estas acciones, se mejoraría sustancialmente la gestión de riesgos de desastres. 

¿Qué deben hacer las autoridades para evitar que una lluvia se convierta en un desastre o una emergencia nacional? 

Para evitar un desastre, es necesario realizar acciones encaminadas a reducir las vulnerabilidades y los impactos de las amenazas. Con respecto a las amenazas, se puede hacer poco. Por eso, es importante fortalecer la capacidad de las comunidades para enfrentar las vulnerabilidades, que pueden ser de orden económico, educativo, de salud e infraestructura. En la medida en que se destinen recursos a reducir estas vulnerabilidades, vamos a evitar desastres. Podemos tener emergencias, pero no desastres. Esto se logra mediante una organización participativa y una gobernanza de la gestión de riesgos que involucre a todos los actores: las comunidades, el gobierno, las empresas, las agencias de cooperación y todos los sectores comprometidos con enfrentar adecuadamente los riesgos de desastres. 

Para evitar desastres, es esencial comunicar adecuadamente la información técnica y científica generada. Si el gobierno produce mucha información a través del Observatorio Ambiental y esta se vincula con las decisiones locales, podemos anticipar fenómenos hidrometeorológicos intensos. Por ejemplo, si sabemos que una comunidad en una zona de riesgo podría enfrentar un derrumbe o inundación con cierta cantidad de milímetros de lluvia, basada en la experiencia histórica de la gente, podemos evacuarla preventivamente. Además, debemos seguir trabajando en la restauración de ecosistemas y en la reducción de vulnerabilidades para que El Salvador funcione adecuadamente. 

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