Evelyn Martínez Mejía: «Ante la crisis económica, es necesario buscar una economía y una sociedad solidarias»

Vilma Laínez | 09/04/2024

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La economista Evelyn Martínez Mejía, de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), promueve desde la academia y las comunidades alternativas de economía para hacer freno al alto costo de la vida. Destaca la economía solidaria con una perspectiva decolonial, emergente de las mayorías populares en contextos históricos como las crisis económicas. Enfatiza que, en El Salvador, las comunidades afectadas por la guerra civil ejemplifican esta economía, a través de sus procesos de organización y trabajo colectivo que reproducen la vida en el campo.


El costo de la vida es el principal problema que enfrentan las personas salvadoreñas, según la Encuesta de Opinión Pública de la UCA, presentada en enero del 2024. De acuerdo con esta encuesta, para 90 de cada 100, los precios de productos esenciales de la canasta básica, como el frijol, el maíz, el azúcar, la leche y los huevos, aumentaron en el 2023. «Además, 60 de cada 100 percibieron que el costo de la vida había aumentado mucho en el país». 

El Salvador registró a finales de 2023 e inicios de 2024, los precios más altos de la canasta básica alimentaria de los últimos 20 años, según la Oficina Nacional de Estadísticas y Censos (ONE).

Para encarar esta situación que afecta de forma diferenciada a personas que viven en situación de empobrecimiento o exclusión social, Evelyn Martínez Mejía, economista de la UCA, apuesta por la economía solidaria. Esta surge desde las experiencias de las comunidades o sectores organizados frente a la crisis de reproducción de la vida. 

Estas iniciativas ya se desarrollan en El Salvador, asegura, sobre todo en comunidades organizadas afectadas durante la guerra civil, como Segundo Montes, en Morazán, y el ahora distrito Suchitoto, en Cuscatlán. «La propuesta de economía alternativa nace de los márgenes desde los oprimidos, que no necesariamente son clase asalariada». 

En esta entrevista, profundiza en la necesidad de buscar alternativas de economías que pongan en el centro a la persona como propuesta de solución la crisis del costo de la vida.  


¿Qué se entiende por economía solidaria? 


La economía solidaria la podemos definir no como una estrategia de sobrevivencia, sino como una economía que aspira a cambiar la economía capitalista. Es decir, busca crear una nueva sociedad. El economista Aquiles Montoya la llamó «la utopía de la sociedad solidaria», y eso implicaba cambiar la estructura económica donde lo principal no sea la acumulación de capital sino el ser humano, la vida, las necesidades, la naturaleza. La economía solidaria es hacer una economía que sea anticapitalista, antipatriarcal y anticolonial, busca romper esa matriz de dominio.  


¿A partir de cuándo se empieza a nombrar esa economía en El Salvador? 


Aquiles Montoya (economista) empieza a estudiar la experiencia de las comunidades repobladas, específicamente, su primera experiencia va a ser en Morazán. Él contaba en una de sus anécdotas que cuando fue con el padre Segundo Montes (jesuita asesinado) a una comunidad, Colomoncagua (Intibucá, Honduras), si mal no recuerdo, la experiencia que traían de organización de vida en comunidad, de solidaridad, en ese momento difícil de la guerra, un momento que había que enfrentarlo de manera organizada. Cuando regresan, toda esa experiencia organizativa la ponen en práctica para básicamente empezar a levantar, otra vez, su comunidad en el plano material, los sistemas de agua, empezar a producir los alimentos, la vivienda. 

Entonces, empieza a sistematizar esas experiencias en Morazán, y luego en muchas partes del país, empieza a nombrar a la propuesta de economía alternativa que nace de los márgenes, de los oprimidos, que no necesariamente son clase asalariada, son gente campesina, la nombra economía popular. Luego, estudiará el comercio informal y dirá bueno, esas prácticas de solidaridad se dan en el campo y pueden darse en la ciudad también y empieza a analizar las potencialidades y limitaciones de esa economía. En esa nueva economía, principalmente, lo que se nota ahí es que la conciencia solidaria y el cambio de la realidad material van de la mano. 


¿Cómo han sido esas experiencias? ¿Podría mencionarme algunos ejemplos? 


En Suchitoto, hace un tiempo circuló una moneda local, el Udis (Unidad de Intercambio Solidario Suchitotense), ahora ya no circula, y que ya no circule no quiere decir que no generó cambios. Generó, por ejemplo, que se articularan cerca de 125 pequeños negocios de la localidad, ayudó también para cambiar la conciencia y decir que sí se puede hacer las cosas diferentes. La idea era cómo el dinero se usaba para generar intercambio, no para acumular. En Suchitoto, actualmente, se desarrolla la experiencia de la Iniciativa de Mujeres El Trapiche que producen dulce de panela, como alternativa al consumo del azúcar. En muchas zonas del país existen experiencias de grupos solidarios de autoahorro, bancos comunales, mercaditos solidarios, etcétera. 


La economista Evelyn Martínez Mejía apuesta por una economía solidaria como alternativa frente al costo de la vida. Foto: Kellys Portillo

¿De qué depende para que este tipo de economías trasciendan a nivel nacional, porque una de sus principales críticas, es que se quedan en espacios pequeños, pueblos o comunidades? 


No hay que olvidarnos que estas experiencias de economía solidaria locales siguen estando subsumidas al capital y son expoliadas. El reto es cómo disminuir esos niveles de vinculación con el capital en la medida que se van creando, articulando redes intersectoriales, es decir, que esa experiencia de Suchitoto de los bancos comunales o los mercaditos solidarios, ¿cómo se pueden articular con lo que están haciendo en San Sebastián, San Vicente o en el Bajo Lempa o Cacaopera, en Morazán? ¿Cómo se van propiciando más espacios a los mercados locales? También ¿quiénes consumimos? No necesariamente estamos produciendo, sino ¿cómo tomamos la decisión política de a quién le compramos? ¿Cómo promovemos estos productos, por un lado, cómo ir generando más redes, más conexiones desde la producción, el comercio, transporte, el consumo, el financiamiento? 


Si son iniciativas que surgen más desde las mayorías populares frente a las crisis económicas, ¿qué tanto se pueden convertir en políticas públicas para que tengan un mayor alcance? 


Es muy complicado seguir apostando por esa idea estado-céntrica, de que el Estado proveerá o permitirá que lleguen esos cambios estructurales. Jamás los cambios estructurales van a venir si no hay construcción de organización y poder popular, o sea, los cambios vienen desde abajo. Ya se han dado muchas experiencias de economía solidaria que han existido y sobrevivido pese al Estado, incluso, el Estado a veces se convierte en un obstáculo para desarrollar experiencias de resistencias de economía solidaria, porque concesionan territorio a las multinacionales para que vayan a extraer litio, por ejemplo, oro o agua, o cuando se aprueban los tratados de libre comercio.   

En El Salvador, la población más afectada fue la de la agricultura de subsistencia. Las políticas aprobadas como los asocios públicos privado, las zonas económicas especiales que se pretendían implementar acá o en Honduras, todo eso atenta contra esas prácticas. Creo que un reto de estas prácticas es como lograr la autonomía y la autogestión, que permita cubrir las necesidades de la comunidad. Un reto bien importante es lograr formas de la propiedad colectiva. 


Usted ha dicho, que este tipo de economía surge frente a crisis, ¿cómo desde la economía solidaria se puede hacer frente al costo de la vida, al aumento de los alimentos? 


Como Aquiles Montoya decía: «La solidaridad no hay que verla como una virtud, sino, como una necesidad para seguir viviendo». Hacer economía solidaria al final nos convoca a todos a ¿cómo enfrentar esa crisis y no solo adaptarnos o dejarnos morir? En la misma pandemia, con el encierro, las personas de forma muy creativa buscaron mantener la vida, por ejemplo, en México surgieron experiencias de monedas locales. Acá [en El Salvador] surgieron experiencias de transporte para llevar a las personas necesitadas de la comunidad a los hospitales, entre otros ejemplos. 

Considero que es necesario recoger nuestras herencias ancestrales que se han perdido mucho: el tema de las recetas nutritivas o el cultivo de ciertas plantas. ¿Cómo recuperar estos conocimientos valiosos para enfrentar también esta crisis de cómo cultivamos, cómo aprendemos, por ejemplo, a producir nuestros propios huertos urbanos en las ciudades donde los espacios son reducidos?  

También es muy importante considerar a quién le compramos: ¿Le compramos al gran supermercado o a las señoras del mercadito? ¿Cómo apoyar también estas otras iniciativas que buscan enfrentar el tema de alimentación, de la vivienda, del desempleo? Cómo hacerlo, también, con personas profesionales.  

Pienso que, ante la crisis económica, se vuelve una necesidad la búsqueda de una economía y de una sociedad solidaria, resignificar esos horizontes utópicos, pero antes hay que hacerle duelo a lo que no ha funcionado, eso es importante. 


¿La economía solidaria está relacionada con la forma de producir los alimentos? 


Totalmente, y ahora también con el cambio climático, cómo buscar alternativas complementarias a nuestra dieta básica. Cómo consumir: primero, aprender a cultivar y luego aprender a comer. Recuperar esas recetas de las abuelas. Como adulta conocí que existía la chaya, el ojushte y conocer cuáles son las propiedades nutritivas, cómo consumir, como preparar platos, bebidas. 


¿En qué se diferencia el emprendedurismo con la economía solidaria? 


El concepto del emprendedurismo  ha sido vendido por las instituciones neoliberales, claro, porque ya no podían esconder debajo de la alfombra esa realidad de la informalidad, del desempleo. ¿Qué pasa entonces?: «Ofrezcamos esta alternativa, que emprendan y vendamos esta idea de que en realidad el rico es rico porque empezó de cero, porque empezó de chiquito» y eso es falso. Es falso porque se inyecta una lógica de la meritocracia, de que los ricos son ricos porque innovan, son carismáticos e inteligentes, pero eso ahí está ocultando las relaciones sociales que están detrás: son ricos porque explotan, son ricos porque han heredado.  

Es importante distinguir entre el emprendedurismo y la economía solidaria porque es difícil entrar a competir en un mercado capitalista, porque en realidad no opera una competencia perfecta, sino que todo es monopolio. Por eso siguen siendo subsumidos y expoliados por el gran capital. Por el otro lado, son iniciativas, muchas de ellas, de sobrevivencia. ¿Cómo usted lo convertiría en una empresa solidaria? Bueno, en la búsqueda de resolver las necesidades materiales, lo hace de manera organizada con otras personas que busquen también una transformación. 


Usted también se refiere a la corriente decolonial cuando habla de este tipo de economías alternativas, ¿podría detallarlo más y por qué desde la academia usted abandera este concepto? 


Es bien importante entender que la colonialidad sigue vigente y también el colonialismo. Es necesario que, al hablar de una economía alternativa, esta debe ser antirracista y anticolonial. Para pensar América Latina y entender los procesos actuales, siempre es importante hacer una memoria larga. 1492 no solo es una fecha lejana en el pasado, significó un proceso de colonialismo territorial que actualmente se manifiesta como neoextractivismo. Todavía tenemos esa amenaza de que las grandes corporaciones vienen a nuestros territorios a explotar nuestros bienes comunes, pero también, se inaugura un proceso de colonialidad y no es lo mismo que el colonialismo. El colonialismo alude más a los procesos de invasión territorial, de imponer una lengua o una religión y con ese proceso se establece el mito de la raza. ¿Qué quiere decir esto? Los pueblos colonizados, afrodescendientes, indígenas nos catalogaron como pueblos sin historia, como no humanos, más cercanos a la naturaleza, a lo animal y, por tanto, había que civilizarnos. Y así se justificaba todo ese proceso de invasión colonial civilizatorio.  

Entonces al hablar de economías alternativas es importante, si bien, como han dicho las economías feministas, pensar esa alternativa no solo en el ámbito de la producción material de bienes y servicios, sino también en el ámbito de la reproducción, como repartir de manera comunal el trabajo del cuidado, el trabajo de reproducción de la vida. Y ahí entra el racismo presente, porque cuando vemos la migración, las mujeres que van a cuidar a los países del norte global son las racializadas migrantes de nuestros países. ¿Quiénes son las mujeres que están cuidando en los 8 de marzo o los 25 de noviembre para que las mujeres blancas vayan a la marcha? Son las mujeres con menos privilegios. 

Es importante también hablar o colocar ese tema de la colonialidad, de cómo buscar una economía también antirracista, decolonial, incorporando toda esa historia, esa experiencia y ese saber del cuidado de la vida y el cuidado no como algo universal, sino que también hay que ver qué se entiende por cuidados en las diferentes culturas. 


¿Veo que este tipo de economías le genera esperanza? 


Sí, ahora estoy impartiendo esa materia [en la UCA] por tercera vez y he trabajado bastante antes con las comunidades organizadas. La economía solidaria no sólo es una teoría, sino que es una práctica. Es también un proyecto político a largo plazo. 


Aunque su mayor apuesta es la promoción de una economía solidaria con una propuesta decolonial. 


Estoy intentando incorporar el tema del racismo a todo este análisis de la economía solidaria, tampoco es nuevo, en otros lados ya se está haciendo, un poco es verlo desde acá.  

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