Cuidar

Lauri García Dueñas | 10/05/2020

Desde su posición de mujer trabajadora, de madre y de mujer embarazada, Lauri García Dueñas, reflexiona en este texto sobre qué significa cuidar durante una crisis de un sistema que se sostiene en el trabajo invisibilizado y no remunerado de muchas mujeres.

“Cuídate”, me dicen. Pero, más bien, vivo para cuidar. Cuidar el dolor que se establece en la cintura por cargar una panza de seis meses y medio de embarazo. Cuidar mis emociones, no debo enojarme, ni tener miedo, ni angustiarme “porque le puede afectar a él”, al bebé. Cuidarme de las noticias y de la tele, porque, si no me cuido, no puedo dormir, no podremos dormir.

Cuidarme de no hacer cóleras, ni pelearme con nadie, cosa que me cuesta, sobre todo en redes sociales, ante lo que me parece una escalada de incoherencias y malas noticias, cuidarme de la frustración, del cansancio, de las preocupaciones económicas a la orden del día. No gritar, ni regañar, ni pegar, cuando mi hijo de cuatro años saca el queso de la refrigeradora y lo amasa en el piso limpio.

Respirar cuando estoy a medio comer y el niño decide ir al baño y tengo que limpiarle la cola. No conozco a nadie a quien le guste hacer eso. Respirar.

No ver la conferencia de prensa de las siete. Menos, llorar al ver los torsos de pandilleros desnudos en El Salvador, exhibidos como animales. Ni hacer coraje por las medidas delirantes de la presidencia salvadoreña. Pero lloro. Pero me preocupo.

Cuidarme de la rabia cuando llamo al seguro social mexicano y no contestan, puede ser solo una noticia publicitaria el que a las embarazadas y parturientas nos atenderán en los hospitales privados. Aún no sé. Confío. El bebé siente mi angustia, se desespera en el vientre y me da patadas.

Los feminicidios no han parado. Las llamadas por violencia doméstica se han multiplicado. El bono de 300 dólares en El Salvador fue repartido a hombres, en su mayoría, porque el recibo de la luz está a su nombre. Como la mayoría de viviendas. Las ecofeministas protestaron en un comunicado y fueron víctimas de la violencia digital. Parece estar muy lejos el 8 de marzo, cuando miles de mujeres marcharon abrazadas. La noticia de la marcha morada internacional yace sepultada bajo las estadísticas mortuorias.

La ONU dice que las mujeres hacemos tres veces más trabajo doméstico que los hombres. No, no todos los hombres, no salten, no se ofendan, no estamos generalizando, pero sí, tres veces más que la mayoría de hombres. Es un promedio.

La pandemia permitió a muchas personas darse cuenta que, para que un hogar funcione, se necesita mucho trabajo, precisamente, no remunerado. Lavar la ropa, tenderla, doblarla, guardarla, barrer, trapear, hacer las compras, cocinar, lavar platos, secarlos, guardarlos, atender la crianza, las tareas escolares de los hijos, el trabajo de planeación y gestión familiar, el trabajo emocional arduo frente al encierro.

Y las estadísticas confirman que sí, que cuidar sigue siendo un trabajo invisible, predominantemente de mujeres, pero eso no sale en las portadas de los medios de comunicación, menos en este momento. No, no todos los hombres “no ayudan” en su hogar, no estoy generalizando, pero sí, la mayoría de hombres todavía no son protagonistas del trabajo del hogar no remunerado. La mayoría de hombres todavía no son corresponsables.

Me acuesto tarde. Estoy con mi hijo casi 14 horas al día. Mi compañero es corresponsable en todo lo doméstico y ha asumido la mayoría de trabajo del hogar debido a mi embarazo, pero aún así, encuentro poco tiempo para mí y poco sosiego. Me cuesta mucho estar sentada, concentrarme, leer, escribir.

Mi cuerpo y mi sangre cuidan otra vida dentro de mí. El sueño y la pereza me poseen. Pienso en las mujeres a las que nos tocó estar embarazadas y cuidar a los niños durante la cuarentena y el confinamiento. Cuidar la casa, los cuerpos, las emociones. Y la pregunta de la escritora mexicana Alejandra Eme Vásquez me retumba en la cabeza: ¿Quién cuida a las y los que cuidan?

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