La diáspora salvadoreña abraza a un dictador

05/03/2024

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La elección presidencial del 4 de febrero de 2024 demostró la popularidad de Nayib Bukele entre la población salvadoreña en el extranjero y, en especial, en los Estados Unidos. Pese a las múltiples irregularidades en el manejo del voto en el exterior, es innegable que la gran mayoría de la diáspora salvadoreña apoya al político. En esta columna, el periodista salvadoreño-estadounidense Daniel Alvarenga explica el fenómeno Bukele entre la diáspora.


Por Daniel Alvarenga

Traducción por Lya Cuéllar



Podés encontrar la versión original en inglés aquí


El Salvador está sumido en una crisis política, quiera aceptarlo o no. Un dictador «cool» —como él Nayib Bukele se autodenomina— consiguió algo que ningún presidente había logrado desde la década de 1930: lanzarse para la reelección inconstitucional y ganar. Un resultado tangible de los acuerdos de paz que terminaron con nuestra sangrienta guerra civil fueron las salvaguardas implementadas para asegurar que El Salvador no regrese a la oscuridad de las dictaduras militares fascistas.

Fue esta guerra la que desencadenó el éxodo masivo que nos tiene a tantos de nosotros en la diáspora actualmente. La diáspora salvadoreña ha desempeñado un papel mucho mayor en estas elecciones, convirtiéndose, en buena medida, en peón de la propaganda fascista pro-Bukele; votando en masa por un país en el que no viven y, por tanto, donde no deben enfrentar las consecuencias de su voto.

No puedo mentir y decir que Bukele no es popular entre la diáspora. Al ser salvadoreño, haber crecido en el condado de Los Ángeles en California, y al trabajar como periodista en Washington D.C., tengo los oídos puestos en dos de los mayores centros de la diáspora salvadoreña. En general, los salvadoreños que me cruzo hablan positivamente de Nayib Bukele. Cuando voy a los supermercados salvadoreños en Hyattsville, Maryland, por ejemplo, encuentro delantales con el rostro de Bukele a la venta. Podés comprar una camiseta de Bukele de los vendedores ambulantes en el barrio Columbia Heights en D.C. Parientes, amigos de amigos, personas desconocidas, niños repitiendo como loros lo que sus padres aprendieron de un YouTuber desquiciado: todos ellos avalan a Bukele. 

La mayoría de salvadoreñas y salvadoreños en los Estados Unidos integran una clase oprimida. Muchos son migrantes indocumentados o forman parte de familias de estatus migratorio mixto. Ejercen trabajos precarios y viven en áreas urbanas donde el costo de vida es alto. También tenemos, en promedio, un nivel educativo inferior al de otros grupos de latinos en EE.UU. Sobrevivir al sueño americano nos resta demasiados recursos, tiempo y energía como para tener una visión matizada y coherente de la política en El Salvador.

Por estas dinámicas, El Salvador es simplemente inaccesible e ilegible para muchos. En esta atmósfera hay, además, amnesia sobre la guerra, e incapacidad o reticencia a la hora de confrontarnos con nuestro pasado. Lo que ha venido a llenar ese vacío es una embestida de propaganda de Bukele en redes sociales, en especial en YouTube. Ha hecho un intento deliberado para cortejar a la diáspora, tirar de nuestras fibras sensibles, utilizar nuestro trauma generacional por la guerra y nuestra nostalgia por un lugar que ya no existe más.

La notable ausencia de alfabetización mediática vuelve especialmente atractivo al contenido bien producido que promueve la dictadura de Bukele. Los salvadoreños en los Estados Unidos están hambrientos por una porción de representación mediática en una sociedad que les dice que eso importa más que sus derechos. Considerando que las narrativas mainstream sobre El Salvador en los Estados Unidos centran la violencia y la deshumanización —pandillas, guerra, la frontera entre México y EE.UU.—, entiendo de dónde viene ese deseo; yo también lo he sentido. Así que, cuando algún creador de contenido europeo o estadounidense desciende a El Salvador y se pone a promover todas las supuestas maravillas de un lugar que te enseñaron era lo peor, lo más violento, lo más oprimido… vos escuchás. Los salvadoreños en los Estados Unidos consideran que están en una competencia contra otros grupos migrantes y, en sobre todo, otros grupos latinos que han tenido una huella cultural mucho mayor. Hay un problema de identidad y autoestima que Nayib Bukele ha sabido manipular como quiere.

Ahora bien, esto no nos representa a todos. Algunos salvadoreños conscientes de las políticas estadounidenses de encarcelamiento masivo, que incluyen la detención migratoria, se alarmaron cuando vieron que El Salvador se dirigía hacia un escenario similar. Algunos sí aprendieron sobre nuestros mártires y sobre la lucha armada, y mantienen viva la memoria histórica. Algunos salvadoreños son escépticos y llegan a conclusiones claras por su propia cuenta. Algunas personas en la diáspora tienen seres queridos que han sido detenidos injustamente sin pasar por un juicio. O incluso, algunas personas en la diáspora han tenido ya que huir del régimen. Y de éstas, algunas personas se han organizado localmente en Movir (Movimiento de Víctimas del Régimen). Esas son las voces que se ahogan en medio de la propaganda de Bukele.

Hay muchos en la diáspora que no saben sobre las decenas de miles de personas detenidas sin juicio, que han sido torturados y han muerto en las cárceles de Bukele. También hay muchos que, en teoría, apoyan causas de la izquierda estadounidense, como desfinanciar a la Policía y a ICE (Servicio de Control de Inmigración y Aduanas), especialmente tras el levantamiento por el caso de George Floyd en 2020, pero se darán la vuelta y defenderán a un presidente que ha convertido a El Salvador en el país con más personas encarceladas per cápita del mundo. Que entienden que Fox News y sus audiencias republicanas quieren eliminarnos de los Estados Unidos, pero no se inmutan porque destacan regularmente a Bukele allí. Quienes apoyan el derecho a decidir y los derechos LGBT en los Estados Unidos, pero no les importa que el régimen de Nayib Bukele los restrinja.

Hay una fuerte desconexión entre muchas personas de la diáspora y la resistencia y oposición a Bukele. Actualmente, solo uno de los bandos está alcanzando a una masa crítica de la diáspora; está, además, ganando la guerra de la desinformación, hasta alcanzar la presidencia. Debemos unirnos, transnacionalmente, como un solo pueblo, con información y empatía, para despertar.




Daniel Alvarenga es un periodista independiente salvadoreño-estadounidense queer. Ha trabajado como reportero y productor de video en Al Jazeera y Telemundo. Sus textos han sido publicados en Rolling Stone y The Washington Post. El periodismo de Daniel se centra en El Salvador, su diáspora y la preservación de la memoria histórica colectiva. En 2020, recibió el Premio Poynter de la Universidad de Yale por su trabajo. Nacido en Los Ángeles, California, es hijo y hermano de personas refugiadas que huyeron de la Guerra Civil Salvadoreña en la década de 1980. Actualmente vive en Washington D.C., la capital estadounidense, donde los salvadoreños constituyen el mayor grupo migrante.

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