31.07 – La burbuja social es lo mejor y lo más difícil que hemos hecho

Laura Aguirre | 31/07/2020

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Una burbuja social consiste en un grupo de personas que acuerdan socializar solo entre sí. Nosotros decidimos unirnos con otras cuatro familias del grupo del kinder de S.

Ilustración por Natalia Franco

Ciudad de México, México

Viernes, 31 de julio 2020


Hola queridas:


Tengo mucho tiempo de no escribir. Ya llevamos casi seis meses en este ambiente de pandemia en México y no parece cerca de acabar. Pero muchas cosas han pasado y cambiado desde la última vez que escribí.

En estos cuatro meses, el confinamiento más estricto acabó, la economía abrió y los días de calles vacías y plazas cerradas terminaron. También nuestra vida cotidiana se transformó. Para finales de mayo, mi carga laboral y la de mi pareja había aumentado, el aislamiento se había endurecido y los días con nuestro hijo se hicieron cada vez más difíciles. El no ver a sus amigos, nuestro cansancio, el tener que estar solo nosotros 24/7 se volvió insostenible para todos. Por eso, desde la primera semana de junio, nos decidimos a entrar en una burbuja social; «un cluster», como llamó Bukele, en su última conferencia, a esta forma de convivencia.

Me han dado ganas de contarles sobre la burbuja social porque de verdad salvó nuestra cordura, pero también porque me preocupó la ligereza con la que «el prezi» la lanzó al aire como alternativa al confinamiento. La burbuja ha sido lo mejor que nos ha pasado en este tiempo, pero también lo más difícil que hemos hecho como familia.

Una burbuja social consiste en un grupo de personas que acuerdan socializar solo entre sí. Nosotros decidimos unirnos con otras cuatro familias del grupo del kinder de S. Todas las familias están compuestas de tres personas: dos cuidadorxs y un niñx (hijxs únicxs). Además, el kinder nos apoya con una maestra. Desde entonces nuestros niñes están felices, se divierten, aprenden, comparten. Están teniendo un tiempo realmente lindo. Nosotros tenemos tiempo para trabajar, más tiempo de calidad con S, oportunidad de convivir con otros adultos y hasta podemos tomar algunos descansos. Nos sentimos felices de ver a S. tan bien. Fantástico, ¿no? ¿Fácil? Para nada.



Una de las cosas que nos animó a integrarnos a la burbuja, además de nuestras necesidades, es que estaría conformada por un máximo de cinco familias en condiciones muy parecidas a las nuestras — haciendo teletrabajo, sin usar transporte público, sin trabajadora doméstica — y que  estaban de acuerdo en mantener normas de seguridad sanitaria, además de las básicas. Acordamos no ver a amigos o familiares externos a la burbuja, no ir a restaurantes o cafés, no ir a fiestas o lugares aglomerados, avisar siempre si se rompía alguna norma de seguridad sanitaria y salir de la burbuja por siete días si esto pasaba. El gran objetivo que nos planteamos era convivir sin enfermarnos de COVID-19; sobre todo porque dos de lxs integrantes de la burbuja son personas con alta vulnerabilidad frente a la enfermedad.

Básicamente, debemos comunicar cualquier variación en la rutina y, si deseamos hacer cambios, negociarlos. ¿Qué tan estrictas son nuestras reglas? ¿Cuáles serán las excepciones? ¿Cuándo flexibilizar alguna norma? ¿Qué hacer si alguien no cumple? ¿Y si alguna familia más quiere entrar? A todas estas preguntas nos hemos enfrentado.

¿Qué ha significado? Muchas, muchas reuniones, pláticas, discusiones, acuerdos y satisfacciones; enojos, desacuerdos y frustraciones. Pero también ha significado escudriñar en la vida privada de lxs otrxs como nunca lo había hecho y dejar que otros se metan en la mía. ¿Qué hacemos? ¿Qué queremos hacer? ¿Con quiénes? ¿Hemos visto a alguien? ¿Tenemos que ver a alguien? ¿Queremos salir de la ciudad? ¿Adónde? ¿Solos o acompañados? ¿En carro o transporte público? Todo está sobre la mesa. 

Y aún así, con todo y acuerdos, ha sido un enorme desafío mantener la armonía entre todxs lxs adultxs (lxs niñxs se adoran).

Un par de semanas después de comenzar, una familia solicitó, a través de la directora del kinder, entrar a la burbuja. Eran también dos cuidadores y un hijo. No vivían en el barrio, pero se comprometían a no tomar transporte público. El detalle es que habían tenido COVID-19 y no sabíamos si aún estaban convalecientes, y cuánto tiempo debía pasar antes de que dejaran de ser contagiosos. No lo pensamos mucho, dijimos que no. La razón: queríamos mantener máximo cinco familias. Pero también jugó un papel importante el hecho de que estuvieron enfermos y que no teníamos información certera. El resultado fue un conflicto gigante con esta familia. Se sintieron discriminadxs y sus reclamos fueron fuertes. Entre lxs integrantes de la burbuja nos peleamos, hubo gritos y reclamos. Hasta ahora no creo que tengamos una opinión conjunta de si actuamos mal o no, de si discriminamos o no. Pero sí acordamos fue que de volver a presentarse una situación parecida, no recibiríamos la solicitud a través de una tercera persona, sino que escucharíamos a la familia directamente.

Hace unos días recibimos un mensaje en el grupo del Whatsapp (Ah, sí, tenemos un grupo de Whatsapp de la burbuja, y muy activo). La maestra nos ha solicitado una reunión de todo el grupo porque una familia quiere hacernos una petición. Al principio no le hice mucho caso al mensaje, pero después sí porque caí en cuenta que lo único que una familia puede pedirnos es que la aceptemos en la burbuja… ¡Uffff!. La reunión quedó para mañana sábado. Estoy nerviosa. No sabemos quiénes son. Tampoco sé si quiero a más personas como parte de nuestra red. Pero, ¿y si es una familia que lo necesita mucho? ¿Y si no nos ponemos de acuerdo? ¿Y si volvemos a pelearnos?

Pues con esas preguntas abiertas las dejo. Ya les contaré lo que pase en la reunión. Es difícil, difícil, pero ¡todo sea por la burbuja!

Las abrazo,
Laura

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