Mercados sexuales en contexto: interseccionalidades y economías sexoafectivas

GLAMSex | 05/04/2021

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En la segunda entrega de nuestra colaboración con Grupo Latinoamericano de Análisis/Acción sobre los Mercados Sexuales (GLAMSex), las investigadoras Luz del Carmen Jiménez y Melisa Cabrapan Duarte nos explican la importancia de atender la diversidad de los mercados sexuales a la hora de apoyar a las trabajadoras sexuales latinoamericanas y garantizar sus derechos.

¿Qué tienen en común un table dance donde bailan mujeres jóvenes en el barrio de Santa Fe, en Bogotá y un cabaret de la región petrolera de la Norpatagonia en Argentina regenteado por “mujeres de la noche”? ¿En qué se parecen los parques del puerto de Veracruz donde se ofertan servicios sexuales de mujeres y hombres y las calles donde se paran mujeres migrantes en la zona roja de Ciudad Hidalgo en la frontera entre México y Guatemala?

Todas son expresiones de la amplia diversidad de actividades que se agrupan en los mercados sexuales. El término mercados sexuales se refiere a intercambios sexo-económicos consensuados entre personas adultas, que incluyen sexo comercial, alterne, baile erótico, sexo virtual, servicios de acompañantes y otros, llevados a cabo en espacios como burdeles, casas de citas, clubes de striptease, bares, sex shops con cabinas privadas, casas de masajes, hoteles, departamentos privados y espacios virtuales.  

Todos estos intercambios están estrechamente relacionados con las características de cada lugar. En cada uno de esos contextos producen relaciones de poder económicas, sociohistóricas y genéricas específicas que habilitan, sostienen o restringen determinadas actividades sexoeconómicas. Esas relaciones toman forma dependiendo de las condiciones materiales y simbólicas propias de cada espacio. Por ejemplo, las leyes respecto al comercio sexual, los mercados de bienes o servicios predominantes en la zona, los marcos morales y otras características socioculturales y políticas del lugar.

La atención que ponemos en la contextualización y el cruce de distintos ejes de opresión para la comprensión de los mercados sexuales es crucial a la hora de abogar por derechos laborales y de reconocimiento del trabajo sexual, especialmente cuando se han impulsado acciones políticas que vulneran los derechos de las personas que se dedican a esta actividad, entre los que identificamos algunos mecanismos de combate a la trata de personas con fines de prostitución forzada, que si bien tienen el objetivo de proteger los derechos humanos de las víctimas de este delito, han generado la criminalización de determinados grupos, entre ellos de las trabajadoras sexuales autónomas y también de mujeres que ante la precariedad y exclusión laboral asumen roles de ascenso y con mayor estatus dentro del mercado sexual, como encargadas, regentas o locatarias de los espacios de comercialización sexual.   

Para algunos puede parecer una obviedad argumentar que los mercados sexuales son complejos entramados de relaciones de poder, que son el factor común entre ellos, y que están fina y complejamente articuladas con las relaciones productivas, de cuidado, eróticas y cotidianas de los espacios en cuestión. Estas relaciones configuran economías sexoafectivas particulares que moldean los mercados sexuales y constituyen el andamiaje que no sólo responde a una demanda y oferta más o menos monetarizada, sino también a las formas de sostener y ganarse la vida en un mundo capitalista que distribuye desigualmente las posibilidades de movilidad de las personas, en términos espaciales, materiales, legales y simbólicos.

Sin embargo, análisis más populares siguen siendo caracterizados por un marcado punitivismo, con recurrentes a simplificaciones que omiten la diversidad de factores involucrados en este tipo de intercambios económicos y la existencia de relaciones sociales, sexuales y afectivas que no únicamente son coercitivas, sino que se constituyen como vínculos de larga data fuertemente consolidados, que son fuente de apoyo, solidaridad, debate y politización de las personas que los encarnan.

Si no atendemos o invisibilizamos la diversidad de los mercados sexuales y los múltiples marcos de poder que los regulan en todas sus expresiones, variables según los particulares contextos, ¿cómo será posible alcanzar derechos? Pero no unos con fines salvacionistas que demonicen o infantilicen a las personas involucradas, sino derechos que reconozcan, resguarden y politicen su agencia y la capacidad de decisión, a la par de generar condiciones suficientes para tener vidas dignas.       




Luz del Carmen Jiménez Portilla. Es feminista. Doctora en Ciencias Políticas y Sociales (UNAM). Investigadora en el Centro de Estudios de Género de la Universidad Veracruzana. Investiga fenómenos vinculados con la violencia de género desde una perspectiva que retoma los vínculos entre los feminismos, las normas de género y sexualidad y el neoliberalismo, especialmente la trata de personas con fines de prostitución forzada en México. 

Melisa Cabrapan Duarte. Dra. en Antropología Social (UBA), realiza una investigación posdoctoral en el IPEHCS-CONICET-UNCO sobre política mapuche y resistencias al extractivismo en Neuquén. Sus temas de investigación se enmarcan en la antropología feminista y los estudios de género sobre economías sexoafectivas y migración en contextos petroleros.

La fotografía que acompaña esta columna es de Carmen «China» Barrantes. 

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