LGBTIQA+

Migrar para vivir sin discriminación

En esta entrevista, Isabel, una mujer salvadoreña lesbiana y queer, comparte su experiencia de vida y los obstáculos que enfrentó al migrar a Estados Unidos en busca de una vida libre de discriminación. Relata cómo ha sufrido violaciones a sus derechos humanos en El Salvador con base en su orientación de género.

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Hace ocho años, y a petición de su familia, Isabel inició su proceso de migración hacia Estados Unidos. Mientras realizaba sus trámites en El Salvador, encontró obstáculos y discriminación, al punto que su obtención de los permisos migratorios estuvo en riesgo. 

Para salvaguardar su identidad y proteger el proceso migratorio de su pareja, hemos cambiado su nombre en esta entrevista. 

Isabel dice que quiere reconstruir su vida en Estados Unidos. Busca libertad para vivir abiertamente como mujer lesbiana y queer. En El Salvador, señala, no existen políticas públicas que salvaguarden los derechos civiles de la población LGBTIQ+, incluyendo el acceso a una vivienda conjunta. 

Isabel cuenta sus experiencias de discriminación en instituciones de salud en El Salvador. Por ejemplo, se le negó la posibilidad de donar sangre debido a su orientación sexual y fue obligada a visitar a una psiquiatra como parte de su proceso migratorio, lo cual resultó en una violación a sus derechos. 

Describe las limitaciones y desigualdades que la población LGTBIQ+ enfrenta en El Salvador, como la falta de reconocimiento legal de sus relaciones y la imposibilidad de acceder a derechos básicos. Además, destaca que el país ha experimentado un retroceso en cuanto a la protección y reconocimiento de los derechos de la diversidad sexual. 


¿Qué fue lo que pasó en la etapa final de tu proceso de migración, en el que te sentiste violentada por tu orientación sexual? 


Yo estaba tramitando una visa de migrante, la cual es totalmente distinta a la visa turista que normalmente se obtiene. La entrevista para la visa turista es breve, se recibe una respuesta de «sí» o «no», y eso es todo. Sin embargo, cuando decides migrar, te enfrentas a un proceso largo que puede durar muchos años. Después de que mi solicitud fue aprobada, tuve que someterme a un examen médico de rutina como parte del proceso migratorio. Este examen tiene como objetivo evaluar mi estado de salud en general, incluyendo radiografías, análisis y otros exámenes. La embajada de Estados Unidos subcontrata este servicio, por lo tanto, ellos no están directamente involucrados en el proceso. Contratan a seis u ocho médicos, y los solicitantes deben acudir a ellos. Es algo así como un sorteo, ya que no conoces a los médicos previamente, a menos que obtengas alguna referencia a través de conocidos, pero en la mayoría de los casos es al azar. Llamé para hacer una cita y fui atendida por una doctora. Realicé todos los exámenes físicos requeridos como cualquier otra persona. 

Posteriormente, se me realizó una entrevista acerca de mi estilo de vida y conducta. Me preguntaron si había tenido alguna enfermedad como varicela o paperas, si tenía todas las vacunas necesarias, cuándo había iniciado mi vida sexual, si había fumado o bebido, entre otras cuestiones. Además, también se abordaron preguntas sobre mi salud mental. En ese momento, decidí no mentir, ya que esa era la premisa del proceso, ser sincera en todas las respuestas. Durante un tiempo, padecí depresión, especialmente relacionada con mi orientación sexual. Cuando me preguntaron acerca de mi salud mental, respondí honestamente que había experimentado depresión y expliqué la razón. Incluso mencioné que la depresión había durado varios años, abarcando mi adolescencia y más adelante, cuando descubrí mi orientación sexual. Sin embargo, también les informé que había buscado ayuda psicológica y había logrado superarla, tal como me preguntaron. La entrevista continuó con otras preguntas. 


¿Qué ocurrió después de ese interrogatorio? 


Después de la entrevista, en la cual mencioné mi orientación sexual y se abordaron preguntas sobre consumo de alcohol, la doctora me dijo algo que dio a entender que las cosas habían cambiado, como si insinuara que no debía haberme deprimido por mi orientación sexual. Le expliqué que había sido difícil, pero no profundicé demasiado en detalles. La entrevista continuó y eso fue como una antesala de la entrevista principal, donde me encontraría con la doctora que había elegido previamente. 

Cuando ingresé a la consulta con esa doctora, me pidió que me desnudara por completo y permaneciera de pie frente a ella. Sentí cierta intimidación, ya que me estaba examinando físicamente, pero la sensación era extraña. Luego, comenzó a hacerme las mismas preguntas sobre mi salud mental y física, pero se centró en lo que le había mencionado acerca de haber padecido depresión debido a mi orientación sexual. Me preguntó repetidamente sobre eso, sin siquiera dejarme explicar. Posteriormente, empezó a interrogarme sobre el consumo de drogas, a lo cual respondí que no había consumido drogas, tal como le había mencionado a la otra persona. Sin embargo, ella no me creyó y continuó cuestionándome, asegurándome que, si yo consumía drogas, ellos lo sabrían. La miré a los ojos y le dije que lo verificara, que estaba segura de mi respuesta. Insistió demasiado en este tema, sin darle fin. Continuó y continuó hablando sobre el consumo de drogas. En ese momento, me sentí vulnerable porque percibí una relación directa entre mi orientación sexual, el hecho de haber experimentado depresión y el consumo de drogas. Además, esto se sumaba a mi apariencia. Aunque me había vestido adecuadamente para la entrevista, no encajo en el estereotipo convencional en mi forma de vestir, es decir, no soy demasiado femenina ni demasiado masculina; se nota que soy diferente. También tengo piercings y un tatuaje, lo cual genera estereotipos. Es importante mencionar que esta doctora es salvadoreña y no tiene ninguna relación con la Embajada de Estados Unidos. No tiene una formación estadounidense y posee los mismos prejuicios y pensamientos arcaicos que muchos salvadoreños. 

Luego, la doctora me informó lamentablemente que no podrían otorgarme los documentos necesarios porque requeriría una evaluación psiquiátrica debido a que consideraba que no estaba bien. Me sacaron de la consulta y luego me pidieron que firmara un documento en el cual otorgaba mi consentimiento para ser evaluada psiquiátricamente por padecer depresión, problemas mentales y adicción a las drogas. 


¿Tuviste que firmar? 


No quería firmar, pero me dijeron que era necesario para que el proceso continuara. La principal sospecha de consumo de drogas surgió debido a un problema físico que tenía en una pierna en ese momento, el cual causaba un dolor crónico. En el Seguro Social me habían recetado acetaminofén con codeína para el tratamiento del dolor. Por supuesto, mencioné esto durante la entrevista, ya que también me preguntaron qué medicamentos estaba tomando. Además, me realizaron un análisis de orina para detectar el consumo de drogas. Dado que estaba tomando esa medicación y cualquier otra que estuviera en mi sistema se detectaría en el análisis, lo mencioné. A pesar de tener las recetas médicas que lo respaldaban, asumieron erróneamente que eso era droga. Como resultado, me enviaron al psiquiatra. Fue un momento terrible en el que tuve que firmar y aceptar ese proceso. 


Me contaste que te querías ir de El Salvador. ¿Por qué? 


Llevo muchos años en una relación estable en El Salvador, pero no podemos tener una vida plena. Nunca hemos podido hacerlo debido a las restricciones impuestas a las parejas del mismo sexo. Estoy buscando emigrar porque estoy cansada de esta situación y porque creo que merezco tener mis derechos, al igual que cualquier otra persona. Mis derechos se han visto coartados en múltiples ocasiones de manera sistemática, aunque a veces ni siquiera me doy cuenta. No solo estamos hablando de la situación de salud que mencioné anteriormente, sino de muchas otras cosas a las que la mayoría de los salvadoreños tienen acceso, pero que la población LGTBIQ+ de El Salvador no tiene. Por ejemplo, mi pareja y yo compramos una casa, pero tuvimos que hacerlo de forma individual porque no se reconoce nuestra unión. El banco no nos permitió hacerlo conjuntamente porque no podemos presentarnos como pareja. Esto implica que si una de nosotras fallece, la otra queda con la deuda, o si solo una de nosotras figura en la escritura, la otra no tiene ningún derecho legalmente. Es un abuso. 

Además, la gente heterosexual en El Salvador puede formalizar su unión legal con solo dos años de convivencia, pero nosotros no podemos. En ocasiones, he perdido mi empleo y no he tenido acceso a seguro médico, a pesar de que mi pareja tiene un trabajo estable que le proporciona seguro social. Nuestro mayor logro en más de una década de relación ha sido tener una tarjeta de crédito conjunta. No sé cómo sean las cosas actualmente en ese aspecto, pero antes del régimen de excepción, las parejas de la comunidad LGTBIQ+ no podían ser reconocidas como familiares si alguna de ellas era arrestada. Otro ejemplo es el Seguro Social, cuando te van a operar, tienes que mencionar a tu responsable. Mi pareja, con quien llevo más de una década, es quien debería ser mencionada, ya que vivimos juntas en una casa, pero no se permite. No puede ingresar al hospital para visitarme, es muy complicado. Son pequeñas cosas que la gente no se da cuenta, que la gente piensa que la comunidad LGTBIQ+ busca casarse para violar las normas familiares y otras suposiciones que no son ciertas. Simplemente no tenemos acceso a esos derechos que todos los demás tienen. A mí, sinceramente, no me importa no poder tomarme de la mano con mi pareja en público después de una década en El Salvador o no poder darnos un beso en público. Eso no me importa. Lo que realmente me importa es poder comprar una casa y tener un seguro conjunto con mi pareja. 

Esas son las cosas que realmente me importan. Lo lamento si mi lenguaje es fuerte, pero muchas organizaciones LGTBIQ+ de El Salvador a veces se centran en la visibilidad, y entiendo que eso está bien porque merecemos ser visibles. Sin embargo, hay muchas otras luchas más fuertes y significativas que realmente podrían generar un cambio. Sé que El Salvador no está listo para eso. Ni siquiera se puede mencionar la posibilidad del matrimonio, lo cual está bien, pero entonces deberíamos considerar un contrato legal, y ni siquiera eso se discute. 


Pero debe haber una manera legal donde une pueda dejar, a través de un abogado, las pertenencias a la persona que uno decida. 


Lo que tú puedes hacer es redactar un testamento. Ese testamento sirve, al menos, para evitar conflictos con la familia. Nada más. Sin embargo, leí, por ejemplo, y para mí eso es lo más importante, que si una de las dos personas fallece, digamos, la que compró, y esa persona fallece, la que está en la escritura, la deuda queda perdonada. Pero si la que fallece es la otra, entonces la otra persona se queda con la deuda porque en ese caso no aplica el perdón. Ahí es cuando perdemos. 


Ya veo que tenés muchas razones para no querer estar en El Salvador y aprovechar esta oportunidad. 


Si yo tuviera todas las condiciones allá [en El Salvador], no estaría lejos. Obviamente, si me salió la oportunidad, pero cuando yo lo pensé era como, bueno, a ver qué pasa ahora. Cuando se empezó todo el trámite, ocho años atrás, yo ya estaba con mi pareja y lo pensamos y lo hablamos de aplicar y de continuar con la idea de poder tener una familia, con la idea de poder formar un hogar, con todo lo que la protección legal te da. Con esa idea fue que nosotros, como pareja, decidimos seguir este proceso. 


Retomando tu proceso de migración. Decís que el trato con vos fue diferente por tu orientación sexual, pero también tengo entendido que ese proceso lo pasan casi todas las personas que están aplicando a una visa de no migrante a Estados Unidos. 


Lo que más me lo confirmó fue cuando fui a la psiquiatra. La psiquiatra me lo dijo, que era muy extraño que ella [doctora anterior] a partir de un medicamento que da el Seguro Social, que yo tengo recetado, asumiera que yo padecía depresión por mi orientación sexual, yo no podía tener acceso a todo eso, o sea, que me pusiera trabas al asunto. El proceso no es fácil para nadie, difícil porque a veces me piden otras cosas. Mucha gente probablemente te diga esas cosas: ‘que a mí también me retrasaron el proceso, que me hicieron esto y lo otro’, pero específicamente en mi caso sí sentí que fue una discriminación por orientación sexual. 


¿Cómo te afectó esto en tu cuerpo? 


Me sentí súper mal. Me sentí humillada, discriminada y sentí que todos mis sueños se iban por una estúpida excusa. Yo buscaba cambiar esa realidad que estaba viviendo y fui discriminada, eso fue lo que más me afectó. Fue muy triste, me quedé tan mal que las oficinas de los médicos, todas las oficinas de los médicos de la embajada están en Santa Elena y pasaba por ahí todos los días. Cada vez que veía el edificio, sentía un vacío en el estómago. Me afectó tanto que durante meses no podía pasar por ahí sin sentirme mal. 


Me contaste que esto no es la primera vez que te ha pasado en instituciones de salud. 


Eso es lo más lamentable, las dos situaciones más fuertes de discriminación que he enfrentado han sido en el ámbito de la salud. Es decepcionante que personas que deberían estar formadas o tener otra conciencia sean las que terminen violentándome. En teoría, esto no debería suceder. 


Tengo entendido que una de esas veces fue en la Cruz Roja, cuando intentabas donar sangre para tu abuela. ¿Ahí te dijeron literalmente que por tu orientación sexual no podías? 


Sí, me dijeron que debido a mi preferencia sexual. Nuevamente, porque prefiero ser honesta, no me gusta mentir. Hubiera sido fácil mentir en ese momento. El proceso era tan básico, no sé si todavía lo mantienen. Consistía en un cuestionario en el que te preguntaban varias cosas sobre tus conductas sexuales. Te preguntaban cuándo fue la última vez que tuviste relaciones sexuales y con cuántas parejas. Dije que sí, que tengo relaciones sexuales con una sola persona, y luego me preguntaron si había tenido relaciones sexuales con personas del mismo sexo. Esa fue la pregunta que marcó la diferencia. Respondí que sí, y prácticamente ahí se detuvo el proceso de selección y me dijeron que no podía donar porque las personas que tienen relaciones sexuales con personas del mismo sexo no están permitidas para donar. Les expliqué que solo tenía una pareja, que solo había tenido relaciones sexuales con ella, pero me dijeron que me considerarían como una persona de riesgo y me marcaron en el sistema. No me quedé con eso y decidí volver. Llevé una prueba de VIH, pero me dijeron que no era suficiente debido al período ventana. Intenté explicarles que las lesbianas son una de las poblaciones con menor riesgo, incluso más fieles en sus relaciones que los heterosexuales, pero me dijeron que no era posible según sus protocolos. Tengo un amigo que fue a hacerse la misma prueba en ese mismo período, fuimos juntos, y él había tenido relaciones sexuales con tres personas diferentes sin protección en un mes, y también le dijeron que no podía donar, pero que volviera en tres meses y entonces podría hacerlo. No entiendo cuál era la diferencia entre una persona heterosexual con múltiples parejas sin protección y una persona homosexual con una pareja estable que le impedía donar, considerando que la otra persona había tenido múltiples parejas. La única diferencia era que una era heterosexual. 


¿Y antes ya habías donado? 


Sí, había donado desde que tenía 18 años, pero en ese momento no había tenido relaciones sexuales con personas del mismo sexo, así que no había tenido problemas. De hecho, siempre quise cumplir los 18 años para poder donar sangre. Antes de esa experiencia, doné unas tres veces por el simple hecho de donar, hasta que ocurrió esto. 


Y ahora que estás fuera del país, ¿consideras que esta situación de vulneraciones continúa igual o ves retrocesos? 


Yo creo que ha empeorado, nunca ha estado bien, seamos honestos, nunca, ni con ARENA, ni con el Frente, nunca ha sido bueno. Ni el Frente [FMLN] que hacía la pantomima, pero siento que hay un gran retroceso, porque los pequeños pasitos que se habían dado se quitaron, por ejemplo, la Secretaría de Inclusión Social, eso se quitó, incluso eso, simbólicamente es un golpe, no es que estuvieran haciendo grandes cambios, ni reformas contundentes, pero existía y simbólicamente, el hecho de pasarlo al Ministerio de Cultura, o sea, ¿es una expresión cultural ser gay o la inclusión social es una expresión cultural? No sé qué quiere decir eso. A nivel discursivo, la inclusión social va más allá, incluso va más allá de la población LGTB. Y lo otro que tiene que ver, no con el Ejecutivo, sino con el Legislativo, el no haber continuado con la ley de identidad, eso también es un gran retroceso. Eran pasos que se habían dado que ya no están. Además, estamos frente a un gobierno que además es conservador, eso en ningún país del mundo es positivo para la población LGBT. En los gobiernos conservadores no apoyan a esos grupos, eso es bien complicado. El Salvador está lejísimos de algún cambio. Hay otros problemas que opacan este tipo de lucha. 


En estos momentos, ¿cuál es tu principal demanda al Estado salvadoreño? 


Que se reconozcan y protejan los derechos básicos de las parejas LGBTIQ+. No estoy hablando necesariamente del matrimonio, sino de una legislación que brinde protección a estas familias, porque al final de cuentas son familias. Existen muchos casos de violencia dentro de la comunidad LGBT, dentro de las parejas LGBT, y no encuentran un respaldo legal adecuado. Existe una falta de protección por parte del Estado, una negligencia, a pesar de que estas personas también pagan impuestos como cualquier ciudadano. Esta falta de atención se contrapone a la realidad de otros países como Estados Unidos y México, donde la comunidad LGBT es reconocida como consumidora y tiene derechos. En El Salvador, existe un abandono total hacia estas personas, una falta de representación política y social, y un miedo generalizado. Esta lucha va más allá de salir del clóset o de expresar afecto en público, hay desafíos más profundos que han sido descuidados y esto es sumamente difícil. 


¿No te ves viviendo en El Salvador? 


No, actualmente no me veo viviendo en El Salvador. 

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