De pequeño, Francisco Zúniga soñaba con ser astronauta. Junto a este recuerdo, otra memoria de infancia que atesora son las visitas con su padre al Centro Histórico de San Salvador. «Tenía como 6 años cuando caminábamos por la plaza Gerardo Barrios en Navidad». Veían el Palacio Nacional, pero nunca pudieron entrar juntos. Su padre falleció cuando Francisco tenía 28 años. Ahora tiene 33, es médico y artista visual, bajo el seudónimo de Kosmonauta.
Tras la muerte de su padre, decidió conocer el interior del Palacio, que tiene para él, además de valor cultural, un gran valor emocional. Por esto, aferrado a su alter ego artístico y a sus memorias del Centro Histórico de San Salvador, bajó y escaló seis veces el barranco del río Las Cañas al enterarse que empleados de gobierno tiraron ahí los restos de las baldosas centenarias del Palacio Nacional, destruidas a inicios de mayo.
El día del sexto viaje, Kosmonauta llegó al botadero en la comunidad Meléndez Mazzini de Soyapango. Era domingo, casi las 4 de la tarde y el sol aún no se ocultaba. El vertedero del río Las Cañas, que había atraído a curiosos y amantes del arte, y que había acaparado titulares entre la primera y la segunda semana de mayo, estaba desierto. Desde la cima, el barranco se extendía a unos 40 metros de profundidad.
Sin lazos de protección o ningún implemento más que sus propias manos, descendió hasta la ribera del río, un raquítico hilo de agua contaminada. Se deslizaba con cautela, pero con la seguridad suficiente para no caer en la pendiente de tierra suelta y basura. A su paso, apartaba pedazos de lata y hierro que le estorbaran el camino. Diez minutos después de comenzar la misión, llegó hasta el fondo.
Buscó por un par de segundos y gritó: «¡Los encontré!» Eran los últimos restos de las baldosas del Palacio Nacional, que yacían bajo una capa de tierra fina. Recogió un saco del basurero y fue metiendo las baldosas en él. Lo más difícil del viaje empezaba ahora. Cada vez que daba un paso para subir el saco, la tierra se deslizaba bajo sus pies. Tomaba un respiro entre cada paso. La misión le llevó 28 minutos.
Zúniga explicó que los restos de baldosas que ha recolectado serán utilizados para crear una obra de arte, contando con la colaboración de otros artistas visuales. Para él, estas piezas desechadas están intrínsecamente relacionadas con la historia de nuestro país. «Además de lo artístico de cada pieza, también tiene mucho que ver con nuestra identidad, con lo que somos nosotros como salvadoreños».
Dentro de sus motivaciones para recoger los restos también se encuentra una razón relacionada con su postura política. Considera que la destrucción del patrimonio cultural es un intento de eliminar de la memoria colectiva eventos históricos que ocurrieron en el centro de San Salvador. Entre ellos mencionó la masacre ocurrida en la plaza Gerardo Barrios durante el funeral de San Óscar Romero, asesinado el 24 de marzo de 1980 por su labor en defensa de los derechos humanos durante el conflicto armado.
«En esa misma plaza fue donde acribillaron a un montón de gente, en el entierro de Monseñor Romero. La idea (de realizar las demoliciones) no es solamente renovar el Palacio, modernizarlo, sino borrar parte de nuestra historia y borrar parte de todos esos sucesos. Por eso están demoliendo todos los alrededores. Y esa es mi motivación para recuperar y resguardar», explicó.
La restauración del Palacio Nacional
La masacre del funeral de Romero fue el 30 de marzo de 1980. Ese día, entre la multitud que se agolpó en la plaza Gerardo Barrios, se encontraba Joaquín Aguilar, arquitecto especialista en restauración que años después restauraría parte del Palacio Nacional. El arquitecto es también padre de Jimena Aguilar, directora ejecutiva de Alharaca. En 1992, año de la firma de los Acuerdos de Paz, comenzó a trabajar en la restauración del Palacio, afectado por las balas y bombas de una guerra civil que duró 12 años.
Cada salón del Palacio Nacional tiene un color. Aguilar restauró el salón rojo, el rosa y el amarillo. Además de otro al que llaman salón de los jaguares. «El salón rojo parecía que lo habían bombardeado por dentro con toda la yesería en el suelo. Era un desastre realmente. Y se restauró».
Como experto, consideró que la acción del Ministerio de Obras Públicas de destruir las baldosas del Palacio Nacional va en contra del procedimiento adecuado para la preservación de bienes con valor cultural. «Me parece que es una situación atípica porque existe en El Salvador una Ley de Patrimonio Cultural y existe también la Dirección Nacional de Patrimonio Cultural. Y yo sé que en la Dirección Nacional de Patrimonio Cultural existe gente preparada para abordar este tipo de problemas. Tanto es así que cuando reparamos los salones, en primer lugar, yo era una persona preparada para este menester, pero además iba de la mano con los representantes de la Dirección Nacional de Patrimonio Cultural».
El artículo 42 del capítulo seis de la Ley de Patrimonio Cultural, que trata sobre la conservación y salvaguarda de los bienes culturales, establece que «un Bien Inmueble Monumental, declarado cultural no podrá ser modificado o alterado sustancialmente por obras interiores o exteriores, salvo autorización previa del Ministerio (de Cultura), mediante el conocimiento del proyecto que no afecte el valor cultural o la identidad del mismo bien».
El marco legal que protege al Palacio Nacional está contemplado en:
- Ley Especial de Protección al Patrimonio Cultural
- Reglamento de la Ley Especial de Protección del Patrimonio Cultural
- Decreto Legislativo 680, fechado el 21 de agosto del 2008.
La Prensa Gráfica informó que el Ministerio de Obras Públicas también demolió edificaciones en la cuadra sur del Palacio que estaban protegidas por ley en el Decreto Legislativo 680, fechado el 21 de agosto del 2008. Según el medio, en este documento declararon Centro Histórico de la ciudad de San Salvador tres perímetros que alcanzan hasta 141 manzanas.
El irrespeto por los marcos legales en El Salvador se ha convertido en la nueva normalidad bajo el liderazgo del Gobierno de Nayib Bukele y Nuevas Ideas. El daño irreparable al patrimonio cultural es solo una de las muchas decisiones arbitrarias tomadas por el oficialismo. Un ejemplo emblemático de esto es la postulación para un segundo mandato presidencial consecutivo de Bukele, a pesar de que está prohibido en seis artículos de la Constitución.
El 29 de abril de este año, la bancada oficialista saliente, 2021-2024, aprobó la ratificación de reformas constitucionales en una misma legislatura. Para lograrlo, modificaron una cláusula pétrea del inciso segundo del artículo 248 de la Constitución Política, la cual aún no ha sido ratificada. Expertas consultadas por Alharaca aseguraron que este acto constituyó una falta de respeto al procedimiento de reforma constitucional, ya que el artículo estaba diseñado para evitar la acumulación de poder.
Los cambios en el centro de San Salvador son parte de un plan impulsado por Bukele durante su mandato como alcalde de la capital entre 2015-2018. Ahora, con el oficialista Mario Durán, como alcalde, el plan conocido como «Revitalización del centro histórico», heredado de Bukele, ha eliminado ventas informales, locales comerciales y espacios públicos en nombre de este «rescate».
Las actuales modificaciones del Palacio Nacional comenzaron el 11 de abril, según informó el Ministerio de Cultura a través de la red social X, donde anunciaron trabajos de «mejora, mantenimiento y restauración». El 5 de mayo, después de que medios locales informaran sobre la destrucción en el edificio, Nayib Bukele escribió en su cuenta de “X” que los cambios en el centro de la capital son parte de un plan de «rescate» del centro histórico que inició en 2015. Además, declaró que los trabajos continuarán, a pesar de la oposición de expertos, políticos y periodistas, no solo en San Salvador sino también en otras ciudades. «Llegaremos a todos los centros históricos de nuestro país”, advirtió.
Para el historiador Héctor Lindo, «este hecho es preocupante también por lo que lo que nos dice sobre el desdén oficial por el patrimonio nacional y por la reglamentación existente». Comentó que el Palacio Nacional es parte del patrimonio de toda la población salvadoreña y que la destrucción parcial nos arrebata algo que le pertenece a toda la ciudadanía. «Ese apetito de destrucción habla de un desprecio por nuestras expresiones culturales. Estamos hablando de autoridades que no valoran quienes somos, lo consideran desechable y prefieren sustituir la labor de nuestros artesanos con productos extranjeros que creen que se ven mejor en campañas publicitarias».
Lindo tiene la impresión de que el trasfondo político de lo que ha ocurrido en el Palacio Nacional es el deseo de crear una escenografía para el acto «ilegítimo» de inaugurar un segundo período presidencial consecutivo, el cual es inconstitucional.
El Palacio Nacional parece ser el escenario predilecto del presidente Nayib Bukele. En las recientes elecciones de febrero, también lo utilizó para autoproclamarse presidente sin que el Tribunal Supremo Electoral hubiera dado los resultados oficiales. Ese 4 de febrero, a las 10:15 p.m., salió del balcón central del Palacio para proclamarse ganador y a asegurar que esta «sería la primera vez que en un país existe un partido único en un sistema plenamente democrático». Frente a él, una multitud de seguidores celebraba el triunfo cian.
Pero no era la primera vez que elegía el Palacio como escenario de su puesta en escena. El 1 de junio de 2019, la toma de posesión de su primer periodo presidencial se realizó en la fachada del Palacio, frente a la plaza llena de gente. Esto marcó una diferencia sustancial con sus antecesores ya que la toma de posesión se realizaba, tradicionalmente, de forma privada, en Casa Presidencial.
Ese día, Bukele dijo al mar de gente: «En otras épocas, ustedes no habrían podido estar en este evento. Pero esa fue mi primera decisión como presidente electo: que ustedes estuvieran aquí, conmigo, en este lugar, en esta plaza, en este día». La recepción posterior al evento, con invitados especiales nacionales e internacionales, se realizó dentro del Palacio Nacional.
¿Para quién es el nuevo centro histórico?
Yolanda Vaquerano es una arquitecta que durante los últimos 15 años ha explorado el centro de San Salvador. Aficionada de la fotografía, ha retratado edificios y paisajes de vida cotidiana durante todo este tiempo. Sobre el valor estético de las baldosas destruidas, comentó: “uno de los elementos que valoro es la técnica que se utiliza. Se hace el molde a mano, se hace el diseño para cada uno de esos moldes. Podríamos llamarle que son eclécticos porque tienen como una mezcla. De repente hay algunos elementos Art Nouveau, que son como estas formas un poco orgánicas o que te recuerdan elementos de la naturaleza, pero también tenés estas figuras un poco más Art Deco, que son las figuras más geométricas».
Diseños de las baldosas del Palacio Nacional antes de que fueran removidas por el Ministerio de Obras Públicas. Foto cortesía: @vintexture.
Además de la destrucción del patrimonio cultural, Vaquerano asegura que desde que iniciaron los desalojos de las vendedoras y la destrucción de inmuebles, el centro ya no es el mismo. Lo que ella llama «la vivencia del centro», la interacción que existía entre comerciantes y demás personas que habitaban las calles y que generaban dinámicas culturales en ese espacio se perdió; y, por eso se pregunta: «Al final, ¿el centro va a terminar siendo para quién?».
Fue precisamente buscando las ventas informales para la construcción de un centro cultural que Francisco, Kosmonauta, llegó al centro a finales de abril. Entonces supo lo que estaba sucediendo en el Palacio Nacional. Al explorar el paisaje urbano, encontró la situación inusual. Días después, vio una publicación en redes sociales del historiador Carlos Cañas Dinarte que alertaba sobre la destrucción en el Palacio. Eso lo motivó para ir a recuperar las baldosas.
Llegó de noche. «Mi sorpresa fue que buena parte de los lugares donde compraba estaban totalmente cerrados en el contorno del Palacio». El Palacio estaba custodiado por agentes de seguridad. Al día siguiente, regresó y esperó a los camiones que sacaban el ripio para seguir su ruta. Así llegó por primera vez al botadero del río Las Cañas.
La primera vez que bajó el barranco era de noche. En el lugar, había mucha gente a la expectativa. Eran vecinos de la comunidad y personas curiosas, que querían algunas baldosas, pero nadie se atrevía a bajar. También llegó la policía. «Pensé que en realidad no hay algún delito, porque si lo están botando es porque ellos lo consideran basura».
Esa primera noche, en la oscuridad con la única ayuda del flash de su móvil, bajó hasta el fondo y comenzó a escalar con una bolsa llena de pedazos de baldosas. Desde arriba, alguien le lanzaba piedras y restos de basura. «Era como una especie de lucha. Yo sentía raro. ¿Si andamos en lo mismo, por qué me estaba atacando esta persona?», pensó. Esperó en la oscuridad 40 minutos hasta que se aseguró que nadie estuviera lanzando objetos y retomó el camino hacia la cima.
El Kosmonauta reconoce que su acción conlleva riesgos, pero está convencido de que vale la pena. «Digamos que tomo ese riesgo porque en realidad vivir en este país es eso. Vivimos todos los días con el riesgo de que algo nos suceda y al mismo tiempo, mantenerse con vida en este país es también símbolo de resistencia».
Después de su sexto viaje al botadero del río las Cañas, Kosmonauta comenzó a armar las baldosas en su estudio, como si se tratara de un rompecabezas. Navegando por Internet, encontró en eBay un catálogo de la empresa italiana S. Ghilardi Bergamo, que contiene una imagen de uno de los patrones que forman las baldosas recuperadas. En eBay el catálogo se ofrece a $95 euros, bajo la descripción en italiano «Ingeniería de la construcción azulejo de colores. Mosaico veneciano del siglo XIX. Rara impresión en buen estado». El artista asegura que el valor de las obras va más allá del dinero y que todo lo recuperado se donará para una obra de creación colectiva.
Baldosas recuperadas y catálogo original de la empresa Italiana S. Ghilardi Bergamo. Fotos cortesía Francisco Zúniga, Kosmonauta.