Democracia

Luis Aguilar: «La ideología conservadora se vuelve cada vez más un brazo importante del proyecto político de Bukele»

Luis Aguilar, politólogo de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) y doctor en Gobierno y Políticas Públicas por la Universidad de Costa Rica, ha investigado cómo los grupos antiderechos influyen en la política centroamericana, con un enfoque particular en Costa Rica. Observa que los avances en derechos LGBTIQA+ y en la autonomía reproductiva de las mujeres a menudo provocan la reacción de colectivos conservadores que buscan frenarlos. Según Aguilar, hasta 2019, la agenda antiderechos no ocupaba un lugar predominante en la agenda política. Sin embargo, apunta que esta dinámica ha cambiado en El Salvador desde la llegada al poder de Nayib Bukele.

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El doctor y politólogo de la UCA, Luis Aguilar, considera que Nayib Bukele usa un discurso cada vez más conservador para mantenerse en el poder. Foto: Kellys Portillo.

Luis Aguilar, politólogo y sociólogo de la UCA, considera que el presidente Nayib Bukele ha cambiado su enfoque de progresista a conservador para atraer tanto a un electorado conservador como el apoyo de élites influyentes. Aguilar destaca el uso de la religión en el discurso oficial para justificar políticas como la prohibición de la teoría de género y el uso del acrónimo LGBTIQA+ en escuelas y 16 ministerios, así como reuniones con pastores evangélicos para discutir reformas constitucionales, a pesar de que El Salvador es un estado laico. 

En una entrevista con Alharaca, en enero de 2023, como parte de la investigación «Gobernar con la Biblia: la ruta que marca el bukelismo», señaló que, en América Latina, hasta antes de 2019, los discursos de partidos políticos o de personas con posturas antiderechos no habían recibido más del 5 % del apoyo popular en procesos electorales. “Los partidos políticos que llegan al poder agarran ese tema de manera periférica y casi siempre con una postura tradicionalista, es decir, antiderechos, pero no es el centro del quehacer. Es como una especie de, bueno, si la mayoría población es conservadora y esto afecta solamente a grupos muy específicos, no van a tomarse el riesgo electoral, ni la izquierda ni la derecha, a perder esa gran masa acrítica, esa gran masa conservadora para montarse en un proyecto que promueva los derechos de la mujer y de la población LGTBIQA+” 

En junio de 2023, Alharaca destacó que la alianza entre las iglesias y el Gobierno de Bukele ha tenido efectos negativos en los derechos de mujeres y de la población LGBTIQA+, con la eliminación de la Secretaría de Inclusión Social y recortes presupuestarios en programas clave como Ciudad Mujer. Además, el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI) documentó en 2023 una reducción en la inversión pública en áreas sociales, afectando especialmente a género y diversidad. 

Aguilar analiza cómo, tras posicionarse en el poder, Bukele ha cambiado el discurso progresista de sus inicios —donde se mostraba cercano a la comunidad LGBTIQA+ y abordaba temas como el aborto— por una estrategia conservadora clave en su proyecto político. Destaca cinco diferencias fundamentales entre él y los expresidentes de El Salvador: mientras que los anteriores no recurrieron a medidas autoritarias, ahora se implementa el uso de la policía y el ejército junto con mensajes religiosos como «Dios con ustedes» para instaurar, por ejemplo, el régimen de excepción desde marzo de 2022. Asimismo, profundiza en el fenómeno del «bukelato», dos meses después de que Bukele fuera reelecto presidente para un segundo periodo consecutivo en marzo de 2024, a pesar de que seis artículos de la Constitución lo prohíben. 


En su tesis doctoral en Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad de Costa Rica, destaca que históricamente en América Latina, los partidos con discursos antiderechos en campañas raramente han recibido apoyo significativo, con la excepción del diputado costarricense Fabricio Alvarado en el 2018. ¿Cómo se explica entonces la influencia de estos grupos religiosos o conservadores en impedir el avance de los derechos de la población LGBTIQA+ y de las mujeres? 


Estos [grupos] reaccionan a situaciones, por ejemplo, en Costa Rica, en el 2013 hubo un aborto terapéutico y esto generó una marcha provida y profamilia. En Panamá, en 2016, hubo una ley sobre la educación sexual, esto generó una marcha por la familia. En México se publicó una ley de convivencia, el 16 de noviembre de 2006 y hubo un lobby por líderes religiosos tratando de incidir en una política pública para que se permitiera esta visión más conservadora. Podemos revisar así en Colombia: la modificación de derechos de las parejas gais; en Argentina, el matrimonio igualitario; y en Brasil, igualdad en términos de unión estable. Todos estos han generado ciertas reacciones de congresistas, de oenegés, de pastores, de iglesia católica, de líderes laicos que se unen, pero casi siempre es una reacción cuando hay un avance de derechos, ya sea por la población LGBTIQ+ o cuando hay algo en pro de los derechos de la mujer en torno a decidir. 

Insisto, los partidos políticos que llegan al poder agarran ese tema de manera periférica y casi siempre con una postura tradicionalista, es decir: antiderechos, pero no es el centro del quehacer y hay que reconocerlo así. Es como una especie de: si la mayoría de la población es conservadora y esto afecta solamente a grupos muy específicos, no van a tomarse el riesgo electoral, ni la izquierda ni la derecha, a perder esa gran masa acrítica, esa gran masa conservadora para montarse en un proyecto que promueva los derechos de la mujer y de la población LGBTIQ+.  


¿Qué tanto influyeron estos grupos para que, en el 2019, Bukele llegara al poder? 


Hay que recordar que Bukele llegó al poder por el desgaste, la crisis de representación de los partidos políticos. Llegó con un discurso de cambio a ese sistema anterior, pero él en su discurso para llegar a la presidencia nunca mencionó que fuera el eje principal: ser provida o ser antiderecho de la mujer o ser proderecho, era un tema completamente periférico… Este Gobierno se monta siempre en temas escandalosos que le benefician y pone un escándalo uno tras otro: si no es el tema de la Miss [Universe] en El Salvador, la Kings League de Piqué u otro tema escandaloso. Los grupos LGBTIQ+, mientras no hay un escándalo que sea a su favor en esta nueva coyuntura, difícilmente van a lograr tener adeptos. Van a seguir siendo siempre un tema periférico, un poco duro, pero por ahí va la cosa.  


¿Cómo se explica el caso del diputado de Costa Rica, Fabricio Alvarado del partido de derecha, Nueva República? Él sí tuvo respaldo de sectores evangélicos en el 2018 cuando compitió para las presidenciales con el Partido Restauración Nacional. 


Lo que sucedió con Fabricio Alvarado [diputado de Costa Rica] fue que se juntaron todos los temas al mismo tiempo. Había una crisis de los partidos de representación que era el Partido Liberación Nacional (PLN) en el 2019. La gente no confiaba en el PLN, en el Partido Unión Social Cristiana; los clásicos por décadas en Costa Rica. Surgieron un montón de partidos políticos y sucedió exactamente lo que le expliqué al principio: un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos aprobó, no sé si la unión de personas del mismo sexo o el aborto, una de las dos. Eso hizo un escándalo en los medios de comunicación y lo que yo le decía, es exactamente la misma fórmula: partidos débiles, un montón de ofertas, un tema que se viene y de entre todos los partidos, ¿cuál es el partido que más consistente está en torno a este tema? Es el de Fabricio Alvarado, que tiene un discurso consistente, un discurso antipartidos políticos tradicionales y todo esto junto, tendrían que estar las tres características: crisis de partidos, fraccionamiento del sistema, un tema que se viniera a estar de moda o a estar en la agenda de los medios; todo esto junto hizo que Fabricio Alvarado, con su discurso antisistema se volviera competitivo en las elecciones. Ha habido muchos con discursos antisistema, pero no había crisis de partidos políticos. Fabricio Alvarado aprovechó uno y se logró casi meter a presidente con un tema que estaba en boga.  


En el resto de países de América Latina, ¿cómo ha sido esa dinámica? 


En Argentina, en el 2019, el pastor Juan José Gómez Centurión tuvo este discurso discriminatorio de género y antiderecho de decisión. Él decía: «La agenda del aborto me separó del gobierno», «Los que votan Macri, votan aborto». Con el discurso provida obtuvo el 2,7 % de votos. Y si uno hace la revisión en todos los países de Latinoamérica, uno puede revisar que al menos hasta el 2019, este discurso antiderechos de partidos o de personas ha sido poco recibido y los que han tomado como centro el discurso antiderecho de la decisión de la mujer, ninguno ha tenido más del 5 % hasta el 2019. 

En Ecuador está el partido Rodolcista en el 2013; en Costa Rica, Carlos Avendaño en el 2014, también lo hizo con el Partido Renovación de Justo Orozco. Mario Redondo en Costa Rica con la Democracia Cristiana en el 2018; y en Bolivia, el Partido Demócrata Cristiano… A pesar de que estos grupos han tenido un discurso antiderecho como centro, no lo han logrado ganar una elección con ese discurso. 


Volviendo a El Salvador, ¿cómo ha cambiado la visión del Gobierno de Bukele sobre estos temas? 


Después del segundo año, Bukele ha cambiado. Cada vez más, la ideología conservadora se vuelve un brazo importante de su proyecto político. Pero eso es a mi juicio. 


¿Por qué?  


Ya no le sirve verse progresista, sino atraer un corte conservador, tanto para atraer electores como para tener el beneplácito de élites que le pueden generar apoyos. Antes se tomaba fotos con grupos de población LGBTIQ+, ahora, poco a poco va creando condiciones para tener dos brazos grandes: uno, el control político- militar, que es material, y otro, ideológico-inmaterial, que es la ideología conservadora, que no tiene que ver con una religión, sino, con una serie de valores que se refiere a mantener el statu quo, por ahí va la cosa. 


¿Qué ha cambiado en su discurso? 


Hasta antes de la campaña de 2019, Bukele era casi igual a los otros [presidentes], incluso en su primer año, ocupaba a Monseñor Romero, ocupaba a Dios, lo hicieron los otros, pero hay cinco puntos en los que se diferencia de los otros. 

Uno, él dijo: «Tenemos cinco años para que El Salvador sea un ejemplo para el mundo. Un ejemplo de que el pueblo puede salir adelante y lo logrará con la guía de Dios». Eso lo hicieron todos, pero lo que no hicieron fue justificar medidas autoritarias, utilizando el ejército y la policía con lenguaje religioso: «Dios con ustedes» y tira el régimen de excepción y el Plan Control Territorial. 

Dos: justificar insultos y ataques políticos con Dios: «Son lo peor que le ha pasado a El Salvador». «¡Qué Dios tenga misericordia de ustedes porque yo no la voy a tener!». También pidió paciencia, eso no lo habían hecho, ni mezclar insultos con referencias religiosas. 

Tres:  promover jornadas de oración, rezos y milagros para justificar acciones de sus políticas públicas. Todos los presidentes anteriores, incluso decían que el milagro era algo negativo. Cristiani dijo: «Yo no prometo milagros». Saca dijo: «Esto no es un milagro». Bukele y sus funcionarios sí mencionan que sus políticas públicas tienen que ver con milagros: el milagro del presupuesto, el milagro de haber hecho una jornada de oración y que disminuyeron los casos de COVID. 

Cuarto: presentación de sí mismo como instrumento de Dios cuasimesías. Cristiani dijo: «Yo no soy un Mesías»; también Saca dijo: «Yo no soy un Mesías»; y los demás no lo mencionaron y este casi es explícitamente pone: «Instrumento de Dios». 

Quinto: quizá lo más complejo a mi juicio es la justificación de los seguidores por medio de una tríada: Bukele, pueblo y Dios. Las políticas públicas se justifican a medida de: «Sí, señor presidente», «Dios lo bendiga», «Yo le voy a dar cuentas al pueblo». Es una especie de fanatismo que promueve la no rendición de cuentas y la exaltación de una figura cuasi como líder sectario. 

Una sexta: Bukele le pone apellidos religiosos a sus enemigos. Las feministas «brujas», las maras «satánicas», los académicos «ateos»; son apellidos religiosos para atacar y desmeritar a la gente, porque es más fácil entender así al enemigo.  


¿Cómo se puede explicar este cambio si es un presidente bastante popular que no tendría que recurrir a este tipo de discurso para mantenerse en el poder? 


Son dos controles los que hablábamos al principio: uno de tipo militar, que es material, que es el control y el fortalecimiento del ejército. Y segundo: un control inmaterial ideológico que lo hace a partir de la creencia de la gente. La religión sirve como un cimiento de que, si el otro llega a fallar, este está bien consolidado. Es decir, es una triada que, de hecho, así se dieron los sistemas totalitarios, despóticos y sistemas de tipos absolutistas de los reyes, militares. Es una práctica bastante común. 


¿Cree que este discurso conservador le dará más popularidad de la que ya tiene? 


Al menos la mantendrá, no sé si le dará más. Esto sirve para sostener un sistema de control bastante exitoso. No lo ocupa para una elección, sino, para una continuidad. 

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