Escuchá el episodio 3
Este episodio es parte del proyecto «Ciudad Perdida: el funeral de monseño Romero«, que fue diseñado originalmente como un recorrido en audio geolocalizado. Es decir, son audios que están pensados para que los escuchés en lugares específicos que están conectados a los eventos que narran.
Para hacerlo lo más accesible posible también lo estamos publicando como mapa virtual, como un podcast, y sus respectivas transcripciones.
Por ello, a veces los audios te darán indicaciones hacia dónde debes dirigir tu mirada. En esos momentos, si no estás en el centro histórico de San Salvador, observa las fotografías en el mapa, recuerda visitas pasadas o imagínate el lugar. Te recomendamos utilizar audífonos y buscar un lugar con pocos ruidos.
Leé la transcripción del episodio
Narradora: Xenia, la mamá de Julia, estaba aquí en la plaza Barrios frente a la Catedral. Alcanzaba a ver las gradas de la iglesia de frente. Para ella y su familia era importante estar aquí, pues tenían varias conexiones con Monseñor Romero. Un tiempo atrás, cuando tenía 13 años le había escrito una carta al arzobispo. Él le contestó.
Julia Aguilar: Lastimosamente la carta se perdió en momentos crudos de la guerra y tuvieron que deshacerse de ella porque era peligroso.
Años después, el hermano de Julia encontró un pasaje en un libro sobre la vida de Romero en la que mencionan esa carta.
Julia Aguilar: Esto me remueve un poquito, pero: dura lucha también es la ejercida para servir a Dios y mi patria y para, entre comillas, ayudar en lo que pueda al necesitado. Cierra comillas, como escribe la adolescente Xenia…
En el funeral de Monseñor Romero, en esta plaza, se juntaron entre 50 mil y 150 mil personas de diferentes procedencias, movimientos y organizaciones, todas bajo una misma causa. También personas particulares vinieron a acompañar el rito fúnebre y a rendirle honor a Romero. Otros, como Francisco Altschul llegaron de forma organizada a rendirle honor al arzobispo.
Francisco Altschul: Me integré a un contingente de compañeros del MIPTES a la marcha propiamente y marchamos hacia la plaza.
El asesinato de Romero fue un parteaguas en la historia del país. Se sintió a todo nivel. Antes, Francisco había intentado que un colega se uniera al MIPTES.
Francisco Altschul: Le había invitado que, si quería ser miembro del MIPTES y me dijo «no, yo no me quiero comprometer en nada y no sé qué . Y después de eso me dijo hombre! Yo voy a ir a la marcha me dijo y dame el papel y voy a firmar. O sea que tuvo un impacto, por lo menos un impacto muy directo en esta persona.
Estando en la plaza, la mamá de Julia notó a los francotiradores.
Julia Aguilar: Se veía como por momentos. O sea, se escondían. De repente los volvían a ver. Ella lo describe como una tortura psicológica porque no sabían si iban a disparar.
Mi papá, Joaquín, y Francisco llegaron con la marcha, pero ya no alcanzaron a entrar a la plaza.
Joaquin Aguilar: Con el grupo de MIPTES porque veníamos bastantes, quizás una centena de participantes, ¿verdad? Y veníamos en una forma muy ordenada y llegamos a la Plaza Gerardo Barrios por la segunda venida Sur.
Francisco Altschul: Estaba ya topada. Estaba totalmente abarrotada, tanto que no pudimos entrar.
Y se quedaron en la esquina de la Biblioteca Nacional.
Francisco Altschul: La que acaban de destruir y el Casino Salvadoreño.
Antes de venir, Xenia había seguido ciertas recomendaciones en caso de que sí reprimieran el funeral y también se las comunicó a su mamá.
Julia Aguilar: Había una organización que se llamaba la Coordinadora Revolucionaria de Masas. Había alertado a la gente que fuera que no llevar a niños y niñas, que no que fuera con pantalones, con zapatos cómodos, que llevara doble camisa, diferentes cosas que como para entonces ellas estaban preparadas.
Pero no todas las personas llegaron de forma organizada.
Julia Aguilar: Ella notó una clara diferencia entre cómo iba vestida la gente que estaba en la coordinadora y otra gente que era que ella le llama como pueblo, en el sentido de que no era gente organizada, pero que era gente que sí seguía las homilías de Monseñor.
Ana Ruth Aragón y su esposo sabían de la convocatoria, pero llegaron al funeral como un acto personal.
Ana Ruth Aragón: No detrás de, digamos, de ninguna en organización, sino más bien fue un acto tremendamente familiar y personal en aquel momento.
Tanto así, que trajeron consigo a su hijo de dos años y medio.
Ana Ruth Aragón: En esos momentos dudamos un poquito, ¿verdad? Si traerlo, no traerlo, pero en aquel momento no teníamos con quién dejarlo, entonces decidimos bueno, vamos a seguir, vamos a ir y no vamos a tratar de meternos mucho en medio de la gente porque este se puede desesperar.
Fue así como terminaron en las gradas del palacio antes de que se escuchara la primera explosión.
“Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral. Nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado”. —Monseñor Óscar Arnulfo Romero, 23 de marzo de 1980.