En el escenario, La Taylor comparte sus historias íntimas y personales, que de alguna manera pueden resonar con otras personas de la comunidad LGBTIQA+. Alejandro Córdova, salvadoreño que migró a Argentina hace cinco años para continuar sus estudios en teatro y dramaturgia, da vida a La Taylor.
Alejandro escribe desde los 13 años. Comenzó en las artes a través del cuento, siendo reconocido como gran maestre del cuento al ganar tres veces en los Juegos Florales. Estudió Comunicación Social en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), donde también se involucró en el teatro y profundizó en las artes escénicas. Es uno de los fundadores de Proyecto Dioniso, una compañía de teatro salvadoreña que busca conectar con nuevas generaciones en el país.
En el sur, a través de la comunidad y el arte del ballroom, Alejandro encontró una nueva forma de expresarse. Utilizando sus escritos que le han acompañado toda su vida, ha creado un show íntimo, unipersonal que refleja su evolución como artista.
En este espectáculo, La Taylor cuestiona directamente los márgenes de género y el autodescubrimiento, presentándose como un joven gay, artista, migrante, VIH+. A lo largo de la entrevista, profundizamos en su viaje artístico, su propuesta, y las diferencias entre los escenarios salvadoreños y argentinos, entre otros temas.
En la entrevista, realizada durante su reciente y fugaz visita a El Salvador, sus opiniones con respecto al régimen de excepción, en vigencia desde marzo de 2022, son controversiales y contradictorias con respecto a su postura relacionada con la garantía y respeto de los derechos de las personas.
Antes de comenzar, nos parece importante establecer ¿cuáles son tus pronombres?
Soy Alejandro Córdova, de nacimiento. Decidí llamarme Taylor a partir de mi encuentro con la comunidad ballroom en Argentina. Me bautizaron Taylor. Es muy común en la cultura ballroom que travestis te bauticen y se te enseña a cuestionar tu nombre dado y tu género dado de nacimiento. Me preguntaste mis pronombres, uso todos de la siguiente forma: el masculino en la vida social, porque no puedo dejar de ser Alejandro para muchas personas y para muchas instituciones. No todavía, al menos. No puedo dejar de ser varón y además no quiero dejar de ser varón. Femenino solamente con los afectos, gente que me quiere, las maricas. Si hay otra persona que me llama en femenino, que no es de mi círculo de afectos, me parece una ofensa. Es importante hablar de esto. Un montón de gente cambia de pronombres. Es más normal de lo que creen y la gente puede decidir renunciar al mandato de su propio género.
¿Cómo pasas a presentarte de esta forma en el escenario?
La comunidad es un espacio seguro de afectos creada para contener a personas que forman parte de esa comunidad. En Argentina, en algún momento, me vi expuesto a un montón de vulneraciones sistemáticas. En principio migrar, marronamente diría, y ser VIH+. Es habitar un montón de exclusiones que te empoderan.
¿De qué hablas cuando decís «marronamente»?
Identificarte marrón o marrona en Argentina es bastante político porque recibís sistemática y silenciosamente un montón de violencias todo el tiempo. Así como te identificas marica, te identificas marrón, migrante, VIH+ y artista. Todos esos componentes son mi ser, no solo mi género, mi color de piel también.
Luego de estar fuera por cinco años, ¿cómo encontraste el país? ¿qué diferencias ves en el campo de las artes?
El Salvador tiene un problema serio de movilidad. Hay mucho tráfico, hay muchos carros. Sé que no me preguntaste eso, pero fue lo primero que percibí. Con Proyecto Dioniso, planificamos una serie de actividades y fueron muy difíciles de afrontar por este problema. Se sustituyó el problema de la seguridad por el de la movilidad.
Con respecto a lo artístico, ha sido hermoso reencontrarme con mi compañía, Proyecto Dioniso. Hay mucha gente acá también que ha confiado en nosotros. Eso me parece destacable: vuelvo y encuentro una compañía fuerte, activa, que hace y protagoniza proyectos teatrales en todos lados. El Salvador sigue estando lleno de artistas que no paran de hacer. No te puedo hablar de otra sensación más que de felicidad.
¿Como consideras que tu militancia impacta en El Salvador?
Impacto desde que estoy vestido así. He sufrido mucho este mes por mi decisión de salir así a la calle, pero la he vivido. No quiero vestirme como varón nada más. Me pongo labial, tengo aretes, esto ya es parte de mí, algo que siempre quise y no me atrevía. Y sí creo que quiero incordiar. Cuesta, porque hasta en la discoteca gay te miran raro. Es difícil este país porque siento que hasta las maricas estamos heteronormadas. La heteronorma está tan presente en todos lados, por ejemplo, en Grindr «discreto y masculino, no pasivos». ¡Por favor! ¿Cómo es posible que solo yo quiera ponerme estas cosas? Y verme divino, además.
¿Cuáles han sido tus retos?
La plata. Siguiente pregunta.
A ver, ampliá un poquito eso, ¿por qué la plata es el desafío para quienes quieren hacer arte y arte cuir?
No voy a decir nada nuevo porque es lo de siempre: el artista que se muere de hambre. Andá, decile a tu mamá que querés estudiar arte y la vas a preocupar. Mi madre, que la amo muchísimo, me apoya siempre. Ella ha visto en carne propia, le ha tocado, ¡uy sí! Esa deuda sigue creciendo porque, obviamente, falta presupuesto, faltan instituciones, falta voluntad política, falta proyecto de nación que integre las artes de manera sistemática. Yo qué sé, que haga su régimen (Nayib Bukele), pero que le ponga a las artes un poquito más.
Controversial eso.
Lo que quiero decir, señor presidente, es que quiero fundar la Compañía Nacional de Teatro El Salvador.
Ahora presentas un proyecto vos solo, ¿cuál es esa diferencia entre trabajar en compañía a hacerlo por tu cuenta?
No sé, en principio volvería a tirarle flores a mi compañía, porque estoy solo en escena, pero cuánto trabajo requiere hacer esto. Por lo menos cinco personas fueron convocadas a trabajar. Hay gente detrás: diseño gráfico, publicidad en Instagram, el manejo de las finanzas, todo es parte bien importante del arte, porque si no solo se queda todo en ideas. Dioniso me ha enseñado muchísimo eso. Hacer el show de la Taylor me dio una enorme libertad creativa, es exquisito por la música de dos salvadoreños que están allá, David y Elías. Yo soy quien se para con sus ideas, pero no soy nada sin el cuerpo que me sostiene.
¿Qué podemos esperar para el futuro?
Si las cosas salen bien, quiero volver. Lo manifiesto desde ya. Quiero estar acá el otro año. Es un año importante y siento un enorme llamado de la vieja tierra. Quiero seguir creciendo en Buenos Aires, en el mundo del espectáculo. En Argentina, lidero un proyecto de teatro y ballroom que se llama Gender. Quiero presentarlo en el Festival de Teatro de Vicente López, en Buenos Aires. Con este mismo proyecto, ganamos el Fondo Nacional de Artes de Argentina, pero insisto, no lo gané yo, a pesar de que hice la dramaturgia, la dirección. Fue el trabajo de 15 personas.
He quedado una pregunta por abordar, porque dijiste antes «que haga su régimen», ¿qué querés decir con eso?
Estamos bajo una especie de ley especial que quita derechos constitucionales y eso genera un montón de problemáticas que tienen que ver con cuánta democracia hay en un país. Nuestra democracia está en juego, lo sabemos todes. En todos lados están pasando cosas feas, Argentina no está nada bien. La crisis económica argentina es terrible, siempre están pasando cosas feas, porque si uno se pone a pensar en los ochenta… Es bien importante preguntarnos cómo vamos a desactivar la máquina desde adentro, porque no estamos fuera de la máquina, estamos adentro y todos los días la sostenemos. Cómo comenzar a desarticularla es bien importante. Por ejemplo, una salida es elegir el género, hay que modificar las dinámicas del género.
Hablando de la situación del Salvador, como artista la opinión que puedo dar es que ojalá podamos los artistas, las artistas, imaginar nuevas formas de salir, de existir en este país porque los efectos de estas leyes especiales son reales, concretos. La seguridad cambió y todos lo percibimos. Pero qué tanto va a durar esta especie de olla a presión de problemas que no se solucionan. Yo no quiero dirigir un país, quiero hacer teatro, así que no sé, hablamos luego; un cafecito para pensar en cómo mandarle consejos al presidente.