No era su primera vez, pero sí la primera en la que marchaban como disidentes sexuales bajo el gobierno ultraderechista de Javier Milei. Elles, también marcades por la migración, encontraron un espacio para resistir en las calles de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, capital de Argentina. Adriana Marrero, Rodrigo Santos y R., un grupo de amigues salvadoreñes, participaron el 2 de noviembre en la 33° Marcha del Orgullo, el evento LGBTIQ+ más grande de Argentina y uno de los mayores de Latinoamérica.
Adriana y Rodrigo se reunieron antes de la marcha con integrantes del Bloque Migrante, una organización de migrantes de países americanos, europeos y africanos. Desde 2017, el bloque se organiza para enfrentar las políticas migratorias restrictivas y el discurso xenófobo impulsados durante el gobierno del expresidente derechista Mauricio Macri. R. se unió horas después, ya en la marcha.
Adriana, originaria de San Salvador, es una mujer bisexual que lleva siete años en Argentina, adonde migró en busca de mejores oportunidades de educación superior. Estudia Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Rodrigo, también capitalino y bisexual, migró para estudiar percusión. Hoy es músico y toca el tambor en las comparsas de candombe de la ciudad.
R., por su parte, teme identificarse debido a que El Salvador aún no acepta a la diversidad sexual. Lleva ocho años en Argentina, donde estudia ingeniería. Es un gay que, a sus 30 años, R. valora cada vez más la posibilidad de quedarse a vivir en el país de manera permanente.
Migrar a Argentina no es una opción viable para muches en El Salvador. Organizaciones salvadoreñas han documentado que, debido a la cultura centroamericana y la falta de recursos, muchas personas LGBTIQ+ se ven obligadas a desplazarse hacia Estados Unidos. Algunas huyen de la violencia provocada por pandillas, civiles y cuerpos de seguridad, además de la falta de protección estatal. Las más afectadas son, como ha sido históricamente, las mujeres trans, quienes en América Latina tienen un promedio de vida de apenas 35 años.
En Argentina, el Día del Orgullo se conmemora en noviembre para proteger a las personas que viven con VIH, ya que en julio, cuando se celebra a nivel mundial, el invierno sudamericano representa una mayor vulnerabilidad para ellas debido al frío. Noviembre también se eligió para honrar la fundación de la primera organización de la diversidad sexual en Argentina y América Latina, Nuestro Mundo, creada en 1967.
En la Ciudad de Buenos Aires, Adriana, Rodrigo y R. resisten a la ultraderecha. Rodrigo coincide con Adriana en que el actual contexto político ha hecho más difícil vivir en Argentina, ya que han proliferado los discursos de odio bajo el gobierno de Milei.
“Siempre fue caro migrar, pero ahora hay muchas más trabas sistémicas y discriminación que antes”, opina Rodrigo. Para él, Buenos Aires ofrece oportunidades académicas y una gran variedad de actividades culturales, aunque a costa de enfrentar discriminación. La población migrante suele ser juzgada por no ser blanca, y eso limita sus opciones laborales. Esto no solo afecta a migrantes, sino también a argentines «moroches» y a la población afroargentina.
“Creo que se está recrudeciendo la situación para la población en general, para poblaciones vulneradas es todavía más difícil”, añade Adriana.
Además de endurecer la política migratoria en Argentina, con un aumento de aranceles de hasta el 1500 %, el gobierno de La Libertad Avanza ha propuesto imponer aranceles en la educación pública para personas extranjeras no residentes. El movimiento estudiantil, con 60 facultades de universidades públicas tomadas a nivel nacional en protesta por el desfinanciamiento educativo, considera que esta medida es el primer paso hacia la privatización de las universidades estatales. Además, provincias como Salta, Jujuy, Santa Cruz y Mendoza ya han comenzado a cobrar por servicios de salud a no residentes.
Esto es solo parte de la avanzada conservadora de Milei. Al inicio de su gestión, eliminó el Instituto Nacional Contra la Xenofobia, que recibía denuncias de discriminación de poblaciones en situación de vulnerabilidad. Su agenda antiderechos incluye el desmantelamiento de políticas inclusivas: despidió a personas contratadas bajo la Ley de Cupo Laboral Travesti Trans de 2021, eliminó el Ministerio de la Mujer, Géneros y Diversidad y, en el presupuesto de 2025, ha recortado hasta un 76 % el financiamiento para el área de salud destinada a personas con VIH, ITS y otras enfermedades virales.
Aunque Argentina y Uruguay son pioneros en la garantía de derechos humanos para las disidencias sexuales en América Latina, en Argentina persisten deudas. En vísperas de la marcha, 13 mujeres travestis y trans, sobrevivientes de décadas de persecución estatal debido a políticas represivas contra identidades y expresiones de género fuera de la heteronorma, demandaron al Estado en un amparo colectivo. Solicitan una pensión o jubilación para las mayores de 50 años, ya que, aunque en 2012 se aprobó la Ley de Identidad de Género, no toda la legislación está alineada con esta ley.
La hora de marchar
Después de dos horas en el local del Bloque Migrante, donde entre música, risas y consignas compartieron ensalada de papa con chorizos y carne, Adriana y Rodrigo se dirigieron en grupo a la Avenida de Mayo, acompañades de migrantes de Chile, Colombia, Paraguay, Brasil, Estados Unidos y Rusia.
La Avenida de Mayo, punto de encuentro para las luchas sociales en Argentina, aún permitía el paso a las cuatro de la tarde. Las carrozas esperaban en fila el inicio de la marcha en la Plaza de Mayo. Decenas de camiones decorados como carrozas daban vuelta a la manzana, y en uno del Movimiento Socialista de los Trabajadores, una pancarta decía: “Para vos, Milei, mucho sexo gay”, en respuesta a una publicación en la cuenta de Instagram del presidente sobre «mucho sexo gay» en las cárceles.
Les migrantes se ubicaron en la Avenida Presidente Roque Sáenz Peña, paralela a la Avenida de Mayo, donde estuvieron estacionades por dos horas: bailaron junto a las carrozas que pasaban mientras Adriana esperaba a dos amigas, Rodrigo a una amiga y también a R., que venía desde La Plata, a 55 kilómetros de la capital. Adriana y Rodrigo se turnaban para cargar tres banderas en una vara de bambú: la bandera arcoíris, la no binaria y la del pueblo mapuche, originario de Chile y Argentina.
A unos metros, en la Plaza de Mayo, Roberto Zapata, activista LGBTIQ+ de El Salvador que reside temporalmente en Argentina por motivos académicos, esperaba a amigues para unirse a su primera marcha en Buenos Aires. “Estamos viviendo épocas en las que más que nunca hay que manifestarnos como comunidad LGBT+, aquí en Argentina, en Latinoamérica y en todo el mundo, porque estamos viendo un auge de las ultraderechas, de las personas antiderechos, que están en contra de todo lo que significa ser una persona LGBTI+ y, realmente, un ser humano”, expresó.
En el medio año que lleva en Argentina, Zapata ha percibido un retroceso en las políticas inclusivas del Gobierno Nacional, aunque no limita este fenómeno solo a Argentina. Según él, gobiernos como el de Milei promueven el capitalismo y la discriminación, disfrazada de valores, contra quienes viven y aman libremente.
El gobierno de Nayib Bukele en El Salvador es otro ejemplo de este retroceso. La llegada de Bukele a la Presidencia implicó un revés en los avances en derechos humanos logrados durante los 10 años del FMLN, entre 2009 y 2019. Bukele desmanteló instituciones y políticas inclusivas y ha intensificado su discurso conservador, prohibiendo el uso del acrónimo LGBTIQ+ en instituciones públicas. Según organizaciones sociales, su política discrimina sistemáticamente a personas de la diversidad sexual en los servicios de salud, educación y justicia. Estos retrocesos hicieron que R. aún sintiera miedo de identificarse, incluso viviendo en Argentina, el país donde desea quedarse.
De marchar escondide a portar un arnés
R. llegó a la Avenida Presidente Roque Sáenz Peña a las seis de la tarde. Era el último que faltaba. Vestía una camisa y un minishort negros. Después de saludar, se quitó la camisa y mostró un arnés. “Aquí nadie me conoce. Mi país es muy religioso y no comprende o acepta en gran medida a la diversidad sexual. Argentina está más deconstruida; es mucho más fácil desenvolverte”, explicó.
Ya juntes, el grupo de amigues salvadoreñes, en compañía de tres amigas argentinas y un ruso que acababan de conocer, se incorporó a la Avenida de Mayo, que a esa hora estaba colapsada, repleta de miles de personas bailando en las carrozas y a sus costados. Les otres integrantes del Bloque Migrante ya se habían adelantado en la marcha.
Algunos camiones, además de llevar DJ, proyectaban en vivo, en la parte trasera, las imágenes de la fiesta. Se mezclaban los colores, las edades, las nacionalidades, las canciones de las divas pop, las risas, y también hubo lágrimas. Entre la multitud, un chico salió a abrazar a otro, y en sus brazos, lloró. También había padres y madres orgulloses de sus hijes, quienes ofrecían abrazos a quienes los necesitaran.
En medio de la algarabía, cada vez era más difícil escucharse. La atención estaba centrada en la música y en no perder de vista al grupo. En un día normal, el trayecto de la marcha, desde la Plaza de Mayo hasta el Congreso de la Nación, se recorre en media hora caminando.
El sábado 2 de noviembre, pasada una hora, les salvadoreñes aún no alcanzaban la mitad del recorrido. Sobre la Avenida de Mayo, en pleno atardecer primaveral de Buenos Aires, se veían miles de personas que, solas o en grupo, cantaban, bailaban, alzaban las manos o saltaban. Tanto adelante como atrás, la avenida era un mar de gente celebrando.
La Avenida de Mayo y la Avenida 9 de Julio, la más ancha de América Latina, siempre marcan un antes y un después en la marcha; ambas se cruzan a siete cuadras del Congreso de la Nación. Esta intersección, donde más personas se suman a marchar, es un símbolo del día. A un costado, se ve un mural de acero de Eva Perón (1919-1952), exprimera dama, referente de las políticas sociales y el movimiento obrero en Argentina. Hasta aquí, el grupo de salvadoreñes se mantuvo unido.
Quienes organizaron la Marcha del Orgullo estiman que este año participaron 2 millones de personas, una cifra muy superior a la de la primera marcha, realizada en 1992. “En la primera, fuimos 70 u 80 personas. No hubo más gente, no porque no se animaran ni por desinterés. En la organización donde yo estaba, solo marchó la mitad y todas eran activistas, pues temían perder su trabajo o enfrentar problemas en casa”, recuerda Edgardo Sesma, activista LGBTIQ+ argentino y profesor de tango queer. Él asistió junto a quien ahora es su esposo. Al llegar al Congreso, se contaron fácilmente, pues eran pocas personas.
Este año, Sesma fue parte del Consejo Asesor Histórico de la marcha, compuesto por 15 personas que asistieron a las primeras marchas del Orgullo para asesorar a la comisión organizadora. También conoce El Salvador y a muches migrantes, ya que cada diciembre organiza en Buenos Aires una noche de bailes tradicionales latinos con migrantes de diversos países, en el marco del Día Internacional del Migrante, celebrado el 18 de diciembre.
De acuerdo con el activista, aunque la marcha comenzó a realizarse hace 33 años, desde 1983 —cuando Argentina recuperó la democracia— la población LGBTIQ+ ya realizaba pequeñas intervenciones en otras marchas organizadas por distintos sectores sociales, lo cual culminó en el Día del Orgullo de 1992. En aquella época, la mayoría asistió con máscaras o antifaces debido al miedo de ser identificades como disidentes sexuales. Apenas en 2010, Argentina dio el primer gran paso en la garantía de derechos humanos para la diversidad sexual con la aprobación de la Ley de Matrimonio Igualitario.
Selena y la cumbia
Al cruzar la intersección de la Avenida de Mayo con la Avenida 9 de Julio, llegó la noche. Unas cuadras más adelante, apareció el Congreso de la Nación que, a diferencia de otros años, no mostró luces con los colores del arcoíris en sus fachadas; solo ondeaba, a lo lejos, una bandera argentina. En este punto, Adriana perdió a las dos amigas que había esperado al inicio de la marcha. En un descuido, entre la multitud, la música variada y las ganas de bailar, la gente se dispersa fácilmente.
A dos calles del Congreso, caminar y bailar se hizo más difícil. Este tramo se siente como una representación de toda Latinoamérica en dos cuadras: diversidad de personas, naciones y canciones que abarcan desde Argentina hasta México. Sonó Selena Quintanilla, y R., recordando que creció con su música, se echó a bailar. Su amigo checo, que se unió al grupo, observaba cómo la multitud daba sus mejores pasos al ritmo de tex-mex y luego de cumbias argentinas.
Después de tres horas, el grupo estaba ya muy cerca del Congreso de la Nación. Decidió salir de la calle y pasar a la vereda, donde, por un momento, Adriana, Rodrigo, la amiga de Rodrigo y R. se perdieron de vista. R., quien estuvo atento a las personas que merodeaban para robar o hurtar celulares en la marcha, fue quien finalmente encontró a sus amigues, y así pudieron completar la marcha.
Antes de terminar, reunieron el valor para atravesar una multitud en la Avenida Callao, frente al Congreso, donde algunas personas, según elles, simulaban peleas para distraer a les transeúntes y robarles sus pertenencias. Fueron momentos tensos, pero lograron salir ileses y con sus pertenencias intactas. “Sobrevivimos”, dijo alguien, quizá R. o Rodrigo; con la música todavía alta y la gente aun bailando, la voz se perdió en el ambiente. Después, fueron a comer pizza, y allí R. volvió a ponerse la camisa.
Fiesta y resistencia. Así es un Día del Orgullo en Buenos Aires para un grupo de amigues migrantes.