¿Existen lugares seguros para la diversidad? En El Salvador, «La casa rosada» pretende serlo. Este espacio estuvo ubicado unos meses en la colonia San Francisco, de la capital salvadoreña, y ahora se mudó a un lugar más céntrico, en Antiguo Cuscatlán, departamento de La Libertad. Una vez adentro, las personas podrán sospechar, y con razón, que la decoración es más que eso. Cada exhibidor, mesa, mobiliario o cuadro está escogido minuciosamente y colocado con una intención estética, se trata pues de un espacio explícitamente kitsch, un homenaje al arte pop, la cultura popular y lo queer.
Sus fundadores son dos diseñadores industriales de 25 años: Kevin y Grace quienes, como los confidentes que pasan mucho tiempo juntos, hablan complementándose las frases. Su proyecto es la fusión de Quinto sol y Gali estudio, cerámica y plantas. Kevin estuvo capacitándose en CONAMYPE (Comisión Nacional de la Micro y Pequeña Empresa) para obtener un capital semilla, ambos han logrado fundar un proyecto a pesar de ser bastante jóvenes. Pero Kevin admite que lo económico suele ser un impedimento para que proyectos como el de ellos subsista. Y esos obstáculos serán los que tendrán que ir sorteando.
«Necesitábamos un lugar para ofrecer nuestros productos y compartir con otras personas», me cuentan. Aunque estudiaron en la misma universidad, fue hasta que viajaron durante un mes a Ilobasco a recibir un curso de cerámica que su sociedad y amistad se estrechó. Su inspiración también surgió del sonado caso en el cual una cadena de restaurantes salvadoreños expulsó a dos hombres por besarse en sus instalaciones.
«Estamos cansados de que en cualquier parte se te queden viendo o literalmente te saquen o (te digan) ‘no hagan eso, eso es en contra de los valores’. Todo eso nos pegó. No hay muchos ambientes en El Salvador donde la población LGTBIQ+ pueda estar solo existiendo», sostiene Grace.
Sobre la situación política actual
Grace asegura que ellos no están organizados. Yo la contrario y le digo que desde que dos personas se unen, ya existe organización.
«Procuramos mantenernos informados, tratar de que la gente entienda los valores que hay dentro del establecimiento, es urgente que uno tenga una postura bien definida, particularmente, ahorita que está todo patas arriba, complejo. Sentimos que es importante, necesario, que las personas de nuestra edad estén informados, las cartas en nuestra mano, pues tenemos el poder de educarnos, de poder compartir, de tener un pensamiento crítico», cuenta Grace.
«Quisiéramos que pudiéramos hablar de política pero desde el aprendizaje, las personas jóvenes quisiéramos aprender de política, más adelante, veremos nuestros valores en nuestras decisiones», completa la fundadora.
Kevin agrega: «Nos permitimos hablar cosas que no se hablaban».
Y eso es político, según Andrea Trigueros, asidua visitante de la casa: «Yo siento que en la casa el solo hecho de que podamos hablar de ser queer y tener este espacio ya es algo. Cuando empezamos a discutir nuestra experiencia de vida, eso nos anima y entendemos que no estamos solos y tenemos cierto poder, el hecho de que exista el espacio ya está generando una conversión política».
Grace, asiente: «Hablar de queer es hablar de política».
Su visión de mundo
Entre risas y el recuerdo de la fundación de la casa, los amigos conversan.
Grace: «Este es un espacio seguro de cualquier discriminación, estamos nosotros siempre bien involucrados en cada conversación, queremos evitar que dentro del espacio haya discriminación, discursos de odio, gordofobia, quisiéramos que no entrara en la casa cualquier tipo de violencia y abuso. Por eso, nos esforzamos. Esto es para y por la población, queremos que la gente comprenda lo que se hace dentro de la casa, que no hay eventos religiosos, etcétera.
Hay personas que encuentran un espacio seguro dentro de una religión o iglesia, hay iglesias específicamente para la población LGTBIQ+, pero la religión es algo muy personal y creemos que es un espacio que ha dañado tanto que preferimos que no haya ningún tipo de actividad religiosa aquí».
Kevin: «Estamos abiertos a la diversidad, desde cómo venga vestida la persona, hasta lo que piensa, porque vino un chico que es parte de la iglesia anglicana, pero no se trata de venir a imponer o reclutar, él no está en la misma sintonía que nosotros, pero no lo vamos a vetar, sino sería querer someter a alguien a las mismas creencias que vos tenés, no sería la diversidad que se quiere en la casa».
Crímenes de odio
El investigador y especialista Ismael Turcios, abogado, explicó en una de sus publicaciones para la fundación Friedrich Ebert Stiftung que uno de los principales problemas que enfrenta la indagación del fenómeno de crímenes por odio es la carencia de cifras oficiales sobre hechos delictivos contra población LGBTIQ+.
Asegura que, históricamente, no ha existido una coordinación interinstitucional en materia político criminal para abordar este fenómeno de manera integral. En segundo lugar, se tiene la falta de investigaciones sobre delitos por odio contra la orientación sexual y la identidad de género, pese a la existencia de indicios y simbolismos en esta clase de delitos que demuestran ensañamiento hacia las víctimas.
Según una fuente de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Huanos (PDDH) salvadoreña, hasta el 2020, solamente tres casos de delitos contra personas LGBTIQ+ habían podido analizarse, calificarse y acusarse como delitos por odio por la Fiscalía General de la República (FGR). No obstante, en ninguno de los tres casos se avaló dicha calificación jurídica en sede judicial (Human Rights Watch, 2020).
Lo cual indica que la condena contra tres policías por el homicidio de la mujer trans Camila Díaz Córdova que se dictó el 28 de julio de 2020, que fue el primer caso de delito contra persona LGBTIQ+ en el que se logró condena, no fue calificado, juzgado, ni sentenciado como crimen por odio.
Por ello, puede afirmarse que, en El Salvador, existe una cifra invisible absoluta en materia de crímenes por odio LGBTIQ+. Es decir que no se ha reconocido su existencia judicialmente ni una sola vez en los 200 años de historia del sistema penal salvadoreño.
Como si no fuera poco, la actual Asamblea Legislativa le ha dado un carpetazo a la propuesta de Ley de Identidad para la población LGBTIQ+. En El Salvador, se obliga a las personas a nombrarse y autonombrarse por su sexo biológico y no se aceptan otras identidades que no sean las binarias heteronormativas.
Por eso, importan las palabras de Grace cuando dice que «no hay muchos ambientes en El Salvador donde la población LGTBIQ+ pueda estar solo existiendo». Dos amigos de 25 años hicieron que un pequeño espacio así, libre y seguro, fuera posible, en medio de una sociedad violenta contra las diversidades.