LGBTIQA+

RIP El Hoyo Bar, el oasis diverso en el centro de San Salvador 

Tuvo diferentes nombres y dejó un legado: El Hoyo se convirtió en uno de los primeros espacios seguros para la población LGBTIQA + salvadoreña. Aunque no existe un registro exacto de su fundación, abundan las memorias que evocan su historia. Este bar emblemático del centro de San Salvador acogió a generaciones. La noche y el goce estuvieron vivos allí hasta el 27 de noviembre, cuando la alcaldía capitalina lo cerró repentinamente, como parte de la gentrificación. El Hoyo, más que un recuerdo, es una leyenda. Este texto es un obituario de un lugar que fue refugio y sinónimo de libertad.

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Fotografía: Kellys Portillo.

No siempre estuvo a la vista. Durante décadas, las ventas ambulantes lo mantuvieron oculto. Este aislamiento lo convirtió en un refugio perfecto para muchas personas que habían vivido reprimidas y nunca habían estado en un bar diverso y libre. El Hoyo Bar sobrevivió a terremotos, la pandemia del COVID-19 y a distintas administraciones municipales. Desde las 2 de la tarde hasta la madrugada, ofrecía diversión sin interrupciones. Fue escenario de amores que nacieron y murieron. Fue testigo de amistades nuevas y reencuentros. Sirvió como refugio y símbolo de resistencia para la población LGBTIQA+.  

El 27 de noviembre, la alcaldía capitalina ordenó su cierre, marcando el fin de uno de los primeros espacios seguros para esta población en el centro de San Salvador, y posiblemente en todo el país. Este cierre se enmarca en el desalojo masivo de vendedoras y vendedores ambulantes y el cierre irregular de locales que la administración del partido en el Gobierno, en este caso liderada a nivel municipal por Mario Durán, ha implementado en el Centro Histórico desde 2021. 

Fachada del Bar El Hoyo el miércoles 27 de noviembre cuando fue clausurado. Fotografía: Kellys Portillo.

«Era un lugar diverso, tanto para personas de la comunidad, como para heterosexuales. Era un lugar seguro, donde no había problemas, donde podías convivir. El reordenamiento de San Salvador lo dejó visible y ya llegaban extranjeros, gente heterosexual, que se enamoraba del lugar, del ambiente, de las personas, y que regresaba», describe Willa, una artista drag queen, quien visitó El Hoyo durante 15 años, donde también presentó espectáculos.  

El Hoyo funcionaba en uno de los locales del centro comercial Plaza Central, sobre la Calle Delgado, a una cuadra del Teatro Nacional.  

Willa estuvo en El Hoyo el martes, un día antes de su cierre. Es cercana a la última dueña del bar, quien, por motivos personales, le pidió que actuara como vocera ante periodistas sobre el cierre. Ese día, personal del Cuerpo de Agentes Metropolitanos (CAM) llegó al bar y pidió ver los permisos de funcionamiento. Willa contactó a la dueña por WhatsApp, quien le indicó que informara al mesero que los permisos estaban sobre la cámara refrigerante. Los mostraron al CAM, y los agentes se retiraron. Sin embargo, al día siguiente regresaron. 

De acuerdo con Willa, desde que el gobierno municipal liderado por Durán inició el llamado «reordenamiento» del centro de San Salvador, la alcaldía exigió a la dueña mejorar la infraestructura de El Hoyo. Esto incluía remodelar la cocina, el piso y las bancas. La dueña comenzó a hacer las mejoras de manera gradual debido a los altos costos que implicaban. El permiso de funcionamiento del bar caducaba este mes, explica Willa, pero el acuerdo para remodelar seguía vigente, y la dueña estaba cumpliendo con los plazos establecidos. 

Entre noviembre de 2023 y marzo de 2024, Alharaca consultó al personal de El Hoyo sobre los rumores de su cierre, pero nadie lo confirmó. El miércoles 27 de noviembre, cuando el CAM clausuró el bar, Willa recibió una nota de voz de la dueña. La voz al otro lado lloraba, frustrada, contando lo sucedido. La alcaldía no solo cerró un lugar histórico, sino que dejó sin empleo a seis personas que trabajaban allí. 

Como parte del proceso de gentrificación del Centro Histórico, ese mismo día cerraron 47 negocios nocturnos. En promedio, cada uno empleaba a seis personas, lo que significa que 282 personas y sus familias, quedaron sin percibir ingresos por ese empleo a pocas semanas de las fiestas de fin de año. 

“Decime vos, ¿qué queda si le quitás la historia al Centro? Te van a quedar edificios bonitos y comercio. Pero el panorama, tanto social como político, es bastante incierto. No sabemos, o quizá no queremos ver, que hemos perdido un espacio importante dentro de la diversidad”, lamenta Willa. Entre los bares LGBTIQA+ clausurados, menciona también a Queen y Vintage. 

Willa interpretó «Todos me miran,» de Gloria Trevi, en un performance durante el ritual de despedida del Bar El Hoyo, realizado el 30 de noviembre. Fotografía: Kellys Portillo.

La administración de Durán se ha destacado por restringir los espacios de esparcimiento, tanto públicos como privados. Cada semana, vendedores y vendedoras ambulantes denuncian agresiones del CAM por intentar trabajar en las calles o porque sus ventas fueron desalojadas y ya no fueron reinstaladas. En marzo, la alcaldía prohibió los bailes en la Plaza Libertad, ubicada en el corazón del Centro Histórico. Durán justificó la medida en su cuenta de X, aludiendo a “actos inmorales y desórdenes”.  

El régimen de excepción, implementado por Nayib Bukele desde marzo de 2022, agrava el panorama. Bajo este decreto, que ha llevado a la detención de más de 83,000 personas, organizaciones sociales aseguran que al menos 30,000 arrestos han sido arbitrarios. Oponerse a las medidas municipales puede conllevar riesgos, incluida la detención. 

La alcaldía de San Salvador no respondió a las consultas sobre el cierre de El Hoyo Bar, un patrón común en las administraciones del partido Nuevas Ideas. Mientras tanto, El Hoyo, en un video publicado en su cuenta de TikTok, mostró la performance de protesta realizada el sábado, donde unas 50 personas exigieron su reapertura. La publicación promete que el local volverá a abrir pronto. 

Un hoyo que era un mundo 

El acceso principal de El Hoyo daba a la Calle Delgado. Estaba situado en la primera planta de la Plaza Central. Su diseño incluía un subsuelo que, al descender, creaba la sensación de estar dentro de un hoyo. Sin embargo, la oscuridad se disipaba con las luces de colores que iluminaban el ambiente, siempre lleno de música, baile y algarabía. 

En sus últimos días, la barra estaba ubicada al lado izquierdo de la entrada. Desde allí se podía leer el último eslogan del lugar: “La Leyenda de El Hoyo. Uniendo historias”. Durante su trayectoria, el bar adoptó diferentes nombres, como El Hoyo Pride Bar o Iguana El Hoyo, hasta convertirse en una leyenda que ahora vive en los recuerdos de quienes lo frecuentaron. 

Junto a la barra, una rockola permitía seleccionar canciones por una cora (una moneda de 25 centavos de dólar) cada una, agregando un toque nostálgico al lugar. Las paredes estaban decoradas con recortes de reportajes que documentaban la historia del bar y con fotografías icónicas de la colección El bajo mundo, del reconocido fotoperiodista Francisco Campos. Campos, un referente en el fotoperiodismo salvadoreño, ha capturado la esencia de la vida en el Centro Histórico a través de sus imágenes. 

Entre estas fotografías destacaba un retrato de Karla Avelar, activista trans salvadoreña. En la imagen, Campos la capturó mientras ejercía trabajo sexual en las calles del centro, una realidad a la que muchas mujeres trans se ven forzadas debido a la exclusión sistémica que les niega el acceso a derechos fundamentales como la educación, vivienda, alimentación y empleo, entre otros. Ante amenazas de extorsión por parte de pandillas, Avelar emigró a Suiza, donde solicitó asilo en 2019. 

Las personas que asistieron al ritual de despedida del Bar escribieron carteles y los pegaron en la fachada. Fotografía: Kellys Portillo.

«Pasaba a El Hoyo al tiempo, para hacer algún cuadro fotográfico. Lo visité para tomar fotos. Otras veces llevé a amigos, entre ellos a una cineasta que estaba trabajando un tema relativo a la diversidad sexual», relata Francisco Campos. En una de esas visitas, mientras realizaba un fotorreportaje, Campos escuchó de José Luis Villeda, exadministrador de La Dalia —un bar y billar contiguo a El Hoyo—, que él había sido el fundador de El Hoyo. Aunque no recuerda el año exacto, Campos señala que Villeda, ya fallecido, mencionó que el bar pudo haber sido fundado entre 1972 y 1982. En algún momento, Campos cedió la colección fotográfica El bajo mundo para que Villeda la expusiera en el bar. 

El origen de El Hoyo está envuelto en misterio. Algunos meseros del lugar afirmaban que el bar había sido fundado en los años 80 y que, debido a su privacidad, durante el conflicto armado salvadoreño (1982-1992) se convirtió en un refugio para parejas de la diversidad sexual. Sin embargo, no existen registros bibliográficos ni testimoniales que confirmen la fecha exacta de su apertura ni si siempre operó en el mismo local. 

Amaral Arévalo, investigador de temas LGBTIQA+, señala una fotografía de 2018 publicada en la página de Facebook de El Hoyo que forma parte de su archivo personal. En la imagen se observa un toldo en la entrada del bar, donde se indica que fue fundado en 1990. 

La rockola histórica 

La música en El Hoyo era el alma del lugar. Provenía de una rockola cuyos videoclips se proyectaban en un televisor, animando el ambiente. Tan popular era que a menudo había que esperar hasta una hora para que sonaran las canciones elegidas. Artistas icónicos para la diversidad sexual como Julissa Ventura, Selena Quintanilla, Ana Gabriel, Juan Gabriel, Rocío Dúrcal, Aniceto Molina, Mónica Naranjo, Lady Gaga, Madonna y Britney Spears, eran parte del repertorio indispensable. En esa pista improvisada, ubicada entre las tres hileras de bancas de la primera planta, sus visitantes se transformaban en estrellas por una noche, bajo las miradas curiosas y admirativas de quienes observaban. 

El bar no solo ofrecía precios accesibles en bebidas y comida, sino que también contaba con boquitas que vendedores y vendedoras ambulantes ofrecían en la madrugada, mientras aprovechaban para ser parte de la fiesta. 

«Era como un santuario», dice Carlos, quien descubrió El Hoyo en 2017, tras ser expulsado de su hogar en San Miguel por ser un hombre gay. “Como cuando vas a Esquipulas y tenés que visitar la iglesia y El Cristo Negro, o en México, la Basílica de Guadalupe. Si sos LGBT y venís a San Salvador, tenés que conocer El Hoyo”. Para Carlos, El Hoyo fue un refugio donde nunca sintió el juicio que enfrentaba en otros espacios. Por ello, llevó a su hermano heterosexual para mostrarle el ambiente, siendo esta la primera vez que él presenció abrazos y besos entre parejas del mismo sexo. Además, invitó a amistades de Honduras, República Dominicana, México, Estados Unidos, Luxemburgo y Chile. 

Recuerda las miradas pendientes cuando una persona bajaba las dos gradas y atravesaba la puerta de la entrada, para después del «escaneo» volver a sus cosas: charlar, beber, comer, cantar o bailar.  

Ana María Rivas, escritora bisexual, describe el lugar como un espacio de respiro: «Nadie te iba a juzgar por tener comportamientos cariñosos o románticos con tu pareja o por ligar con personas de tu mismo sexo. Era tranquilo, buena vibe».

Por su parte, A.G., un hombre gay y cliente frecuente, recuerda El Hoyo como un espacio inclusivo donde convergían vendedores ambulantes, artistas y profesionales de diversas áreas. Su primera visita fue para celebrar el estreno de una obra en el Teatro Nacional, en 2017, junto a su elenco. «A diferencia de otros lugares con lineamientos tácitos sobre el comportamiento de los clientes, en El Hoyo era todo lo contrario. Entre más diferente eras, más bienvenido te sentías. Era muy fácil hacer amigos; si llegabas solo, alguien te hablaba, o podías iniciar una conversación tú mismo», rememora. 

Regresar en bus después de la fiesta 

La ubicación estratégica de El Hoyo en el Centro Histórico, junto con sus horarios accesibles para quienes trabajan, lo convertía en un punto de encuentro popular entre semana. Muchas personas acudían tras su jornada laboral y se retiraban entre las 10 p.m. y las 11 p.m. Claudia, exbailarina del Centro Histórico, era una de ellas. Cuando no lograba tomar el último microbús hacia su hogar en un municipio del Área Metropolitana de San Salvador, optaba por un microbús «pirata». Estos vehículos privados operaban después de las 10:30 p.m., ofreciendo transporte a quienes necesitaban regresar a casa y no podían hacerlo antes. Dependiendo de la hora, los precios oscilaban entre uno y dos dólares. 

«El Hoyo era un espacio pequeño, pero agradable», recuerda Claudia. Lo que más valoraba era el respeto de quienes frecuentaban el bar y la posibilidad de programar canciones en la rockola. 

«El cierre y la prohibición de bailar en el Centro Histórico buscan proyectar una imagen de país que dista de la realidad. Ahora le llamo Centro Comercial San Salvador, porque ya no tiene nada de histórico, lo han destruido todo. Cerraron los espacios porque, según ellos, dábamos una mala impresión. Quieren mostrar el Centro a los turistas como si eso representara al país, cuando en realidad hay un alto nivel de desempleo y muchas personas ni siquiera tienen para alimentarse», comenta Claudia. 

Lo que por décadas fue un oasis para la diversidad de personas en El Salvador dejó de existir. RIP El Hoyo Bar. 

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