Soluciones comunitarias

Una casa de y para las mujeres

En el antiguo Hospital Nacional de Suchitoto, un edificio enorme de una planta, ha ocurrido algo fuera de serie: la fundación de "La casa de las mujeres". Mujeres teniendo asambleas, mujeres vendiendo todo tipo de productos, mujeres parteras, campesinas, mujeres haciendo y vendiendo comida deliciosa, mujeres leyendo en su biblioteca. Procesos de organización que datan desde los años ochenta construyeron este espacio donde se viven a diario varias utopías feministas y se sigue luchando por los derechos de las mujeres.

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En Suchitoto se ha creado un espacio de mujeres. Convergen allí sabidurías ancestrales de partos y maternidades, de feminismos, de organización, de testimonios. Entre quienes la ocupan hay parteras a quienes una ley recién aprobada ha dejado sin la posibilidad de ejercer su oficio, y una joven que, tras sobreponerse a la violencia y a un embarazo a muy temprana edad, ahora ilumina el camino para otras. 


Guardianas del nacimiento en el limbo legal  


Patricia, de 59 años, séptima de diez hijos, es una de las fundadoras de la Asociación de Parteras «Rosa Andrade». Camina muchos kilómetros para llegar a la cita de las 10 a.m. en la Casa. Al principio nos observa con desconfianza, pues en nuestro país a las parteras empíricas ya no les está permitido atender a solas fuera de los hospitales, por lo que es, sin duda, un tema delicado.  

Para romper el hielo, le cuento a Patricia que mis dos partos fueron asistidos por parteras, además de una ginecóloga, y le detallo cómo, en una de las ocasiones, las palabras de mi partera empírica me salvaron la vida. El hielo se rompe y su rostro, que estuvo serio al principio, se relaja. Tanto que, semanas después, pudimos asistir a una asamblea de al menos 30 parteras.   

Las anécdotas se suceden y ella nos cuenta cómo la primera vez que atendió un parto fue «por necesidad», el 10 de abril de 1984, porque no había nadie que atendiera a la madre. Su primer bebé recibido ya cumplió 37 años. Se siente «dichosa» porque en su historia de partos nunca tuvo ninguna muerte de madres o bebés, todos «fluyeron por naturaleza», y aunque tuvo que evitar desgarres con lienzos con agua tibia, sortear circulares de cordón y recibir «pescozones» de algunas mamás que en el momento de la verdad se enojaban, considera que lo que sentía al realizar su oficio «no se puede explicar», «es de gran valor» y un «servicio de mujer a mujer». 


Asamblea en La casa de las mujeres, en Suchitioto. Foto por Kellys Portillo.

La asociación está dividida cariñosamente entre las parteras «viejas» y las «nuevas» y algunas de ellas han recibido capacitación del Fondo de Socorro Médico Internacional, pero en El Salvador, la nueva ley «Nacer con cariño» sólo contempla la participación en los alumbramientos de parteras profesionales, aunque en el país no hay una institución que las acredite.  

«Nosotras nos vamos a morir y no tenemos salario», dice Patricia, quien asegura que han perdido la esperanza, pero no las ganas de seguir apoyando a las mujeres. Por eso, siguen trabajando ad honorem, proporcionan educación sexual a mujeres y visitan a las embarazadas para ver cómo avanza el embarazo, dan consejos y apoyo, pero respetan la prohibición y no atienden partos.  

En la asamblea realizada semanas después, las parteras analizaron juntas la ley «Nacer con cariño» y aseguraron que para ellas lo que dice el nombre de la ley siempre fue cumplido, están alegres porque a las embarazadas se les tratará mejor en los hospitales pero proponen reunirse con la primera dama, Gabriela de Bukele, o con los diputados de la bancada oficialista, para plantear que se les tome en cuenta en este nuevo proyecto de atención a la mujer y el parto.  

La generosidad de las parteras es una tradición ancestral. Patricia, Vilma y las demás (muchas de origen y costumbres indígenas y luchadoras sociales desde los ochenta) no nos dejan partir sin regalarnos una humeante sopa de pollo. 


A la asamblea acudieron alrededor de treinta parteras. Foto por Kellys Portillo.

Libros y feminismo después de un embarazo adolescente y la violencia 


Carolina, de 23 años, es la encargada de la biblioteca de la Casa y de las redes sociales de esta. También es periodista y se hizo feminista en 2016 cuando en la institución en la que estudiaba, y gracias a su padre, se enteró que había un programa de becas para madres adolescentes.  

«Lo más difícil, en un primer momento, fueron las críticas. O sea, llegó un momento que yo no lo asumía o no entendía las dimensiones de la maternidad, sino que como la gente siempre te dice ‘estás embarazada’ y era como ‘ay, a los nueve meses se me quita entonces’. Y nunca me puse a pensar que después de nueve meses todo lo que venía», cuenta.  

Para seguir estudiando, trabajaba y llevaba a su hijo de la guardería. La pandemia la invitó a recibir ayuda psicológica porque cuando empezó a pasar más tiempo con su hijo se dio cuenta que no había asumido del todo su maternidad.  

A sus 14 años, la casaron con el hombre que la embarazó, para que este no fuera preso, pero la encerraba y golpeaba, así que un día escapó donde su padre porque se dio cuenta de que su vida estaba en riesgo. «Me iba a matar», nos cuenta. Su padre la recibió y, posteriormente, y gracias a la asesoría jurídica feminista, consiguió recibir la pensión alimenticia de su hijo.  



¿Quiénes forman La Casa de las Mujeres? 


  • Concertación de Mujeres de Suchitoto (CMS) 
  • Asociación para la Defensa y Desarrollo de la Mujer (APDM) 
  • Asociación Cooperativa de Ahorro, Crédito y Aprovisionamiento y Comercialización Abejas Productoras de Suchitoto de R.L. (ACOMAP DE R.L.) 
  • Asociación de Parteras «Rosa Andrade» 
  • Colectiva Feminista para el Desarollo Local (Equipo Norte) 
  • Tototl Yul Tours – Guías turísticas en Suchitoto 

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