América Romualdo: «Si las mujeres exigimos nuestros derechos, un Gobierno no va a poder debilitarnos»

Vilma Laínez | 12/03/2024

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América Romualdo, de 65 años, es coordinadora de la Concertación Feminista Prudencia Ayala o activista de la Concertación, como ella prefiere que la identifiquen. Su contribución a la lucha por los derechos de las mujeres se remonta a la década de los 70 cuando abrazó la convicción de respaldar las transformaciones del país en un contexto de preguerra y de no reproducir la violencia de pareja e intrafamiliar que predominaba en esa época. Es ingeniera eléctrica y abogada de profesión. Se autodefine como una mujer lesbiana y activista feminista.

América Romualdo asegura que, a los 13 años, estaba convencida de que no quería casarse ni tener hijos. Veía cómo las mujeres de su familia y sus vecinas enfrentaban violencia intrafamiliar porque sus parejas les prohibían salir de sus casas. Les prohibían estudiar y tener un empleo remunerado y las obligaban a dedicarse a las labores del hogar y de cuidados no remuneradas.

Estudió la primaria y secundaria en la escuela Maryknoll School, en Santa Ana, entre 1965 y 1974. A los 16 años, en el marco del Año Internacional de la Mujer, proclamado por Naciones Unidas en 1975, se nombró feminista y empezó a organizarse en torno al activismo social e igualdad de género. Se tituló en 1986 como ingeniera eléctrica de la Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas» (UCA) y, en 1995, como abogada de la Universidad de El Salvador. 
 
Su participación en el activismo feminista inició, explica, cuando decidió estudiar una profesión tradicionalmente masculinizada. La motivó el deseo de demostrar lo inteligente que era para las matemáticas, ya que sus padres no le permitieron estudiar navegación ni pesca ni ser pilota aviadora. «A veces a mis compañeros de clases les decía: ‘¿Quieren estudiar conmigo? Entonces hagan esto; si no, no les explico’. Tenía la facilidad para la lógica matemática», recuerda. Ahora se ríe de esas anécdotas. Se autodefine como una mujer tranquila que abraza un feminismo humanista y pacifista. Exhorta a las nuevas generaciones de mujeres a reflexionar sobre el tipo de feminismo que desean practicar, en aras de impulsar cambios significativos en el contexto actual del país. 

Desde la década de los 70, ha optado por forjar su carrera política feminista desde el activismo en lugar de la institucionalidad. Afirma que no tiene fe en las estructuras de los sistemas políticos y está convencida de que los derechos de las mujeres se conquistan a través del activismo social. 


América Romualdo: ingeniera eléctrica y abogada, actualmente colabora en un programa de apoyo a mujeres desplazadas por violencia de género, bajo la dirección de Ormusa. Foto: Kellys Portillo

¿Cuál fue la motivación personal detrás de sus elecciones académicas, considerando que en esa época las carreras que estudió eran más masculinizadas? 


En la parte personal, lo veía como un ego, porque yo quería hacer carreras más como de viajar, navegar. Quería ser pilota aviadora; en un momento quería estudiar navegación y pesca. En esa época, mis padres, por ser mujer, no me lo permitieron porque tenía que irme a La Unión, a los arrecifes. Siempre tuve esa idea de hacer cosas que fueran diferentes. Cuando decidí estudiar Ingeniería Eléctrica, era como para decir: soy lo suficientemente inteligente para hacer una carrera, para demostrar frente a todos los demás mi valía.  


¿Carreras profesionales que eran consideradas para hombres?  


Yo era muy competitiva con los hombres, en el sentido de no dejarme, porque creía en ese mito que uno tenía que ser fuerte para darse a respetar, porque mi familia lo decía, la gente lo decía. Pero es solo un mito, no es real. Hay una serie de contextos que te ponen en desventaja.  

Yo me creía competitiva por mi inteligencia. A veces a mis compañeros de clases les decía: «¿Quiéren estudiar conmigo? Entonces hagan esto; si no, no les explico». Tenía la facilidad para la lógica matemática, eso me permitió desarrollarme más arriba del promedio.  


¿Qué le hizo cambiar su perspectiva sobre ese mito de que las mujeres deben ser fuertes para ser respetadas


Cuando empecé a estudiar el feminismo de los 80, 90, entendí que cuando vos sos la excepción, hacés también las veces de la discriminación. Porque el feminismo de los 70 era más un poco de «ú sola», hacerte notar, de hacerte valer… Eso era un poco lo que te incentivaba a tomar decisiones que no te hicieran obstáculo.  


¿Cómo han cambiado las demandas de los movimientos feministas desde esa época hasta el día de hoy?   


En los 70, tuve el privilegio de estar donde se hablaba bastante de la igualdad de género, pero era más el tema de la democracia, el tema de tener cerrados los espacios de diálogo, era un contexto de preguerra; eso era lo que permeaba mucho en la discusión. Tuve bastante información y formación política. Hacíamos análisis de contexto, de cómo podría apoyar para que el país cambiara. Desde jovencita, recibí cursos de cómo hablar en público y de muchas herramientas para el activismo.  

En los 70, estaba influida por nuestra organización, que se llamaba Hambre y Sed, de pura formación social. Esa organización se fundó solo con hombres, pero después nos permitieron entrar a las hermanas de los hombres. 


¿En qué organizaciones de mujeres ha estado y de cuáles ha sido fundadora?  


He sido fundadora de espacios más que de instituciones. De Las Dignas, soy socia, pero no soy fundadora, porque ellas vienen de un proceso de la guerra, con la RN (Resistencia Nacional, una de las corganizaciones que conformaron el FMLN).  

Entro a Las Dignas cuando ya hay una reestructuración en el 94, donde deciden cómo fortalecer la visión feminista de la organización. Antes de eso, había estado trabajando con CEMUJER, entre el 93 y principios del 94. Empecé a apoyar en montar un programa en CEMUJER, pero ellas ya se habían fundado. Sí participé en fundaciones de espacios como el Comité 25 de Noviembre, de la Concertación Prudencia Ayala. Fui parte de otras juntas directivas y socia como Flor de Piedra, en un momento fui presidenta de esta Asociación porque teníamos una estrategia de legalizarla. También fui parte de Entre Amigos.  


¿Usted participó en la formulación de la Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencia hacia las Mujeres (LEIV)?  


Vengo dándole seguimiento a las reformas legales en materia de género desde principios de los 90. Hice propuestas para las madres demandantes. En ese sentido, he participado casi en todo el diseño legislativo, bajo la inspiración de Alda Facio (jurista feminista, escritora y docente) y Evangelina García Prince (socióloga, antropóloga y activista feminista).   

Estuve en la coordinación, más que todo, de la LEIV desde la Concertación cuando la retomamos  a partir del 2008. Habíamos hecho un análisis de cuántos decretos se habían introducido y no habían sido aprobados. Empezamos a hacer un esfuerzo de hacer una ley que tratara de cubrir todo eso. Tomamos un acuerdo:  la LEIV iba a ser abanderada desde la Red Fem y la LIE (Ley de Igualdad, Equidad y Erradicación de la Discriminación contra las Mujeres) desde la Concertación. 


Usted fue por más de cuatro años directora de Las Dignas, ¿en qué se diferencia el trabajo que realiza ahora desde la Concertación con el que hacía en Las Dignas? 


En la Concertación, son varias organizaciones, se hacen acuerdos en conjunto. La Concertación Feminista no es una estructura institucional, es un espacio de articulación. Cuando se fundó, yo era feminista independiente. Como siempre, he estado en la coordinación, tengo más cara pública desde la Concertación, que este año vamos a cumplir 20 años. 


A parte del trabajo en la Concertación, ¿en qué otras actividades participa en estos momentos? 


Estoy trabajando en un programa de atención a mujeres que han tenido desplazamientos forzados por violencia de género. Es lo que estoy haciendo como trabajo en Ormusa. 


En el contexto actual, dada su experiencia en el activismo feminista de más de cinco décadas, ¿qué lectura hace sobre esos esfuerzos que hicieron posible muchos derechos de las mujeres? 


La situación para el activismo, como tal, es difícil. Es especialmente difícil el tema de la institucionalidad de las organizaciones, por el control. Eso marca unos límites importantes que los hemos venido discutiendo: qué estrategias hay que generar, porque hay una percepción en la población como que las cosas se han resuelto, pero realmente los problemas están ahí, especialmente en derechos de las mujeres. 


¿Cuál es la situación ahora, entonces? 


Vemos un estancamiento de la participación política que han tenido las mujeres. Los resultados electorales se han mantenido. Aprovechamos para seguir evidenciando cuáles son nuestras demandas para que eso mejore. 


¿No observa ni retrocesos ni avances, sino más bien un estancamiento en la participación de las mujeres en la política? 


En diputación, (la Asamblea Legislativa) quedó el 35 % de mujeres, que es lo mínimo que da la ley. En alcaldías, el 12 % de mujeres, que es más o menos lo que ha venido pasando entre 10 y 12 %, históricamente. No se ve que avance la participación política de la mujer. El único dato que tengo y que superó el 50 % sería el Parlacen. 


Por cierto en estas elecciones, en la Asamblea Legislativa, no habrá participación de la izquierda, ¿cómo cree que puede impactar esto en materia de derecho de las mujeres y justicia social? 


Nosotras eso lo hacemos a posteriori. No decimos: «Esto van a hacer». Ya, sobre la base de los hechos, nosotras nos pronunciamos.  


El Gobierno de Nayib Bukele ha decidido quitar la inclusión del lenguaje de género en ministerios como el de Educación y Salud, ¿cómo cree que esto puede impactar en la población de la diversidad? 


Este Gobierno tiene la particularidad de meter cosas en Twitter (ahora red social X) para que tú reacciones,  a mí no me gusta reaccionar a eso porque después eso te puede perjudicar. 

Lo que nosotras hacemos es averiguar, hablar con actores que creemos que son importantes y manifestarles cuáles son nuestras opiniones, no tanto contestar públicamente a los funcionarios. Hay acuerdos internacionales que no son tan fáciles de mover.  


¿Por ejemplo? 


[El gobierno salvadoreño] tendría que salirse del Sistema de Naciones Unidas si quiere hacer todo eso [prohibir el lenguaje inclusivo]. Esa discusión sobre la ideología de género tiene que ver con un grupo que es muy crítico al Sistema de Naciones Unidas, lo que ellos impulsan. Entonces, estamos viendo cómo se sustenta.  


¿Considera que la violencia institucional hacia las mujeres siempre ha existido? 


Sí, y se ha hecho poco para evitarla. Nosotras estuvimos dando seguimiento a la aplicación de la LIE con un observatorio, de cómo se estaba implementando la Ley de Igualdad, especialmente en todo lo que tiene que ver con evitar la discriminación y se ha invertido muy poco. Sentimos que falta bastante conciencia social de que es importante.  


¿Cómo cree que deben ser las resistencias feministas en el contexto del país en el que estamos? 


Creo que cuando las cosas se ponen más difíciles, surgen más posibilidades de actuación que cuando están estables. La clave es emplear estrategias distintas, no las setenteras, sino enfoques que se relacionen más con la información, con hacer una narrativa que no sea panfletaria, sino que conecte con la gente. Esto es algo que este Gobierno ha logrado. Nosotras tenemos que prepararnos para el cambio. 


América Romualdo, de 65 años, es coordinadora de la Concertación Feminista Prudencia Ayala. Foto: Kellys Portillo

¿Cómo hacerlo? 


Es importante como feministas que entremos a reflexionar nuestro debate feminista, nuestro posicionamiento. Si tú me preguntas, qué clase de feminista soy, te puedo decir qué clase de feminista soy: Yo soy más feminista de la línea de Simeone Beauvoir, más existencialista. No soy socialista, nunca lo fui y nunca lo voy hacer. Ser feminista no es hacer cosas, es pensar cosas. Esa es mi posición y siento que es eso, de vernos más, de reflexionar más en qué creemos, en qué cambios creemos y en cuáles vamos a estar de acuerdo y en cuáles no.  

Yo veo que las mujeres salvadoreñas han avanzado más en reconocer sus propios derechos, eso me parece que puede ser el mejor logro posible, porque son las mujeres las que tienen que exigir. Parte de la campaña es eso: tenemos que seguir exigiendo nuestros derechos, porque si las mujeres logramos exigir nuestros derechos, un Gobierno no va a poder debilitarnos. 

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