Democracia

Antonio Pacheco: “Nos han violentado nuestros derechos, pero la verdad se ha impuesto” 

Antonio Pacheco es el director ejecutivo de la Asociación para el Desarrollo Económico y Social Santa Marta (ADES) y uno de los cinco ambientalistas de Cabañas liberados el viernes por el Tribunal de Sentencia de Sensuntepeque. Fueron acusados por la Fiscalía General de la República del homicidio de María Inés Alvarenga, ocurrido en agosto de 1989, y de asociaciones ilícitas durante el conflicto armado. En esta entrevista, afirma que sus detenciones responden a motivaciones políticas relacionadas con la reactivación de la minería metálica en Cabañas.

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Fotos cortesía: Esmeralda Ramos/ Foro Nacional de Salud 

Antonio Pacheco, de 64 años, es un hombre sereno y precavido. Esta actitud le ayudó a mantener la calma durante los días de encierro que duró el juicio por el caso de María Inés Alvarenga. Ella era una mujer de Santa Marta que fue privada de libertad y asesinada en agosto de 1989, durante el conflicto armado. Ocho personas estaban acusadas por este caso, cinco de ellas de Santa Marta, incluido Pacheco. Él ha dedicado más de 30 años al trabajo comunitario y rural en Cabañas, San Vicente y Cuscatlán. Por eso, el caso se conoce como el de los cinco ambientalistas de Cabañas o los cinco líderes de Santa Marta. “Siempre tuvimos conciencia de que esto tarde o temprano se iba a aclarar”. 

Todos los absueltos son exguerrilleros del FMLN que formaron parte de la Resistencia Nacional (RN). Tras 35 años, la Fiscalía General de la República los acusó del homicidio de María Inés Alvarenga por supuesta colaboración con el ejército y de asociaciones ilícitas. 

La asociación que dirige, ADES Santa Marta, fue pionera en la lucha contra la explotación de la minería metálica en Cabañas. Esta lucha duró más de 10 años y culminó en 2017 con la aprobación de una Ley de Prohibición de la Minería Metálica en El Salvador. 

Pacheco está convencido de que su detención y la de sus compañeros responde a intereses políticos. Estos intereses buscan detener las luchas comunitarias contra la explotación de recursos naturales. Asegura que ADES ha seguido los ofrecimientos de desarrollo y trabajo que hacen personas extranjeras en comunidades de Cabañas a cambio de alquilar sus tierras. “Por el papel que se ha jugado en la lucha contra la minería anteriormente, me ubican como que he participado y tengo un papel en eso. Sin embargo, no he sido el único. Hay muchísima gente en este país que adoptó una postura similar a la que yo tenía, pero con alguien lo tenían que cargar”. 

Tras ser absuelto de todos los delitos, afirma que continuará su trabajo territorial para acompañar las luchas de las comunidades contra los proyectos extractivistas. 

¿Qué lectura hace usted sobre este proceso judicial que duró más de 22 meses? 

Desde el principio, sentimos que había una intención en nuestra contra, aunque estábamos seguros de que no teníamos nada que ver con lo que se nos acusaba. Por eso, no mostramos resistencia; sabíamos que no teníamos nada que esconder y que, eventualmente, todo se aclararía. Tuvimos que estar preparados para enfrentar las difíciles condiciones que implicaba el proceso. Esta fue mi primera experiencia en prisión, así que no sabía qué esperar, pero mantuvimos la predisposición para enfrentar los desafíos y superar esas circunstancias complejas. A pesar de todo, hemos logrado salir adelante. 

Fue un caso muy comentado a nivel nacional e internacional. ¿Qué opina sobre la movilización de distintos sectores? 

Estamos profundamente agradecidos con todas las personas que nos apoyaron, tanto dentro como fuera del país. Agradecemos a las comunidades religiosas de diversas denominaciones, a las organizaciones sociales, indígenas, y a las universidades y centros de investigación que se unieron a nuestra causa. También estamos agradecidos con las entidades diplomáticas que siguieron el caso. 

Durante todo este tiempo, estábamos totalmente aislados y no teníamos comunicación. Sin embargo, sentimos que los ruegos y peticiones de la gente llegaban a nosotros de diferentes maneras. 

Durante la vista pública, ¿pudieron escuchar los pedidos de justicia de las personas que estaban afuera del Juzgado de Sentencia de Sensuntepeque, que gritaban consignas y cantaban? 

Francamente, no escuchábamos nada porque estábamos aislados. Sin embargo, sentíamos que nadie estaba de brazos cruzados. Había lucha y creíamos que, al final, la verdad se impondría sobre la mentira, y así fue. Nos acusaron de algo que no hicimos y se violentaron nuestros derechos. Al final, el sentido común y el apego a la ley del Tribunal de Sentencia permitió una resolución que nos dejó en libertad. Esta experiencia nos deja una gran lección para el futuro. 

Los seis detenidos parecían bien unidos. 

Había una gran unidad, un bloque. La unidad justamente se debe a que no somos culpables, no tenemos nada que ver en el asunto. Hay toda una intencionalidad política detrás de esto y era necesario mantener la calma, mantener la tranquilidad, mantener la fe inquebrantable de que esto se iba a resolver tarde o temprano.  

¿Hubo un líder dentro del grupo que dijera que había que mantener la calma? 

Sí, definitivamente. En esas condiciones horribles, la gente sufre y enfrenta depresión, lo cual es normal día tras día. Era importante hablar no solo con nuestros compañeros, sino también con otras personas que, agobiadas por el sufrimiento, se acercaban para hablar. Era necesario darles ánimo y apoyo. 

¿Cómo le hizo para mantenerse inquebrantable durante estos 22 meses que duró el proceso y que la decisión podría ser otra? 

Te voy a contar una anécdota. Una vez estaba sentado en el corredor [de la cárcel], junto a un hombre mayor. Había prisioneros de hasta 90 años, para que tengas una idea. Esa mañana, mientras tomábamos un poco de sol, me preguntó: “Mire, usted parece que no está preso”. Yo le respondí: “¿Por qué dice eso?”. Él me dijo: “Es que lo veo tranquilo”. Le expliqué que aquí me tienen por algo que no hice. Por eso, trato de mantenerme así de tranquilo; de lo contrario, uno mismo se mata. 

Ustedes fueron detenidos la madrugada del 11 de enero de 2023 y el 5 de septiembre de ese mismo año puestos en arresto domiciliario. ¿Antes de eso, en qué lugares estuvieron recluidos? 

Estuvimos en la DAN (División Antinarcóticos) una semana. Luego, desde el 19 de enero hasta el 7 de marzo, estuvimos en el Centro Judicial de Soyapango. Después, nos trasladaron a Ilopango, donde permanecimos hasta el 7 de mayo. Finalmente, del 7 de mayo al 5 de septiembre de 2023, estuvimos en el “Penalón”. Una semana después de llegar a Ilopango, se llevaron a Saúl y a Fidel. 

Durante la vista pública, las organizaciones sociales denunciaron que el trato hacia usted y Saúl era diferente. Afirmaron que los agentes policiales que los trasladaban los maltrataban. 

Había presión y lineamientos del alto mando policial, y no cabe duda de que la fiscalía también quería que nos sintiéramos mal. 

¿Por qué cree que había lineamientos? 

Sabiendo el nivel de conocimiento sobre nuestro caso, no es racional que un soldado, un policía o un agente actúe de esa manera sin instrucciones. Para que actúen así, deben recibir órdenes de alguien de mayor rango. Por eso, responsabilizamos a la jefatura superior por esos tratos que buscaban hacernos sentir mal. 

Afuera se decía que este juicio estaba dirigido a usted por su trabajo en ADES. ¿Qué piensa de esas afirmaciones? 

Por mi papel en la lucha contra la minería, me consideran un participante clave, pero no soy el único. Muchas personas en este país han adoptado una postura similar. Alguien tenía que ser señalado. 

Entre 2019 y 2022, las empresas mineras, como Pacific Rim, no se retiraron; se ocultaron y continuaron con sus planes. Siguieron moviéndose en lugares de interés, como La Unión, Cabañas y Chalatenango, de manera silenciosa y sin hacer ruido. De repente, aparecieron en Cabañas unos supuestos peruanos. 

¿Cómo lo saben? 

Comenzamos a hablar sobre esto sin hacer mucho ruido. Los hombres que llegaron habían sido enviados con anticipación para dividir a las comunidades, pero no pudieron completar su misión. En Cabañas y el norte del país, hay mucha resistencia a estos proyectos porque amenazan sus medios de vida. Los ganaderos, campesinos y pescadores no los quieren, ya que la contaminación del agua arruinaría sus recursos. 

El Estado salvadoreño no está preparado para manejar una industria así. Al entregar su patrimonio natural a empresas extranjeras, se arriesga a que estas actúen de manera irresponsable. Ellas realizarán la explotación y, al no haber experiencia ni institucionalidad, impondrán su visión, se llevarán el oro y dejarán solo contaminación. 

¿Cree usted que este Gobierno podría revertir la prohibición de la minería debido a la falta de liquidez? 

Por supuesto. Hay interés en que eso suceda. Estas personas llegan a las comunidades para comprar propiedades en áreas mineras y dicen que quieren invertir para el desarrollo, pero en realidad buscan dividir a la gente para destruir la resistencia. Es fácil deducir que hay interés que el Gobierno no quiera dar la cara. 

Tenemos información de que estos señores [peruanos] se presentan como benefactores, afirmando que quieren ayudar a la gente y sacarla de la pobreza, pero no tienen buenas intenciones. Hubo una investigación de casi un año y medio con periodistas de Honduras, Perú y El Salvador que respalda esto. 

Sí ese es el trasfondo, ¿por qué capturarlos y acusarlos de un hecho registrado en la guerra que ya ha prescrito? 

Ese es el montaje. Había que adornar la acusación. De los ocho demandados, tres [Arturo Serrano, Fidel Recinos y José Eduardo Sancho] no teníamos relación desde hace tiempo. Si solo hubieran ido contra mí, habría sido menos creíble. 

¿Qué sigue para usted después de haber sido absuelto y de pasar más de 22 meses fuera de ADES? 

Es difícil tener una perspectiva de observador cuando hay problemas económicos. La verdad es que cuando hay problemas, la sensibilidad que uno ha desarrollado lo hace estar al lado de los que sufren. Esto fue lo que nos impulsó a acompañar a la gente de las comunidades afectadas por la minería. No fue un capricho nuestro ni fue una invención nuestra. Nos involucramos porque la gente nos pidió acompañamiento.  

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