Mónica Hernández tiene desde hace 4 años un puesto de venta de refrescos naturales, gaseosas y golosinas sobre la 4ta avenida sur en el centro de San Salvador, frente al ex Cine Metro. Ella abre su negocio a las 8:30 a.m., pero este miércoles lo abrió una hora más tarde de lo usual porque la ciudad amaneció bajo una fuerte lluvia y tuvo que esperar a que mejorara el clima. Antes tuvo que pasar por el mercado La Tiendona para abastecerse, como la gran mayoría de comerciantes informales de la capital.
El 7 de septiembre de 2021 entró en vigencia la Ley Bitcoin. Fue aprobada con dispensa de trámite, es decir sin discusión previa, por la Asamblea Legislativa conformada en su mayoría por diputadxs del partido Nuevas Ideas, el partido oficialista. La iniciativa fue presentada por el presidente Nayib Bukele a través del Ministerio de Economía. En tan solo 16 artículos, la ley establece al bitcóin como moneda de curso legal. La economía salvadoreña no está ya solamente dolarizada, sino también bitcoinizada.
Desde el martes, las personas salvadoreñas mayores de 18 años podrían recibir los treinta dólares que el presidente Bukele ofreció a quienes instalaran y se registraran en la aplicación Chivo Wallet, la billetera virtual del Gobierno para hacer transacciones con bitcóin, como una estrategia para motivar su uso.
La empresa dueña de esta billetera ha sido creada con fondos públicos y con fondos públicos líquidos (préstamo), lo cual resulta peligroso para una economía altamente endeudada. Al frente de la empresa, según han publicado varios medios esta semana, están funcionarios del actual gobierno, entre ellos, Carolina Recinos, comisionada presidencial de Gabinete de Gobierno.
Bukele anunció a través de su cuenta de Twitter que fueron adquiridos 400 bitcoins, cuyo precio en el mercado de criptomonedas, en tan solo un par de horas luego de la entrada en vigencia de la ley, cayó hasta un 17 %. Es decir, El Salvador perdió al menos 2 millones de dólares en un par de horas.
Según la Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples (EHPM) de 2020, 1 de cada 2 personas de la población salvadoreña empleada se encuentra dentro del sector informal. O sea, aproximadamente 825,712 personas realizan actividades económicas que no están reguladas por la ley: tienen mayor dificultad para acceder al sistema de protección social (seguro social y sistema de pensiones), su actividad no se registra en el Sistema de Cuentas Nacionales, tienen horarios laborales desregulados, entre otras dificultades.
Una de las actividades económicas del sector informal más visible es el comercio informal o venta callejera. Miles de personas salen todos los días a ofrecer productos que adquieren en tiendas de venta al mayoreo (La Tiendona es una) para revenderlas con un pequeño margen de ganancia.
De ese porcentaje de personas empleadas en el sector informal, 48.14 % son mujeres.
Mónica es una pequeñísima parte de ese porcentaje. Con tranquilidad y una sonrisa en la cara dice que el bitcóin no va a beneficiar a nadie, mucho menos a ella y a su negocio de jugos.
—Todos ellos salieron a marchar ayer —me cuenta, mientras señala a una fila de hombres que descansa sobre una banca en la acera detrás de la fachada de su puesto. —Todos ellos son vendedores de acá, zapateros, motoristas, vendedores. Aquí es raro que alguien esté de acuerdo con el bitcóin —añade.
—El presidente la cagó. Esa moneda es para la gente rica, no para gente como nosotros —comenta un ayudante del negocio.
El mismo martes que entró en vigor la ley, cientos de personas se organizaron en grupos que salieron de diferentes puntos de la capital para marchar en contra de recientes medidas adoptadas por el Gobierno. La decisión de jubilar a la fuerza a jueces que sobrepasen los 60 años de edad, la resolución de la Sala de lo Constitucional que habilita la reelección presidencial de forma sucesiva, la negligencia del Estado frente a víctimas de feminicidio y desapariciones y, por supuesto, la Ley Bitcoin.
“Perder dos dólares aquí es un crimen”
—¡Es una cosa increíble que seamos nosotros los que tenemos que rebuscarnos por la información y que el Gobierno no se haya acercado a los sectores a explicar a través de alguna institución! —se queja Pedro Julio Hernández, presidente de la Asociación de Vendedores del Predio Ex-Biblioteca.
Sentado en su despacho, ubicado en una biblioteca comunal dentro de uno de los edificios del Mercado Central, dice que varios líderes de gremios del sector informal como el suyo han pedido ayuda de instituciones no gubernamentales. Según él, la única institución que los ha apoyado para el caso es la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA).
Pedro Julio está molesto y decepcionado. Entre risas sarcásticas y gestos eufóricos, comenta que le parece increíble esta decisión de política monetaria del Gobierno. Aunque no tan increíble, aclara, porque cree que la verdadera intención del Gobierno es favorecer a grupos económicos de élite.
—Siendo este un Gobierno altamente tecnológico y que maneja muy bien la publicidad, la propaganda y las redes sociales…, por primera vez creo que ha metido las patas. ¿Cómo un Gobierno que maneja tan bien las redes no ha sabido comunicar lo que pasa? —dice, mientras señala hacia la calle contigua a su despacho en la que las aceras son intransitables, porque están ocupadas por decenas de locales de comercio informal.
Y, en efecto, la popularidad del Gobierno de Bukele ha disminuido en los últimos meses. Según la más reciente encuesta sobre coyuntura nacional del Instituto Universitario de Opinión Pública de la UCA, la calificación que ha recibido el presidente es de 7.64, a diferencia del 8.37 que recibía nueve meses atrás, en diciembre de 2020. El estudio detalla que la ciudadanía desaprueba la gestión de la actual Asamblea Legislativa, a quienes se considera como meros ejecutores de las decisiones de la presidencia de la República. La desaprobación, además, está directamente relacionada con la implementación del bitcóin.
La encuesta, publicada cinco días antes de la entrada en vigor del bitcóin, arrojó que 7 de cada 10 salvadoreños rechazaban el uso de este.
En la calle este rechazo se hace más visible, audible. Pedro Julio dice que el gremio de vendedores que se ha animado a instalar la aplicación Chivo Wallet lo ha hecho nada más por el incentivo del bono de treinta dólares. Más allá de eso, dice, nadie sabe muy bien siquiera qué es el bitcóin, ni mucho menos cómo funciona. Añade que con lo poco o nada que sabe el gremio, sí tienen la noción de que no les conviene usarla.
—¿Usted ve factible que la gente esté cobrando con el celular en la calle? La mayoría de nuestra gente viaja en bus. ¿Se imaginan esas colas en una parada de buses en Soyapango, la gente pagando con Chivo Wallet? —responde con una pregunta retórica.
—Le están pagando a esa gente, si no me equivoco, 35 dólares diarios por andar promocionando el Bitcoin —cuenta, haciendo referencia a lxs agentes que visten camisas, chalecos y gorras con el logo de Chivo Wallet y que caminan por todo el mercado tratando de convencer a las personas que instalen la aplicación y se registren al sistema. —No sé si ustedes recuerdan el tema del Sitramss. Compraron unos panelitos Subes y venían a decirle a la gente ‘mire, vendan las tarjetas de Subes porque ese es el transporte del futuro y les vamos a dar tanto por venderlas’. Un montón de gente agarró tarjetas, y ahí las tienen guardadas porque el Sitramss fue un fracaso —cuenta, haciendo referencia al intento de modernización del sistema de transporte público que llevó a cabo el gobierno del FMLN de Salvador Sánchez Cerén, para ilustrar que la iniciativa de fomentar la criptomoneda con promotores no le parece novedosa
Él opina que, con la volatilidad de la moneda en el mercado, solamente las personas “a las que les sobra un millón de dólares” podrían lucrarse del negocio especulativo de las criptomonedas. El resto, como él, creen que no pueden darse ese lujo. “Perder dos dólares aquí es un crimen. Es el desayuno de los cipotes”, dice.
“No entiendo de dónde salen esos treinta dólares. Si los uso, ¿los voy a tener que pagar después?”
Al igual que Pedro Julio, Guadalupe también está convencida de que la gente solo quiere aceptar el bitcóin por los treinta dólares que ha dado el gobierno por instalar y registrarse en la billetera Chivo.
Guadalupe tiene 20 años de trabajar como comerciante informal. Vende zapatos nuevos de cachada, calificativo con el que popularmente se llama a las mercancías obtenidas de robos a furgones que las transportan y que luego pueden revenderse a precios muy bajos. No es la primera vez que vive un cambio de moneda.
—Con el dólar nos costó bastante —cuenta. —Porque si nos daban un billete de a 10 [colones] teníamos que ir al banco a cambiarlo por un dólar y algo más porque valía 8.75 colones el dólar. Era perder tiempo, nos costó bastante y tampoco entendíamos en ese entonces —cuenta.
Al dolarizar la economía, en 2001, el Gobierno del presidente Francisco Flores, quien llegó a la presidencia bajo la bandera del partido Arena, tampoco consultó a la población sobre esta decisión.
—Yo no sé, no entiendo. Esos treinta dólares, si los gasto en el súper, después ¿los voy a tener que pagar? ¿Los quedo debiendo? No entiendo —añade Guadalupe.
Su preocupación no está del todo alejada de la realidad. El Gobierno ha intentado vender el discurso de que el crédito de treinta dólares en bitcóin, ofrecidos por instalar y registrarse en la aplicación, son un “regalo”. Pero el bono ha sido financiado con deuda externa. Según especialistas, esa deuda probablemente la pagaremos cara.
“Nosotros no teníamos trabajo y de parte de la Alcaldía nos avisaron para ser promotores de Chivo”
No fue solamente Pedro Julio quien recordaría lo ocurrido hace siete años con el fracaso del Sitramss. Romeo Rodríguez Herrera, ministro de Obras Públicas y Transporte, dijo en una entrevista matutina televisiva que “en lugar de poner a los equipos de seguridad a combatir la delincuencia, pusieron a cuidar la infraestructura privada, en las áreas privadas de una empresa privada”, refiriéndose a las cabinas de Subes, el Sistema Único de Boleto Electrónico, empresa privada contratada por el Gobierno del FMLN que administraba la operación del Sitramss.
Pero esto es exactamente lo que ocurre ahora con las cabinas de Chivo Wallet. En algunas de ellas, el panorama de dos o hasta tres militares cuidando las instalaciones ya se hizo común.
Desde temprano en la mañana del martes era posible ver a personas de todas las edades vistiendo camisetas con el logo de Chivo alrededor de los puestos de vendedorxs y en las principales plazas del centro histórico capitalino. Eran promotores de la aplicación Chivo Wallet. Según Mónica, Pedro Julio y Guadalupe, a estos promotores les pagan por cada persona persuadida a instalar la aplicación y registrarse en el sistema.
Dos promotoras jóvenes están paradas bajo el sol abrasador de mediodía frente a la Catedral de San Salvador. Ellas dicen que nadie les está pagando por su trabajo. “Es como un voluntariado lo que hacemos”, responde una de ellas. “Así como el Gobierno nos está ayudando, así ayudamos nosotras. No podemos dar más información”, respondieron incómodas ante la pregunta de quién las había enviado y si les estaban pagando.
Otra promotora dio otra versión. “Somos personas que estábamos sin trabajo y por parte de la Alcaldía nos avisaron. El pago es por comisión, pero no nos han dicho de cuánto es esa comisión, al final del mes nos van a decir”, dijo.
El trabajo de una promotora de Chivo consiste en acercarse a peatones que circulan por el centro. Primero preguntan si ya han instalado la aplicación Chivo Wallet. Si la respuesta es no, proceden a explicar que se están perdiendo de treinta dólares que ha dado el Gobierno. Luego, detallan las facilidades para recibir remesas por medio de bitcóin. Es hasta ese punto donde revelan que los treinta dólares solo pueden ser gastados en comercios “autorizados”: Súper Selectos, Pollo Campero, Dollar City, Farmacia San Nicolás, Banco Cuscatlán y Tigo. Además, el usuario tendrá que esperar para cambiar los bitcoines a dólares (aunque no explican que la dotación inicial sí puede ser canjeada por dólares si se transfieren a la billetera Chivo de otra persona).
Un cuarto promotor dice que aún no es posible hacer ninguna transacción con esos treinta dólares. Otro más especifica que solo se puede hacer en teléfonos de la marca china Huawei. Las versiones se contradicen unas con otras.
Durante la mañana del 7 de septiembre, en redes sociales algunas personas que habían logrado descargar la aplicación se quejaban ya que su billetera no reflejaba los treinta dólares, sino menos. La volatilidad del valor del bitcóin y la caída del 17 % de un día no formaba parte de las explicaciones de los promotores.
En la Alcaldía de San Salvador, una mujer con camisa Chivo se ubica afuera de uno de los 200 cajeros Chivo que hay en el país. Dijo que en efecto la empresa está recibiendo currículums para aplicar a una plaza de promotor, pero que desconocía cuánto están pagando, o cómo es el pago. Para aplicar a la plaza es necesario ir hasta una cabina ubicada en monumento a El Salvador del Mundo, agregó.
El Gobierno no ha explicado hasta ahora la relación de la Alcaldía de San Salvador con la entrada en vigencia de la Ley bitcóin, ni por qué tendría que ser intermediaria en la contratación de los promotores.
“Mi ganancia de hoy es… cero”
Un vendedor de dulces ha colocado sobre una carretilla de supermercado una caja de madera donde almacena su mercancía. Una calcomanía adorna su caja: es el símbolo de bitcóin, pero tachado con una línea roja. No es el único que la tiene. En varios locales de venta hay páginas de papel colgadas con ese mismo símbolo impreso, pero además han añadido la frase “no al bitcóin”. Las mujeres bromean y cambian de lugar la impresión. “Espéreme, aquí en la fruta la voy a poner”, dice, esperando a que tomemos una fotografía.
El vendedor de dulces es un hombre de la tercera edad. “Si el Gobierno me regalara un celular vergón como los que andan ellos, claro que aceptara el bitcóin. Pero por ahora no”.
El martes en la noche, después de largas horas de quejas y fallos técnicos, el presidente Bukele hizo una admisión tácita de esos problemas, al publicar en su cuenta de Twitter que desconectarían la aplicación para resolver los fallos y que la descarga sería gradual para abarcar los distintos modelos de teléfono. Durante el día, únicamente aparatos de alta gama habían triunfado en la descarga.
El vendedor de dulces explicó que, en el mejor día de ventas, llegaba a ganar hasta $4. Pero la billetera del Gobierno no acepta transacciones con bitcóin menores a $5. Para vendedores informales como él, no es que el uso del bitcóin como moneda no sea conveniente. Es que es imposible.
Pedro Julio resumía en una frase el descontento extendido en el sector informal: “Sin querer queriéndolo, el rechazo más grande que puede haber [contra el uso del bitcóin] es precisamente seguir vendiendo y comprando en dólares”.
Texto por Marcela Trejo
Fotografías por Kellys Portillo
Reporteo por Marcela Trejo y Kellys Portillo
Edición: Suchit Chávez