Escuchá el episodio 1
Este episodio es parte del proyecto «Ciudad Perdida: el funeral de monseño Romero«, que fue diseñado originalmente como un recorrido en audio geolocalizado. Es decir, son audios que están pensados para que los escuchés en lugares específicos que están conectados a los eventos que narran.
Para hacerlo lo más accesible posible también lo estamos publicando como mapa virtual, como un podcast, y sus respectivas transcripciones.
Por ello, a veces los audios te darán indicaciones hacia dónde debes dirigir tu mirada. En esos momentos, si no estás en el centro histórico de San Salvador, observa las fotografías en el mapa, recuerda visitas pasadas o imagínate el lugar. Te recomendamos utilizar audífonos y buscar un lugar con pocos ruidos.
Leé la transcripción del episodio
Narradora: De casualidad, porque un cura de otra iglesia no aceptó mi catecismo alternativo, hice mi primera comunión en la Capilla La Divina Providencia. En ese momento no entendí lo que ese lugar custodiaba dentro de sí. Ahora, 20 años después, cuando ya ni siquiera soy creyente, resguardo ese hilo como un tesoro del pasado.
Monseñor Romero fue asesinado en esa capilla el 24 de marzo de 1980. Seis días después, en su funeral, la multitud fue recibida con bombas y disparos. Alrededor de 40 personas murieron y 200 terminaron heridas. Estas son algunas de sus historias.
¿Realmente no son mis recuerdos si me persiguen como fantasmas que no descansan hasta que los arranco del pasado?
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Patricia Morales tenía 17 años y estaba en último año de bachillerato en el Colegio Sagrado Corazón. Durante el funeral de Monseñor Romero salió corriendo desde la plaza Barrios, se pegó a la pared del Teatro Nacional, hasta llegar aquí a la plaza Morazán.
Patricia Morales: Yo no sé ni cómo desde el caballo llegué hasta esa esquina, porque esa parte no tengo memoria en absoluto, cómo llegué de allí hasta el otro lado. Lo que sí sé es que estando en la esquina de Goldtree, sí me sentía casi que me sentía como que fuera invisible, porque yo sentía como que veía pasar como en una película toda la estampida.
8 días antes, el sábado 22 de marzo de 1980, ella y su familia fueron a una boda en la Capilla la Divina Providencia.
Al terminar la ceremonia, vio que en uno de los jardines caminaba Monseñor Romero.
Patricia Morales: Y entonces fue una cosa así como, igh, ahí está. Es como que será, no será así. O sea, ver esa imagen estaba vestido de blanco… Lo admirábamos…
Era una adolescente, pero se daba cuenta de lo que pasaba.
Patricia Morales: Desde 1977 hasta 1980 fue como una acumulación de de eventos bastante duros de comprender, de procesar para una adolescente en ese tiempo. Pues en el 77 cumplí los 15 años, ¿verdad? Y recuerdo claramente la noticia del asesinato del padre Grande, por ejemplo. O sea, desde allí es donde yo siento que tengo conciencia de de cómo las cosas estaban, de qué era lo que estaba sucediendo en el país y que era como un como fuese una situación, una situación bastante, bastante difícil.
Los asesinatos de personas religiosas la impactaron. Además, veía el efecto que tenían sobre las personas adultas que la rodeaban.
Patricia Morales: Algo que a mí me impactaba era darme cuenta que había gente que se alegraba con esto.
El ambiente era tan polarizado que actos de solidaridad eran controversiales.
Patricia Morales: Llegaron estas personas desplazadas de cantones donde había mucha represión. Lo que llegaron ellos a mi colegio era pedir ayuda, ropa, víveres. Eso fue todo. Eso causó un escándalo, como no te imaginas. Según esas ideas, decía yo, quizás yo soy comunista. Porque, pues sí, ¿verdad? “La opción preferencial por los pobres”. Si nací con privilegios, entonces yo elijo optar por los derechos de estas personas que tienen menos privilegios que yo.
Esa noche, ella y su hermana se emocionaron cuando vieron a Monseñor Romero en aquel jardín.
Patricia Morales: Si querés, con entusiasmo de bicha, pues, así como que, ¡ay!, mira quién está allí.
Siguieron el impulso y lo fueron a saludar.
Patricia Morales: Nos acercamos y fue amable, o sea, amable, no en el sentido de una cortesía falsa, porque llegamos, ya, “y ¿qué tal? ¿verdad? buenas noches”, yo qué sé… pero, pues, un saludo. Así como que “¿cómo está?” Y él nos dijo que estaba preocupado… Éramos unas cipotas, verdad, y él nos tomó en serio. Nos contestó realmente cómo estaba.
Años después, meditando sobre el momento, cayó en cuenta que esa era la noche previa a la famosa homilía del 23 de marzo…
Patricia Morales: …que cambió mucho la historia, que la marcó. Para mí es algo bien grande. Es como haber recibido un inmenso regalo. De sus palabras. Así, tan, tan sincera, ¿verdad? Así que, sí, para nosotras era muy importante, ir a su entierro. Era muy importante.
Así fue como terminó el 30 de marzo aquí en el centro de San Salvador y pasó corriendo por esta plaza huyendo de aquí hasta que regresó a su casa.
“Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejército, y en concreto a las bases de la guardia nacional, de la policía, de los cuarteles. Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y ante una orden de matar que dé un hombre, debe de prevalecer la Ley de Dios que dice: NO MATAR” —Monseñor Óscar Arnulfo Romero, 23 de marzo de 1980.