Escuchá el episodio 2
Este episodio es parte del proyecto «Ciudad Perdida: el funeral de monseño Romero«, que fue diseñado originalmente como un recorrido en audio geolocalizado. Es decir, son audios que están pensados para que los escuchés en lugares específicos que están conectados a los eventos que narran.
Para hacerlo lo más accesible posible también lo estamos publicando como mapa virtual, como un podcast, y sus respectivas transcripciones.
Por ello, a veces los audios te darán indicaciones hacia dónde debes dirigir tu mirada. En esos momentos, si no estás en el centro histórico de San Salvador, observa las fotografías en el mapa, recuerda visitas pasadas o imagínate el lugar. Te recomendamos utilizar audífonos y buscar un lugar con pocos ruidos.
Leé la transcripción del episodio
Narradora: Patricia y su hermana decidieron venir a esta plaza al funeral de Monseñor Romero. Eran menores de edad y no tenían permiso.
Patricia Morales: Fue confrontar a nuestros propios padres. No es que era una rebeldía de como decirte ay, nos vamos a ir a una discoteca o algo así. No, era otra cosa fuerte que nos llamaba. Mi corazón sabía que yo quería y debía estar allí.
Al igual que ella, la mamá de Carmen Barrera estaba empecinada en asistir.
Carmen Barrera: Ella insistía y ella dijo que se iba a ir sola. Mi esposo y yo, nsotros le decimos: “No, mamá, la vamos a acompañar”. Mi madre siempre fue una persona muy sensible, pues de ideas progresistas, democráticas, y en aquella época ella simpatizaba con todo el movimiento político que estaba en contra de los gobiernos militares y de la represión.
No era la única que apoyaba el proyecto de Monseñor Romero y su opción preferencial por los pobres.
Hilda Trejo: Yo era religiosa, una joven religiosa, como comúnmente dice la gente, una monja, la monjita que estaba con las Hermanas Oblatas del Sagrado Corazón de Jesús. Monseñor Romero era una persona muy allegada a la congregación.
Esta es Hilda Trejo. Parte de su congregación se mudó a Guatemala debido a la persecución de personas religiosas en El Salvador. Tenían solo un mes viviendo fuera cuando ocurrió el asesinato.
Hilda Trejo: Como habíamos compartido mucho con él, sabíamos que él había sido amenazado, sabíamos que corría mucho peligro. Sin embargo, creo que fue una noticia devastadora.
Al día siguiente, viajaron hacia El Salvador.
Hilda Trejo: Estábamos muy identificadas con ese proyecto de Monseñor Romero, pero el proyecto de Jesús, el proyecto del Evangelio al lado de los pobres.
Ella fue parte del coro que acompañó el funeral.
El féretro plateado llegó aquí en procesión desde la Basílica del Sagrado Corazón, atravesando la calle Arce, una cuadra al norte.
Sobre él yacía un arreglo floral rojo.
Hilda Trejo: Estábamos ubicados en las gradas de la entrada de Catedral, a un lado donde estaba el féretro de Monseñor y todas las delegaciones que habían venido, había cardenales, sacerdotes…
Mientras Hilda cantaba ahí, a la izquierda de donde estamos ahora, si le das tu espalda a la Catedral, Carmen, su mamá y su esposo llegaron a la plaza y se quedaron en esta esquina, frente a la plaza San Martín y opuesta al Palacio Nacional.
Carmen Barrera: Había bastante gente, pero bastante, bastante gente, casi que ni se podía caminar aquello de cómo estaba de lleno y entonces había, digamos, como cánticos religiosos, pero también se sentía cierta tensión.
Patricia, aquella joven de 17 años, estaba parada allá donde se ve la estatua de Gerardo Barrios en un caballo. Alcanzó la plaza junto con la marcha que salió del Parque Cuscatlán, 13 cuadras al occidente de aquí.
Patricia Morales: Era como hormigas que habían salido de hormiguero de todos lados del país. Era una cosa impactante. La marcha que venía bajando desde toda la Alameda Roosevelt.
Esa que luego se convierte en la segunda calle oriente o la Rubén Darío, y desemboca en esta esquina donde estamos.
Patricia Morales: Venían coreando, consignas, gritando… no más se asomó a la parte donde estaba reunida la gente en la plaza fue como… todo mundo en silencio, en silencio, en silencio. Ese silencio lo acompañó como un puño en alto. Pero un puño en alto, en silencio. Entonces era aquel mar de gente de brazos alzados.
La marcha se unió al rito fúnebre.
Patricia Morales: La gente llegó a misa…
Hilda Trejo: Estábamos en la homilía ya habían pasado las lecturas. Y estábamos precisamente en las palabras que estaba dando el delegado del Papa…
Patricia Morales: …en ese momento que se oyó que estalló, que hubo un estallido.
“Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral. Nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado” —Monseñor Óscar Arnulfo Romero, 23 de marzo de 1980.