Opinión

16.03 – Siento que está casi prohibido ser sociable

Vivo con dos compañeros de piso, que están tan preocupados como yo por la situación en sus países. Los primeros días fueron insoportables en la casa. Demasiados nervios y preocupación, demasiadas conversaciones sobre futuros apocalípticos durante las comidas.

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Copenhague, Dinamarca

Viernes, 20 de marzo de 2020 

Ahora mismo estoy en el salón de mi casa en vez de estar en la biblioteca o en una cafetería. Hace ya unos cinco días que todos los establecimientos públicos, instituciones, museos, colegios, oficinas, bares, restaurantes, gimnasios y otros negocios que no fueran de primera necesidad, cerraron por orden del gobierno. Prácticamente, todo está cerrado.

Ahora trabajo online para la empresa. Y mis opciones para estudiar y trabajar se reducen a mi habitación, mesa de la cocina, terraza (cuando el tiempo lo permite) y el sofá del salón. La verdad es que no tengo ningún tipo de rutina de estar en casa para este tipo de actividades y de la noche a la mañana, he sido forzada a adaptarme.

Dinamarca ha prohibido por ley juntarse con más de diez personas en cualquier tipo de espacio. Los daneses y danesas siguen y respetan las directrices del gobierno. Aquí aún podemos salir a la calle a tomar el aire. Aunque parece que no. Sin embargo, la sensación es que todo el mundo está haciendo cuarentena estricta. Así que voluntariamente he dejado de quedar con gente. Además de la gravedad de la situación, siento que está casi prohibido ser sociable. Las personas guardaban prudentemente una distancia de seguridad en supermercados, establecimientos de correos y en la calle. Ayer salí a correr y parecía que la gente alrededor te abría camino; se alejaban unos de otros esperando en el paso de cebra. Hoy vamos a hacer una noche de cocktails con mis compañeros de piso. Esto no es algo nuevo, ni es la primera vez que lo organizamos. Dinamarca es un país caro y no es raro organizar pre-drinks en casa de alguien. La diferencia es que esta vez no habrá un “let’s go to the disco”; nos montamos la fiesta en casa.

He notado que tanto mis compañeros como yo estamos más creativos, más preocupados por nuestro hogar. Intentamos que el espacio que habitamos que sea lo más cómodo posible para la convivencia. Cada pared de la casa se ha convertido un sitio objetivo para pegar un póster, hacer un cuadro, mover de lugar las plantas, limpiar las pelusas, mejorar la iluminación…

Desde la última semana, he puesto barreras en mis círculos con respecto a hablar sobre el COVID-19. Vivo con dos compañeros de piso, otro español y un italiano, que están tan preocupados como yo por la situación en sus países. Los primeros días fueron insoportables en la casa. Demasiados nervios y preocupación, demasiadas conversaciones sobre futuros apocalípticos durante las comidas. Hemos cortado con eso. No quiero gastar mi energía vital y tiempo en este tema.

Dinamarca cerró fronteras el 13 de marzo por un mes. Hoy el gobierno ha decidido alargarlo hasta el comienzo de mayo. Desde ese día tengo negada la salida del país a no ser que sea por un motivo de peso. Se lo dije a mi familia al día siguiente. Ahí en España todavía no se habían tomado medidas tan drásticas. Si tuviera que volver a España por un motivo de peso, me costaría mucho encontrar una manera rápida de desplazarse casi 3,000 km sin vuelos disponibles. Estoy recluida a ver cómo evoluciona la situación en mi país a través de los medios de comunicación y a hablar por Facetime con mi familia.

He dejado de ser activista. La sensación de organización política se ha esfumado. El 8 de marzo, Día de la Mujer, fue oficialmente suspendido por las autoridades. Fue un golpe muy duro para mí. Había rumores, pero esa mañana mi corazón se rompió. Y la gente, racionalmente, se quedó en casa. Solo la manifestación del grupo “Latinos en Copenhagen” tuvo lugar ese día. En comparación con mi país natal, a este país no le hace falta poner a policías multando a los viandantes o un estado de alarma que impida a los ciudadanos salir de las casas. La distancia social se está guardando en Dinamarca de tal forma que incluso me da palo preguntar a amigos de venir a tomar un café, me da palo hacer cosas en la calle, me da palo reivindicar algo en contra del gobierno y de cómo otras cosas están siendo políticamente vulneradas.

El ocio también se ha esfumado. Hace una semana, antes de que explotara el pánico por el virus, una amiga quería tomar café en mi casa. Ese día no pudimos coordinarnos. Hace un rato tuvimos esa charla por teléfono porque no nos atrevemos a salir de casa. Sin embargo, aquí es mejor que en nuestros países. En el norte está controlado o eso parece por el momento. Los daneses y danesas siguen y respetan las directrices del gobierno.

Aquí aún podemos salir a la calle a tomar el aire sin embargo me limito a no salir. Por solidaridad con la gente encerrada en sus casas en mi país. También se me rompe algo viendo como cada día que pasa, mi familia y amigos se desesperan más por el hacinamiento en un piso de 90m.

Me he sentido como un target entre mis compañeros daneses en la oficina. Antes de que se tomasen medidas oficiales, mucho de ellos me preguntaban sobre si iba a viajar a mi país, a ver a mi familia, de repente se interesaban en saber a qué distancia de Madrid estaba mi ciudad y cómo de grande era… Puede que no fuera intencionado, pero intentaron recopilar pedazos de información sobre mi vida y movimientos que acentuaban la diferencias entre “ellos, daneses” y “yo, española”. También he sentido una tremenda vulnerabilidad por ser un estudiante inmigrante en Dinamarca. Sobre todo, incertidumbre con las ayudas del estado. Si la situación empeora y en un futuro el estado de bienestar danés tiene que encontrar recortes o prescindir de ciertos gastos, ¿estoy igual de protegida frente a los daneses?

Siento una empatía y una angustia muy grande por estar lejos de mi familia y no saber si nuestros mayores se van a contagiar, no saber cuándo va a terminar su reclusión en el hogar, no saber si van a poder afrontar la pérdida de empleo. Sobre todo, estoy encontrando muy duro el reconocerme a sí misma en esta situación y conectar conmigo dentro de esta marea de incertidumbre, desinformación, sobreexposición y delirios de futuro.

Manuela

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