Diario de un tiempo distópico
Barcelona, España
Sábado, 21 de marzo de 2020
Esta mañana limpiamos la maleza de nuestro pedacito de jardín. Mientras arrancaba esa maleza, pensaba que debía prepararme para lo que fuera, pues en realidad todxs estamos expuestos. Quiero ser como la tierra: está abierta a lo que venga, aunque también está lista a dar, a darse. No quiero que el confinamiento me ahogue los afectos, quiero extender mi mirada y no perder de vista las grietas. No quiero que mi privilegiado confinamiento en casa, ubicada en un bosque escandalosamente bello y luminoso junto a un gran compañero, me haga olvidar que todxs estamos incrustadxs en esta distopía y en las diversas injusticias que la componen. Cuando leí que mujeres estaban confinadas con sus maltratadores, recordé que yo misma tuve una pareja violenta. De solo pensar lo que pudiera significar estar encerrada con ese hombre bajo estas circunstancias, se me revuelve el estómago y siento náuseas.
En España, se extiende el estado de emergencia hasta el 11 de abril. La cifra de casos sobrepasa los 26,000. En Italia, cierran las fábricas y quedan solo las de producción de alimentos y medicamentos.
Mientras todo esto sucede, el aire se limpia de CO2, corre agua cristalina por los canales de Venecia y los animales entran a las ciudades a recorrer sus calles vaciadas. Recuerdo el enfoque de algunos cuentos de Horacio Quiroga, que nos muestra el desenlace por medio de la perspectiva de los animales.
Tania