Opinión

26.03 – El Salvador también ha sido especialmente cruel con sus ancianos

A veces me siento esperanzada de que esta situación desencadene una inversión en un sistema de seguridad social, de salud y de educación más robusto.

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Ilustración por Natalia Franco

Colonia, Alemania

Jueves, 26 de marzo de 2020

Hola, 

Siento que no he escrito desde hace meses. El tiempo parece correr diferente ahora. Trabajé mucho en el especial de estas cartas y no tuve tiempo, pero, irónicamente, fueron unos días de desconexión casi total de la pandemia misma. Paré de leer noticias de forma obsesiva. Me sentí de nuevo normal, con entregas y trabajo. No leer tantas noticias ni revisar los números de infectados a cada momento me ha servido mucho. 

Ahora que ya hay casos en El Salvador, he pasado a otro tipo de preocupaciones. Mi mamá y mi papá ya están encuarentenados, pero son parte de los grupos de riesgo, especialmente mi papá. 75 años, con historial de asma y bronquitis desde los 26 años. Justo los pulmones son su punto débil. Ha regresado a pintar acuarelas y eso me alegra mucho. 

Escuché un episodio de The Ezra Klein Show en el que discutieron qué medidas puede tomar el gobierno estadounidense para contrarrestar una crisis económica ocasionada por la pandemia. Ideas como enviarle $1000 a todos los ciudadanos están siendo discutidas ahí. Ezra habló de las desigualdades que se cruzan con esta situación y dijo algo que se quedó conmigo: “Ahorita le estamos pidiendo mucha solidaridad social y sacrificio a personas a quienes no les hemos dado solidaridad social y por las que nosotros no hemos hecho sacrificios en el pasado; personas que no tienen vacaciones con sueldo, licencia por enfermedad; no tienen seguro médico, de bajos ingresos, que trabajan mucho y tienen pocos beneficios. Y, ahora, les decimos que tienen que seguir estas indicaciones, aunque estas tendrán consecuencias económicas devastadoras para ellxs, para tener solidaridad con los demás, aunque los demás no lo hemos hecho antes por ustedes“. 

En El Salvador, como siempre, le estamos pidiendo a mucha gente que está obligada a vivir día a día —sin seguridad económica, social, de salud— que no salga a trabajar. Varios medios ya han publicado historias de personas que, si no salen a trabajar, no tienen qué comer. El Salvador también ha sido especialmente cruel con sus ancianos, el grupo de alto riesgo en esta pandemia. Según una encuesta de 2015 elaborada por la OIT, un 62% de adultos mayores de 65 años en El Salvador no tenía ni salario ni pensión. Solo si una persona tiene la seguridad de que va a poder comer si no sale a trabajar, podemos enfrentarnos a esta situación. 

No sabemos cuándo habrá una vacuna. Si no hay una salida pronto, la cuarentena no es una solución sostenible. Las personas van a salir. Y, si el riesgo de la epidemia no ha bajado, el virus se va a esparcir en el país cuando estas personas salgan a trabajar.  

A veces me siento esperanzada de que esta situación desencadene una inversión en un sistema de seguridad social, de salud y de educación más robusto. Pero luego veo que la PNC postea en Twitter la foto de un médico que rompió la cuarentena y fue encontrado buscando los servicios de una trabajadora sexual y recuerdo que todavía nos cuesta mucho respetar derechos constitucionales. 

Quería escribir una carta positiva y luego me salió esto. 

Abrazos, 

J

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