Opinión

Esto no es personal: esto es político, Yeik

Activistas feministas salvadoreñas fueron hackeadas y amenazadas de muerte y violencia sexual en supuesta defensa de Yeik, un cantante e influencer salvadoreño acusado de una serie de delitos de violencia contra las mujeres. Marcela Trejo hace una radiografía de las reacciones a este caso, y nos llama a tomarlo en serio: la vida de mujeres está en juego.

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El pasado lunes 14 de marzo, Yeik, un cantante e influencer del mundo de la farándula salvadoreña, publicó un TikTok en el que hace apología del delito de difusión ilegal de pornografía. El cantante ha sido acusado por este delito —y también por otros— en redes sociales desde 2019. Esta publicación generó reacciones negativas y desaprobación de parte de usuarixs en redes sociales.

Pero no causó solamente eso.  

La misma noche en que ocurrió este hecho, que parecía terminaría como una simple metida de pata, múltiples chats de WhatsApp pertenecientes a colectivas y organizaciones de feministas fueron bombardeados con mensajes que contenían amenazas personales de feminicidio y violación, así como expresiones de violencia e intimidación. Pero una serie de mensajes en particular amenazaba con «cazar una por una» y «destazar» si «se meten con Yeik».

Luego, se supo que alguien hackeó y usurpó las cuentas de WhatsApp de los números de teléfono de importantes activistas de organizaciones feministas. Desde sus números de celular, los mensajes fueron difundidos en diferentes chats.

Resulta extraño que ninguna de las activistas hackeadas se había pronunciado ante el TikTok de Yeik del 14 de marzo. También, que estas organizaciones feministas se han sumado a las denuncias públicas en redes sociales hacia el cantante , desde 2019.

Más allá del trabajo detectivesco necesario para unir todas las piezas sueltas del caso, las reacciones generalizadas en redes sociales han sido, sobre todo, tres:

  1. Condena hacia los ataques cibernéticos y responsabilización directa hacia Yeik por ellos: exigencias de que la ley se cumpla y llamados de solidaridad hacia las víctimas. 
  2. Trivialización del hecho: Argumentaciones de que lo que ha pasado no es un asunto de gravedad porque, a comparación de otros casos, este es insignificante. «¿Quién es el tal Yeik, de todas formas?» 
  3. Percepción de Yeik como un mastermind del marketing plenamente consciente de lo que hace. Los sucesos son parte de una cadena lógica conspirativa minuciosamente construida para atraer la atención de las masas. Por eso, las denuncias y la atención deberían parar, porque al fin y al cabo, «le estamos dando lo que quiere». 

Sin embargo… 

Trivializar el hecho solo denota miopía política. No está de más decir que, antes que nada, es una postura carente de empatía hacia las víctimas de los ataques. Pero este tipo de reacciones en las redes sociales es común dado que son tarimas gratuitas para cualquier persona que quiera expresar su opinión, sin importar si provoca desinformación o ruido, o si es emitida desde una pila de privilegios. Lamentablemente ni la política está hecha solo de emociones, ni las redes sociales son un espacio para debatir y dialogar. 

Puede parecer una pérdida de tiempo dar importancia a personajes como Yeik. El problema es que este ataque tiene características que lo convierten en algo importante, porque es sospechosamente similar a la estrategia que el Gobierno de Nayib Bukele utiliza para intimidar a opositorxs, periodistas, intelectuales y, en este caso, feministas.  

Sé que puede parecer absurdo politizar estos hechos. Pero en este caso es necesario, porque este no es un pleito personal. No es otro caso del famoso eslogan de «lo personal es político», porque esto no es personal. Yeik es relevante socialmente no solo porque es la punta del iceberg de una estructura social que violenta de formas cada vez más sofisticadas a las mujeres, sino porque es parte de una red de personajes que reproducen el aparato ideológico de este Gobierno, para el cual el marketing y el espectáculo son esenciales para conservar y ejercer el poder.  

En todo caso, si fuese una campaña de marketing de marca personal, sería la campaña más fracasada de la historia salvadoreña. Dudo mucho que, efectivamente, hayamos sido títeres de Yeik.

Aquí se trata de delitos, no de una campaña de marketing, por más tentador que sea construir teorías de conspiración sobre todo esto. Se ha puesto en peligro directo la integridad de seres humanas. Los machistas de internet no pueden decir que «no fue la gran cosa» y que «solo fueron unos mensajes de WhatsApp». Considerando el volátil ambiente político en que vivimos, la sociedad salvadoreña altamente machista, misógina y feminicida, el aparato judicial ineficiente y revictimizante, el Gobierno que encubre agresores y boicotea y persigue activistas y, además, de la existencia de miles de usuarios en redes sociales que se dedican a difundir pornografía de manera ilegal en el país, este caso no es algo nimio. Es peligroso. 


*Se realizaron modificaciones a esta columna el 21/03/2022 por decisión de la autora.

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