Dicen las estadísticas que 67 de cada 100 mujeres ha sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida. Presidente, le voy a contar una historia. Yo estoy dentro de esas 67 y se lo voy a detallar como un ejercicio de realidad nacional, porque lo que me ha pasado a mí, debe multiplicarlo.
Durante años viajé en autobús desde mi casa a la universidad, y todas las mañanas y las tardes tuve que pasar frente a talleres donde me decían cosas horribles, que me hacían sentir incómoda. Una vez, me rodeó un grupo de hombres porque yo, «imprudente» y «pleitista», les reclamé. En el autobús, a veces, me levantaba del asiento cuando sentía que un hombre trataba de propasarse conmigo. Escuché decenas de historias de amigas a las que las tocaban. Siempre tengo miedo de ir al supermercado caminando. Me queda a una cuadra, pero tengo miedo. Cuando lo he hecho, me he cambiado de ropa. ¿Sabe por qué? Porque no quiero «incitar» comentarios morbosos. ¡Jamás se me ocurriría ir en shorts al súper, menos en vestido o falda! Presidente Bukele, ¿alguna vez ha sentido eso cuando va a comprar? ¿Alguna vez ha tenido que pensar en qué ponerse para no provocar?
Cuando tuve mi primer carro sentí un gran alivio, pero me duró poco; una mañana, mientras me conducía del parqueo hacia la oficina, un hombre me siguió y me tocó las nalgas. Quise correr detrás de él y darle un golpe con mi cartera, pero me dio miedo. Le pedí ayuda al vigilante. ¿Sabe qué hizo? Se rió. Llegué llorando a la oficina y pedí que me cambiaran de estacionamiento. Lo que pasa con esas medidas es que no resuelven el problema: me dieron un alivio a mí, cambiaron mis circunstancias, pero no la realidad para todas las demás.
Fui periodista muchos años. ¿Sabe qué me pasó? Acoso. En la sección judicial, muchas fuentes eran policías hombres. Tuve que inventarme una historia, porque siempre me preguntaban si «mi esposo no se enojaba de que anduviera solita». Ya tengo 33 años, presidente, y todavía me enfrento a circunstancias en las que me veo obligada a exigir respeto.
Hace meses, discutí con un vecino que me gritaba cosas y me tiraba besos desde su casa. Hice lo que las mamás dicen: «no le hagás caso». Pero, ¿sabe qué, presidente? Así no se cambia el país. Un día fui, toqué su puerta y le dije que yo merecía respeto, que no era posible venir a mi casa y tener que lidiar con eso. Le confieso algo: tengo miedo cuando lo veo y, durante días, me aseguré de que, al abrir la puerta de mi carro, nadie me estuviera esperando. me tiraba besos desde su casa. Hice lo que las mamás dicen: “no les hagás caso“.
¿Usted en qué país vive, presidente? Yo vivo en este y se llama El Salvador.