Derechos de las mujeres

Ana Yency Lemus: «Ningún gobierno en la historia de El Salvador ha reconocido a la población afrodescendiente» 

Ana Yency Lemus, de 29 años, es internacionalista y fundadora y directora de Afrodescendientes Organizados Salvadoreños (Afroo), una organización con 15 miembros. Reconocida por la Asamblea Legislativa de El Salvador como Joven Influyente, ha sido premiada como Orgullo Salvadoreño por la diáspora en los Estados Unidos y galardonada con el premio Youth To Awards de AFPAS Perú.

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Es integrante del Foro Permanente de Afrodescendientes de las Naciones Unidas y de la Secretaría General de la Organización Negra Centroamericana (ONECA). Se identifica como afrosalvadoreña de la etnia Panune y es una destacada activista y defensora de los derechos humanos de la población afrodescendiente y LGBT.  

Desde 2017, Afroos ha presentado tres piezas de correspondencia en la Asamblea Legislativa para que se reforme el art. 63 de la Constitución Política y se agregue la palabra «afrodescendientes». 

En El Salvador, el reconocimiento de la población afrodescendiente sigue siendo una deuda histórica. A pesar de los esfuerzos de organizaciones como Afrodescendientes Organizados Salvadoreños (Afroos), la realidad es que ningún gobierno ha reconocido oficialmente a esta comunidad. En el censo de 2007, solo 7,441 personas se autoidentificaron como afrodescendientes.  

La entrevista a Ana Yency Lemus se realizó en el marco del Día Internacional de las Personas Afrodescendientes que se conmemora cada 31 de agosto. América Latina y el Caribe cuentan con 153 millones de afrodescendientes: más del 50 % son mujeres, es decir 76,5 millones.   

¿A qué edad se autorreconoció como afrodescendiente? 

Inicié mi activismo a los 14 años. Alguien me invitó a participar en una revista sobre discriminaciones en América Latina. Pensé en documentar un caso, tantos que hay en El Salvador, y comencé a preguntar. Después, le pregunté a mi mamá si conocía algún caso específico que sería bueno visibilizarlo. Me respondió: «Estás hablando del racismo, de la discriminación, pero tu abuela no sé si entra en la discriminación o el racismo, pero a tu abuela la maltrataban mucho en la escuela por el color de su piel». También me mencionó que en la misma familia había esa barrera porque mi abuela era de color y mi abuelo era tez más clara, pero no era blanco.  

Le pedí a mi abuela que me contara cómo fue el proceso [de autoreconocerse afrodescendiente], pero mi abuela no hablaba sobre ello. Hoy que estoy en mi proceso, porque uno nunca termina de deconstruirse, comprendo que mi abuela estaba en su proceso y no quería hablar de ello. Mi abuela respondió con pocas palabras. Me contó que le pegaban, le hacían burla y le decían: «Mica'». Eran palabras despectivas. Así fui recolectando información, pero más que todo, tomé la información que mi mamá me contó.  

¿Cómo fue que su abuela se autorreconoció como afrodescendiente? 

En ese momento, mi abuela no conocía sus raíces. Estábamos en ese proceso. Yo traía un proceso más adelantado porque comencé en el 2011 con mi autoreconocimiento. Pienso que lo que le ayudó mucho a mi abuela fue que una vez, Focos hizo una entrevista a nuestra fundación y juntamos a muchas personas afrodescendientes con cabellos muy rizados y con tez muy oscuras. Mi abuela no se tomaba fotos porque decía «nadie les toma fotos a los negros», «nadie quiere». Entonces cuando mi abuela mira a todas esas personas: iguales o parecidas a ella, mi abuela dijo: «hay personas como yo», así empezó su proceso porque sintió que estaba sanando en colectivo.  

También que Carlos Lara, un compañero, artista y miembro de la Fundación, la retrató. Hicieron un reportaje sobre sus pinturas. Tenemos una exposición de rostros afrodescendientes que fue presentada en un museo de El Salvador y cuando mi abuela se mira en televisión y escucha que él dice «estoy pintando rostros afrodescendientes. He investigado sobre esta historia, pero el caso específico es de doña Francisca»… mi abuela se ve en la televisión y dice: «No puede ser que yo esté ahí, ¿quién querría sacar a una negra?», se pregunta, porque mi abuela es una mujer negra y de la zona rural. 

Francisca, la abuela de Ana Yency Lemus, posa en una exposición sobre rostros de personas afrodescendientes.
Foto cortesía Ana Yency Lemus.

¿Cómo ha sido su proceso de autorreconocimiento?  

El antropólogo Wolfgang López estaba haciendo su tesis, en el libro Cafetos en flor, y él me pregunta ¿verdad que vos sos afrodescendiente? Le respondí: «Yo no puedo ser afrodescendiente». Cuando no nos autorreconocemos es porque nos da pena decir que somos negros, porque tenemos miedo de que la gente nos critique o que la gente diga que somos feos.  

Él me dijo: «Mirá tu linaje. No solo tu abuela, tus tías. Mirá los cuerpos, mirá sus cabellos». Y yo comencé a ver eso. Incluso hice referencias porque a veces muchas mujeres nos preguntamos ¿por qué no podemos adelgazar? No estoy confundiendo el tema con la obesidad, es porque nuestros cuerpos no son sumamente delgados por una raíz que traemos, por nuestro linaje. No somos delgadas como las mujeres europeas estadounidenses porque no es nuestro linaje.  

Comencé con mi proceso desde el 2011. Transicioné con mi cabello hace como tres años y medio. Me costó muchísimo porque mi cabello estaba sumamente arruinado porque yo quería cumplir el estándar eurocéntrico. He ido también trabajando, pero esto no lo he logrado sola, hay mucha gente a mi alrededor, compañeras, compañeros, compañeres que han estado apoyándome también en la lucha, en la formación desde el cabello, desde la gastronomía, desde el arte hasta la historia que hoy tenemos y que tiene Afroos.  

¿En qué momento se percató de que ha experimentado discriminación y violencia por ser una persona afrodescendiente?  

La gente relaciona la violencia con golpes, pero no solo existe la violencia física, existe violencia psicológica, verbal. Quiero mencionar un caso reciente. Hay dos influencer en El Salvador, en un TikTok uno le dice al otro: «Tu cabello parece vello púbico». No estoy hablando que el vello púbico sea malo, sino que, en la forma, la expresión que se lo dice. Lo posteo en mi TikTok y pregunto: «¿Cómo se llama eso? Eso es racismo y discriminación». La gente inmediatamente reacciona y escriben: «Eso es humor». «Así nos tratamos en El Salvador». Después hacen referencia a mí y dicen: «Eso pasa cuando una persona no es estudiada». «Eso pasa cuando tiene vello púbico en sus pestañas». Eso es violencia. En El Salvador somos racistas, discriminativos.  

¿Cómo ha logrado distinguir las diferencias entre la discriminación y violencia por ser mujer y afrodescendiente con respecto a sus pares hombres?  

Nos sexualizan por nuestros cuerpos. Las mujeres somos acosadas, siempre hemos sido acosadas. En el caso de los hombres, hacen referencias a sus genitales por ser negros.  

¿Cómo surgió la idea de fundar Afrodescendientes Organizados Salvadoreños?  

La idea de fundar Afrodescendientes Organizados Salvadoreños surgió de un deseo de reparación para mi abuela. En El Salvador, ya desde 2011, empezamos a realizar cine fórum, charlas y actividades en las calles, usando un proyector para compartir información. En esos espacios, escuchamos a personas que nos contaban cómo eran maltratadas por su cabello o color de piel, y cómo sufrían discriminación. 

Con el tiempo, junto a otros compañeros, decidimos que debía existir un movimiento en el que las personas se sintieran identificadas, un espacio donde se entendiera lo que significa tener el cabello rizado, ser de piel oscura o clara, o tener una orientación sexual diferente. Así fue como en 2019 se creó Afrodescendientes Organizados Salvadoreños, con el objetivo de construir desde la comunidad y desde abajo. 

Afroos ha recibido un enorme apoyo, y me alegra ver cómo muchas personas se identifican con el proyecto. Aunque no lo sé todo, sigo aprendiendo en este camino, rodeada de activistas, académicos, historiadores, antropólogos y artistas que han aportado al tema afrodescendiente en América Latina. 

¿Ustedes también se autoreconocen como descendientes de los pueblos originarios de Salvador o hacen una distinción?  

Nosotros reconocemos que somos una mezcla, y eso no lo voy a negar. Es posible que yo también sea afroindígena por parte de mi madre; siempre he creído que ella tiene raíces tanto africanas como indígenas. Sabemos que tenemos herencia afro, indígena y española, y no lo negamos. Sin embargo, en nuestra organización lo que reclamamos es que se reconozca nuestra descendencia africana. 

Por ejemplo, yo me identifico como afrodescendiente, pero no descarto que pueda tener raíces indígenas. En la Fundación, hacemos una distinción clara entre lo afro y lo indígena. Esto no significa que no apreciemos o no queramos trabajar con nuestros hermanos de los pueblos indígenas. Sabemos que esa también es nuestra etnia. 

Hacemos esta distinción porque los pueblos indígenas en El Salvador están un paso más adelante en cuanto al reconocimiento constitucional y en políticas públicas, aunque estas no siempre se cumplan. Nosotros, en cambio, ni siquiera aparecemos en la Constitución. Por eso, hacemos esta separación, porque si ya es difícil para la gente entender qué significa ser indígena, es aún más complicado que comprendan qué es ser afrodescendiente. 

¿Existe algún avance o con respecto al reconocimiento de las personas afrodescendientes en El Salvador?  

No, realmente no hay avances. Ningún gobierno en la historia de El Salvador ha reconocido a la población afrodescendiente, y estoy hablando de todos los gobiernos que han pasado por el país. Algunos incluso nos han negado, afirmando ante organismos internacionales que no hay afrodescendientes en El Salvador, basándose en ideas erróneas como que no tenemos costas en el Mar Caribe o que Maximiliano Hernández Martínez ordenó nuestra expulsión. Decir que lo afro no existe en este país es una completa ignorancia. Desde 2017, Afroos ha hecho un esfuerzo por presentar tres piezas de correspondencia a la Asamblea Legislativa, pero aún no hemos sido reconocidos. 

En el censo del 2007, 7441 personas se autoidentificaron como afrodescendientes.  

Estamos muy preocupados porque, después de 17 años, este año se realizó un nuevo censo en El Salvador, pero la preocupación surge porque no hubo suficiente publicidad o concientización. Algunos censistas, no todos, evitaban hacer la pregunta sobre identidad étnica porque creían que la gente se ofendería o se sentiría mal. El Banco Central de Reserva fue claro al enfatizar que esa pregunta debía incluirse y hacerse a la gente, independientemente de cómo se identificaran. Pero no sabemos con certeza qué tan veraces serán los datos del censo. 

¿Qué desafíos existen para las personas afro en nuestro país?  

Uno de los grandes desafíos es que no se nos reconoce desde el Estado. Nuestra población necesita ese reconocimiento porque existimos y estamos aquí. Si el Estado reconociera realmente la existencia de la población afrodescendiente, se podría reducir un poco el racismo y la discriminación. Esto también ayudaría a disminuir las burlas. Otro desafío importante es que la currícula educativa del Ministerio de Educación debería incluir la historia afrodescendiente en las ciencias sociales. Ya no podemos seguir con los mismos programas que enseñan que Cristóbal Colón descubrió América. Es necesario actualizar los programas y hablar a las y los estudiantes sobre la presencia afrodescendiente, sobre cómo llegaron las personas esclavizadas a Centroamérica, y reconocer que somos una mezcla afro, indígena y española. 

¿Haría una distinción entre los desafíos entre mujeres y hombres afro en El Salvador?  

Sí, definitivamente hay más desafíos para las mujeres que para los hombres. A las mujeres nos toca demostrar constantemente que podemos, cargando con el doble peso de la discriminación de género y racial. En el caso de las mujeres afrodescendientes, ser extrovertidas o intensas, características comunes en nuestra comunidad, se malinterpretan. Como mujer negra, debes demostrar doblemente que tienes inteligencia y capacidad. Personalmente, me ha tocado sentarme en mesas solo con hombres, enfrentando machismo y acoso. En El Salvador, si una mujer usa shorts o un vestido corto, de inmediato empiezan los comentarios, y lo peor es cuando otras mujeres te culpan por vestirte así. Es un constante esfuerzo por demostrar tu valía mientras enfrentamos el estigma de ser negras. 

¿Por qué es importante conmemorar el Día Internacional de las Personas Afrodescendientes y el Día Internacional de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora? 

Es muy importante para nosotros reconocer el esfuerzo de nuestras ancestras, quienes han allanado el camino y nos han permitido estar aquí. Esta ha sido una lucha larga y difícil, y no es fácil dirigir, ayudar, tejer y abrir caminos para otras. Es fundamental hablar sobre los temas que afectan a las mujeres afrodescendientes, pero también es crucial reconocer el papel que han tenido nuestras ancestras en estos espacios. Ellas han sido fuertes y nos han guiado en la lucha por los derechos de las mujeres afrodescendientes. 

Este día es muy significativo para nosotras porque es una conmemoración y una reivindicación de nuestros derechos, a no ser sexualizadas ni criticadas por nuestro cabello, y a tener mujeres líderes en nuestra comunidad. Este día es un recordatorio de la lucha que nuestras ancestras libraron para lograr el reconocimiento que hoy tenemos. Aunque nosotras las mujeres siempre hemos tenido que crear nuestros propios espacios, nunca se nos han dado. Este día es especial para recordar que no estamos aquí por diversión, sino por una lucha y reivindicación. Es importante no olvidar abrir caminos para otras compañeras, sanar nuestras heridas y seguir tejiendo lazos que nos fortalezcan. Nos inspira el ejemplo de mujeres como Rosa Parks, Angela Davis, Michelle Obama, Kamala Harris, Francia Márquez y Epsy Campbell Barr, quienes han abierto caminos y luchado por nuestros derechos. Este día nos recuerda la importancia de continuar con su legado. 

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