“Hoy me quito la vida”, decidió Victoria minutos después de que su esposo Carlos la golpeara. Tomó el candil y entró a su habitación. “Sentí cólera, dolor de todo, no hallaba qué hacer. Sentí vergüenza de que la gente me viera al siguiente día cómo él me había golpeado la cara”.
Era de noche. Su casa estaba llena de invitados de su esposo. Habían llegado para cenar y beber. Carlos le «ordenó» cocinar para todos. Que hiciera sopa de gallina y echara tortillas en el comal de barro. Asustada, Victoria corrió a lavar el nixtamal e hizo la masa en un molino a mano y en cuestión de minutos, la comida estaba lista. Sirvió a cada una de las personas presentes, menos a su esposo quien pidió ser el último en comer. La comida no alcanzó para él, mucho menos para Victoria y los tres hijos de la pareja.
“Cuando fui a buscar las tortillas a la mesa no estaban ni las de él. Y cuando le dije que se terminó la comida, empezó a gritarme y a pegarme”.
Carlos, fúrico, la golpeó frente a sus invitados e hijos. La amenazó con asesinarla esa noche. Le gritó que ella no sabía hacer nada. Cada invitado empezó a marcharse de la casa. Algunos intentaron intervenir. Le reclamaron: «Así no se trata a las mujeres». Pero nadie lo detuvo.
Para Victoria, este episodio de violencias verbal, psicológica y emocional debía ser el último. Llevaba cinco años de recibir gritos, insultos e inclusive violencias económica y patrimonial. Era la primera vez que él la golpeaba. E iba a ser la última. En cinco años de relación, Carlos nunca reconoció ni respeto el trabajo del hogar y de cuidados de Victoria. El dinero que ganaba por su trabajo en una finca de café, se lo gastaba en comprar licor y beber con sus amigos.
“Lo peor es que cuando tomaba, traía tres y hasta cuatro amigos en la madrugada y me decía que les preparara comida y si no, empezaba a regañarme. Dejaba sin comer a mis hijos por darle a sus amigos”.
Victoria tenía 26 años cuando ocurrió. Era 1986. Tras sobrevivir al intento de suicidio, sus vecinas y vecinos le sugirieron a la pareja asistir a terapias familiares en la iglesia. Su esposo no fue denunciado. Días después, él le pidió perdón y prometió no repetirlo. Victoria comenzó a trabajar en la finca, se unió a movimientos de mujeres y empezó a conocer sus derechos.
“Después de eso, me invitaron a organizarme en Las Mélidas [Asociación Movimiento de Mujeres Mélida Anaya Montes]. Nos empezamos a reunir y fui agarrando más valor y ya no me dejé manipular”.
En su comunidad, en Ahuachapán, Victoria revive constantemente ese episodio de su vida. Ha conocido otros casos de mujeres que se han quitado la vida tras sufrir años de violencia física, psicológica y económica por parte de sus parejas. También ha escuchado de quienes lo han considerado o han sobrevivido a un intento.
Ese es el caso de Lucía, de 37 años, una de sus vecinas. En 2012, estuvo a punto de ser un número más en la estadística de suicidios de mujeres. Justo un año después de haber entrado en vigor la Ley Integral para una Vida Libre de Violencia para las Mujeres (LEIV), la cual establece penas carcelarias para el «Suicidio Feminicida por Inducción o Ayuda». Ese año se suicidaron 112 mujeres, según el Instituto de Medicina Legal (IML).
Lucía estaba en una relación en la que su pareja ejercía violencia emocional, económica y física. Esto desarrolló, según sus palabras, episodios de ansiedad. Se sentía impotente con la situación y notó que su autoestima disminuyó. Se sentía indefensa y sola.
“A veces, una dice que es la única solución. Son momentos en se cierra y dice: «No tengo quién me ayude, no tengo quién me apoye». Solo piensa en suicidarse para quitarse ese sufrimiento”.
Lucía y su pareja tenían dos hijos, quienes también sufrían violencia por parte de él. En 2016, logró abandonar esta relación abusiva. Una de sus hermanas le consiguió un empleo en una casa en San Salvador. Doce años después de su intento de suicidio, ha decidido contar su historia. Ahora se siente más segura y cree que compartir su experiencia puede ayudar a prevenir que otras mujeres pasen por lo mismo.
“No le puedo decir que lo he superado porque todavía me afecta emocionalmente. Cuando una es maltratada no cuenta, una sufre sola y una cree que esa es la solución”.
Actualmente, Lucía vende verduras en el casco urbano del distrito donde vive con sus hijos. En 2016, enfrentó otra experiencia dolorosa con una nueva pareja que también la maltrataba, lo que la llevó a considerar nuevamente el suicidio.
“Esta vez fue diferente, yo ya estaba con una mente diferente. Sí pasó dos veces, pero dije: «Eso no vuelve a pasar». Yo le puse un alto a eso y en aquel tiempo no”.
Su nueva pareja también intentaba suicidarse después de que la ultrajaba: “Decía que se iba a matar para no volverlo hacer. Yo no dejaba que lo hiciera. Tres veces intentó matarse”.
Suicidios feminicidas
La abogada de la Colectiva Feminista, Delmy Guardado, explica que el suicidio feminicida por inducción o ayuda es una forma de violencia que las mujeres a menudo no saben identificar ni denunciar. Según la experta, es fácil ignorar este tipo de violencia cuando no se conoce.
“En los casos que hemos conocido de mujeres que han intentado suicidarse, ha sido a veces por la presión de su pareja […] De igual forma, cuando terminan una relación en la cual se han aferrado tanto. Ellas creen que sus vidas no valen la pena y sumado a ello, han estado esas afirmaciones que les han hecho sus parejas de su poco valor como mujer: diciéndoles que van a elegir a otras porque ellas no llenan las características de la mujer que ellos aspiran”.
Delmy se encarga de casos de mujeres víctimas de violencia de pareja. En lo que va de 2024, ha intervenido en tres casos de mujeres que, después de sobrevivir a ciclos de abuso, han intentado acabar con sus vidas en varias ocasiones. Estas mujeres se han autolesionado, y una de ellas, Emilia, fue ingresada en el hospital psiquiátrico tras el incidente.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que las expectativas culturales relacionadas con el género influyen en la mortalidad por suicidio. Según la OMS, las responsabilidades incesantes, como el cuidado, las violencias de género (incluidas la física, sexual y emocional), así como los embarazos impuestos y las maternidades forzadas, tienen un impacto negativo en la salud mental de las mujeres.
Delmy describe el caso de Emilia, una profesional de 32 años que estaba casada con un hombre que le doblaba la edad. Después de dos años de ser violentada, decidió divorciarse. Desde entonces, su vida se convirtió en un infierno. Su exesposo la perseguía, afirmaba trabajar para el Organismo de Inteligencia del Estado (OIE), intervenía su teléfono y la culpaba de todo lo que sucedía a su alrededor, incluso de asesinatos. Además, la amenazaba con difundir fotos íntimas de cuando estaban juntos. Aunque ya estaban separados, él seguía compartiendo en redes sociales imágenes en las que aparecían abrazados. Esta situación llevó a Emilia a intentar suicidarse en dos ocasiones.
El caso de Emilia, al igual que el de otras mujeres documentadas por la Colectiva Feminista, ha sido denunciado ante la Policía Nacional Civil y la Fiscalía General de la República como suicidio feminicida por inducción o ayuda. Según la abogada, estos casos están en proceso de investigación por parte de las autoridades, aunque con escaso avance.
El art. 48 de la LEIV establece que quien induzca a una mujer al suicidio o le preste ayuda para cometerlo, será sancionado con prisión de cinco a siete años, siempre que se valga de alguna de las siguientes circunstancias: que haya existido previamente cualquier tipo o modalidad de violencia contemplada en la ley; que el agresor se aproveche de la situación de riesgo o vulnerabilidad física o psicológica de la víctima debido a la violencia sufrida; o que el inductor se aproveche de una relación de poder preexistente entre él y la víctima.
La LEIV establece siete tipos de violencia: económica, feminicida, física, psicológica y emocional, patrimonial, sexual y simbólica. Y tres modalidades de violencia: comunitaria, institucional y laboral.
La psicóloga feminista, Gilda Parducci, señala que el suicidio feminicida proviene de una violencia prolongada y su tratamiento requiere de una atención especializada. “Es difícil demostrar que un suicidio fue inducido. Si usted va analizando caso por caso, se va a dar cuenta que detrás de cada caso hay una agresión de tipo sexual o una agresión con las parejas, de demasiado maltrato”.
En la comunidad de Victoria y Lucía, las sobrevivientes mencionan que el suicidio ha sido una problemática recurrente. Mientras que los hombres tienden a suicidarse bajo los efectos del alcohol o después de agredir a sus parejas, en el caso de las mujeres, el suicidio a menudo surge como una consecuencia de la violencia que han sufrido.
En agosto de 2022, en la comunidad se registró el suicidio de Luz María, una mujer de 36 años. Tenía dos décadas casada. En todos esos años, su esposo ejerció violencia física y económica. Además, la alejó de su familia y la mantuvo incomunicada, de acuerdo con una de sus hermanas menores.
“Por él [cuñado], no íbamos a visitarla. Ahora anda diciendo que nosotras no la queríamos, que para qué la lloramos. Mi hermana murió enemistada con algunos miembros de nuestra familia por culpa de ese hombre”.
Según la hermana, fue el esposo quien reportó la muerte de Luz María después de las 10 de la noche de un sábado en agosto de 2022, mientras llovía. Los vecinos informaron a la familia que, horas antes de enterarse del suicidio, habían escuchado una discusión entre la pareja. Testificaron haber oído gritos de Luz María y que su esposo la golpeaba. “Toda la gente le dice a mi mami que él le daba mala vida. Que se escuchaban los gritos de mi hermana cuando él la maltrataba”.
El esposo se quedó con todas las pertenencias de Luz María, incluida la casa que ella había mandado construir. La familia de Luz María siente miedo hacia él. La hermana menor explica que el caso no se investigó, bajo el argumento de que la pareja llevaba años juntos.
De enero a julio de 2022 se suicidaron 51 mujeres y 216 hombres, según datos del Instituto de Medicina Legal obtenidos a través de la Ley de Acceso a Información Pública. De enero a diciembre de 2022, la FGR procesó 10 casos como suicidio feminicida por inducción o ayuda; y 4 casos como suicidio feminicida por inducción o ayuda en grado de tentativa.
Parducci explica que ante estos casos se requiere de un sistema de justicia multidisciplinario y comprometido con prevenir y erradicar la violencia hacia las mujeres. Que entienda los tipos, modalidades y ciclo de esta violencia. Que reconozca las causales del suicidio feminicida y que lo procese como delito.
“Cuando se dan todos estos casos de violencia hacia las mujeres, ¿a quién le echamos la culpa? A las mujeres. Está bien que esté la ley, pero lo que tiene que cambiar es la mente de jueces, juezas, operadores de justicia, en todos los niveles. Tenemos que ir evolucionando”.
Parducci ha trabajado desde 1990 con casos de niñas y mujeres víctimas de violencia sexual y maltratos físicos, a quienes ha diagnosticado depresión: «No encuentran sentido a sus vidas y de paso, la sociedad las aísla. En la niñez y adolescencia, muchas veces se dan suicidios porque o están embarazadas o han sido violadas o una agresión sexual. Con las mujeres ya mayores es diferente, porque llegan a ese extremo de sentir que ya no tiene sentido la vida, es porque han llegado al clímax que sufren violencia tras violencia de parte de su compañero de vida”.
Para Silvia Juárez, de la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (ORMUSA), la falta de redes de apoyo también influye. “Son casos de mujeres que no encuentran salida a la violencia, no tienen redes de apoyo, no confían o las instituciones les han fallado y encuentran en el suicidio la única salida”. La abogada fue parte del equipo técnico de abogadas que asesoró al Gobierno en la tipificación del delito de Suicidio Feminicida por Inducción o Ayuda.
En 2019, el Fondo de Población de las Naciones Unidas El Salvador (UNFPA) documentó la historia de 14 adolescentes y jóvenes que decidieron ponerle fin a su vida. En su publicación “¿Sin opciones? muertes maternas por suicidio. En su informe «¿Sin opciones? Muertes maternas por suicidio. El Salvador 2019″, el UNFPA detalla que todas estaban embarazadas como resultado de violaciones sexuales. Vivían en un entorno de múltiples formas de violencia, lo que fue limitando sus opciones de vida.
El documento señala que las causas más comunes de ideación suicida entre las adolescentes incluían la separación de la pareja, la muerte de un hijo, el miedo al parto, el temor a un accidente o enfermedad, y un interés por el tema de la muerte. Según el informe, en El Salvador, en 2009, el suicidio era la segunda causa de muerte entre adolescentes mujeres (476 casos) y la cuarta entre adolescentes hombres (429 casos).
La FGR documentó 71 casos de mujeres víctimas de Suicidio Feminicida por Inducción o Ayuda entre enero de 2018 y diciembre de 2022. De estos, 28 ocurrieron en niñas y adolescentes de entre 10 y 19 años; 11 en jóvenes de 20 a 29 años; y 10 en mujeres de 30 a 39 años, según el boletín número 4, publicado por ORMUSA en diciembre de 2023. En 2020, durante la pandemia y el confinamiento obligatorio, se registraron 16 suicidios feminicidas, 5 más que en 2019. En ese quinquenio, 2021 fue el año con mayor cantidad de suicidios feminicidas, con un total de 20.
Juárez explica que, aunque la legislación penal ya tipifica la inducción o ayuda en el suicidio, en el caso de las mujeres, factores como la valoración de su identidad y los estereotipos de género pueden desempeñar un papel determinante en suicidarse.
Desmitificar el suicidio
La Encuesta Nacional de Salud Mental, realizada en el 2022, indica que el 2.2 % de la población entre los 18 a 59 años tiene un riesgo moderado-alto de ideación suicida; y el 22 % de estas personas presenta algún grado de depresión.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) indicó en 2023, que el suicidio es un problema de salud pública, ya que cada año, unas 700 mil personas mueren a nivel mundial por suicidio. Es la cuarta causa de muerte de personas de 15 a 29 años, señala este organismo. En las Américas, para 2021, 100 mil 933 personas murieron por suicidio, de acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
El padre José María Tojeira, en un artículo de opinión, publicado el 1 de noviembre de 2022, afirmó que, el suicidio es un síntoma de malestar social. Para él, «el aislamiento, la falta de perspectivas en la vida, los valores que se cultivan o, más bien, que se dejan de cultivar inciden en el aumento del número de personas que deciden quitarse la vida».
Esta situación ha impulsado la creación de iniciativas como el Movimiento de Sobrevivientes, que considera los suicidios un problema grave y desatendido en El Salvador.
Jessica Berrios, fundadora y directora del Movimiento, explicó que surgieron en 2022 como una respuesta de la sociedad civil para prevenir el suicidio en personas emocionalmente afectadas por situaciones adversas, como enfermedades crónicas, discapacidades, violencia intrafamiliar y acoso.
«El suicidio era un tema del que nadie quería hablar hasta hace dos años. A la gente le da pena mencionarlo, es un asunto rodeado de tabúes. La iniciativa es desmitificar el suicidio para que se vea como una oportunidad de vida. El suicidio se vive en silencio. Uno de los mitos más comunes que hemos abordado en entrevistas es: ‘no hables de suicidio, no pronuncies esa palabra en la familia’. Así comienza el silencio de quienes sufren porque no encuentran salida.
Jessica asegura que en su familia ha vivido intentos de suicidios y por eso fundó el Movimiento de Sobrevivientes como una forma de compartir experiencias como la suya. En marzo de 2024, realizaron el primer Foro Nacional sobre prevención de suicidio en niños y preadolescentes para incidir en la prevención de este problema.
Según el Instituto de Medicina Legal (IML), entre 2010 y 2021, 5,697 personas se suicidaron: 4,539 hombres y 1,157 mujeres, lo que equivale a un promedio de 518 suicidios por año.
Una salida en comunidad
En Ahuachapán, mujeres sobrevivientes de violencia y suicidio formaron una asociación para frenar estos problemas y prevenir que otras lleguen al suicidio. Participan en marchas y encuentros sobre derechos humanos.
El reporteo para este texto comenzó en marzo de 2023, durante la marcha del Día Internacional de la Mujer. Las lideresas, quienes prefieren mantenerse en el anonimato, mencionaron el suicidio de niñas y mujeres como una de las principales preocupaciones en la zona. Buscan prevenir este problema colectivamente.
La casa de Victoria, quien dirige la asociación, es el punto de encuentro para unas 40 mujeres. Su lema es: “Mujeres unidas por un porvenir sin violencia y paz”. Acá, comparten sus experiencias para contribuir a la prevención del suicidio.
Lucía, otra integrante, ha contado su historia de dos intentos de suicidio en la asociación, donde lleva participando más de tres años. “Nos ayudan a ver que tenemos derechos y no somos débiles”, asegura.
Las mujeres recorren la comunidad de 3,500 personas, capacitando y alentando a otras a unirse. Desde 2001, afirman haber reducido la violencia machista en la zona. Además, monitorean los tipos de violencia que afectan a las mujeres, con el apoyo de OXFAM, que trabaja en empoderamiento económico desde antes de la pandemia.
El monitoreo de 2020-2021 reveló que las principales formas de violencia en Ahuachapán son sexual, psicológica y patrimonial. Rosa Quintanilla, de OXFAM, destaca que la violencia permea la interacción social en la zona, agravada por la pobreza y el abandono institucional.
“Estamos conscientes de que la violencia está a la base de toda la interacción social. Hay una infravaloración hacia las mujeres y el abandono del abordaje por parte de instituciones socializadoras, como los centros educativos, son barreras grandes. Para mi hablar de estos temas es buscar en el fondo, porque hay una característica clave de la gente sobreviviente de violencia. En términos generales, las mujeres rurales son las que más enfrentan dificultades”, advierte Quintanilla.
A pesar del contexto adverso, estas mujeres han logrado convertirse en voceras y encontrar sentido a sus experiencias. La OMS ha señalado que el sector salud es clave en la prevención de la violencia, pero en El Salvador los programas de atención a mujeres han sufrido retrocesos desde 2019, tras la eliminación de la Secretaría de Inclusión Social.
La psicóloga feminista Gilda Parducci señala que el tratamiento a mujeres víctimas de violencia debe comenzar escuchando sus historias de vida, con empatía y respeto por su silencio. Es fundamental entender que no son culpables de las relaciones abusivas que han vivido, sino resultado de dinámicas de poder y un sistema social opresivo, lo que les permite empezar a valorarse, subraya.
Para esta publicación, se solicitó una entrevista en el Ministerio de Salud para conocer su trabajo en salud mental, con énfasis en las mujeres, pero no obtuvimos respuesta.
* Los nombres y lugares fueron cambiados para evitar la revictimización.
Tabulación, análisis y visualización de datos por Andrea Burgos.