Kenet recuerda muy bien la frase introductoria que expresó hace más de dos años, cuando junto a su compañero de clases, Víctor, se encontraban frente a un grupo de alumnos de entre 10 y 12 años matriculados en el centro escolar del cantón La Ceiba:
—Tengan todos y todas muy buenos días. Nosotros somos jóvenes facilitadores de PROVIDA. Venimos a impartirles temas sobre salud sexual y reproductiva.
La escuela está en uno de los seis cantones pertenecientes al municipio de Las Vueltas, en el departamento de Chalatenango, al norte de la capital salvadoreña. Ellos no eran mucho mayores que los estudiantes que estaban en el aula. Ambos cursaban en ese entonces octavo grado. Kenet tenía 14 años y Víctor tenía 13.
Ahora, más de dos años después, se recuerdan a sí mismos cambiados, diferentes de esos estudiantes. Llegaron a impartir una charla sobre salud sexual reproductiva y los alumnos se rieron ante las imágenes y el material que informaba acerca de métodos anticonceptivos. Otros compañeros hablaron del embarazo, género, derechos y salud, entre otros temas.
Los alumnos de La Ceiba se rieron cuando les hablaron sobre sexo coital, cuando sacaron un dildo —que es un pene artificial— para demostrar el uso correcto del condón masculino. Pero Kenet y Víctor ya estaban preparados para esas reacciones porque ellos también soltaron esas mismas risas cuando antes les hablaban sobre sexo. Las risas son normales, explican, porque la sociedad ha inculcado que solo los mayores deben saber sobre sexo y sexualidad, a pesar de que muchas veces los adultos no saben del tema. “Tendría que ser equitativo e igualitativo (sic) porque no solamente las personas mayores pueden saber eso”, comenta Kenet ahora. Ambos están conscientes de que hay adultos que consideran que ellos no deberían tener este conocimiento y hablan abiertamente de sentir temor a que los regañen si preguntan sobre el tema.
Esto, a pesar de que dentro de sus familias nadie les prohibió saciar su curiosidad de saber más sobre el VIH, el embarazo a temprana edad y métodos anticonceptivos. Algunos de estos temas ya los habían visto en el aula de clases. En 2015, los invitaron a ellos y otros estudiantes de Las Vueltas a participar en un proyecto sobre educación y promoción de derechos sexuales y reproductivos, coordinado por la organización de ayuda humanitaria PROVIDA. Alumnos y promotores de salud de 17 municipios de Chalatenango participaron en este proyecto. Kenet y Víctor se apuntaron porque tenían curiosidad.
Entre el 30 de mayo y el 26 de septiembre de 2015, los participantes recibieron capacitaciones sobre derechos sexuales reproductivos en cinco bloques: el derecho a la salud sexual reproductiva; la problemática de género; salud sexual y reproductiva; embarazo, parto y puerperio; y enfermedades más comunes.
Cuando estaban frente a los alumnos de La Ceiba, Kenet y Víctor se sentían diferentes porque ya habían recibido los talleres, los mismos en los que se sorprendieron porque se discutía abiertamente sobre este tema. Después de participar en la primera fase del proyecto, los estudiantes replicaron los talleres en los centros escolares de sus municipios, entre octubre de 2015 y julio de 2017. Cuando el proyecto acabó, también dejaron de impartir los talleres.
Kenet y Víctor fueron a todos los cantones del municipio durante casi dos años a dar estas charlas, pero reconocen que no todos los adultos estaban cómodos con esta situación. En el centro escolar de La Ceiba, el cantón donde vive Kenet, no los dejaron impartirlas en grados inferiores a tercer ciclo porque, supuestamente, «eran temas muy específicos» para que los alumnos más pequeños los entendieran. «Es un poco al contrario de lo que a nosotros nos habían enseñado porque se dice que desde pequeños tienen que írseles instruyendo, tal vez no de manera grande, pero sí cierto conocimiento”, comenta Víctor. Estos adolescentes reconocen que hay una brecha generacional en este tema, pero no son los únicos.
Ni sexo, ni coger, ni ‘pisar’
No es que estén en contra del sexo, de coger o de ‘pisar’. Pero al hablar de sexo, de coger, o de ‘pisar’, estos dos adolescentes lo hacen con un léxico tan técnico que cuesta acostumbrarse a escucharlos. Ahora, ambos cursan primer año de bachillerato. Kenet tiene 16 años; Víctor, 15.
«Coger», dice Kenet, es la palabra común para hablar de sexo, pero no es la correcta. En general, hablan con confianza y seguridad. Es probable que eviten los términos coloquiales por el hecho de tener una grabadora enfrente. Aun así, el vocabulario que utilizan resalta. Enfatizan que “relaciones sexuales” —que de por sí ya parece un término formal— no es la terminología que se debe usar al hablar del tema: “Las palabras adecuadas no eran esas. No era ni «sexo» tampoco, sino que «relaciones sexo coitales»”, dice Kenet con su voz algo ronca, pero de forma contundente.
«Relaciones sexo coitales» no es un término que ocupan una sola vez para aprobar un examen imaginario que nadie les está haciendo y del que luego se olvidan. Lo traen a colación una y otra vez durante la conversación. Se desenrolla de sus lenguas de forma natural, como quien lleva años usándolo y ya no se da cuenta de que lo hace.
No son los únicos. Otros adolescentes de Las Vueltas también usan un léxico técnico para referirse al sexo, la sexualidad y la salud sexual. Algunos son tan sencillos como decirle vagina a la vagina y pene al pene. Pero otros llaman la atención, como cuando una adolescente de 16 años utiliza «tener genitalidad» como sinónimo de tener sexo.
La naturalidad con que estos adolescentes hablan sobre los términos relacionados al sexo y la sexualidad sorprende porque están hablando con alguien a quien no conocen. Sorprende porque hablan sin vergüenza alguna. Pero, sobre todo, sorprende porque este lugar, donde los adolescentes pueden llegar a hablar de forma técnica sobre el sexo, estuvo en tres ocasiones en los últimos seis años entre los tres municipios con las tasas de embarazo adolescente más altas de todo el país: en 2012 estuvo en tercer lugar; en 2014, de nuevo, en tercer lugar; y en 2016, en primer lugar, con la tasa más alta del país, al contabilizarse un promedio de 68.4 embarazos precoces por cada 1000 habitantes. Es decir, más de dos veces la tasa nacional para ese año.
La oscilación en la tasa de embarazos de este municipio refleja un lugar donde hay intentos de implementar estrategias sobre salud sexual reproductiva, pero donde hay una vaga presencia del Ministerio de Salud, el mismo que en 2012 emitió la Política de Salud Sexual Reproductiva. Las contradicciones se reflejan en las cifras de embarazos, pero también en otras situaciones a las que los adolescentes se enfrentan. Mientras algunos participan en cursos de educación sexual dirigidos por organizaciones no gubernamentales con apoyo de la municipalidad, el complejo educativo y la unidad de salud; otros se enfrentan a estigmas sociales y situaciones de violencia sexual sin el apoyo de una infraestructura institucional.
La política del zigzag
Es febrero de 2018. Falta menos de un mes para las elecciones municipales y la ciudad de Chalatenango está cubierta de propaganda política. Muchos de los afiches promocionan un nombre ligado a Las Vueltas desde hace ocho años: Rosa Cándida Alas de Menjívar, quien ha sido la alcaldesa del municipio desde hace tres períodos en representación del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Ahora compite por el puesto de edil de la ciudad de Chalatenango y su propaganda se encuentra incluso en la calle que lleva hacia Las Vueltas.
El nombre de este municipio le hace honor a su geografía. Para llegar hay que tomar una de las salidas de la cabecera departamental, una calle de asfalto llena de curvas que llevan hasta el casco urbano del lugar. Todo está empolvado: la calle, las casas y las plantas a la orilla del camino. Incluso las montañas están cubiertas de ese color café rojizo de un polvo que no ha visto la lluvia en semanas.
A veces parece que los adultos de este lugar hablan de la misma forma en que se llega al casco urbano. Haciendo zigzags, con curvas. ¿Qué son los derechos sexuales reproductivos? Cuando la alcaldesa responde la pregunta, hace giros y vueltas, pero evitando en todo momento mencionar las palabras «sexo» o «sexualidad».
Alas de Menjívar habla de forma nerviosa. Mueve sus manos de arriba hacia abajo cuando se refiere al cuerpo humano. Dirige sus ojos de un lado al otro, sin fijar la mirada, cuando responde: “Sin duda, pues, es el derecho que tienen las niñas, los y las adolescentes de conocer; del derecho a decidir de qué mejor le conviene… de poder informarse de la mejor manera para cuando toman las decisiones de formar una pareja que sean personas que realmente ya pueden decidir, que ya pueden sacar adelante su bebé”. Solo cinco veces durante la conversación —que duró alrededor de 40 minutos— enunció palabras que hicieran alusión a sexo o sexualidad.
La confianza con que los adolescentes hablan del tema deja en evidencia lo difícil que es para muchos de los adultos del municipio acercarse al mismo. Si estos adolescentes hablan como tecnócratas sobre la sexualidad, la mayoría de los adultos lo hacen como el estereotipo del adolescente nervioso: entre risas, tímidos, incómodos, y, en algunos casos, con desconocimiento.
La alcaldesa alardea acerca de que durante su administración Las Vueltas ha dado pasos positivos, como la creación de políticas locales de género y de la niñez y adolescencia. A partir de estas, formaron unidades correspondientes que tienen asignadas el 10 % y el 15 % del presupuesto municipal, respectivamente. También habla de los proyectos sobre salud sexual reproductiva que han desarrollado ahí organismos internacionales, como la Unión Europea; y organismos no gubernamentales, como PROVIDA; en coordinación con la municipalidad. Pero hay una mancha que erosiona las palabras y la confianza con la que habla la funcionaria pública: la tasa de embarazo adolescente del lugar.
Los números parecieran no ser tan importantes al verlos sin la lupa de la población. Según cifras del Ministerio de Salud (MINSAL), ocho adolescentes recibieron atenciones prenatales en Las Vueltas en 2016, un dato que corrobora el registro de partidas de nacimiento de la alcaldía. En 2017, la cifra disminuyó a cuatro embarazos, según datos entregados por el MINSAL. Sin embargo, el registro de la Unidad de Salud y el registro de partidas de nacimientos de ese año indican que la cifra fue de cinco embarazos.
Estos datos se dimensionan mejor cuando se observan junto al número de adolescentes mujeres entre los 10 y los 18 años. Las Vueltas cuenta con 117 adolescentes mujeres en este rango, según del censo de 2007. El registro de la población, de acuerdo a la Unidad de Salud, señala que hay todavía más adolescentes, con 181 mujeres adolescentes entre 10 y 19 años.
El sitio que tiene adolescentes informados, que conocen sobre anticonceptivos, prevención de embarazo y cómo protegerse de enfermedades de transmisión sexual —porque ha habido y hay programas de educación sobre salud sexual reproductiva— es también un municipio que en 2016 tuvo la tasa de embarazo adolescente más alta de todo el país: de 68.4 por cada 1000 habitantes. Desde 2012 ha estado tres veces, de forma intercalada, entre los tres municipios con las tasas más altas del país. En los otros tres años, su tasa disminuyó considerablemente, pero la cifras muestra una volatilidad en el tema, no una tendencia a la baja.
A nivel nacional, la tasa de embarazos adolescentes ha disminuido en los últimos dos años. 2016 fue el primer año en que la tasa bajó de 30, con 27.4 embarazos por cada 1000 adolescentes entre 10 y 18 años. Es decir que casi 3 de cada 100 niñas adolescentes entre 10 y 18 años estuvieron embarazadas en El Salvador en el curso de un año.
El siguiente año, 2017, la tasa también disminuyó y llegó a 24.11 embarazos por cada 1000 adolescentes entre 10 y 18 años. Pero la cifra es alarmante, tanto en Las Vueltas como a nivel nacional, si se observa el fenómeno sólo entre adolescentes entre 15 y 18 años de edad.
Para poner en contexto: América Latina es la segunda región con la tasa de embarazos en adolescentes entre 15 y 19 años con 66 embarazos por cada 1000 adolescentes en este grupo de edad. En 2016, la el país con la tasa más alta en este mismo grupo fue Níger con 194 embarazos por cada 1000 adolescentes.
En 2016, Las Vueltas tuvo una tasa de 156 por cada 1000 adolescentes entre 15 y 18 años y, en 2017, tuvo una tasa de 78. Es decir, en 2016, 2 de cada 10 adolescentes estuvieron embarazadas. En 2017, la cifra fue de 1 de cada 10.
En 2016, a nivel nacional, 61 de cada 1000 adolescentes entre 15 y 18 años estuvieron embarazadas. En 2017, la tasa solo bajó a 55 embarazos. Es decir que, estadísticamente en ambos años 6 de cada 10 adolescentes en este grupo de edad estuvieron embarazadas.
Aunque el país no cuenta con una política de educación sexual que se origine desde el ministerio encargado de eso, de la Educación, sí existe una Política de Salud Sexual Reproductiva que fue emitida en 2012 por el Ministerio de Salud. En ese entonces, esta institución reconoció en el texto de la política que la adolescencia es un período de vulnerabilidad y que el embarazo adolescente es un problema a resolver. Para 2011 había una tasa de embarazo precoz en mujeres entre 15 y 19 años de 89 por cada 1000 mujeres en este grupo de edad. Esta cartera del Estado salvadoreño, además, cuenta con otras estrategias y planes relacionados con la salud sexual reproductiva, como la Estrategia Nacional de Condones de 2016.
Estas han sido las únicas respuestas al artículo 24 de la Ley De Protección Integral De La Niñez Y Adolescencia (Lepina) que exige al Estado salvadoreño crear políticas públicas y programas para la prevención del embarazo en niñas y adolescentes. Esta fue aprobada hace casi 10 años, en 2009.
Casos como el de Las Vueltas muestran que hay una disonancia entre el papel y la realidad, que la aplicación de estas políticas queda sobre todo en manos de las autoridades locales y que muchas veces el papel no considera otros factores que hay que superar más allá de la falta de información.
El director del Complejo Educativo de Las Vueltas, Antonio Rodríguez, reconoce la curiosidad de los jóvenes por saber más sobre salud sexual reproductiva y, además, que es necesario que aprendan sobre el tema. Este es el único lugar del municipio donde se puede cursar el Bachillerato. En los otros seis cantones solo se ofrece hasta noveno grado, por lo que cualquiera que quiera continuar sus estudios tiene que viajar a Las Vueltas, aunque esto signifique un viaje de más de una hora en algunos casos.
El terreno del complejo escolar está a la orilla de una calle que desemboca en el centro urbano, al lado de la iglesia católica. A menos de cinco minutos del centro está la iglesia evangélica del lugar. El director está en su oficina. Durante los primeros 15 minutos de la entrevista se muestra nervioso. Su mirada rehúye contacto visual, su voz se quiebra un poco aquí y allá, mientras que sus manos buscan papeles para utilizar como reemplazo de una pelota contra el estrés.
A pesar de que no maneja el tema con nombres técnicos como Kenet y Víctor —dice “dilton” en lugar de dildo— ha participado en la creación de espacios y está consciente del problema de los embarazos precoces en el municipio. El director afirma que lo mejor es la abstinencia, pero también les recomiendan a los adolescentes que, si van a tener relaciones sexuales, utilicen los métodos necesarios para prevenir el embarazo y las enfermedades de transmisión sexual. “Si lo va a hacer, ahí en la unidad de salud le pueden poner la vacuna, le pueden dar los condones”, comenta.
Impartir el tema es fácil, asegura, porque ya viene dentro del currículo de tercer ciclo; por los apoyos que han recibido de PROVIDA y recibirán de otras organizaciones en el futuro; y por la coordinación que hay entre el Complejo Educativo, la Unidad de Salud y la alcaldía para impartir charlas sobre salud sexual reproductiva tanto dentro de la escuela como a los grupos de jóvenes del municipio. El problema, aclara, es convencer a las familias de que esta es la estrategia correcta, sobre todo si provienen de un entorno religioso y de las zonas más rurales. “Es más complicado hablar con los papás y las mamás porque ellos dicen que al dar esos temas es orientarles a ellos para que lo hagan más luego”, agrega.
Algunos estudiantes, dicen Víctor y Kenet, incluso esconden de sus padres que participan en estas actividades por miedo a que los regañen. Ellos no tuvieron ese problema. Víctor, que vive con su madre, recuerda que a sus nueve años, ella le empezó a hablar sobre los cambios que le iban a suceder en la pubertad. Kenet vive con su abuela —quien no sabe de su participación en el proyecto—. Con los abuelos es más difícil hablar de esto, dice. En aquel momento lo discutió con su madre, quien murió el año pasado de un paro cardíaco; y con su padre, quien vive en Washington, D. C., desde hace cinco años, pero con quien habla todos los días. Su mamá le hablaba abiertamente del tema, aunque no necesariamente con la terminología que él usa ahora: “Me decía que, cuando yo tuviera sexo, me tenía que proteger. Los métodos anticonceptivos sí los manejaba porque parece que ella fue facilitadora en un taller”, agrega.
“Están tan jovencitos. Se van a llenar de hijos”
Berta Lidia Guardado está trabajando en una máquina de coser antigua marca Singer en la cochera de su casa. Vive a menos de una cuadra del Complejo Educativo Las Vueltas. El garaje desempeña el papel de taller de confección, producción de champús natural, y bodega. Berta se cambia de ropa y se sienta en el corredor de la casa a hablar sobre su experiencia como madre.
—Uno, a falta de información se llenó de hijos. No me arrepiento de los hijos que tengo, pero yo hubiera pensado en cuidarme más, en disfrutar más mi juventud. Yo fui mamá a los 19 años.
Es originaria de Las Vueltas. Creció durante la guerra, cuando el municipio quedó despoblado y anduvo en los montes desde 1985, moviéndose de lugar en lugar. Sus padres trataron de que por lo menos aprendiera a leer y a escribir. No recuerda que alguna vez le hayan hablado de salud sexual reproductiva en la escuela.
Ahora tiene 43 años y ya es abuela. Cuando lo cuenta, habla con un poco de decepción. Su segundo hijo, que tiene 22 años, ya tiene dos hijos. El primero lo tuvo a su misma edad, a los 19 años. Él recibió charlas, «pero no las puso en práctica», comenta, y ella no tuvo tiempo de hablar con él tanto sobre el tema. Su hijo emigró a Canadá cuando tenía 15 años.
Aunque sea de lejos, le dice que planifiquen. “Ustedes tienen que cuidarse porque ya tienen dos bebés y están tan jovencitos. Se van a llenar de hijos”, recuerda haberle dicho a su nuera. Y a los que todavía no tienen, les dice que se protejan. Sus tres hijos varones, de 24, 22, y 16 años emigraron a Canadá y ella vive con su hija de 12 años, con la que trata de hablar más sobre estos temas.
De hecho, su hija acaba de recibir una charla impartida por promotores de la unidad de salud del municipio. Según el plan de la clínica, esa es la primera charla de ocho programadas para todo el año escolar.
Ella también ha querido aprender a hablar del tema. Incluso participó en un taller del Ministerio de Salud alrededor de 2009 para que, “supuestamente”, padres y madres de familia fueran facilitadores de charlas sobre salud sexual reproductiva, donde les hicieron demostraciones con un pene de madera. Dice «supuestamente» porque esa segunda parte nunca se ejecutó y del taller solo le quedó un libro que, con los años, sus hijos utilizaron para colorear.
El libro es una guía metodológica de salud sexual reproductiva con el título “De buen palo… mejor astilla”, cuya primera edición fue publicada en 2006 por el Ministerio de Salud con apoyo del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA). Es decir que, al menos desde 2009, cuando Berta recuerda haber recibido un taller, el Ministerio de Salud ha tenido proyectos sobre Salud Sexual reproductiva en el municipio, pero aún así el municipio mantiene tasas altas de embarazo en adolescentes.
En su adultez, dice, se fue empoderando. Y es en ese contexto como lee la separación de su compañero de vida, con quien tuvo una relación durante 18 años, a quien se refiere como alguien que tenía problemas con el alcohol. “Yo digo, púchica, yo era una mujer que me estaba empoderando y permitiendo esos tipos de violencia… Porque eso es violencia”.
Ahora es miembro activo de la comunidad, participa en asociaciones, en las clases de aeróbicos y sale a correr todos los días junto a su hermana. Además, es paciente de la clínica, donde le han hecho la citología, pero reconoce que hay mujeres del municipio que deciden ir a Chalatenango a pasar clínica ginecológica “porque les da pena”. La mamografía está en sus planes, pero para ello tendría que ir a Chalatenango y pagar por el examen.
El que muchas mujeres deciden no recurrir a la clínica no es desconocido ni en la alcaldía ni en la Unidad de Salud. Mirna Guardado, encargada de la Unidad de Género de la Alcaldía, asegura que muchas mujeres recurren a un hospital privado en Chalatenango para obtener este servicio. El registro de la Unidad Comunitaria de Salud Familiar muestra que practicaron 268 citologías en 2017. Un número bajo si se considera que hay una población de 487 mujeres de acuerdo al censo de 2007.
La cifra disminuye alarmantemente en cuanto a exámenes de próstata. No han hecho ni uno. Y la clínica se puso de meta para 2018 hacer al menos cinco exámenes de próstata entre los 432 veteranos de guerra a los que tienen registrados para un programa dirigido a esta población.
Berta está a favor de que estas charlas y programas continúen, pero reconoce que hay otros padres y madres de familia que no lo ven así. “Pienso que es como una prevención que les están dando. No es que los estén mandando a tener sexo a temprana edad, pero algunos papás sí lo toman de esa manera”.
Mientras está sentada en una banca en el corredor de entrada a su casa, una adolescente en jeans y camiseta sale de la puerta que da hacia el interior. Camina hacia la puerta de salida del corredor y cuando la cruza, Berta le pregunta si en la charla del otro día les hablaron de diversidad sexual. «Solo de autocuidado», le responden.
¿Y qué significa eso de autocuidado? La niña sonríe, cierra la puerta y se va. Era una amiga de su hija. El autocuidado implica, según un manual de la Organización Mundial de la Salud, la capcidad de llevar una vida sana, tener cuidados acerca de la salud personal, incluyendo la búsqueda de atención. Un ejemplo sería hacerse exámenes periódicos de próstata en hombres y la citología en mujeres. «Mire. Le dio pena… Se fue», recalca Berta, quien hace algunos minutos comentó que a veces es difícil hablar con los adolescentes del tema. “Pero uno ahí con rodeos va diciéndoles que es por su bien, que están jovencitos, que tienen que estudiar. Que si se ponen a tener hijos o alguna enfermedad…todo eso”.
Que es una loca, que le pica
Si la brecha generacional es un problema para discutir la salud sexual reproductiva de forma abierta, un grupo de chicas adolescentes deja claro que no es el único. La desinformación puede que se esté combatiendo, pero el cómo se discute sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres no.
Lucrecia*, Daniela* y Andrea* están cursando primero y segundo año de bachillerato. Las tres quieren estudiar carreras universitarias y hablan de los problemas que las adolescentes mujeres tienen alrededor de estos temas. Por una parte, les dan información sobre educación sexual reproductiva. Por otro, las discriminan y estigmatizan. Conocen de métodos anticonceptivos, se refieren a tener sexo como tener genitalidad, pero creen que nunca irían a la Unidad de Salud a solicitar anticonceptivos por miedo a las críticas que esto les puede traer.
Los chicos adolescentes, en cambio, no se preocupan por eso. En 2017, la Unidad de Salud recibió 4,000 condones masculinos. Para febrero de 2018, ya solo le quedaban 500 condones masculinos y acababan de ser reabastecidos con 3,356. Según el personal de la clínica, los usuarios que más solicitan los condones masculinos son hombres adolescentes. Y eso tomando en cuenta que, según Kenet y Víctor, algunos adolescentes prefieren no ir a la clínica y pagan por preservativos en una de las tiendas del casco urbano.
La Estrategia Nacional de Condones de 2016 del Ministerio de Salud establece como guía técnica que cada hombre en edad fértil debe recibir 24 condones al mes. Esto implicaría que esta unidad de salud debería tener un abastecimiento anual de al menos 115,200 condones para abarcar solo a los hombres entre 20 y 59 años que la unidad registra tiene el municipio: 400. Esto la deja con un déficit de 111,344 condones masculinos. Esto sin contar a los adolescentes. La unidad de salud asegura que hay 182 hombres y 181 mujeres entre 10 y 18 años de edad. Y también sin contar a las mujeres adultas, que son 445, de acuerdo a la unidad de salud.
Kenet recuerda que, antes de recibir las charlas, ya tenía curiosidad sobre los condones. Cuando tenía 12 años fue a la unidad de salud a pedir algunos. “Yo tenía curiosidad, ¿veá? De saber qué era un condón, porque no sabía. Entonces yo iba a la unidad de salud y le decía que me regalaran”, comenta como una anécdota curiosa. Le preguntaron su nombre, su edad y le dieron alrededor de 30 preservativos.
Las jóvenes adolescentes están conscientes de esta diferencia entre ellas y ellos. “Aquel mismo machismo de todas partes de la sociedad, que te tachan como prostituta… perdón, como trabajadora del sexo, porque ejercés tu sexualidad o tu genitalidad. Es como… un problema para una”, afirma Lucrecia. El solo hecho de entrar en la pubertad puede ya contar como una ofensa.
«El típico. Lo mismo que dicen siempre es: «a esta niña ya le entró la picazón»», dice Lucrecia, seguido de un suspiro.
Daniela retoma la idea y explica cómo el cambio en la apariencia de una joven le puede traer críticas:
—Que es una loca, que le pica… Porque es sexual. Si ven a una niña que tiene sus 14 años y no se ha arreglado tan maliciosa y de 15, 16, ya anda bien arregladita, ya dicen: «¡Ay, no! A esta ya le empiezan a gustar los bichos», que esta no sé qué, ¡que esta no sé cuánto!
Sus comentarios no provienen sólo de expresiones generales, sino también de experiencias propias en que amistades abiertas con chicos resultan en rumores que llegan a las puertas de su casa antes que ellas mismas. A Andrea y a Daniela les ha sucedido. “Un amigo tiene la maña de abrazarme cuando me ve… y andaban diciendo que soy novia de él. Llegaron a decirle a mi mamá que yo casándome iba a terminar con él. Y sólo somos amigos, él tiene su novia, ya casi acompañados… y gran chambre”.
A veces ni ellas mismas pueden escapar de palabras que denotan ciertas críticas hacia otras jóvenes, como cuando Lucrecia discute sobre compañeras que han tenido novios desde pequeñas: “Yo he tenido experiencias de mis compañeras porque desde muy pequeñitas… y que han sido como más… extravagantes a la hora de querer tener una relación con niños desde muy pequeñitas”. En su caso, dice, no le interesa tener un novio que le endulce el oído. Tanto Andrea como Daniela tuvieron novio en el pasado, pero ahora dicen que les interesan más sus estudios.
Quizás ahora los evitan porque si entrar a la pubertad y tener amigos o hablar con chicos en las calles puede convertirse en rumores, un beso o un novio es aceptar la presunción que son sexualmente activas. Y eso es lo peor que le puede ocurrir a una joven. “Ese gran tabú que, si tenés novio ya varia gente piensa que vos ya, o sea, hacés de todo”, dice Andrea. Lucrecia lo resume así: si tenés novio, tenés genitalidad.
Es una suma que puede resultar en frases hirientes, pero también en arrastrar el nombre de sus familias por el suelo. “A veces, cuando una joven empieza a tener genitalidad con el novio, digamos, tiran el nombre de la familia por el suelo. Nada que solo soy yo, sino que se va a la colada la mamá…”, comenta Andrea. Si la hija tiene sexo es culpa de la madre que la deja o porque la madre así fue. Si una de la familia tiene sexo, se asume que todas las demás van a ser igual.
Sus hermanos, sus amigos, y sus compañeros de clase, en cambio, no tienen que preocuparse por eso. Nunca han escuchado críticas hacia un hombre por ser sexualmente activo.
«Jamás», dice Lucrecia, «pero si no tiene, sos gay. Esa es la expresión. El mismo machismo de siempre, el típico machismo salvadoreño».
Estos comentarios parece que no tienen suficiente eco en aquellos adultos que han estado a cargo de generar políticas públicas dentro del municipio. La alcaldesa —quien compitió y perdió el puesto de edil en Chalatenango un mes después— alardea de ser campeona de derechos de las niñas, los niños, las y los adolescentes, de la juventud, de las mujeres y de las políticas públicas que tienen en el municipio. Pero las palabras y el papel a veces pueden esconder carencias.
En febrero, la alcaldesa desconocía las cifras de embarazo adolescente del municipio. Primero afirmó que solo hubo uno en 2017. Después de revisar, corrigió la cifra a un embarazo de una adolescente entre 10 y 17 años, y 5 embarazos de adolescentes entre 18 y 19 años. “Y uno no es de acá”, añade. Esta es una explicación que se escucha proveniente de varios funcionarios públicos. Por ello, dicen, es posible que el conteo de embarazos adolescentes dentro del municipio sea alto. Pero los datos de la alcaldía y de la unidad de salud muestran que esto no es así.
Está claro que ofrecer servicios de salud a mujeres embarazadas es una de las tareas más importantes de la Unidad Comunitaria de Salud Familiar (UCSF). En una pared de una sala de reuniones hay un mapa obstétrico compuesto por los diferentes cantones, donde han dibujado, casa por casa, los hogares de las mujeres embarazadas.
La Unidad de Salud ha tomado el papel de otorgar charlas sobre salud sexual reproductiva. Rosa Benavides, quien es enfermera del lugar desde junio de 2016, es una de las enfermeras que dan este tipo de charlas, principalmente al grupo de adolescentes y a las mujeres en edad fértil. Este año, con apoyo de la organización Plan Internacional y de la alcaldía, a la charla mensual del grupo de adolescentes se le sumaron ocho que estaban programadas para el complejo educativo y otras para los grupos de adolescentes en los cantones El Amatillo y La Ceiba.
Pero desde que llegó en junio de 2016 hasta febrero de 2018, Rosa solo tuvo como apoyo el material que encontró en la Unidad de Salud: una copia del libro para capacitar padres de familia, el mismo que Berta Guardado tiene en su casa; y otros cuatro que se titulan “Arcoíris” que datan de 2005. Es decir, textos previos a que se aprobara la Política de Salud Sexual Reproductiva del Ministerio de Salud y la Estrategia Nacional de Condones, por mencionar algunas. Ni ella ni el director de la Unidad de Salud, Rodolfo Alexander Trejo, han recibido capacitaciones sobre el tema. Trejo contó que la única capacitación en la que recuerda hayan tocado el tema de prevención de embarazo fue en relación al Zika. Esto a pesar de que tanto la Estrategia Nacional de Condones como la Política de Salud Sexual Reproductiva detallan que se debe de capacitar al personal del sistema de salud en estos temas.
En otra de las paredes hay un papel titulado “Informe de embarazadas UCSF Las Vueltas hasta el 15 de marzo de 2017” donde las pacientes están separadas por los cantones del municipio. No se indica que ninguna paciente haya sido de fuera de la zona. Para ese entonces ya había cinco adolescentes entre 16 y 18 años embarazadas. El libro de pacientes detalla que ese año hubo al menos ocho adolescentes que recibieron servicios prenatales: 4 de 18 años; 3 de 17; y 1 de 15 años. Esta última, aseguró la enfermera Benavides, provenía de Suchitoto, pero vivió en el municipio durante todo el embarazo.
El registro de partidas de nacimiento también corrobora los datos de embarazos precoces dentro del municipio, donde hay ocho bebés que nacieron en 2016 de madres adolescentes, pero solo registra cinco en 2017. Datos oficiales de atenciones prenatales del Ministerio de Salud, detallan que 4 adolescentes entre 10 y 18 años fueron atendidas en este municipio.
Caso graves que se ven como algo “normal”
Comparar los datos del registro de partidas de nacimiento destaca otro elemento. El número de madres adolescentes no es acompañado por un mismo número de padres adolescentes. En 2016, el año en que Las Vueltas fue el municipio con la tasa de embarazos precoces más alta del país, solo tres de los padres eran también adolescentes. El resto eran hombres entre 2 y 10 años mayores que las madres adolescentes que tenían entre 15 y 18 años.
De los cinco bebés registrados en 2017 como hijos de madres adolescentes, ninguno tenía un padre adolescente. Ellos eran entre 3 y 19 años mayores que las madres, con un promedio de 8 años de diferencia.
En El Salvador, tener relaciones sexuales con una persona menor de 15 años es delito y está tipificado como una violación a menor o incapaz y puede ser sancionado con hasta 20 años de prisión. Según el Código Penal salvadoreño tener relaciones sexuales con un adolescente mayor de 15 años y menor de 18 años por medio de engaño se considera estupro, un delito que puede ser castigado con hasta 10 años de prisión, los cuales pueden subir hasta 12 si existe una relación de superioridad, como maestros, líderes religiosos u otros. En Las Vueltas hay al menos dos casos que podrían caer dentro de estas categorías.
El municipio cuenta con varias asociaciones, entre las que se encuentra un grupo de jóvenes cuyos miembros reciben charlas periódicamente sobre salud sexual reproductiva. Foto Salvador Meléndez.
Mientras espera el bus para regresar a su cantón que queda a 15 minutos del centro, Renata nos cuenta sobre su vida en Las Vueltas. Ha recibido las charlas sobre salud sexual reproductiva que sus mismos compañeros de grado dieron, participa en la asociación de jóvenes del municipio, ha ido a reuniones en la Unidad de Salud donde dan charlas sobre salud sexual reproductiva. Estas últimas no son obligatorias.
A ella le interesa la comunidad y le interesa saber sobre el tema porque ha visto jóvenes incluso menores que ella embarazadas y no quisiera encontrarse en una situación así. “Pues no quiero salir embarazada. Para empezar no me considero capaz de sobrellevar la situación. Hay que estar preparado tanto económicamente como psicológicamente”.
A algunas, incluso las conoce personalmente. Una compañera quedó embarazada y desertó de sus estudios el año pasado. Antes del embarazo, Renata la aconsejaba que dejara al papá de su bebé. Él, el progenitor, es un hombre de 40 años. El padre del bebé es el profesor de sociales y de matemáticas del Complejo Educativo de Las Vueltas.
Las primeras en hablar sobre este caso son las chicas que se quejan de cómo hay una estigmatización de las jóvenes en el municipio. Lo primero que afirman es que el profesor acosa a las alumnas del lugar.
«Incluso dice comentarios nada éticos a las mismas alumnas, como «¡sí sos bonita, vos!»», comenta Lucrecia . «Es el doble sentido… Y para uno es incómodo que haga eso». «Se siente feo, incómodo. No te sentís bien, te sentís mal que te han acosado», replica Daniela.
Además, el profesor se acompañó con esa alumna quien dejó de estudiar y ahora está embarazada. Cumplió los 18 años en diciembre de 2017. Pero Renata asegura que el profesor le empezó a “hablar” hace dos años cuando estaban en séptimo grado. Cuando Renata dice “hablar”, explica, es hablar como novios. Para que quede claro: su amiga tenía 16 años y estaba en Séptimo Grado cuando el profesor de matemáticas de 40 años le empezó a hablar “como novios”, en otras palabras, cuando el profesor la empezó a acosar.
Otra mujer de 22 años, que estaba en la escuela en ese momento y asegura ser amiga tanto de la joven como del profesor, confirma esto y agrega que alumnos y padres estaban molestos con la situación. No por la edad de la adolescente, sino porque el profesor mostraba favoritismo hacia la chica.
Las madres en reuniones se quejaban de preferencia: “Si es su mujer”, comentaban. Ahí fue el problema donde ella dijo: “no quiero problemas”. Entonces ella se salió.
Las chicas que cuentan del acoso del profesor lo ven de otra manera. Lo ven como que la sociedad la excluyó. “Entró en una depresión horrible porque la tachaban de “P” para arriba porque tenía genitalidad”, dice Lucrecia.
Según la introducción de la Política de Salud Sexual Reproductiva, en 2011 “el Ministerio de Salud reportó como primera causa de muerte en mujeres adolescentes de 15 a 19 años la muerte auto infligida por efectos tóxicos de sustancias de procedencia no medicinal, muchos de estos casos relacionados con embarazos no deseados o conflictos derivados de un ejercicio inadecuado de la SSR”.
Félix Antonio Núñez Galdámez, el profesor de matemáticas de 40 años, acepta que se acompañó con una alumna, pero asegura que no hay nada malo en ello porque son una pareja y porque ella ya es mayor de edad. Además, dice, está esperando el divorcio de su esposa, de la que dice estar separado desde hace nueve años. El profesor de matemáticas dice que siempre ha sido respetuoso. Repite una y otra vez que ella ya es mayor de edad.
«Siempre he tenido el pensamiento de que jamás me iba a involucrar en un tipo de sentimiento hacia un alumno. Pero como a ella ya no la vería en función de alumna, por el hecho de que ya tenía su edad determinada, ya en función de mujer. Adolescente, pero ya con su edad, porque ya sabía de tantos casos que se han dado in fraganti y están en la cárcel», justifica Núñez.
El profesor de matemáticas de 40 años asegura que ella dejó los estudios antes de que iniciaran su relación, pero al mismo tiempo cuenta que ella tomó la decisión debido a que otros alumnos la hostigaban porque veían preferencias de parte de él hacia ella.
Este hombre de 40 años, acompañado con una joven 22 años menor que él, acepta que en la comunidad se han dado casos graves de adolescentes embarazadas de hombres mucho mayores que ellas. Su caso, dice, no es de esos. Él hablaba con ella como con cualquier alumna hasta, como repite varias veces, que ella fue mayor de edad. Algunas de sus alumnas dicen que se sienten acosadas por él.
Tanto alumnos, como el director del complejo educativo, como el director de la Unidad de la Niñez y la Adolescencia confirmaron que el caso inició antes de que ella tuviera 18 años. Pero este no es el único. Incluso el profesor comenta al respecto: “Acá en la comunidad se han dado casos graves, antes. La gente al final lo ve normal”.
Guillermo Antonio Cañas, pastor evangélico en Las Vueltas, no está de acuerdo con que adolescentes reciban tanta información sobre salud sexual reproductiva porque, a su juicio, «esto los incita a iniciar su vida sexual». Cañas dejó embarazada a su ahora esposa cuando ella tenía 14 años. Foto Salvador Meléndez.
Uno de estos casos es el del pastor evangélico, Guillermo Antonio Cañas, quien tiene 42 años y ahora critica que los talleres y las charlas sobre educación sexual “les dan rienda suelta” a los adolescentes a tener relaciones sexuales a temprana edad y “que vivan una vida en libertinaje”. El pastor evangélico embarazó a una adolescente de 14 años de edad.
Marilú, que ahora tiene 22 años, dice que su caso es único “porque él es pastor. Tiene muchas cosas diferentes a los demás. Yo cuando me fui con él… Yo tenía 14 años”, afirma. Además, su madre estaba de acuerdo porque sabía que no la iba tirar a la calle o a dejar sola con el bebé. Ahora están casados y Marilú habla de su relación sin poner pero. Su hijo tiene siete años. Se casaron hace seis o siete años, dice, cuando ella estaba en Sexto Grado.
Sexto.
Ninguno de estos dos casos ha sido denunciado y ambos hombres siguen en sus puestos sin consecuencia alguna. Las jóvenes adolescentes dejaron de estudiar. Una está terminando el bachillerato a los 22 años. A la otra, que está embarazada, solo se le ve cuando va a la Unidad de Salud a pasar consulta.
*Los nombres de estas personas se han cambiado para proteger su identidad.
Este artículo fue publicado originalmente en Revista Factum el 8 de octubre de 2018 como parte un proyecto ejecutado en coproducción entre Alharaca y Revista Factum, y financiado por los Premios IDEA.