Mujer, migrante, madre y artista de música urbana

01/03/2023

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Alma Paz dice que maternar en un país de Latinoamérica nunca ha sido fácil, y que ser madre debe ser una elección en una sociedad que considera a la mujer cuidadora por naturaleza. Que poco se dice de la soledad, de la depresión posparto y de los padres que no se implican. Las luces y sombras de la maternidad.

Entrevista por Carolina Rojas


No fue de un día para otro que elegí migrar. Yo viajé a México después de haber terminado con mi pareja chilena, y quise salir de mi zona de confort para pasar esa pena. Me había ido por tres meses y llegué a vivir con la esposa de un músico chileno que me recibió durante esa estadía. Yo estaba triste, pero con el tiempo comencé a conectarme con gente y a conocer el medio musical. Mi oficio era fotografía para medios, pero siempre me gustó la música. Fue así como conocí a un publicista, quien es el padre de mi hijo. Ese viaje corto se extendió por amor y regresé a Chile solo a buscar mis cosas para vivir indefinidamente en México. Ese día me bajé en el aeropuerto, llena de maletas, se abrieron las puertas y vi la ciudad. Me sentí muy nerviosa, pero llena de esperanza por lo q ue venía: era una mezcla de miedo y alegría. Un montón de emociones revueltas.  

Como mi trabajo en Chile era ser fotógrafa, en México seguí con fotos documentales. En 2011 me convertí en mamá sin pensarlo, ni planearlo. Tuve que dejar de hacer fotografías para diarios, porque es un oficio riesgoso, así que empecé a hacer trabajos más relacionados con el rubro de la moda y la publicidad. Cuando me separé, mi hijo tenía dos años y hubo que tomar una decisión importante: o regresaba a Chile o me quedaba en México, para no separar al niño de su papá. 

Por un lado, es genial la maternidad, hay un crecimiento importante. Pero por el otro, están todas las dificultades de criar sin redes de apoyo. También te pasan cosas para las que nadie te prepara.

Mi maternidad fue bastante solitaria. Nadie te cuenta que tus tiempos van a estar absolutamente limitados, siempre nos lo pintan como un anuncio publicitario con la familia feliz. Hay una romantización, pero la verdad es que el ser madre tiene mucha soledad. Tampoco tienes información sobre la depresión posparto. Extrañas tu versión anterior y no puedes decirlo, porque si dices: «Me extraño sin este hijo con el que siempre estoy al lado, pegado», eres una mujer desnaturalizada. Hay muchas cosas que tienes que callar: «Estoy cansada de amamantar, de cambiar pañales y no dormir bien». Ese es un pensamiento recurrente. Y en medio de ese proceso solo reconoces pedazos de ti y tienes que ir pegándolos de a poco. 

Yo venía de haber trabajado cubriendo el terremoto de 2010, de viajes por distintos países. Con el embarazo y los primeros años después del nacimiento no podía hacer nada de eso, menos salir. No tenía la libertad de conocer gente rápido ni de encontrar trabajo, porque además no era fácil como mujer migrante. Después, cuando mi hijo cumplió cuatro años, me abrí camino con un estudio de fotos en mi casa, con otros fotógrafos, y empecé a hacer retratos más de estudio. 

Los hombres salen a trabajar y tú te quedas recluida en tu casa, no es algo fácil de sobrellevar, por eso tuve que volver a lo que hacía.


La calle y el hip hop 


En Chile ya era rapera a los 12 años, tenía un amigo de la banda La Legua York con quienes hacíamos graffitis. Recuerdo también unas amigas con las que nos hacíamos llamar “Las beyas”, así con la “ye”. Éramos medio rebeldes, medio feministas en versión adolescentes de quince años. Me gustaba mucho el freestyle y era una forma de vida, una cultura donde estabas en la calle. Un tiempo en que Santiago tenía mucha magia. Y yo era muy libre. Recuerdo muchas vivencias, conocer gente en las plazas y en reuniones. Todo eso pasaba con una banda sonora con los grupos que estaban de moda en esos años: las Mamma Soul y Tiro de gracia. 

Fue una muy linda adolescencia. 

Siempre tuve la inquietud de la música y hasta hace poco ayudaba en los videos de otros músicos, todos proyectos en México. Cuando mi hijo empezó a crecer, comencé a tener algo de más de tiempo. Fue hace cinco años cuando descubrí lo que quería hacer, y conocí a un músico puertorriqueño que tiene una banda de garaje. Él me ayudó a producir algunas canciones que yo tenía escritas. Después escribí más, y fueron mejorando. Todo era así. Grabar. Mejorar. Volver a grabar. Seguir mejorando.  

Justo en ese tiempo fui a Santiago y di una entrevista. Tenía mis canciones grabadas y las hice sonar en una radio universitaria. 

Mi tío es un folclorista en Chile y me consiguió ese espacio. Después llegué a Laura, otra amiga, quien me presentó a Crisitián Heyne y la rola que hice con él fue el salto profesional: una canción que se llama «Flechas». 

Fue toda una cadena de favores, donde también hubo sororidad. 

Una de las canciones de este tiempo, “Plan Divino”, hoy está sonando como parte del soundtrack de una serie de Netflix. Cuando me llamaron para darme esa noticia, se me pasó por la cabeza todo lo que había vivido hasta ese momento. Fue un mensaje de esos inesperados, como en las películas: “Hola, te estamos buscando, queremos una rola tuya para ser parte del soundtrack de la serie RBD”, me dijeron.

Lejos de todo eso está mi día a día. Me levanto a las seis de la mañana y mientras preparo el desayuno, también preparo el lunch, porque mi hijo asiste a un taller de tareas. Lo voy a dejar al cole, me regreso, y después trabajo. En la lavandería de la casa puse un estudio y en ese tiempo a solas trabajo las letras y las maquetas. Después voy a un estudio de grabación que está cerca de mi casa. Hay días que se van en trámites y muchos de esos procesos, por ejemplo, hacer videoclips o promociones, tengo que hacerlos con mi hijo. La mayoría de las cosas tengo que hacerlas cuando él está en el colegio, pero a veces no se puede. Mi hijo es muy valiente y me acompaña en este que es mi sueño y él ha tenido que esperar mientras trabajo en medio de las grabaciones, que a veces pueden durar todo un día. 


Las que no claudican


Mi música es de estilo urbano, y la música también puede ser un espacio muy masculinizado. Con mis canciones expreso mi felicidad o la tristeza, vivencias que son parte de muchas mujeres. Una carrera independiente en la que tienes que criar, a veces te quedas sin Internet, tienes una deuda en el colegio, pero no puedes parar de trabajar. Mi hijo debe tener cuidados y comida en el refrigerador. Y a las mujeres no se nos permite claudicar. 

Quizá algunas personas ni alcancen a escuchar mi canción, pero soy mamá, migrante y a veces veo la luz en un mercado grande. Y no debería costar tanto. Pese a que me siento orgullosa cuando miro hacia atrás, a veces me pasan cosas malas y me desanimo, ese es también el momento donde me pongo a escribir y de ahí saco también la fuerza para sobrellevar esta historia, que es la de mi música y la de mi hijo.  Con sus pros y contras. 

Los hombres en el mundo abortan todo el tiempo, es decir, hay hombres que desconocen su paternidad y acá estamos nosotras sin dejar de estar en ese rol y una sociedad que te dice además cómo hacer las cosas. 

Mi maternidad me acercó a la experiencia de mi mamá, mi yo adolescente encontraba enojona a mi mamá o a las mamás en general, pero ahora comprendo que siempre estás presionada, como un globo a punto de estallar. Es un estado emocional permanente. Las mamás lloramos en silencio: en el baño, en la cocina, cuando los niños están en el colegio. A eso le llamo «el llanto mudo». 

Ser mamá en Chile, como en México, no es como ser mamá en Finlandia. Las mamás solteras siempre llevamos esa sensación de soledad, pero a la vez hay mucha fuerza.  Es muy paradójico. Soy una mujer pro aborto, porque nadie puede elegir por nosotras y la maternidad debe ser deseada, no solo deberíamos tener el derecho a abortar porque nos pasa algo culero, sino porque somos nosotras quienes nos haremos cargo de maternar y cuidar. Yo amo a mi hijo, elegí mi maternidad, pero  como dije, no se nos permite claudicar.


Etiquetas:Yo crío

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