Opinión

09.07 – Comer, dormir, rezar y amar

El día de mi cumple, fuimos a un albergue a dejar víveres y ropa. Y pasamos armando canastas. Creo que fue una bonita celebración: hacer algo útil, porque la vida no va solo sobre nosotrxs, ya no hay espacio para el egoísmo, o por lo menos no debería ser la norma.

15
Ilustración por Natalia Franco

San Salvador, El Salvador

Jueves, 09 de julio de 2020

Pst, pst.

Sé que recibirán tarde esta cartita, pero la comencé para antes de mi cumpleaños y no pude terminarla antes. Como ya sabía que para mi cumpleaños íbamos a armar las canastas básicas para todo un mes para entregar a colegas periodistas, quienes han sido cesados o visto mermados sus ingresos por la mitad, comencé a celebrarme un día antes. He dejado de sentirme culpable porque aún puedo darme ciertos lujos alimenticios que casi la mitad de la población en nuestro país no puede. Sí, los cálculos indican que de 2.2 millones de personas que viven en condición de pobreza, la cifra aumentará a 3 millones.

En los primeros días de la cuarentena me molestaba ver que mis vecinos pedían comida a domicilio. Claro, no tanto como las bromas que hacía el prezi sobre comprar a domicilio y no hartar langostas. Siempre pensé que sus discursos estaban dirigidos a una élite, de la que no formo parte, pero que mis ingresos sí me permiten rozar y tener una vida digna. Finalmente, tengo claro, como siempre lo he tenido, que una forma de sostener la economía de este país es precisamente haciendo esos pedidos de comida a domicilio y comprando, para que quienes manejan estas motos tengan ingresos para sus familias. Por cierto, muchas de estas personas que manejan esas motos, sobreviven en las comunidades azotadas por la tormenta tropical Amanda.

Una vez le conté a Mónica que había ido a comprar uno de mis platillos favoritos y que intentaba no sentir culpa por ello. Me gustó su respuesta, la voy a parafrasear: la normalidad sería que todas las personas pudiéramos comprar y comer lo que queramos, no seas loca, no te sintás mal. Lo anormal es que estas personas tengan que vivir así. Claro, soy consciente de que para que eso pase se necesita que el 70 % de los trabajos en el país no correspondan al sector informal.

Pues, volviendo a mi cumple, me celebré un día antes y un día después. Hasta me compré postre para cada ocasión, a mí que casi no me gustan las cosas dulces. He aumentado casi seis libras, no creo que sean las birrias y copas de vino que he bebido durante la cuarentena, ha de ser que me dejaron tomar vitaminas después de cada tiempo de comida y eso me obliga a comer los tres tiempos.

El día de mi cumple, fuimos a un albergue a dejar víveres y ropa. Y pasamos armando canastas. Creo que fue una bonita celebración: hacer algo útil, porque la vida no va solo sobre nosotrxs, ya no hay espacio para el egoísmo, o por lo menos no debería ser la norma. Estos días he intentado comer bien, dormir bien, he rezado —y mucho—, he intentado ser más cariñosa y amorosa con mis mascotas y plantas. He intentado aprender a amar a todas las personas —excepto a agresores sexuales. Guácala, a esos nunca—, aunque reconozco que estoy evitando conversar con las personas que han recibido víveres porque me siento agotada emocionalmente de escuchar sus penurias. La vida no debería ser tan mierda con la humanidad, pero eso depende de la misma humanidad.

Metzi

Artículos relacionados

Opinión

Duele mirarse al espejo (pero es necesario): sobre el teatro social del Azoro

La compañía Teatro del Azoro puso en escena tres obras durante el...

Opinión

Megaproyectos: un mito sobre el desarrollo

Los megaproyectos están al frente de la estrategia de desarrollo del actual...

Opinión

La violencia digital contra mujeres periodistas es misógina

La violencia que las mujeres periodistas enfrentan a la hora de ejercer...

Opinión

La economía política del hambre en El Salvador

La crisis alimentaria en El Salvador se agrava cada vez más y...