Opinión

La pandemia invisible contra las mujeres, niñas y niños

Si bien es necesario centrar los esfuerzos políticos y sociales en en el combate a la pandemia, la agenda política y mediática no se puede dejar de lado esta otra pandemia, la que ataca, silenciosa e invisible, a las mujeres, niñas y niños.

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Aunque para algunos sea políticamente incorrecto hablar de feminismo en plena pandemia mundial, parece que en los últimos meses se ha diluido el hecho de que continúan los feminicidios a gran escala; la cantidad de denuncias por violencia familiar ha aumentado debido al confinamiento; el trabajo del hogar no remunerado sobre las mujeres se ha multiplicado, así como el “home office”; las horas interminables de crianza, las tareas y hasta videollamadas escolares de las y los niños; y, también, la precariedad económica y el desempleo.  

Así como el hecho de que la salud, la salud emocional y la mental de la familia suele recaer sobre las mujeres. También la planificación de las compras, los presupuestos y la agenda familiar. Un trabajo y carga mental que tampoco se remunera o valora socialmente.  

Parece lejano el 8 de marzo de 2020, cuando miles de mujeres salieron a las calles abrazadas en marchas masivas en varios países del mundo. Pero los feminismos, si bien no están en la portada de los tabloides ni portales de noticias, siguen trabajando en contra de la pandemia invisible de la dominación y relegación de la mujer en la sociedad global.  

Muchas feministas, que vieron desplazarse el ojo de la opinión pública hacia asuntos políticos gubernamentales y aplazar la atención de sus demandas, crearon el hashtag #FuertesYJuntas para recordar la necesidad de no sustraer de la agenda pública los problemas urgentes de las mujeres. 

En El Salvador, la Coordinadora Social por la Economía del Cuidado (COSEC), que agrupa varias organizaciones de la sociedad civil, propuso, entre otras medidas, “lanzar una campaña nacional de corresponsabilidad entre hombres y mujeres dentro de los hogares, con el objetivo de equilibrar la carga de trabajo doméstico y de cuidados que se ha visto incrementada considerablemente a raíz de las medidas de cuarentena y confinamiento. Es necesario no escatimar esfuerzos presupuestarios para que la población se sensibilice alrededor de este tema a través de spots en televisión, radio, periódicos, redes sociales y comunitarias”, manifestaron en un comunicado. 

Paralela y paradójicamente, en televisión abierta de El Salvador, hace algunas semanas el conductor Billy Calderón dijo: “Es sencillo, mi compañero es un macho alfa, el macho en cuarentena ¿Qué significa eso? Que usted siempre debe ser ese hombre respetable en su casa, yo no quiero ver esos machos barriendo, trapeando, no, cómo es posible, lavando platos… no quiere decir eso que no va a colaborar. Ahora bien, si viene la esposa y le dice ‘cámbiame el foquito’, pero hasta ahí, pero eso de ‘amor, láveme los platos’, ‘amor, trapéeme’, ‘amor, arregle la cama’, ‘amor, mire el niño’, ‘amor, mire acá’, ‘amor, cocine’, no, compañero, no puede ser eso, yo sé que ustedes no hacen eso… ‘mire, amor, que le hace falta agua al radiador del carro’, ahí sí, el macho alfa levanta el capó, va a revisar”. Sus tres acompañantes hombres rieron. Luego, uno de sus compañeros del programa le pidió explicar ‘cómo no se debe lavar la ropa’ a lo que Calderón procedió a realizar movimientos supuestamente femeninos, atribuidos a su compañero Alex Carranza, con un giro físico y verbal hacia la homofobia.  

Casi 2,500 personas firmaron una petición para que se instara a la Telecorporación Salvadoreña (TCS) a no propagar mensajes misóginos y se sancione a dicho conductor. 

Aunque despierte la sorna y burla de Calderón, según Diego Cancino, concejal de Bogatá, el trabajo en el hogar para las mujeres ha aumentado, al menos tres horas, durante el confinamiento.  

ONU Mujeres ya apuntaba que las mujeres dedican tres veces más tiempo a los trabajos domésticos y de cuidados no remunerados que los hombres. Eso no significa que haya hombres que no realicen trabajos del hogar y cuidados en su casa y, en algunos casos, hasta más que las mujeres. No se trata de ofenderlos o generalizar y lo aclaro porque, en las redes sociales, cuando se habla del tema, eso es lo primero que se argumenta. Las feministas sabemos que “no todos” hablan o se comportan como Billy Calderón, pero sí una gran mayoría.  

También en El Salvador, el Movimiento de Mujeres Ecofeministas denunció, entre otros, que “hay varios puntos que dentro de la estrategia de contención del virus no se han planteado con transparencia o no se están tomando en cuenta. Sobre todo, queremos resaltar la falta de un enfoque de género en las medidas implementadas o la mala implementación del mismo. Es de suma importancia conocer los criterios que fueron utilizados para elegir a las personas beneficiarias del apoyo económico de 300 USD y, sobre todo ¿cuántas personas del primer millón fueron mujeres?” (…) 

“Aunque desde el gobierno se diga que el fondo entregado es ‘familiar’, el control del mismo lo tendrá con seguridad la persona que lo reciba. Por lo tanto, se debería de considerar que somos las mujeres las que llevamos la responsabilidad de administrar la comida en la casa y que, en su gran mayoría, ponemos a disposición de la familia todo el dinero que adquirimos por medio del trabajo, no así los hombres que solamente aportan una parte de sus ingresos a la casa. Utilizar el pago de luz como primer factor para seleccionar a la persona beneficiaria fue una metodología que discriminó a las mujeres de manera inmediata”. 

No hay que olvidar, proponen “enfatizar esfuerzos para asegurar el acceso a agua en las comunidades que no han contado con este recurso, ahora más que nunca se evidencia la urgencia de contar con una ley de aguas que además integre a las juntas comunitarias como parte del ente rector. ANDA (Administración Nacional de Acueductos y Alcantarillados) debe garantizar el agua al AMSS (Área Metropolitana de San Salvador) para poder enfrentar esta emergencia y priorizar el uso humano al agua frente al industrial”.  

Si las comunidades no tienen acceso al agua potable, sus habitantes no pueden realizar el lavado de manos y otras tareas de limpieza vitales para evitar el contagio y propagación de Covid-19 y otras enfermedades. 

Este comunicado produjo una gran cantidad de violencia y acoso digital a la organización, pues enfrenta dos visiones totalmente contrapuestas, la cultura machista versus el trabajo de las ecofeministas salvadoreñas.  

Otra arista de la pandemia invisible es cómo están viviendo el confinamiento las niñas y niños, lo cual también depende de la clase social.  

La filósofa española Marina Garcés dijo en entrevista en abril con Catalunya Plural: “Lo diré claramente: no entiendo que puedan salir los perros pero no los niños. Entiendo que los padres y madres son los primeros interesados en su cuidado y, por tanto, no exponerlos a riesgos innecesarios. Pienso que el confinamiento sobre los niños es demasiado drástico, teniendo en cuenta que será largo y que muchos niños y niñas viven en infraviviendas, en lugares oscuros y muy estrechos, sin acceso a recursos culturales ni siquiera a un rayo de sol”. 

Me alegro de que haya voces cuestionando esta situación, que puede tener un impacto emocional y físico sobre muchos de ellos. Los hay que están viviendo unas pequeñas ‘vacaciones’ con sus padres. Los hay que están metidos en verdaderos infiernos. ¿Cómo se reencontrarán? Pienso que antes hay que preguntarse cómo hacer de la experiencia del confinamiento una experiencia compartida ya desde ahora. 

“Para crecer saludablemente, se estima que son necesarias al menos tres o cuatro horas diarias de juego espontáneo al aire libre”, sostuvieron los especialistas Heike Freike y José María Aparicio Talayero al diario El País.  

En México, la especialista en ciencia forense Zoraida García Castillo, declaró a los medios que “la familia resulta ser  la institución social más violenta, en donde la agresión incluso queda invisible a los ojos de la sociedad por tratarse de un núcleo privado”, pues en muchos países latinoamericanos todavía falta mucho trabajo para desterrar la violencia física y verbal de la crianza. Apenas se está hablando de crianza respetuosa, pero ese es un debate de la clase alta y media. Así que también es preocupante la violencia que, junto con el hacinamiento, puede haber afectado a las mujeres, niñas y niños.   

Freike y Aparicio agregan: “Está demostrado que en los espacios cerrados (las niñas y los niños) tienen más accidentes y a la menor libertad de movimiento se une la fatiga atencional por un exceso de concentración que tiene efectos negativos sobre el humor y el comportamiento. Además, es un error pensar que son un asunto privado de sus padres”. Los cambios económicos, culturales y sociales orientados al individualismo aíslan a las madres y padres en las labores de crianza. Así, las niñas y los niños también están sufriendo los efectos secundarios de la pandemia.  

En El Salvador, en 2019 se procesaron 12,642 denuncias de violencia doméstica.  

Hasta el 9 de abril, se habían registrado cuatro feminicidios durante la cuarentena salvadoreña.  

En México, se contabiliza un promedio de 10 feminicidios diarios.  

ONU Mujeres alertó en un informe de que en este contexto de emergencia “aumentan los riesgos de violencia contra las mujeres y las niñas, especialmente violencia doméstica, debido al aumento de las tensiones en el hogar y puede también aumentar el aislamiento de las mujeres”. 

Si bien es necesario seguir todas las medidas en contra de la epidemia y centrar los esfuerzos políticos y sociales en este rumbo, la agenda política y mediática no se puede dejar de lado esta otra pandemia, la que ataca, silenciosa e invisible, a las mujeres, niñas y niños. 

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