Diario de un tiempo distópico
Barcelona, España
Lunes, 23 de marzo de 2020
He leído artículos científicos y al parecer esto se podría extender algunos meses más. Pienso que no sé cuándo volveré a ver a mis padres, hermanos, amigxs. D. está a mi lado y, creo, presiente mi aflicción no verbalizada porque me abraza. Afuera de mi casa, los árboles se mueven estilizados por la brisa, los pájaros conversan entre sí todas las mañanas, el zumbido de los abejorros despierta a las lagartijas, las piedras respiran, los jabalíes merodean buscando algo de comer. No romantizo este encierro, pero sí intento comprender las emociones que recorren cada esquina de mis días, alentadas por este lugar.
K., mi vecina, me regaló un ramito de flores. Otro vecino, Da., nos regaló una planta de aloe vera que hemos plantado en una maceta de barro. Solemos hablar con los vecinos en las escaleras o desde el balcón; algunos fuman, otros toman vino, nos reímos. Recuerdo a los trabajadores y obreros italianos en el café de la autopista. Igual que ellos, intentamos no perder el color de nuestros propósitos vitales.
Tania