Opinión

24.03 – “Qué bueno tenerte, qué bueno”

En la casa, después de quitarme los zapatos y echarles líquido desinfectante a la suela, limpié cada una de las verduras poniéndolas en agua con lejía. Me lavé las manos incontables veces, tanto que ya siento estirada la piel.

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Ciudad de México, México

Sábado, 24 de marzo de 2020

Hola queridas alharacas:

Me tardé algunos días en escribir porque el fin de semana fue muy intenso, pero, aunque tarde, siento la necesidad de contarles cómo están las cosas por acá.

Me imagino que todas estuvimos pendientes de la conferencia que Nayib Bukele dio el sábado por la noche. Impuso una “cuarentena domiciliar obligatoria” durante un mes. La gente que no la cumpla puede ser detenida y confinada.

Después de escucharlo sentí más que nunca la distancia con mi familia en El Salvador. ¿Cómo harán para seguir cuidando a mis abuelos que están tan ancianos y aún viven solos? Mi mamá va cada mañana a la casa de ellos y los acompaña, los lleva al médico, los atiende ¿y ahora? Aparte de eso, mi mamá es una mujer mayor —fuerte, pero de 70 años— y eso también me preocupa. Me dio espanto escuchar la presidente, no solo por las medidas impuestas, sino por el afán de provocar pánico entre la gente para poder justificar todo lo que está haciendo.

Volvió a mencionar a México como el ejemplo del país que no hace nada. Me cayó mal. Sí, es cierto que el presidente aquí sale día sí, día no, diciendo una burrada. Pero al mismo tiempo muchas cosas siguen pasando y desde hace una semana estamos prácticamente en cuarentena. 

Lo más feo fue que, en mi mente, comencé a hacerme una gran película de lo que pasaría si C. y yo nos enfermamos. Ambos estamos lejos de nuestras familias, y aunque tenemos muy buenxs amigxs, de repente pensé en lo que podría pasarle a S. si nosotros tenemos que ir al hospital o estar en cuarentena. Lloré, me angustié. Pero C. me contuvo y mis amigxs en casa también. El domingo tomé la decisión de que este virus no va a ganarme la calma ni la seguridad de que todo esto pasará.

El domingo y el lunes la pasé mucho mejor. S. me ayuda un montón. Las horas con él de verdad me hacen desconectarme y, cada día, siento menos pesado ese tiempo jugando, haciendo manualidades, leyendo libros o yendo a caminar durante la tarde. En algún momento de ayer, S. se rió a carcajadas, ya no me acuerdo por qué, y nos contagió a los demás. Pensé: “qué bueno tenerte, qué bueno”.

Mi humor no es lo único que ha cambiado. Ahora, aún pude ir al mercado a comprar las verduras de la semana. Estaba casi vacío, pero por suerte la señora a la que le compró sí había llegado. Usé guantes durante todo el tiempo que estuve comprando. En la casa, después de quitarme los zapatos y echarles líquido desinfectante a la suela, limpié cada una de las verduras poniéndolas en agua con lejía. Me lavé las manos incontables veces, tanto que ya siento estirada la piel. Inventarié la comida e hice un cálculo de lo que necesitamos para poder comer un mes sin tener que ir al supermercado. Es que aquí pronto la cosa se pondrá seria y es posible que no podamos salir más de casa.

Ahora desayunamos, almorzamos y cenamos los tres al mismo tiempo, juntos y con calma, sentados a la mesa. Parece algo muy sencillo de hacer, pero realmente no lo es cuando hay que levantarse de un salto; preparar lonchera; bañarse; ir a dejar al kinder; trabajar lo más que se pueda hasta ir a recoger al kinder; hacer cena; trabajar un poco más. Como que la cuarentena obligatoria nos ha hecho recordar otras cosas importantes.

Que la calma y la paciencia nos llegue y se quede con nosotras.

Abrazo fuerte, 
Laura

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