Diario de un tiempo distópico
Barcelona, España
Martes, 28 de marzo de 2020
Estoy siguiendo el “Diario de cuarentena” (El Faro) de la periodista María Luz Nóchez, quien se encuentra en un centro de contención ubicado en el Hotel La Palma, donde hace 16 días fue enviada al regresar de México. En su tercera y cuarta entrega, señala un asunto importante: la necesidad de realizar pruebas para saber si hay o no contagiados e identificar cuáles personas son asintomáticas. Finalmente, llegaron las pruebas al albergue donde ella se encuentra. No obstante, la selección de a quién sí y a quién no, aún deja algunas dudas. Según lo relatado, el protocolo es poco claro: solo se hacen 50 pruebas diarias, elegidas al azar, las cuales se reparten entre los 68 albergues. Además, pareciera que ahí las personas han perdido su derecho a la privacidad. Acciones consideradas “incorrectas” reciben castigos como el encierro total y la pérdida de la única hora de sol que tenían (y preocupa porque no se trata de presxs), mientras la presencia de soldados en los pasillos y la información a medias que reciben los afectados no ayudan a convencer de que se trata de un estructurado “plan de prevención”.
Me preocupan las noticias que me llegan desde El Salvador. He visto esta mañana el discurso a la nación que el presidente pronunció ayer en cadena nacional. Hay gente que opina que el gobierno se está atribuyendo demasiadas prerrogativas, que son autoritarias y represivas, y que se está aprovechando de la pandemia para hacer un cambio de sistema político. Algunas acciones se prestan a interpretarse como autoritarias, por ejemplo, detenciones por salir de casa sin justificación y el envío de esas personas a centros de retención donde, al parecer, están en condiciones insalubres (además, han circulado vídeos en los cuales policías les imponen castigos, como marchar o hacer sentadillas al tiempo que se enuncian estribillos como “no debo de andar en la calle” o “no debo salir en el toque de queda”). También se ha criticado el control sobre cuáles empresas o fábricas pueden o no seguir funcionando. Por un lado, se entiende que haya malestar por la pérdida de derechos (y los castigos desproporcionados) y el gran impacto que el parón pueda causar en la infraestructura económica del país. Por el otro, también es cierto que, si la pandemia se impone en El Salvador con la virulencia que sufrimos en España, desbordaría trágicamente el sistema de salud y, además, golpearía muy fuerte a la sociedad, sobre todo a la más pobre. Estamos viviendo una situación excepcional y hay que tomar medidas que afiancen el distanciamiento social y el confinamiento. Ahora bien, la información desde el ejecutivo se podría brindar de mejor manera, con más ecuanimidad, claridad y menos autorreferencias, sin recurrir a estereotipos o señalamientos; y como gestión, necesita ofrecer alternativas y soluciones a los cuestionamientos recibidos (en lugar de atacarlos) y enfocarse en actuar y concientizar con riguroso fundamento técnico y científico, sin nunca perder de vista la situación de pobreza estructural del país, considerándola de forma realista. Además, las fuerzas policiales no están para vulnerar los derechos de la población, sino para protegerlos, pero ya se han presentado denuncias sobre el actuar de ciertos policías. Sin embargo, algo sí hay que reconocer: al menos la discusión se está realizando temprano y no demasiado tarde. En cualquier caso, no se sabe la magnitud de los efectos de la pandemia hasta que se la tiene delante de las narices; aquí nos tomábamos el caso de China como algo lejano, hasta que nos apaleó. Implementar una cuarentena preventiva se traduce en ganarle tiempo a la propagación del virus. Si no se previene ahora, la propagación podría avanzar a pasos agigantados y, entonces sí, se corre el peligro de una cuarentena de meses: la sacudida socioeconómica sería muchísimo mayor, además de las pérdidas humanas y las consecuencias psicológicas. Y me siento preocupada porque, ¿cómo lograr el punto medio en un país precarizado y marcado por la polarización desde hace mucho tiempo? Lograr que la gente escéptica comprenda la magnitud del problema (que sí, esto es real y terrorífico) y, al mismo tiempo, realizar una gestión gubernamental que no se perciba como autoritaria, que le dé oxígeno a los espacios democráticos y fomente un clima de solidaridad e información transparente. ¿Hubiera sido mejor una gestión escalonada en lugar de una extrema? No lo sé. Me preocupa una crisis política, además de la crisis humanitaria que pudiera desenvolverse. Por ahora, hay 19 contagiados en El Salvador.
Mientras tanto, de este lado, estas son las cifras en España: 5,690 muertes y 72,248 casos de contagios. Ayer murieron 832 personas, las cifras más altas en un día desde que comenzó la pandemia en España. Los sanitarios contagiados son cerca de 9,500, un aumento de 141% en cuatro días. Nos acercamos al pico. En el sur de Italia ya se están dando saqueos en supermercados y llamados a la revuelta por parte de la ciudadanía que peor lo está pasando con toda esta crisis, como las personas que trabajan en la economía informal. Los supermercados se han visto en la necesidad de reforzar su seguridad. A nivel mundial, hay 598,000 casos de coronavirus y casi 28,000 muertos en un total de 187 países.
Para no volverme loca siguiendo las noticias de los dos lados del Atlántico, me he volcado a hacer largas visitas telefónicas, a lxs de aquí y a lxs de allá. También me ayuda hacer yoga y perderme con la imaginación en el bosque que tengo delante.
Tania