«Ito, ito, con Santa Marta, cuidadito». Esa fue una consigna con la que pobladores de Santa Marta se hicieron presente en la capital para participar en la marcha por los 31 años de la firma de los Acuerdos de Paz. Aunque conmemoran esta fecha todos los años, esta vez, sus demandas fueron diferentes. Seis líderes históricos de esta comunidad fueron capturados la madrugada del 11 de enero, cuando policías y soldados allanaron sus casas. «Llegaron de noche, como los malos sueños, a resucitar espectros del pasado. El río Lempa presintió sus pasos y Santa Cruz sangró por su costado…», dice un poema sobre este hecho, de una autora cercana a la comunidad.
«Hoy Santa Marta también se hace presente a esta marcha porque quiere sumarse a esa exigencia de libertad de compañeros presos políticos y líderes comunitarios», dijo a través del micrófono Leonel Rivas, uno de los voceros de esta comunidad. «Santa Marta ha vivido la madrugada del 11 de enero un acontecimiento que nos hace recordar los fantasmas de la guerra, los temores del pasado», repetía Rivas tras describir el allanamiento a las casas de las personas capturadas por soldados y policías. Sus declaraciones eran aplaudidas por el grupo de habitantes de esta comunidad que lo acompañaban, sobre todo jóvenes, quienes cuando se firmaron los Acuerdos de Paz no tenían ni 15 años.
Santa Marta también es mi hogar. Llegué a esta comunidad con siete años de edad, el 29 de octubre de 1989, en el tercer retorno de personas refugiadas procedentes de Honduras, país donde habían vivido huyendo del conflicto armado. Mis padres son originarios de esta comunidad, como el resto de mi familia. Mi abuelo paterno, Luis Recinos, fue asesinado en una de las masacres ocurridas allí. Un tío, Domingo Hernández Laínez, fue combatiente de la guerrilla y cayó en combate en la masacre de Santa Cruz. Esa memoria colectiva es la que mueve a esta comunidad cuando el Estado vuelve hacer de las suyas.
Acompañé al grupo de personas que viajó a San Salvador para participar en la marcha. Cada año, esta comunidad conmemora los Acuerdos de Paz en el territorio, recordando su memoria histórica. Esta vez, sin embargo, decidieron alzar la voz en otro espacio colectivo para exigir la libertad de las seis personas detenidas. «Rendirse no es opción», era una de las frases que se repetía dentro del bus que trasladaba a las personas. «En estas situaciones, una hace cualquier cosa», contaba Digna Recinos, cuyo esposo, Alejandro Laínez, es una de las personas detenidas.
En la marcha, mientras tanto, sus voces retumbaron y su pedido de justicia fue compartido.
«¡Alerta, alerta, alerta que camina la lucha de Santa Marta por América Latina!» Las consignas resonaban en la cabina móvil de esta comunidad en la marcha y que su población gritaba en contra de lo que consideran capturas injustas de sus líderes. «Ver militarizada la comunidad, [a militares] llevarse a compañeros, a liderazgo que encabeza luchas en defensa de los derechos humanos, en defensa de nuestros territorios, ha sido un golpe claro y estratégico a comunidades como Santa Marta», expresaba ante los medios de comunicación Antonia Recinos, vocera también de esta comunidad.
«Santa Marta, no estás sola» fue una de las frases que amigos y amigas de esta comunidad expresaban a través de sus redes sociales en apoyo. Otras personas, movidas por el significado histórico de Santa Marta, se unieron a la marcha. «Yo he venido desde Estados Unidos solo por esta situación de Santa Marta», dijo un ciudadano de ese país que conoce el trabajo comunitario de la población. «Apoyamos a las personas que han sido encarceladas injustamente porque también son luchadores sociales que defienden el planeta, el agua, el medio ambiente y los huertos urbanos y agroecológicos», expresó otra persona de San Salvador.
Una historia de organización comunitaria
Hace 31 años, la comunidad de Santa Marta celebraba con baile y eventos culturales el fin de la guerra civil con la firma de los Acuerdos de Paz. Recuerdo que en 1992 participé en una fiesta bailable en una cancha que lleva como nombre «Monseñor Óscar Arnulfo Romero», para festejar la fecha histórica. La firma de la paz le devolvía a su niñez y juventud la tranquilidad y la posibilidad de llevar una vida normal: estudiar, trabajar, jugar sin los temores y sin necesidad de salir huyendo de las bombas y las balas. Vi a exguerrilleros y exguerrilleras sin armas, algunos aún con uniformes verde olivo bailando al ritmo fsietdel Baile del Zapito, del Grupo Bongo; música de los Beatles y de los Sepultureros…
Santa Marta escribía otra historia y apostaba a su desarrollo humano. La celebración era especialmente significativa para un pueblo que le apostó a la educación popular, a la organización comunitaria y hasta al fútbol de mujeres. Un pueblo que supo salir adelante sin la inversión del Estado.
Esta comunidad sufrió los embates del conflicto armado. El grupo de memoria histórica de Santa Marta registra al menos siete masacres que se cometieron durante la guerra. Masacres atribuidas al Ejército, que en 1981 obligó a toda la población de esta comunidad a huir a Honduras. Muchas personas que marcharon este 15 de enero nacieron en los campamentos de personas refugiadas, entre ellos, Leonel Rivas, Antonia Recinos y yo. Como los líderes que nos antecedieron, también tratamos de custodiar la historia colectiva del presente para el recuerdo de las próximas generaciones. Las masacres que se cometieron en esta comunidad no han sido investigadas por el Estado salvadoreño, a pesar de las denuncias constantes. El único caso que hoy la justicia salvadoreña ha retomado es el de María Inés Alvarenga, una habitante de Santa Marta que, según la Fiscalía, en 1989 fue sacada de su casa, torturada y ejecutada por las seis personas que fueron capturadas la semana pasada, excombatientes del FMLN. Sobre el caso, sin embargo, se conoce poco en Santa Marta; a muchos incluso, nos tomó por sorpresa que se estuviera judicializando un caso como este, cuyos involucrados son nuestra propia comunidad.
Que las recientes capturas despierten miedos no es de extrañar en este pueblo donde cada familia tiene un pariente asesinado o desaparecido. Donde nuestros adultos sufrieron el espanto de dejar sus tierras y salir huyendo en la guerra, donde muchas niñas y niños nacimos y crecimos en otro país sin saber por qué.
Tampoco sorprende que la gente de esta comunidad relacione estas capturas a su lucha comunitaria. Santa Marta es reconocida por su trayectoria de organización: en Cabañas, fue su población la que lideró las luchas contra la explotación minera y la poderosa empresa transnacional OceanaGold, que desembocó en la prohibición de la minería metálica en todo el país. En esa batalla, la comunidad sufrió amenazas y persecuciones, de cuyas denuncias hay registros en la Fiscalía General de la República.
La zozobra ha vuelto a Santa Marta, pero no hay espacio para sentirse derrotades, como dice este poema.
Llegaron de noche
Llegaron en la noche, como los malos sueños a resucitar espectros
del pasado.
El río Lempa presintió sus pasos
y Santa Cruz sangró por su costado
Llegaron en la noche,
como los ladrones, a robar los sueños conquistados
Un niño lloró
y fue su llanto retorno de un terror
ya conjurado.
Era el regreso del dolor sin nombre
del campesino por siglos olvidado
era el golpe de dados de la muerte
rompiendo en pedazos lo logrado
Llegaron en la noche, siempre lo hacen,
no es la luz la ruta de los malos
pero encontraron corazones nuevos
que por amor estaban incendiados
Ya no hay lugar para el temor de antaño
ni razón para sentirse derrotado
y los tristes de ayer,
los ninguneados han cultivado al filo del abismo
un árbol de esperanzas desbordado.
Anónimo