Construir memoria es recordar el pasado, pero no como hecho ya acontecido, sino como sentido que se trae para poner en juego la actualidad; para comprender la relación que tiene con nuestro presente e imaginar, a partir de lo que fuimos y de todo lo que hemos pasado, en qué direcciones seguir construyendo lo por-venir.
Es, además, dignificar a las miles de personas victimizadas que ha dejado nuestra historia cargada de despojos y violencias, y honrarlas. Es decir, hablar, tomar la palabra ante el silencio cómplice de un Estado y una sociedad sin capacidad de asumir siquiera su propia historia.
También, construir memoria es asumir la urgente tarea de escuchar(nos): valorar la historia oral, cruzar los caminos de las mujeres guardianas de la memoria, para tejer con su fuerza y su ternura los relatos y las voces de quienes fueron torturados/as, desaparecidos/as y asesinados/as por disentir de los discursos hegemónicos, y aún así no buscan venganza, sino que ofrecen justicia.
Fueron las mujeres quienes se lanzaron a las calles buscando los cuerpos vivos o muertos de sus hermanos/as, hijos/as , compañeros/as, quienes pusieron su cuerpo y su palabra, a veces sus gritos, ante las manifestaciones constantes y diversas de la violencia. Es a partir de esa constante búsqueda movida por el amor, la angustia y los miedos, que la política de los afectos y el trabajo de cuidados despliegan toda su politicidad: recordar es una forma de amar, de revisitar al otre, de no abandonarle, y tal vez por esta radical potencia política estas narrativas se han colocado sistemáticamente en el lugar de lo no importante, de lo no valioso, de lo no legítimo.
Construir memoria pasa por sentir, repensar y retejer las relaciones entre nosotres desde nuevas perspectivas y prácticas distintas, construyendo con las personas victimizadas y con sujetos y sujetas que están en los territorios, transformaciones en el plano material y también en el imaginario colectivo, en el plano de lo simbólico.
Construir memoria significa valorar la trascendencia que tienen para nuestro presente y futuro los juicios y sentencias a autores intelectuales de crímenes de lesa humanidad, y dotar de significado todas las acciones encaminadas al esclarecimiento de la verdad: desde la apertura de archivos militares, la aplicación de una ley que coloque la centralidad en las víctimas —en su reparación y sanación—, y las garantías de no repetición que nos permitan darle un significado concreto al Nunca Más y también al Más que Nunca, pues es urgente la memoria en el presente.
Para construir memoria hay que escuchar las voces y prestar atención a los silencios provocados por los horrores de la guerra que marcaron y dejaron fisuras en muchos cuerpos. Es decirle no al militarismo. Es recuperar la autoridad de los muertos que, 30 años después del fin de la guerra, nos siguen preguntando cuál ha sido el sentido de sus vidas para nosotros.
Mientras no tengamos para ellos y ellas ninguna respuesta, El Salvador seguirá siendo el proyecto de muerte que es hoy. Por eso, construir memoria es honrar la vida; honrar nuestras vidas personales pero fundamentalmente, crear la posibilidad de tener una vida colectiva, en paz y en reconciliación con la verdad.
Amanda Libertad Castro es activista feminista y por la memoria, antropóloga, hija de madre y padre desaparecidxs a inicios de conflicto armado salvadoreño. Convencida de que las transformaciones se hacen poniendo en el centro la voz de las personas victimizadas y las disidencias, construyendo narrativas desde la política de los afectos, las prácticas fuera de discursos hegemónicos y la relación entre pasado, presente y futuro.
Sus espacios de activismo por ahora están fuera de la institucionalidad, en el colectivo Salvadoreñxs Construyendo Memoria y el proyecto de Víctimas y Sobrevivientes del Conflicto Armado en El Salvador. VIDAS. También preside la Junta directiva de la Asociación de Mujeres por la Dignidad y la Vida, Las Dignas.