Opinión

En el país de lo ilógico 

Vivir en El Salvador, a veces, no parece tener sentido. El día a día nos confronta con injusticias, contradicciones, frustración, sinsentidos. La poeta, escritora y periodista Lauri García Dueñas hace un recorrido por las incoherencias de la vida en nuestro país ilógico.

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En el país de lo ilógico, 
las aceras están ocupadas por los carros,
no hay espacio para sillas de ruedas
cochecitos 
gente con bastón
o peatones. 

En el país de lo ilógico, 
los buses tiran tile negro al aire puro
aunque a los empresarios del transporte 
durante años, les han otorgado dinero para darle
a la clase trabajadora  
un transporte digno
que nunca pero nunca llega. 

Por eso, viajamos como sardinas apretadas
todos los días. 

En el país de lo ilógico, 
había un bus bien chivo, moderno y cómodo 
que te llevaba rapidito rapidito a Soyapango 
era barato
tenía aire acondicionado,
pero lo demolieron. 

Los políticos y algunos que tienen carro no soportaron
que los de a pie
llegáramos más rápido. 
Cómo iba a ser eso. 

En el país de lo ilógico, 
quieren contaminar el agua
los ríos
las montañas
para sacar oro. 
Imagínese. Qué ilógico. 

En el país de lo ilógico, 
este año no dieron leche
ni desayuno
ni almuerzo
solo cereal 
viejo y seco. 

Es más
cerraron escuelas
bajaron el presupuesto
a la educación. Hasta le deben
a la universidad. Qué bárbaros. 
Es el colmo. Pedirle fiado a la U. 

Pero el gobernante surca los cielos
en un helicóptero de cinco millones 
de dólares. Y los empresarios del mundo
celebran grandes fiestas 
grandes banquetes
con grandes operativos 
de seguridad. Habráse visto. 

En el país de lo ilógico, 
las infancias de parvularia entran a las 7:30 a.m. 
y salen a las 11 a.m. 
¿A qué horas pueden trabajar remuneradamente 
las mujeres entonces?
¿Quién cuida a las infancias
a las personas de la tercera edad
a las personas con discapacidad?
¿Quién lava la ropa
la tiende
la dobla
la guarda
hace las compras
la limpieza
cocina
consigue el agua
paga los recibos
mantiene la vida 
tal y como la conocemos?
Las mujeres.
¿Nos pagan algo por ello?
No. 
¿No les parece ilógico?

En el país de lo ilógico, 
hay miles de padres ausentes
sin consecuencias legales o sociales. 
El Estado es uno de ellos. 

En el país de lo ilógico, 
cuando te va bien, 
te jalan las patas 
para que te hundás con los demás. 
Si te va mal, se alegran. 
Si te deportan, se alegran. 
Si te persiguen, se alegran. 
Si te encarcelan, se alegran. 

En el país de lo ilógico, 
durante muchos años
hubo un gobierno de color blanco, azul y rojo,
que debió solucionar muchos problemas,
pero, se robó muchos millones
y no solucionó esos problemas. 
Luego vino otro de color rojo
e hizo lo mismo. Ahora estamos 
más ilógicos que nunca. 
Independientemente del color. 

En el país de lo ilógico, 
decir tu opinión 
no está bien visto, 
mucho menos quejarse 
o marchar. Llevar la contraria
te puede costar caro. 

En el país de lo ilógico, 
dicen, 
hay un tirano, 
pero yo conozco a decenas de tiranos
que viven en sus casas
y creen que pueden mandar a las mujeres. 
Las golpean, las humillan, las maltratan
económica,
psicológica,
emocional 
o simbólicamente. 

La verdad
en el país de lo ilógico
yo tengo puesta mi esperanza
en las que se levantan a las 3:30 a.m. 
para dejar “la casa lista”
antes de irse a rebuscar
como la patita de Cri Cri. 

Tengo esperanza en nuestras criaturas 
que juegan y colorean. 
Ellas, nosotras, las mujeres, las criaturas
somos las más lógicas 
entre lo ilógico 
somos las que cuidamos 
la vida
lo que queda
de la vida. 

Ojalá lo ilógico
no le gane a la vida. 
Ojalá. 

A ellas,
a nosotras,
nos dedico
este poema.

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