La ciencia económica ha mentido durante muchos años; le hemos hecho creer a estudiantes, políticos, periodistas, y público en general, que existe una cosa llamada “desarrollo”. Que todos los países y sociedades pueden gozar de un alto nivel de bienestar material y de progreso humano si siguen la “hoja de ruta” trazada por las metrópolis capitalistas. Esta hoja de ruta, entre otras cosas, supone el abandono de la identidad nacional y de las costumbres y prácticas de producción ancestrales, depende de la mercantilización de los bienes comunes y sobre todo, de la construcción de megaproyectos.
Los megaproyectos son proyectos de gran envergadura que se ejecutan mediante inversiones millonarias y modifican radicalmente la topografía de los territorios, así como la vida de las comunidades que residen en esos territorios. Estos megaproyectos pueden ser financiados por inversionistas privados, por gobiernos o mediante inversiones mixtas público-privadas. Ejemplos de megaproyectos son: 1) la generación y transporte de energía, tales como presas hidroeléctricas, parques eólicos, gasoductos, etc.; 2) la construcción o ampliación de zonas turísticas e inmobiliarias, como la edificación de complejos hoteleros, centros comerciales y la reconfiguración turística de zonas y espacios considerados bienes culturales o patrimonios nacionales; 3) la realización de grandes obras de infraestructura para el transporte de mercancías y personas, como periféricos, autopistas, trenes de alta velocidad, puertos y aeropuertos; 4) la extracción de minerales mediante minas a cielo abierta y/o minas en el lecho marino, y 5) la creación de Zonas Económicas Especiales, conocidas como “ciudades charter”, gestionadas por corporaciones privadas, libre del pago de impuestos y libres de regulaciones medioambientales.
Según la economía del desarrollo, estos megaproyectos son necesarios para dar paso a “polos de desarrollo” que amplifican el efecto multiplicador de las inversiones mediante la demanda de mano de obra local, materiales de construcción, tecnología, sometimiento de las fuerzas de la naturaleza, etc. Esto luego se traducirá, supuestamente, en un aumento en la creación de riqueza y de ganancias para los inversionistas, y que más tarde o más temprano, llegará a todos los estratos y clases sociales, mediante un efecto de rebalse.
Este relato del desarrollo supone que en el corto plazo algunas personas tendrán que ser sacrificadas Pero esa “medicina amarga” se justifica por los beneficios que se obtendrán en el futuro: solo se trata de tener paciencia y evitar que los gobiernos caigan en la tentación del populismo.
Pero, como lo ha mostrado la historia, este relato del desarrollo solamente es uno de los tantos “cuentos chinos” que el capitalismo ha inventado para extraer plusvalía de la clase trabajadora y para expoliar a los pequeños productores de sus medios de vida. Una historia que es inventada y falsa de principio a fin. La realidad de los megaproyectos es muy diferente. Los megaproyectos lo que crean son zonas de sacrificio de la vida, tanto de vidas humanas como de vidas no humanas.
En El Salvador, los megaproyectos se han convertido en el eje transversal de la estrategia económica del gobierno y de los grupos empresariales que forman el núcleo duro de la oligarquía criolla. Lo que consiguen es la profundización de la crisis de sostenibilidad de la vida. Es decir, están dañando de forma irreversible los procesos que hacen posible la continuidad del ciclo natural de la vida. La continuidad de la vida en condiciones de sostenibilidad solamente es posible cuando se cumplen dos requisitos:( 1) Todas las personas sin excepción puedan satisfacer de forma suficiente y adecuada sus necesidades vitales, tanto fisiológicas como emocionales y de la seguridad humana; y (2) La producción de bienes y servicios que satisfacen necesidades vitales de las vidas humanas no produzcan daños a los ecosistemas, ni interfiera con la renovación de los ciclos naturales de la vida (ciclo del oxígeno, ciclo del agua, ciclo de la polinización, etc.).
Los megaproyectos pueden tener una serie de afectaciones significativas en diversas áreas, como por ejemplo las que se enumeran a continuación:
1: Deforestación y pérdida de biodiversidad: la construcción de grandes infraestructuras, como represas, carreteras y aeropuertos, puede llevar a la destrucción de hábitats naturales y la pérdida de especies. Algunas de estas especies tienden a migrar a entornos humanos, llevando consigo virus y bacterias que se transforman en potenciales pandemias, como la del COVID 19.
2: Contaminación del aire, agua y suelo debido a la construcción y operación de las instalaciones, que pueden desencadenar enfermedades en humanos y disminución en la producción de alimentos.
3: Desplazamiento de comunidades enteras que no solo conducen a la pérdida de hogares y medios de vida, sino que también conducen a la pérdida de prácticas y de relaciones ancestrales de solidaridad y de cooperación entre las personas y las comunidades. Las comunidades se fragmentan al mismo tiempo que se da paso al individualismo y al aislamiento social.
4: Aumento del endeudamiento público para financiar inversiones en infraestructura que habilitan a las inversiones privadas que son a su vez objeto de exenciones fiscales, lo que puede llevar a un aumento del pago del servicio de la deuda soberana y al recorte de las partidas presupuestarias destinadas a educación, vivienda, salud y contención de la pobreza.
5: Aunque los megaproyectos pueden generar empleo e ingresos en el corto plazo para los habitantes de un territorio, los beneficios en el mediano y largo plazo no se distribuyen equitativamente, lo que puede profundizar la desigualdad económica y social.
6: La construcción de megaproyectos puede llevar a la destrucción de sitios arqueológicos y patrimoniales, afectando la identidad cultural de las comunidades locales, con lo cual se les despoja de una parte importante de sus bienes comunes.
7: La implementación de megaproyectos puede generar conflictos entre las comunidades locales, el Gobierno y las empresas, especialmente si no se realizan consultas adecuadas. Estos conflictos suelen resolverse mediante la militarización de los territorios y/o con el accionar de grupos paramilitares al servicio de inversionistas privados que se encargan de “poner en cintura” a la población que se resiste a perder sus medios de vida y sus bienes comunes.
Uno de los megaproyectos del actual gobierno que más tensiones y afectaciones está generando sobre las comunidades y familias es la denominada “Surf City”, que pretende abarcar las principales playas de la zona costera marina para transformarlas en polos de interés turístico e inmobiliario. Los territorios afectados hasta el momento han sido la playa El Zonte, la playa Costa del Sol, la isla Tasajera y la playa El Icacal.
Por ejemplo, la playa El Icacal está siendo asediada desde julio del año 2023, por la empresa Desarrollos Turísticos El Pacifico S.A. de C.V. Esta empresa ha cercado a la fecha 11 kilómetros de playa, que se encuentran en las inmediaciones de un área natural protegida, no apta para construcción de infraestructura debido a la presencia de bosques salados, donde crecen manglares de hasta 20 metros de altura. No obstante lo anterior, en complicidad con las autoridades de la zona, esta empresa ha iniciado con la tala de más de cien árboles de mangle al mismo tiempo que han puesto en marcha una estrategia de acoso e intimidación contra las comunidades de la zona, haciendo uso de los servicios de de una empresa privada de seguridad, cuyos miembros actúan como grupos paramilitares, que mantienen en vilo a los pobladores de la zona que la han habitado durante décadas.
Los megaproyectos en marcha y los que se avecinan están rompiendo el frágil equilibrio que sostiene la vida en la mayor parte de territorios de nuestro país, pero al mismo tiempo están activando redes de resistencia a nivel local y nacional y tejiendo alianzas multisectoriales en favor de la protección de la vida. La respuesta ciudadana no está ocurriendo con la celeridad que exige este momento histórico, ya que el miedo y represión son las tácticas preferidas por la autocracia de derecha conservadora que se ha instaurado en el país y que cuenta con la complicidad de las agencias del sistema de naciones unidas y de los gobiernos de los países de residencia de las corporaciones privadas que se están beneficiando de los megaproyectos.