
Seguimos porque documentar las distintas realidades es nuestro trabajo. Porque necesitamos espacios donde la diversidad no sea un agregado, sino el centro. Seguimos porque Alharaca es una habitación propia, un lugar donde nos encontramos para hablar y escribir de lo que nos preocupa, para visibilizar lo que el poder intenta silenciar y ocultar. Seguimos porque nuestra historia nos traza un camino. Porque valoramos lo que lucharon las que vinieron antes que nosotras por los derechos reconocidos de más del 50 % de la población que habita en el mundo, y por los derechos que aún faltan para las que están por venir.
No estamos solas. Nos sostiene la rabia compartida. Nos acompañan quienes nos leen, esas personas que siguen confiando en nosotras como una plataforma en la que la conversación sobre género y diversidad continúa a pesar de todo. Nos sostienen también la certeza de que nuestras voces importan. Seguimos para contar otras narrativas de la realidad que hoy nos toca custodiar para las próximas generaciones, para amplificar las voces de mujeres en los territorios, para intentar encontrar belleza y colores donde solo parece haber desesperanza y miedos.
Nos mueve la sororidad. Nos sostienen las alianzas y redes entre medios feministas, la persistencia de espacios como el Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe (EFLAC) y el Festival Zarelia, que se mantienen como refugios en un mundo que intenta invisibilizar a las mujeres y a la diversidad sexual. Seguimos porque queremos autonomía sobre nuestros cuerpos, porque no queremos vivir con miedo, porque queremos que las próximas generaciones se sientan libres y seguras.
En un contexto donde la ultraderecha y el fascismo buscan callar a quienes disienten con sus visiones de mundo, la existencia de medios feministas es más necesaria y urgente que nunca. Somos quienes narramos lo que otras personas omiten, quienes documentamos la violencia que pretenden borrar, quienes amplificamos las voces que incomodan al poder. Seguimos porque creemos en nosotras y en el poder que tenemos para contribuir a la construcción de una sociedad más justa y equitativa.
Este 8M, nuestra comunidad nos ha recordado por qué seguimos. Quienes nos siguen nos escribieron sobre la rabia que sienten, sobre la incertidumbre, el miedo ante el avance de la ultraderecha. Pero también sobre la determinación. «Me alienta ir con tantas mujeres valientes». «Marcho porque hace tres años un amigo me acosó y ahora hace todo lo posible por callarme». «Porque todas tenemos derecho a caminar seguras por la calle sin miedo». «Es mi primera vez y no tengo con quién ir, me tocará ir sola».
Las voces que encuentran refugio en Alharaca también nos sostienen. Periodistas y personas de otras disciplinas nos comparten sus textos, investigaciones y análisis para publicarlos en nuestra web y redes sociales, porque ven en este espacio un lugar seguro para informar y contar sus historias. Pero no solo ellas: en Alharaca trabajamos de manera multidisciplinaria, con ilustradoras, especialistas en audiovisuales, en redes sociales, en narrativas digitales, y en el análisis sociológico y desde las ciencias políticas, para que nuestras historias lleguen más lejos.
En la Mediatón, nuestro primer laboratorio de ideas innovadoras, profesionales de la comunicación, del periodismo, diseño, ilustración, audiovisuales, fotografía, publicidad, arquitectura, derecho, educación sexual, entre otras disciplinas, llegaron a aprender sobre periodismo y encontraron algo más: una comunidad. «Que se brinden espacios donde la diversidad sea un tema central, donde los temas, los mentores y las personas sean diversas en todas sus formas, fue importante para un buen aprendizaje», nos escribieron. «El compañerismo y la hermandad que surgió dentro de la Mediatón permitió que el aprendizaje no se sintiera forzado, sino como una forma de compañerismo».
Los regímenes autoritarios temen a quienes escriben, denuncian, preguntan. Pero seguimos. Seguimos porque sabemos que la lucha feminista será antifascista o no será y que el periodismo será feminista o no será. Seguimos porque vemos el poder y la fuerza interior de nuestras comunidades y de otras que están dispuestas a trabajar por un futuro justo para todas las personas. Porque nos negamos a aceptar que la sociedad en la que vivimos actualmente es lo único a lo que estamos destinadas. Porque, muy a nuestro pesar, somos idealistas y creemos que un mundo mejor es posible. Porque creemos que hablar siempre será el primer paso. Porque, como nos escribió una de nuestras lectoras: «Nuestros derechos no pueden volverse desechos».
Los retrocesos no significan que nosotras vamos a retroceder. Al contrario, no nos vamos a ir a ningún lado. Siempre hemos sido conscientes de que la lucha por los derechos de las mujeres es un continuo, un camino interminable. Y si algo nos muestran estos retrocesos, es que más que nunca debemos ser fieles a la convicción de que el país y el mundo deben ser un lugar para todas las personas. Ni los autócratas ni sus regímenes de miedo podrán quitarnos ese sueño.
Porque juntas, aunque nos quieran solas, seguimos.