Opinión

¿Dónde están las mujeres cuando hay que defender un país?

Ante la amenaza del fascismo, las mujeres han permanecido en pie de lucha. Valeria recuerda cómo las mujeres organizadas no solo le han hecho frente a los avances antidemocráticos, sino que en muchas ocasiones han sido las primeras y las únicas en poner el cuerpo para defender los derechos de todas las personas.

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Nunca voy a olvidar el sol abrasador de mi primera marcha. Habré sido una niña y mi mamá me llevó al punto de reunión en el parque Cuscatlán. Era el 8M de algún primer año de los dos mil. Me quemé tanto que parecía que había ido a la playa. Recuerdo que me sentí grandota cuando mi mamá fue a saludar, emocionada, a las compañeras de Las Dignas que la habían capacitado en lenguaje no sexista. Recuerdo el sol, pero también las batucadas, la alegría, la fuerza de esa marcha que exigía la despenalización del aborto

Este 8M quiero recordar que las mujeres salvadoreñas no solo han salido a la calle por causas tradicionalmente abrazadas por los movimientos feministas. Cuando el fascismo avanza, cuando hay hechos de violencia, cuando la vida está en peligro, suelen abundar los desocupados de internet que preguntan: “¿Y dónde están las feministas?” Como si las mujeres no estuvieran al frente de tantas luchas que ellos no sabrían ni reconocer. 

Fueron las feministas las primeras que salieron a las calles a protestar por la toma militar de la Asamblea Legislativa por parte de Bukele el 9 de febrero de 2020. Las primeras que nombraron al mandatario como un fascista. Mientras académicos, periodistas e intelectuales se debatían por el término correcto, las mujeres organizadas de la capital ya estaban en la calle manifestándose. 

Gracias al trabajo de mujeres como Vidalina Morales, en 2017 El Salvador fue el primer país que logró prohibir la minería metálica. Esa lucha y vocería, que empezó a gestarse en 2004 se mantiene hasta hoy, veinte años después, que el gobierno ha borrado de su memoria selectiva que esa ley fue fruto de un consenso nacional por proteger la vida. 

Cuando Beatriz, una mujer con lupus, pidió abortar para salvar su vida y para no dejar huérfana a su hija, ahí estuvo Morena Herrera y miles de feministas organizadas estuvieron de su lado. Cuando se pedía libertad para las mujeres perseguidas penalmente por complicaciones obstétricas, ahí estuvo Sara García, al pie del cañón, marchando sola y acompañada, bajo la lluvia o bajo el sol. 

Cuando el primer gobierno de Nayib Bukele empezó a crear una narrativa de deslegitimación del periodismo, ahí estuvo Angélica Cárcamo, quien logró revivir la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES). 

Hace unos días, cuando capturaron al activista Fidel Zavala, que denunció por tortura al director general de Centros Penales, Osiris Luna, su abogada Ivania Cruz no paró de denunciar lo sucedido en videos en vivo de Facebook, en spaces de X y en medios de comunicación. 

En estos tiempos agrios para la democracia en El Salvador, el rol de esta y miles de mujeres más es vital para defender al país de la avanzada conservadora, de derechas, que solo tiene en mente el beneficio económico de unos pocos. Aunque un sector del feminismo blanco se empeñe en decir que la agenda feminista es solo una y solo está relacionada con los derechos y limitantes pertinentes al sexo asignado al nacer, la realidad demuestra lo equivocadas que están. 

Mientras los cuerpos organizados de hombres pertenecen a instituciones estatales como la policía y el ejército, los cuerpos organizados de mujeres constituyen una masa que lucha por sostener los medios que hacen posible la vida. Por eso son tan incómodas para el poder. Por eso se les dedica campañas de odio y se les identifica como enemigas. Porque para que el Gobierno siga con sus prácticas corruptas, capturando presos políticos y para que pueda convertirse en un destino carcelario para Estados Unidos, necesitan nuestro silencio.  

Si algo aprendí en mi primera marcha es que a las mujeres organizadas no les gusta callar ante injusticias. En estos tiempos donde la desesperanza es la respuesta más obvia ante la represión, estas líderes tienen mucho que enseñarnos. Construyen redes, establecen alianzas y actúan con estrategias políticas. Ojalá este 8M sea uno donde valoremos los puentes que ellas han construido desde diferentes frentes para permitirnos, siquiera por hoy, pensar que un país distinto sí es posible. 

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