Fotobordado: Kellys Portillo
Maravillosa menopausia
Pues sí, tenés mala fama. Estoy convencida de que esto es fruto de tu descarga imponente de cambios físicos, hormonales y emocionales. Contrario al romanticismo con que se escribe por la explosión de los óvulos durante la adolescencia, este frenazo suele tratarse con vergüenza. No en mi caso.
Debo confesar que soy de ese porcentaje de mujeres que se alegró cuando llegó la pausa menstrual después de 38 laboriosos años. Es una bendición y un ahorro alejarse de las toallas sanitarias por siempre. Ah, pero ahora están las copas vaginales para recoger y olvidarse de las filtraciones. Ya no tuve tiempo de explorar las ventajas de esa campana de látex o silicona, y de paso poder contribuir así en favor del medio ambiente.
Pero primero voy a los reclamos, estimada Meno. ¿Por qué nadie te indica sobre los dolores articulares que producís debido a la reducción de estrógeno? Pasé meses sufriendo con los dolores de pies al levantarme. Sentía que me paraba sobre una alfombra de clavos; daba mis primeros pasos del día con preocupación y desequilibrio. No sé cuántas veces culpé a los zapatos y me compré otros pensando que todo era culpa de su diseño, de su ergonomía.
Y eso no era lo más desagradable: lo peor fue la sensación de dolores artríticos en los dedos de las manos. No podía abrir el frasco de jalea o desenroscar el vaso de la licuadora, sin la ayuda de alguien más. Los pequeños movimientos como abrir la puerta del carro o cargar las bolsas del súper tenían siempre un martilleo de que algo ¿malo? me estaba pasando. Me sentía incapaz y por eso también tuve que tomar una pausa en mi afición por la escalada. Aunque el ejercicio de agarrarse a los orificios de las rocas era una terapia de estiramiento agradable para manos y muñecas, el problema es que en este deporte se trabaja por “cordada”; mientras una de las personas escala, otra debe darle seguridad mediante una cuerda, y en esta tarea es donde yo sentía que no podría garantizar la seguridad de quien estuviera en el turno de subir. Había perdido la fuerza prensil en mis manos y eso me generaba bastante frustración. No podía sujetar con firmeza la cuerda durante 10 o 15 minutos. Entonces recordaba los dedos engarrotados de mi tía que sufrió artritis después de trabajar por años en una panadería. Imaginaba el dolor que habrá sentido la tía Lety en su vejez.
Estimada Meno: los sofocos y el insomnio son las dos caras más amargas que siempre se han divulgado de tu presencia. Yo solo vengo a reclamarte por lo segundo. En un primer momento, supuse que mis largos meses de insomnio y confusión mental, angustias y ansiedad por el futuro tenían que ver con los trastornos sociales que generó la pandemia de covid-19; pero ahora, tres años después, te desenmascaro públicamente. La desconcentración me llevó a límites de irresponsabilidad y a tomar otras pausas laborales que no tenía previstas. Entrar a un proceso de meditación diaria fue clave para hacer un balance y dormir mejor.
No puedo entender a las amigas que se quejan de los sofocos. Quizás no ha llegado mi momento, porque en realidad esto en lugar de ser pausa es un largo proceso. Veremos si aterriza esa sudoración incómoda y cómo enfrento ese reto, que afortunadamente también pasa.
Lo del aumento del peso es algo que estoy tomando por el lado amable. Aunque disminuye la energía para hacer ejercicio, debo aumentar la actividad física y cambiar la dieta. Ciao, chocolates.
Aprovecho y digo que ahora también es momento de agradecerte y decir que sos una maravilla. La búsqueda de respuestas en Internet a muchos de mis padecimientos en esta época me ha generado un algoritmo y acercado no solo a información relevante para entender los cambios sino también a libros interesantes, como Diario de una Mudanza, de Inés Garland, quien dice que el climaterio implica muchas mudanzas.
“Hay cosas que ya no van a volver a pasar. Hay una persona en el espejo que no va a volver a estar. Los franceses tienen el dicho ‘si la juventud supiera y la vejez pudiera’… Extraño mi cuerpo que hacía todo lo que yo quería, sin dolor. Yo era atleta y bailaba y ahora me duele, ¿qué voy a hacer? El cuerpo duele y molesta.”, dijo Garland en una entrevista en Página 12.
Me has servido para mirarme en profundidad, para valorar más la salud femenina y liberarme de absurdas expectativas sociales.
Te dejo. Gracias por provocarme tanta inquietud y deseos de encontrarme.
Atentamente.
Ceci Romero
P.D.: lo de las dolencias musculares lo comprendí en uno de los capítulos del podcast “Menopáusica ¡y qué!”, dirigido por dos periodistas colombianas, Yolanda Ruiz y María Elvira Samper. Cuando lo escuché pensé que quizás un día debía escribir que para mí fue “manopausia”.