
Cecy Rodríguez es activista y defensora de los derechos de las mujeres y del territorio. Forma parte de las Hijas de Safo desde 2014. Es consultora y facilitadora en temas de género, lesbofeminismo, diversidad sexual y decolonialidad. Se define lesbofeminista y dice que materna desde una postura política.
Es una de las activistas más reconocidas en las marchas y plantones que exigen derechos para las lesbianas en El Salvador. Toma el micrófono o el megáfono para gritar consigas y exigir políticas públicas inclusivas que garanticen una vida libre de violencia para las mujeres.
Denuncia que los retrocesos en derechos sexuales y reproductivos, desde la llegada del oficialismo al poder, la han afectado. En 2024, la despidieron de una escuela donde daba talleres de género para niñas y niños. A otras compañeras también las despidieron por su orientación sexual, por su identidad y expresión de género.
Las Hijas de Safo es uno de los pocos colectivos en El Salvador que se toma los espacios públicos para exigir una sociedad más justa e inclusiva para las mujeres lesbianas.
“El reto debe de ser, en todo momento de la lucha, con nuestros pares, de manera que seamos nosotras en colectividad, con otras, con otres, con otros, que estemos exigiendo los derechos para todas. Porque aquí hay un retroceso de derechos no solo civiles de nosotras, sino humanos”.
¿Cómo surge la colectiva Hijas de Safo?
Las Dignas, en 2014, empezaron a abrir algunos espacios de reflexión y empezaron a llegar algunas compañeras lesbianas. Nos invitaron a reflexionar sobre nuestros sentipensares y vivencias como lesbianas dentro del feminismo. Desde ahí se nos brindó este espacio de crear una colectiva. Después, empezamos a teorizar en el lesbofeminismo: primero a formarnos, a tener encuentros entre mujeres lesbianas y también a visibilizarnos. Las Hijas de Safo empezamos con un espacio muy de calle: que nos miren, que somos lesbianas y que hay lesbianas en El Salvador. Solo el hecho de juntarse lesbianas a hablar de sus vidas de lesbianas es muy transgresor.
¿Quiénes integran las Hijas de Safo?
Doce mujeres. diversas. Diversas en edades y en situaciones laborales. Hay emprendedoras, hay profesionales, algunas trabajando en algunos puestos interesantes, otras compañeras también trabajan en organizaciones de sociedad civil, defensoras de derechos humanos. Habemos madres, hay quienes les toca maternar sobrinos y sobrinas. Hay compañeras artistas, abogadas, maestras, es decir, una colectividad de mujeres diversas y de situaciones diversas que lo que nos atraviesa es el tema de nuestra vivencia lésbica.
¿En qué momento deciden participar en marchas como colectivo lésbico?
Empezamos a ir a la del 28 J [Marcha del orgullo] a la marcha del 28 de septiembre y a la del 8 de marzo como un bloque lésbico feminista. Lo convocamos desde las Hijas de Safo para otras lesbianas, para que vieran que dentro de todas las luchas y en todos los espacios hay lesbianas, solamente que no estamos posicionadas. Empezamos a hacer eso también a la par de formarnos, hacer círculos de lectura, reflexiones en cine foros y tener este espacio para hablar de nosotras, de la maternidad, del tema laboral, de la pareja y de qué nos pasa en la familia cuando nos nombramos lesbianas, pero desde la experiencia de lesbianas, que es sumamente importante.
¿Como viven la lesbiandad?
Ya no la vivimos como las lesbianas que echaron de la casa: con ese dolor, ese rechazo que existe, que es real. La resignificamos como esta alegre rebeldía que decimos nosotras: soy lesbiana, me puedo nombrar y desde ahí soy alegre de reconocerme a mí misma, de tener la autonomía de mi cuerpo. Esta es una alegre rebeldía, aunque haya significado muchas cosas. El poder encontrarnos con las otras, el poder tener esta otra referencia de lesbiandad ha sido también como parte de nuestra postura.
¿A qué se refieren con la alegre rebeldía?
Más allá de nombrar la lesbiandad como el hecho de acostarme con otra mujer o tener deseos sexoafectivos, nombra una postura y una ruptura con la heteronorma. Con todo este mandato del ser mujer que se apuesta desde la heterosexualidad obligatoria, hablamos de la heterosexualidad como un régimen político más allá de una orientación sexual. Nosotras venimos y nombramos amarnos entre mujeres. Es sumamente rebelde porque el sistema nos ha dicho que somos las enemigas, la competencia.
Las lesbofeministas escogemos políticamente amar a las mujeres, priorizamos nuestro autocuidado, nuestras energías hacia otras mujeres: les abrimos espacio a otras mujeres, aunque no sea nuestra mejor amiga, reconocemos nuestros saberes y nuestros encuentros, también nuestros desencuentros, pero como parte de una rebeldía a ese sistema que nos han impuesto.
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¿Cómo ha sido este recorrido?
Nos hemos ido encontrando con otros retos en el sentido de ir buscando siempre para nosotras ese bienestar. Empezamos a hacer procesos de sanación de nuestras historias personales, porque también todo lo personal es político y todo lo que me ha permeado a mí personalmente, influye en mi colectiva, en la relación con mi pareja, en la relación con mi familia. Las historias de mujeres lesbianas, como todas las historias de las mujeres que deciden romper o salirse de las normas, vienen permeadas de mucho rechazo, mucha culpa por todo esto que se nos impone. Primero es un proceso personal y luego la familia, la sociedad. Empezamos a tener estos procesos también para crear esta forma de resistencia, puentes, redes entre nosotras, crear espacios amorosos, de cuido de nosotras y para nosotras.
Creo también que ha sido un trabajo personal, y creo que viene también con eso que te mencionaba yo, que hemos hecho en la organización como trabajos de sanación, o sea, que la lesbiandad me atraviese desde otra forma, desde otro espacio. Entonces, eso también tiene que ver con poderme enfrentar a estas situaciones.
A veces es duro, porque, por ejemplo, soy mamá y a veces son mis hijos los que han recibido ciertas cosas, y a mí eso si me hace sentir peor, porque al final yo vengo de un proceso, y yo vengo con una postura política. Pero mis hijos, aunque estén muy claros y lo sepan mucho, que reciban esas cosas en los colegios por comentarios de su mamá, es complicado.”
¿Por qué deciden retomar el 13 de octubre para machar como colectivo de lesbianas?
Las Hijas de Safo hemos salido a marchar cada 13 de octubre, desde hace diez años, que es cuando nos conformamos. En esa marcha van puramente las lesbianas y las lesbianas feministas organizadas. A veces, logramos que lleguen 20o 30. A nosotras nos interesaba posicionar esa fecha porque el Día de la rebeldía lésbica nace en el VII Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe que fue realizado en Chile, en el 2007. Es como el EFLAC, pero solo de lesbianas. Nosotras retomamos y reivindicamos esa fecha porque es en nombre de las lesbianas. Es una cosa mucho más orgánica que viene de la resistencia de las compañeras lesbianas y de Latinoamérica, sobre todo de las Abya Yala [otro nombre para el continente americano que significa identidad y respeto por la tierra que se habita] que es lo que nos traspasa a nuestra región.
¿En qué difieren las demandas de ustedes como lesbianas con el resto de las mujeres organizadas?
La discriminación que sufre una mujer cishetero no es la misma que sufre una mujer lesbiana por el tema de su expresión, que muchas veces no va acorde a lo que el sistema está esperando del ser mujer. Entonces nombrarlo desde ahí, es básicamente un poco la dinámica. Es la misma [con otras demandas de mujeres] con las consignas y las pancartas y tal, los gritos y todo eso, pero desde esta postura.
Solo el hecho de juntarse lesbianas a hablar de sus vidas de lesbianas es muy transgresor».
¿En qué espacios se encuentran cuando reivindican sus luchas?
Hemos hecho la marcha [de la Rebeldía Lésbica] desde la Universidad de El Salvador a las letras de Metrocentro. Un año también hicimos esta marcha sobre la 25 Avenida Sur para llegar al parque San José que está en la San Luis. Recorrimos toda la Gabriela Mistral, resignificando a Gabriela Mistral porque fue una mujer lesbiana, que no se le nombró su lesbiandad hasta después que se le descubrieron unos poemas con su mejor amiga. Después hicimos otra desde [el monumento a] la Constitución hasta la entonces Casa de Safo, sobre la San Antonio Abad y a esa calle, le denominamos Chabela Vargas, porque creemos que esos espacios los han impuesto con nombres de hombres, con nombres de santos, de lo que sea, que no nos representa en nada. No tiene que ver con ningún permiso al Estado, sino, que nosotras mismas venimos y reconocemos a nuestras compañeras.
¿Cuáles son sus propuestas políticas como lesbofeministas?
Que la apuesta lesbofeminista sea transgresora, que nos lleve a transformarnos a nosotras mismas como para formar a otra sociedad. Estamos en otros espacios, por ejemplo, en la despenalización del aborto, en la justicia por el agua. Estamos en varios espacios, pero en sí, la apuesta lesbofeminista es transformadora desde lo personal hacia mi entorno. Estos esfuerzos que se hacen de incidencia en los puestos políticos, de leyes, está bien, hay que hacerlos, pero también es cómo trabajamos nosotras con nuestras propias redes y nuestros pares, porque luego nos encontramos en otros espacios donde no puedes meter nada. Por ejemplo, está difícil entrar en el tema de salud si no quieren hablar con la población LGTB; en justicia, tampoco. ¿Cómo nosotras hacemos frente a este tipo de cosas? ¿Cómo hacemos con las compañeras para ir al médico?, son parte de nuestros planteamientos como lesbianas.
¿Cómo el retroceso en el debate de propuestas de políticas como la identidad de género o el matrimonio igualitario les impacta?
Comprendemos el tema de la demanda del matrimonio igualitario en el tema de derechos civiles, porque es una gran desventaja y violación de derechos el que no se puedan reconocer las parejas del mismo sexo, no solo porque se les antoja decirnos que no, porque al final somos personas que pagamos impuestos, somos personas que laboramos, somos personas que tributamos. ¿Quién va a cuestionar nuestro amor a la hora de casarnos si no se les cuestiona a los heterosexuales que se casan y se divorcian cada vez que quieren? Entendemos esa violación de derechos. Algunas compañeras hablan de que si están en el [Instituto Salvadoreño del] Seguro [Social] no pueden poner a su pareja o la pareja no puede visitarles [si están hospitalizadas] porque no se les reconoce como pareja.
Estamos en varios espacios, pero en sí, la apuesta lesbofeminista es una apuesta transformadora desde lo personal hacia mi entorno. Porque estos esfuerzos que se hacen de incidencia en los puestos políticos, de leyes, está bien, hay que hacerlos también, pero también es cómo trabajamos nosotras con nuestras propias redes y nuestros pares”.
¿Cómo están afectando los retrocesos en derechos humanos a las lesbianas en El Salvador, especialmente bajo el régimen de excepción?
Ahorita mismo, cuando hay un retroceso de la visibilidad, hay lesbianas que han dejado de nombrarse porque no hay espacios. Hay lesbianas que les han quitado los trabajos ahorita mismo, lesbianas que han sido detenidas con este régimen, lesbianas con esa doble carga de venir de zonas de conflicto, ser lesbiana y además tener una identidad de género o una expresión de género diferente. Para mí el reto debe de ser en todo momento de la lucha con nuestros pares, de manera que seamos nosotras en colectividad, con otras, con otres, con otros, que estemos exigiendo los derechos para todas. Porque aquí hay un retroceso, un retroceso de derechos no solo civiles de nosotras, sino humanos.



En el pasado estos temas tampoco tuvieron avances significativos.
Solo el hecho de engavetar las propuestas de leyes es una cosa simbólica e increíble. Luego las declaraciones que ha tenido él [ Nayib Bukele, presidente inconstitucional]. Ni siquiera ha sido una ley que ha mandado, pero ha tenido unas declaraciones que han tenido repercusión, por ejemplo, en el tema de salud, para las clínicas vicits, donde vos antes podías poner tu orientación sexual, poner tu identidad de género, mujer trans, hombre trans, lesbiana, desde ahí que fueras tratada y que fueras nombrada. Ahora, ese formulario ya no existe. En el sistema de salud, lo tratan ahora peor. La gente se ha envalentonado de este discurso de odio, de este discurso misógino, y entonces saca el odio que ya tenía.
Es cierto que no había habido avances, pero por lo menos antes yo podía ir a decir: «Me estás discriminando por ser lesbiana y te voy a ir a poner una denuncia», y aunque sea una llamada de atención por no haber cumplido el protocolo le iban a dar, pero ahora no.
¿Cómo te impactan a vos estos retrocesos, ya que sos uno de los rostros más visibles en las demandas de los derechos de las mujeres lesbianas?
Esconderme nuevamente, el temor de salir en los medios. Una cosa es que vaya a haber una persecución política, pero otra, es que a mi vecina yo le caiga mal porque soy lesbiana. Es como que mi enemiga sea de a la par, envalentonada en este discurso de odio o que vaya a decir: «¡Uy, aquí vive a la par mía esta lesbiana!» En algunas escuelas, algunas niñas podían nombrarse trans, ahora ya no. Les han cortaron el pelo. Yo misma estaba facilitando unos talleres en una escuela que ya tenía años de estarlos facilitando y luego de eso, me quitaron el trabajo. Eso significa una precarización para mí. Claro que nos afecta. Compañeras contaban que unos hombres no les quisieron hacer el transporte de inmueble, que se iban a mover de un lado a otro a otro. Les dijeron que no porque eso estaba prohibido aquí en El Salvador. Además de la desinformación y todo eso, tiene que ver con la gente.