Colonia, Alemania
Jueves, 30 de marzo de 2020
Que bueno fue leerte, Paty. Aquí el new normal está empezando a agarrar forma.
Este lunes fui por primera vez a la universidad a trabajar. Hemos empezado a ir “por turnos”. Solo es permitido que dos personas estén en cada oficina a la vez, tienen que mantener la distancia de 1.5 metro mínimo y en todos los pisos hay dispensadores de alcohol líquido para desinfectarse las manos antes de entrar al área de oficinas. A mí solo me ha tocado ir dos medios días. La caminata fue chiva. Casi no había personas en esta área donde hay muchas oficinas y pocas residencias.
Fue raro y al mismo tiempo emocionante tener que ir. Me costó mucho despertarme. Mi horario laboral está súper desordenado ahorita y está siendo difícil regresar a un espacio donde no me despierto a las 8:55, me lavo la cara mientras hago café y me siento a trabajar a las 9 y cuarto. Claramente no soy de las personas que se organizaron y encontraron en la cuarentena un amor por la rutina y la organización personal.
Ahora que lo pienso, esta semana estuvo llena de hitos.
Por primera vez utilicé una mascarilla en público. El estado impuso el uso obligatorio de mascarillas al entrar a tiendas y transporte público, entonces hubo un cambio bastante notable en cómo la gente anda afuera. Las mascarillas son ahora parte de mi vida diaria.
Pero el highlight es algo más tierno. El viernes pasado vimos a G, uno de mis mejores amigos aquí y el mejor amigo de B desde los 12 años. Casi a la medianoche fuimos a caminar al parque grande que está cerca de mi casa. Cuando nos encontramos, lo primero que dijo B al verlo fue que su primer instinto era abrazarlo, pero no se podía. Fuimos muy diligentes y no nos abrazamos, caminamos separados (aunque no exageradamente) mientras nos tomábamos unas cervezas.
Justo antes de despedirnos, B le dijo que valía chonga, que lo invitábamos a estar dentro de nuestro círculo de contagio. B y yo estamos viviendo juntos durante la pandemia, si a B le da coronavirus, a mí me va a dar y viceversa.
Los tres somos extranjeros viviendo en Colonia y somos la familia que tenemos aquí. Ahora, si a él le da coronavirus, a nosotros también, y viceversa. Cerramos el pacto de contagio con un abrazo porque entonces ya no importa.
No sé cómo explicarles lo raro y lo emocionante que fue abrazar a alguien más. Tengo más de un mes y medio de no ver amigxs y, a lxs pocos que veo, no les saludo con abrazo o beso en la mejilla.
Quisiera darles un abrazo a ustedes, hermanas.
Abrazos digitales,
J
Esta foto es del inicio de la noche del pacto de contagio, del kiosk donde compramos las cervezas antes del paseo: