El aborto en nuestra sociedad se aborda generalmente desde una perspectiva política y moral, dejando de lado su relevancia como derecho de salud pública. Para contrarrestar las narrativas estigmatizantes, es clave ofrecer información basada en datos, empatía y respeto. Un enfoque informado y empático es esencial para superar las barreras del debate político, explica.
Lina señala la necesidad de reformular las narrativas sobre el aborto en los medios y la sociedad para crear un entorno más accesible e informativo para quienes necesitan este servicio de salud. En ese sentido, Women First Digital trabaja para ofrecer información segura y confiable sobre salud sexual y reproductiva a través de tres sitios web globales: HowToUse, para el aborto con medicamentos; safe2choose, para apoyo en abortos seguros; y Find My Method, para información sobre anticonceptivos.
En esta entrevista, realizada en el marco del Día por la Despenalización del Aborto en América Latina, explica cómo han surgido nuevas narrativas que buscan contar este procedimiento de salud, de manera más empática, en un espacio libre de odio y desinformación, desde la esperanza.
¿Cuál es la motivación detrás de promover nuevas narrativas o narrativas basadas en la esperanza para hablar sobre el aborto?
Del malentendido generalizado sobre el aborto, que se percibe como un tema de debate político cuando en realidad es un asunto de salud pública. De ahí nace el impulso de cambiar la narrativa, porque este enfoque genera un ambiente de odio donde el aborto se utiliza más como una herramienta política que como lo que realmente es: un procedimiento médico. He mencionado muchas veces que incluso el término «proelección» se queda corto cuando hablamos de las realidades de las mujeres en América Latina. No se trata de una elección cuando las condiciones sociales, económicas y climáticas dificultan imaginar un futuro o una maternidad viable.
Es necesario reformular esos discursos para generar un ambiente más amable y amoroso, tanto para las personas que necesitan acceder al procedimiento como para quienes lo practican. En lugar de ser un tema populista cargado de falsedades y argumentos de odio y desinformación, debe centrarse en ofrecer información precisa. De por sí, ya hay muy poca información sobre el aborto. Y cuando alguien atraviesa esta experiencia sin el apoyo adecuado, lo único que siente es miedo y aislamiento.
¿Podría mencionar un ejemplo de cómo se aplicaría esto en la comunicación e información sobre el aborto?
En nuestra organización, actualmente enfrentamos muchos bloqueos en Internet. Google y diversas redes sociales nos han vetado porque el aborto sigue siendo percibido como un tema político, cargado de estigma. Es crucial que las personas sepan que esta información no les está llegando debido a los algoritmos, los cuales son diseñados por personas, reflejando los mismos prejuicios que vemos en la vida diaria. Esto significa que Internet también puede ser racista, sexista y, por lo tanto, no favorece discusiones sobre temas como el aborto.
Sin embargo, también hemos encontrado soluciones. Existen al menos tres plataformas que ofrecen información segura y se están posicionando como espacios de resistencia. Utilizamos Internet para crear un ambiente feminista, ofreciendo herramientas que rompen las barreras del patriarcado, llevando temas privados a la esfera pública. Al trabajar en red, hemos logrado descriminalizar el aborto en algunos contextos y brindar apoyo entre países, demostrando que el trabajo colectivo es eficaz.
Es importante señalar lo que aún falta por hacer, pero no podemos quedarnos en esa perspectiva, ya que solo genera agotamiento. Sabemos que la situación en la región es difícil, pero también hay avances significativos. Los movimientos en América Latina están desarrollando un trabajo innovador y hermoso, llenos de esperanza y creatividad.
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¿Cuáles son las narrativas predominantes sobre el aborto en los medios de comunicación?
Esto varía mucho de país a país. Por ejemplo, este año, si no me equivoco, Argentina publicó un estudio que muestra cómo, desde la legalización del aborto, la narrativa en los medios ha cambiado. Antes se enfocaba en el debate político; ahora el énfasis está en las barreras que enfrentan las personas para acceder a este derecho. Este cambio de enfoque lo convierte en un tema de acceso a la salud pública, más que en un asunto político.
En Colombia ha habido avances interesantes. Al buscar la palabra «aborto» en Internet, aparecen imágenes del movimiento Causa Justa, con personas movilizándose en las calles. Esto transforma las narrativas. Sin embargo, en plataformas como TikTok, es común encontrar muchas historias que desinforman. Las usuarias tienen que lidiar con el desafío de identificar qué recursos son confiables. Hay demasiados videos con protocolos incorrectos sobre el uso de pastillas abortivas, lo cual se observa tanto en TikTok como en YouTube.
¿Cómo afectan estas narrativas predominantes en la percepción pública sobre el derecho a abortar?
En cuanto a las percepciones públicas, el estigma asociado al aborto es un tema central. Kumar, quien trabaja de cerca este tema, define este estigma como la atribución de afectos negativos a una persona por haber pasado por un aborto. Esto se manifiesta a través estos aspectos: al violar los estándares de feminidad; al rechazar el destino de maternidad que se asigna tradicionalmente a las mujeres; al cuestionar el rol de cuidado que se espera de ellas. La percepción de las mujeres que buscan placer sexual sin intención de maternar o cuidar se ve negativamente influenciada por estas expectativas.
En las narrativas públicas, este estigma a menudo se manifiesta de manera inconsciente. Un ejemplo claro es el caso de Manuela en El Salvador. La Corte Interamericana de Derechos Humanos dictó que el Estado había violado su derecho a la vida, señalando que la legislación violaba los derechos de muchas personas que acudían a clínicas públicas debido a abortos espontáneos, como ocurrió en su caso. Este estigma lleva a que se asuma erróneamente que Manuela no deseaba ser madre, generando una alarma moral. Estas narrativas influyen profundamente en cómo se aborda el tema en el discurso público y en la legislación.
¿Qué papel juegan las historias personales y los testimonios en la creación de estas nuevas narrativas?
Son muy poderosas y son importantes porque apelan a la empatía. Nos recuerdan que cualquier persona puede pasar por un procedimiento del aborto. Es interesante que estas historias sean diversas porque cuando hablamos de los casos de criminalización, normalmente se muestra a las mujeres que han sido marginalizadas por la sociedad. Eso crea la imagen que son las únicas que abortan. Es muy importante llevar la mayor cantidad de historias diversas porque la realidad es que cualquier mujer puede necesitar un aborto.
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Usted menciona el concepto de «comunicación basada en la esperanza». ¿Cómo se diferencia esta de otras formas de comunicación que se usan actualmente en campañas sobre el aborto?
La idea de la comunicación basada en la esperanza ofrece la promesa de un futuro mejor. Muchas veces, en las campañas de derechos humanos nos quedamos en decir: “Esto está mal y tenemos que generar conciencia sobre lo que está mal”. Pero este no es el único paso en nuestro trabajo. Muchas veces, entre tanto generar conciencia y entre este mundo de noticias diciéndonos que todo está en crisis todo el tiempo, se vuelve un discurso con el que la gente no quiere interactuar, no quiere estar como involucrada. Pero, si podemos apostar por decirle a las personas que hay un futuro mejor. También ayuda a que las personas tomen decisiones en este presente.
¿Cómo cree que el arte y otras formas de expresión creativa pueden cambiar la conversación sobre el aborto?
El arte ayuda a generar empatía, nos permite traer estas historias, mostrar que el cambio puede ser bonito o divertido, apela al lado humano, pero de manera positiva. Por ejemplo, pienso mucho en las campañas de Causa justa, con música, videos que nos traen este lado de fiesta, de celebración y de colectividad que existe dentro del movimiento.
¿Cómo manejar el estigma del aborto en las comunicaciones?
Este es un tema de autorreflexión constante. Internamente en los equipos de comunicación, todo lo que se comunique debe ser revisado más de una vez y por diferentes personas. Es de permanecer en estado de cuestionamiento todo el tiempo. Escuchar mucho también a las poblaciones marginalizadas. Esto nos puede generar ruido, sí, pero hay que hacerlo para aplicarlo en nuestros mensajes. Hay que escuchar si estamos hablando de una historia de una persona en particular, de cómo esta misma persona se refiere a su historia. El uso del lenguaje permite construir realidades y nos ayuda a construir la forma como entendemos las cosas. El uso del lenguaje es súper cuidadoso. En muchas noticias se encuentran frases como: “Se penaliza a la madre que aborte”, «una persona que ha decidido no maternar no es una madre». En Colombia se demostró que solo el 92 % de los abortos ocurre en las primeras 12 semanas. Si el tema es el aborto, no se debería ilustrarse con la imagen de una mujer embarazada de ocho meses, porque eso no refleja la realidad y refuerza estigmas innecesarios. Es una representación que genera miedo y está muy alejada de lo que realmente implica un aborto. Recuerdo una noticia muy bien redactada, pero acompañada de una imagen de una mujer tirada en el suelo rodeada de un charco de sangre, y era solo un dibujo. Eso alimenta la idea de que el aborto es un procedimiento aterrador, lleno de sangre, lo cual no podría estar más lejos de la verdad. Un aborto con pastillas en casa es muy seguro, se utilizan las mismas toallas higiénicas que en un periodo menstrual normal, sin charcos de sangre. Sin embargo, estas narrativas simbólicas distorsionadas se siguen reproduciendo en la forma en que comunicamos el tema. Es fundamental ser cuidadosos y evitar caer en estos errores.
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¿Qué papel juegan las alianzas internacionales en la promoción de narrativas positivas sobre el aborto en contextos restrictivos?
Las alianzas internacionales juegan un papel crucial en este mundo interconectado. Un ejemplo de ello es la presión internacional sobre El Salvador, que ha sido fundamental para evidenciar ciertas realidades. En nuestra región, cuatro de los diez países del mundo donde el aborto está completamente criminalizado son Honduras, Nicaragua, El Salvador y República Dominicana. Desde el exterior, es fundamental hablar de la presión internacional y del incumplimiento de acuerdos básicos de derechos humanos, como el derecho a la salud. Esta presión es importante, pero también lo son las soluciones. Un ejemplo es el trabajo que realizamos como organización internacional, brindando servicios de información desde fuera de los países donde existen restricciones legales. Somos un recurso que permite a las personas acceder a información segura en contextos donde las organizaciones locales no pueden hacerlo. Además, el uso del Internet como herramienta del feminismo es clave, ya que rompe barreras imaginarias y, a través del acompañamiento colectivo entre distintas organizaciones, generamos soluciones en diferentes espacios. Es importante destacar el papel de casos judiciales, como los de El Salvador, que han sido cruciales para abordar el estigma y las restricciones en torno al aborto. Incluso en países como Colombia, donde está despenalizado hasta las 24 semanas, el estigma persiste. Al mostrar lo que ocurre en países donde el aborto es inaccesible, ayudamos a generar un diálogo crítico. Por ejemplo, el caso de Canadá, donde el aborto ha sido legal durante muchos años, demuestra que la idea de que la legalización provoca un aumento masivo de abortos es falsa. Estas alianzas internacionales nos permiten aprender cómo ha sido el proceso en cada país y adaptar estrategias locales, apoyando el trabajo en países como Colombia, Brasil, México y Estados Unidos. Así, se crea un acompañamiento para buscar soluciones en conjunto.
¿Qué papel juegan las redes sociales en la construcción y amplificación de estas nuevas narrativas sobre el aborto?
Las redes sociales juegan un papel clave en el movimiento feminista, ya que permiten dar voz a poblaciones que históricamente no han tenido acceso a los medios de comunicación masivos. A través de estas plataformas, podemos compartir nuestros protocolos y llegar a personas que, por ejemplo, no sabían que la Organización Mundial de la Salud tiene guías sobre el uso de pastillas abortivas en casa. Aunque ahora, tras el COVID, muchas más personas conocen la OMS, quizá no sepan que también ofrecen información sobre estos temas. Con videos breves de 30 segundos en Instagram o canciones en TikTok, logramos hacer llegar esa información de manera simple y accesible. Sin embargo, aunque las redes sociales rompen barreras de información y juegan un papel crucial, es importante reconocer que existen restricciones en el contenido según el país. Muchas veces, las plataformas limitan el acceso a información sobre el aborto y los derechos de las mujeres. A pesar de estas restricciones, las redes sociales siguen siendo transformadoras en cómo entendemos y creamos alianzas. Como organización digital sin oficinas físicas, podemos colaborar con distintas organizaciones y medios a través de Internet. Las personas jóvenes también se organizan en línea para manifestarse a favor o en contra del derecho al aborto, o sobre cualquier otra causa. El Internet nos permite tejer redes, democratizar el conocimiento y llevar información a más personas. No obstante, es fundamental usarlo con cautela, reconociendo que no es una herramienta neutral y que debemos estar atentos a sus limitaciones.
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¿Cómo podemos involucrar a personas de diferentes generaciones en la creación de estas narrativas proderechos?
Este es un desafío. Espacios como el Festival Zarelia ayudan a superarlo, porque permiten reunir a personas de diversas realidades. Muchas veces creemos que lo único que impide a la gente acceder al contenido es la falta de Internet, tiempo o conocimiento, pero a menudo es el algoritmo o los intereses que la persona sigue los que limitan el alcance de la información. Estos espacios permiten conectar con personas de diferentes lugares, tanto rurales como urbanas, y de distintas edades, ayudándonos a romper esas barreras. Estas personas, a su vez, se convierten en replicadoras de comunicación. Comunicar sobre el aborto no es solo para los periodistas, sino para todos, ya que cada vez que abordamos este tema en público, estamos transmitiendo un mensaje que rara vez se escucha. Esto nos otorga una gran responsabilidad, porque puede ser la primera o una de las pocas veces que alguien escuche sobre el aborto. Estos espacios nos permiten llevar el mensaje a más personas, no solo a través de redes sociales, sino también en interacciones cotidianas.
Desde Women First Digital trabajamos para llevar la conversación fuera del entorno digital, como en el podcast Aborto sobre la mesa, donde invitamos a las personas a llevar este tema a sus conversaciones diarias, aunque sea incómodo. Es crucial tener en cuenta el autocuidado: no se trata de exponer este tema en espacios donde podamos ser violentadas, sino en lugares donde sepamos que podemos manejar la incomodidad. Por eso, hablar del aborto exige un alto grado de empatía y responsabilidad. El estigma que rodea el aborto crea la falsa percepción de que nadie más ha pasado por esa experiencia, lo cual impide que las personas tengan acceso a la información que necesitan. A menudo, la persona que ya ha tenido un aborto no lo comparte, lo que refuerza el aislamiento. Por eso, cuando hablamos de estos temas, incluso en entornos informales, es vital hacerlo desde la empatía, porque no sabemos si alguien más en el grupo ya ha pasado por esa experiencia y podría sentirse violentado.
¿Qué consejos les daría a las personas que se encuentran en países como El Salvador, donde es penalizado el aborto, que quieran hablar sobre el derecho a abortar?
El primer consejo es priorizar la seguridad personal y conocer la legislación del país. Es fundamental saber de qué temas se puede hablar y de cuáles no. No estoy completamente familiarizada con la legislación de El Salvador en cuanto al acceso a la información, pero si una persona desea comunicar cómo acceder a un servicio de aborto, lo mejor es recomendar canales seguros como Ayuda para Abortar, en lugar de proporcionar detalles personales sobre el uso de pastillas abortivas en países donde el aborto está restringido. Esto es esencial por razones de autocuidado. El estigma del aborto es otro punto crucial. En países donde el aborto está altamente criminalizado, este estigma es aún más profundo, ya que solemos asociar lo criminalizado con lo inmoral. Debemos comenzar a hablar del aborto y del estigma a través de historias públicas y datos, eliminando la carga política del tema. Las estadísticas muestran que, aunque no se esté de acuerdo con el aborto, sigue ocurriendo. Además, es importante hablar desde el enfoque de los derechos humanos, acercando estos conceptos a la realidad cotidiana. Al final, se trata de garantizar el derecho a una vida digna. Usar un lenguaje sencillo y claro para discutir el aborto como un tema de salud pública nos permite elevar el debate, reconociendo que puede haber desacuerdo, pero manteniendo el enfoque en el derecho a la salud. Finalmente, siempre es esencial mantener la seguridad personal como una prioridad, sobre todo cuando promovemos narrativas basadas en la esperanza. Nada sería más contradictorio que ponernos en una posición de conflicto cuando la meta es sacar el aborto de ese campo de batalla.
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