Cada temporada de lluvias, Ana Hernández y su familia vigilan atentamente el aumento del nivel del río Grande de San Miguel. Cuando el río se desborda, su casa queda inundada casi de inmediato. Ana vive en el caserío Las Conchas, en el distrito de Concepción Batres, en Usulután Este, una de las zonas más afectadas por las crecidas del río Grande cada año.
Ana Hernández tiene 29 años, los mismos que ha vivido en Las Conchitas. Se dedica al trabajo del hogar no remunerado. Cuando tenía 17 años, se acompañó con su pareja y se mudaron a otra área del caserío para formar su hogar. Él trabaja en la agricultura. Su salario es de $30 semanales.
Las oportunidades laborales en Las Conchitas son limitadas, especialmente para las mujeres. La mayoría de empleos disponibles están en fincas de plátanos o en la cosecha de maíz. De acuerdo con el Observatorio de Género y Justicia Ambiental de la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (ORMUSA), en la zona rural, las mujeres ganan entre $197.66 a $258.45 mensuales. Ana trabajó anteriormente sembrando árboles de cacao y limpiando en fincas de plátano. Tras siete años de convivencia con su pareja, nació Camila, su primera hija. Ana dejó el trabajo remunerado para dedicarse por completo a su cuidado.
El terreno donde Ana y su pareja construyeron su casa de madera y láminas, pertenece al abuelo de él. Aunque conocían los riesgos de inundación en la zona, decidieron quedarse porque no tenían otra alternativa de vivienda.
Durante las lluvias, la rutina de Ana y su familia es siempre la misma. Vigilan el nivel del río mientras preparan lazos para elevar las camas, el refrigerador, el ropero y la mesa que sostiene la cocina. A menudo no logran subirlo todo a tiempo. También recogen algunas prendas de ropa y se refugian en la casa de Ana Silvia, su vecina, ubicada a diez metros, en una zona más alta y segura. Allí permanecen alrededor de un mes, o más, hasta que el agua baja y pueden regresar a su hogar. Luego, deben esperar a que el piso de tierra se seque y limpiar el lodo, erradicar a los zancudos y lombrices que aparecen tras las inundaciones.
Ana afirma que vivir en Las Conchas es especialmente difícil durante la temporada de lluvias. Para llegar al casco urbano del cantón Capitán Lazo, su familia debe cruzar el río en una balsa sujeta a un cable de acero, que evita que la corriente la arrastre cuando el río está crecido. Manuel, el conductor de la balsa, cobra $0.25 por persona por cada cruce. En esta comunidad residen aproximadamente 65 familias. Aunque el costo del cruce es accesible, cuando el cauce del río aumenta, los habitantes arriesgan sus vidas al atravesarlo para ir a la escuela, al instituto, al mercado o al hospital.
En Las Conchas, la mayoría de las personas se dedican a la agricultura, la crianza de ganado y el trabajo del hogar no remunerado. El Centro Escolar «Caserío Las Conchas» cuenta con solo dos aulas y dos maestros que imparten clases desde kínder hasta sexto grado. Estas se realizan de manera simultánea, con varios grados compartiendo el mismo espacio de aprendizaje. Cuenta con un Equipo Comunitario de Salud Familiar (ECO), que brinda atención médica una o dos veces al mes.
Desde el 2013, las personas que residen en la comunidad Las Conchas se organizaron para solicitar la construcción de un puente a la extinta Alcaldía Municipal de Concepción Batres. En el 2020 hicieron un llamado al presidente Bukele para concretar el proyecto, pero no obtuvieron respuesta. En 2023, en la sesión plenaria número 102, la Asamblea Legislativa aprobó reformas a la Ley del Presupuesto 2023. Así, aprobaron incorporar $20 millones al Ministerio de Obras Públicas para que este ejecutara tres proyectos de reconstrucción de calles y puentes, y uno de rehabilitación de conectividad vial y peatonal.
Uno de los proyectos aprobados, con una inversión de $4 millones, incluye la reconstrucción de bordas en el río Grande, abarcando ubicaciones en San Miguel y en los ahora distritos Usulután y Concepción Batres, en el departamento de Usulután. Sin embargo, según la ADESCO de Las Conchas, hasta noviembre de 2024 no han recibido información sobre cuándo o cómo se ejecutará este proyecto.
Aunque Ana y su pareja han considerado buscar otra vivienda, sus ingresos limitados hacen que sea imposible. Ana sueña con un hogar digno que ofrezca seguridad para ella y su familia, especialmente durante la temporada de lluvias.
Este reportaje fue producido gracias al apoyo del Programa de becas de la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES).
Editado por Metzi Rosales Martel y Víctor Peña
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