Antes de tener un lugar donde vivir, Virginia Álvarez alquiló casas y cuartos en distintas zonas de San Miguel, Usulután y San Salvador. Ahora, a sus 78 años, vive en un terreno de piedra volcánica en el caserío La Curruncha, distrito de El Tránsito, en el municipio de San Miguel Oeste. Detrás de su hogar se alza el volcán Chaparrastique, uno de los más jóvenes y activos de El Salvador, cuyas repentinas erupciones mantienen en constante alerta a las comunidades cercanas.
Virginia ha dedicado toda su vida al trabajo del hogar remunerado, aunque nunca tuvo un salario fijo. Sus ingresos dependían de los días que lograba trabajar, ganando a veces $30 o menos por semanas completas de trabajo, de 8 horas diarias.Durante años, alquiló viviendas que costaban alrededor de $60 al mes, incluyendo el servicio de electricidad, pero esta cuota era difícil de cubrir con sus bajos ingresos. Actualmente, debido a una infección en el estómago, causada por una bacteria, ya no puede trabajar. Vive sola. Sus hijos la visitan y la ayudan económicamente mientras se recupera.
Virginia no es propietaria del terreno donde está construida su casa. Tiene un permiso de tenencia otorgado por la entonces Alcaldía Municipal de El Tránsito. Aunque no recuerda con precisión el año en que obtuvo la autorización, sí rememora que, mientras buscaba una casa en alquiler, un hermano de la iglesia que frecuentaba le informó sobre las tierras disponibles para habitar cerca del volcán. Una semana después de su solicitud, recibió la autorización. Con el tiempo, logró reunir dinero para comprar materiales y, con ayuda de sus hijos, construyó su hogar con láminas y trasladó sus pertenencias al lugar.
Aunque cuenta con un espacio propio para vivir, su casa no tiene servicios básicos como electricidad o agua potable. Instalar estos servicios requiere de una serie de trámites y un costo elevado. Para abastecerse de agua, paga $10 cada ocho días y utiliza un par de focos alimentados por un pequeño panel solar. Además de estas limitaciones, vive con el constante temor de ser desalojada y de los riesgos asociados a la actividad volcánica de El Chaparrastique.
La Curruncha, donde vive Virginia, es parte del cantón El Borbollón. El terreno es un playón de piedras volcánicas resultado de una erupción del volcán Chaparrastique en 1819, explica el geólogo investigador Francisco Barahona.
El investigador advierte que, aunque el terreno parece habitable, hay probabilidades de que el Chaparrastique rompa las bocas eruptivas en sus laderas. Es decir, las aberturas en los costados por donde sale lava y gases durante la erupción.
“El riesgo de esta zona se determina por la amenaza de una posible erupción volcánica que no sabemos cuándo y con qué intensidad va a ocurrir y por la vulnerabilidad de los elementos expuestos, es decir, las comunidades y las casas sin infraestructura adecuada ante la amenaza.”, explica Francisco. “Si fortalecemos los equipos científicos, tanto los recursos humanos y tecnológicos, entonces reducimos el riesgo”, concluye.
Cuando el Chaparrastique entra en actividad, pequeñas piedras y cenizas caen sobre la comunidad. El suelo retumba y las láminas de la casa de Virginia tiemblan. Ella recuerda con claridad la actividad volcánica registrada en noviembre de 2022, cuando el Ministerio de Medio Ambiente (MARN) reportó leves explosiones y emanaciones de gases. Durante esa noche, sus hijos la llevaron en un pick-up por temor a un desastre mayor. Aunque temía dejar sus pertenencias solas por un posible hurto, los constantes retumbes la obligaron a abandonar su hogar.
En noviembre de 2022, el MARN emitió un aviso para las comunidades cercanas al Chaparrastique, incluyendo a los entonces municipios de San Miguel y Usulután como San Jorge, Chinameca y San Rafael Oriente. El 28 de ese mes, declararon alerta verde tras registrar 187 explosiones desde el inicio de la actividad. En marzo de 2023, Protección Civil emitió otra advertencia para cinco municipios, ahora distritos, de San Miguel, destacando el incremento de actividad del volcán desde el 7 de marzo. De acuerdo con el Servicio Nacional de Estudios Territoriales (SNET), el Chaparrastique ha emanado gases, cenizas, lava y vapores desde 1699.
Virginia está acostumbrada a vivir con la actividad volcánica, pero el miedo nunca desaparece. Su casa está hecha de láminas y no puede soportar el impacto de las piedras volcánicas.
Virgina sueña con un hogar adecuado con paredes y techos firmes, y con servicios básicos como agua potable y electricidad. A través de estos collages, representa cómo imagina el hogar seguro que desea. Collages: Virginia Álvarez / Fotografías: Kellys Portillo
Este reportaje fue producido gracias al apoyo del Programa de becas de la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES).
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