Derechos de las mujeres

Rita Segato: «No es poder lo que buscamos, sino el desmoronamiento de todos los poderes»

La antropóloga y activista feminista Rita Segato conversó con Presentes sobre la avanzada antigénero en América Latina y la potencia que siguen teniendo los movimientos feministas y de la diversidad para erosionar al patriarcado y al capitalismo. Esta entrevista fue publicada originalmente en Presentes.

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Reconocida pensadora latinoamericana, la antropóloga y activista feminista Rita Segato reflexiona en esta entrevista con Presentes desde París sobre la situación de las mujeres y diversidades ante el avance regional de los discursos antigénero. “Desde hace unos 10 años, una gente aparece en la calle gritando contra nosotras. Ese no es un problema, esa es la prueba de la fuerza que tiene el movimiento y de lo que amenazamos”, dijo hace unos días, en el marco de unas charlas sobre teorías y prácticas feministas en el Instituto de Altos Estudios de América Latina de la capital francesa.

A su juicio, las reivindicaciones del movimiento feminista “dan, protegen y otorgan soberanía”. Tanto de vida como de reflexión política. “Ese grado de autonomía es una cosa vista como peligrosa para el orden del poder”, explica.

Nacida en Argentina, Segato realizó su carrera sobre todo en Brasil. Allí comenzó a especializarse en la violencia de género, un tema que no eligió, sino que vino a ella por un encargo que le hicieron en 1993 las autoridades de Brasilia. Desde entonces, escribió más de una decena de obras al respecto a través de un prisma feminista y decolonial.

Rita Segato durante la conferencia en el Instituto de Altos Estudios de América Latina en París. Crédito: Marianela Mayer.

«Hay una decadencia del poder»

A sus 72 años, la académica medita sus palabras y se esmera en ir a “lo esencial” de una secuencia de pensamiento que le “llevó una vida”. “Mi esfuerzo, que ya estoy bastante cansadita, es dar estas explicaciones de cosas que comprendí, creo que en profundidad. Inclusive porque soy antropóloga, porque muchas cosas me las dijo la gente”, nos confía.

Pese al “difícil” momento que atraviesa el movimiento de mujeres, la autora se muestra optimista al afirmar que, frente al “constante fracaso de la gestión masculina”, los “márgenes” -en todos los aspectos de la vida- están cobrando un impulso que no tuvieron antes.

“Hay una decadencia del poder. Se está como vaciando desde adentro”, sentencia.

¿Cómo calificaría la situación de las mujeres y diversidades en América Latina?

Una de las cosas que causan perplejidad, desde hace tiempo ya, es que en América Latina tenemos una legislación amplia y políticas públicas bastante numerosas que se dirigen a la protección de la mujer y de la acción de femicidio. Pero evidentemente no hay una respuesta proporcional de la sociedad. Habría que reflexionar para entender por qué. Cuál es el impedimento de que las leyes toquen en el fenómeno de la vulneración de las mujeres, que está siempre en crecimiento. Esta situación es rara y tiene que ver con mis comentarios sobre la crisis de la fe estatal. Porque algo pasa con las medidas de Estado que, de alguna manera, tienen inmensa dificultad en llegar a la población. No quiero decir que no debería existir un Estado cuidador de las personas, pero debería haber una reflexión profunda sobre los bloqueos del Estado para llegar a las personas y pueblos de la nación.

¿Y por qué los movimientos antigénero y los discursos de odio, que no son algo nuevo, parecerían tener mayor eco hoy en día?

Eso es otro tema. En todos los gobiernos de derecha, en todos los gobiernos que apoyan los cinco grandes preceptos del capital (productividad, competitividad, cálculo de costo-beneficio, acumulación, concentración) hubo una convergencia en la diabolización de la mujer. O sea, en un ataque a todas las reivindicaciones y propuestas del movimiento de mujeres, llamémosle feminista o de otra forma. El movimiento de las mujeres en la sociedad de repente fue intervenido por todos los sectores políticos que se oponen al campo crítico, que son del campo conservador.

Justamente esta situación se potenció de la mano de líderes como Trump, Bolsonaro o Bukele y ahora Milei.

El multiculturalismo, una propuesta que vino del Norte liberal y capitalista con la caída del Muro de Berlín era una forma de distribución de la riqueza. Contemplaba lo que en ese momento se llamó las identidades políticas, que hoy llamo formas de minoritización. Tuvo su colesterol bueno y malo. Nombraba los intereses de las minorías que fueron perjudicadas por la historia (negros, indios, mujeres, sexualidades divergentes) e intentaba protegerlas con las acciones afirmativas. Tenía ese efecto benigno, pero siempre como un distribucionismo.

Es decir, nunca hubo en él una reflexión sobre la riqueza. En realidad, a este distribucionismo multiculturalista se lo pensó desde el Norte como una forma más de apoyo al capital. Porque es un apoyo al consumo por parte de las diferentes «minorías». En un momento más reciente, que se muestra claramente con la emergencia de Trump y el retorno cada vez más fuerte de los neofascismos en Europa, el multiculturalismo cae. No es más la agenda del presente.

«Desmoronando el patriarcado se erosiona al capitalismo»

«Los extraordinarios e inteligentísimos think tanks de la derecha se dieron cuenta de que las reivindicaciones antipatriarcales causarían realmente un daño letal en el casco del barco. Para mí, el poder no es observable, es secreto, y los poderes tienen secretos. Pero podemos apostar adónde se dirigen por los epifenómenos, por lo que sí se muestra. Evidentemente, hubo un cambio de rumbo en algún momento. En el proyecto del multiculturalismo se pensó que mujeres y minorías consumidoras no eran confiables. Se percibió que por detrás del movimiento, que erosionaba las bases del patriarcado, ocasionarían averías al casco del capitalismo. Entonces, desmoronando el patriarcado se desmorona el edificio que tiene en él sus cimientos y se aprende que es posible modificar la historia, que se la puede orientar hacia otro horizonte», dice.

¿Qué hace que esta diabolización sea efectiva?

Esos partidos políticos colocan sus discursos en los medios más poderosos que existen: en los medios masivos, en las redes, con los trolls. Tienen cantidad de estratos mediáticos y en todos ellos colocan el discurso de una manera muy potente. “Defendamos la vida”, por ejemplo. Es muy fácil de contestar, pero nos han tapado la boca por el gran acceso que tienen a los medios de máximo poder y sus estratos. En todos esos lugares se colocó una imagen de las reivindicaciones feministas como daño, es una contrapropaganda.

Rita Segato en Buenos Aires en 2019. Crédito: Agencia Télam.
 ¿Los medios críticos a ese discurso entran sin quererlo en ese juego?

(Alza la voz) ¡Porque no entienden lo que les está pasando! Uno de los peores problemas que hay es que el campo crítico todavía está aferrado a las ideas -pero mal eh- de izquierda y derecha. Como dice mi hija: la izquierda está en la primera mitad del siglo XX. No son capaces de leer Nicaragua ni Rusia o de darse cuenta de que la guerra en Ucrania no es una guerra ideológica, sino puramente territorial y por poder. Por eso, me digo una pensadora de campo crítico y no de izquierda, porque la manera en que la izquierda y derecha están construidas es por gente estúpida. Cuando hice mi crítica a Evo Morales, por la que me insultaron, hoy se ve que tenía razón. Él rompió el MAS por poder. Claro que hubo grandes proyectos en el primer momento de Evo, pero se decayeron y lo que los vació fue que por detrás había una búsqueda por poder, que es peligrosísima y es inclusive algo que no debemos buscar en el feminismo. Nosotras no buscamos las mismas metas que el patriarcado. No es poder lo que buscamos, sino el desmoronamiento de todos los poderes. Estoy convencida.

Necesidad de autocrítica

Al escucharla pienso en la Argentina, que había avanzado en derechos y políticas igualitarias y, sin embargo, eligió a un antigénero declarado como presidente.

Claro y es lo que tenemos que entender con urgencia: en qué nos equivocamos. Porque si no, no vamos a salir de dar vueltas en círculo. Argentina tiene más que ningún otro país un problema: su política es pendular. No sabemos hacer una de las cosas buenas que la militancia comunista en los 60 nos había enseñado, que es la autocrítica. No hay autocrítica, ni ellos mismos la hicieron. El significado de esta palabra fue tergiversado completamente. Nosotros tenemos que autocriticarnos porque algo se hizo muy mal.

Ante este panorama ¿Cómo están reaccionando los movimientos feministas y LGBTIQ+?

Hay divergencias bastante profundas en los movimientos. En el movimiento antirracista hay una categoría que me parece fundamental, que es la de conciencia racial. Tiene que ver con lo que a veces llamamos de cipayos, que era un regimiento de gente hindú que luchó a favor de los británicos en la India. De la misma manera, debería haber una categoría en el movimiento feminista que sea la de conciencia de género. Es muy fundamental entender que el cuerpo no es suficiente. Y es uno de los grandes errores de muchas, que están ahora con la idea de que las mujeres trans no pueden formar parte del movimiento. Es una cosa que contradice los fundamentos del pensamiento feminista, que fue justamente desbiologizar, echar por tierra el determinismo biológico que de alguna manera era el prejuicio que colocaba a las mujeres en una posición inferior. ¡Y ahora quieren volver a la biologización! No entiendo. Empiezan peleas faccionales que le hacen daño al feminismo. Es necesario conversar, argumentar y poder inclusive disentir.

Hace falta una mayor unidad

Pero sin ser necesario que concordemos en todo, ¡por favor! El movimiento en Argentina del 8 de marzo mostró que las facciones desistieron de su faccionalismo. Fue una de las marchas más grandes de los últimos tiempos. Entonces, no estamos en ese quiebre que dicen, de ninguna manera.

Mujeres lesbianas y mundos comunales: grandes amenazas

A su juicio, una de las salidas al patriarcado sería “domesticar la política” y suele referirse a las sociedades indígenas. ¿Son un ejemplo de que es posible?

Todas las sociedades indígenas del presente tienen el impacto de la criollización, pero unas realmente están en un gran proceso. Muchas están en un proceso de reemergencia y otras están en un proceso de lo que Aníbal Quijano -que es mi autor de cabecera- llama el regreso del pasado. No se trata de volver al pasado, sino de que aquel pasado nos encuentre en el presente. Si miramos alrededor, de repente, están surgiendo una gran cantidad de liderazgos muy importantes que vienen de mundos tanto afrodescendientes -como Francia Márquez-, como de mundos indígenas -como Berta Cáceres y muchas en el Brasil en este momento-. Pero hay muchas y muy jóvenes que vienen de estructuras comunales, donde está la domesticidad que llamo de cuño femenino, estructurada de otra forma y con otras metas que la politicidad masculina. 

Marielle Francola derecha es bien inteligente y sabe a quién tiene que eliminar, también a Berta… Son dos figuras centrales en ese proceso en que la política se hace de otra forma y por otros caminos, con otros sentimientos y otras consignas. 

Son personajes importantísimos de la política, es decir, de aquello que impacta la vida colectiva. Mujeres que van a impactar la vida colectiva, pero viniendo de otra forma de politicidad, de mundos comunales, donde lo doméstico no es ni privado ni íntimo.

¿Y eso es aplicable en un mundo occidentalizado?

No solo es aplicable, sino que está sucediendo. No es una idea mía: Berta Cáceres existió, Marielle Franco existió, Sonia Guajajara existe, Elisa Loncón existe y hay muchas otras.

¿Cómo ve el futuro?

Soy una persona, en fin, bastante optimista. Es un momento difícil, muy doloroso. Pero no te olvides que el poder no solo se desintegra y perece por los ataques que sufre desde afuera, en realidad se agusana desde adentro. Como dicen los ingleses: “Either it breaks or it makes you”. Lo que no te destruye, te construye, y es así.


Esta entrevista fue publicada originalmente en Presentes el 27 de mayo de 2024.

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